Novedades de el suri porfiado: Diego Saravia Tamayo

Leemos algunos poemas de Diego Saravia Tamayo (1972) publicados en Vértigo en un Eco (el suri porfiado, 2024).

 

 

 

 

 

 

 

Diego Saravia Tamayo (Salta, Argentina, 1972)​​ vivió cinco años en estados Unidos,​​ mientras​​ realizaba su doctorado en Economía y luego quince años en Chile, desempeñándose como profesor universitario y en el Banco Central de Chile.​​ Ha publicado tres libros de poemas​​ Meridiano​​ (2017),​​ La Casa en la Ola​​ (2020) y​​ Vértigo en un Eco​​ (2024)​​ y un libro de relatos,​​ Encuentros​​ (2022). Su poesía ha sido traducida y ha aparecido en antologías y revistas literarias en diversos países.

 

 

 

 

 

 

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Autoatentado

 

Esto que parece un suicidio​​ 

es mi nacimiento

Me clavé un puñal​​ 

para que brote el verde

 

 

 

 

 

 

 

Decir

 

He dicho desde antes de ser niño

que somos olvido​​ 

He dicho, por guardar el perfume​​ 

de las estrellas que dibujaron​​ 

mis dedos:

no les creo a quienes afirman​​ 

que ya es tarde

 

A la deriva

soy el aire entre las hojas​​ 

del tiempo

que repite el libreto

 

 

 

 

 

 

 

Ímpetu

 

Abrid la tumba

Al fondo de esta tumba​​ 

se ve el mar​​ 

(Escrito en la tumba​​ 

de Vicente Huidobro en Cartagena, Chile.)

 

 

La lejanía no me ha impedido sentir la sal​​ 

ni acariciar la bruma​​ 

como a una amante dormida

No seré letras en una tumba

que prometen el océano

ni una pregunta que no se hace​​ 

por miedo a saber

He ido hacia el mar igual que un madero por un río

En época de crecida he puesto el pecho​​ 

En sequía

​​   el alma

 

 

 

 

 

 

 

Tormenta

 

Escucho venir la tormenta

y me voy haciendo nube

Los truenos surgen del rayo

atrapado en mí

 

 

 

 

 

 

 

 

Trinidad

 

Ella, el lapacho amarillo y el sol

son la Trinidad

El resto discute su lugar

en la sombra

 

 

 

 

 

 

 

Dios inútil

 

Prometemos el reino eterno

a quienes se conduelen

con la desnudez​​ 

Quienes se aprovechan

de la muerte

obtienen templos de mármol

La inutilidad de Dios:

no consuela a los del templo

ni al resto

 

 

 

 

 

 

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