Poesía venezolana: Néstor Mendoza

Leemos poesía venezolana. Leemos poemas de Néstor Mendoza (1985). Su más reciente libro de poemas es Paciencia mineral (2023). Es editor de El Taller Blanco Ediciones.

 

 

 

 

 

 

Néstor Mendoza​​ (Maracay, 1985)​​ es​​ poeta, ensayista, gestor cultural y editor. Licenciado en Educación, en la especialidad de Lengua y Literatura. Realizó​​ estudios de posgrado en Literatura Latinoamericana y en​​ Filosofía. Ha publicado los poemarios​​ Andamios (2012),​​ Pasajero​​ (2015);​​ Ojiva​​ (2019), este último traducido al alemán, inglés y francés;​​ Dípticos​​ (2020) y​​ Paciencia mineral​​ (publicado en 2023 y finalista del​​ XL Premio Internacional de Poesía «Juan Alcaide», Ciudad Real, España, 2021). Autor de los libros en prosa​​ Alfabeto de humo. Ensayos sobre poesía venezolana​​ (2022),​​ Alfabeto de humo II. Ensayos y reseñas sobre poesía venezolana​​ (2024) y​​ Álbum de grabados. Prosa diversa​​ (2024). Forma parte del consejo de redacción de la revista​​ Poesía​​ (Valencia, Venezuela) y del equipo editorial de la revista bilingüe​​ Latin American Literature Today (LALT),​​ editada por la Universidad de Oklahoma. Es editor de El Taller Blanco Ediciones. Reside en Colombia.​​ 

 

 

 

 

 

 

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Sobre​​ Paciencia mineral, de Néstor Mendoza

 

Néstor, tengo días leyendo tu libro pero sin el tiempo para sentarme a escribirte. Gracias por enviármelo. Últimamente encuentro entre los amigos y en lo que leo un pesimismo siempre más profundo, si no desesperado. Tú entras en esa​​ compañía, aunque tu versión es tuya y original. Veo un contraste entre el deseo de rescatar y conservar cosas y recuerdos y el querer casi cínicamente entregarlos al caos, entre la sensibilidad para afirmar detalles de la vida y la necesidad de endurecerte para poder resistir como cuerpo en el mundo. El conflicto, la ambivalencia, se percibe bien por ejemplo en el poema “Pupa”, maravilla y admiración más negación: “torpes y contados vuelos”. Entiendo también que tu condición de exiliado (creo que la sientes así) te pesa y colora la vida. La “paciencia mineral” me suena fuerte. Mi libro​​ Marea tardía​​ se iba a llamar​​ Alma mineral, era una referencia alquímica pero también tenía el sentido de última e inquebrantable resistencia, pero a mis consejeros no gustaba. Es triste que tengas (tengamos) que quedarnos en esa base para enfrentar la vida, pero es real. Creo que el pesimismo es la posición responsable frente a este mundo en decadencia. Sin embargo, no tiene que ser todo el tiempo, podemos dar la bienvenida a momentos mejores. Te deseo que muchas veces veas un “pañuelo en alto, no para despedir”, y que tengas muchas intuiciones del “orden secreto”.

 

Rowena Hill

Mérida, Venezuela, 2023

 

 

 

 

 

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Siete​​ poemas de​​ Paciencia mineral​​ (2023)

 

 

 

 

 

 

 

Digresiones para Vitruvio​​ 

(o el​​ ad quadratum)

 

El cuerpo del hombre con sus extremidades

en una variante de crucifixión.

 

El ejercicio de la mano alzada que dibuja

lo que, en teoría, reúne exactas proporciones.

 

La perfección es dable en el trazo, mediante la devoción​​ 

y los detalles musculares del boceto.

 

El hombre está atrapado en una esfera,

está al servicio del viejo florentino, fofo y sedentario. ​​ 

 

Podría escapar, fingir agarraderos para sus manos y pies​​ 

y así rodar fuera de los límites del blanco.

 

Sería un hombre, liberado del esquema y el paradigma.​​ 

Iría, quién sabe, a buscar otros congéneres​​ 

que han dejado la tiranía de los ensayos de perfección.

 

 

 

 

 

 

 

Una foto de Jesús Abad Colorado

(Tributo a una imagen)

 

Esta es la historia de la muerte de un hombre.

 

Esta es la prueba de que sí existió

y de que alguien,​​ 

que no aparece en la desolada escena,

ha demarcado para todos.​​ 

 

Dos botas que aún protegen dos pies.

Dos botas únicamente.

La descarga suprimió el resto.

Lo borró.​​ 

 

Reconstruir la totalidad

permite el registro forense

o la reacción estética o moral​​ 

de quien ve únicamente​​ 

dos botas con peronés y tibias sin tejido.

 

El peligro cesa en la imagen

o se incrementa, al menos indigna.

 

Pudiera dar fe de su asco o de su bondad

pero sólo nos corresponde juzgar el valor visual

o lo que dejan esas dos tibias y peronés allí,​​ 

sin compañía del cuerpo,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ desenterrados,​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ desterrados

 

uno al lado del otro, haciéndose compañía en ese monte,

íngrimos y solitarios.​​ 

 

 

 

 

 

 

Una estampa de Neón

 

El brillo dice «bar»​​ 

en la parte alta

y es lo que interesa.​​ 

 

El cilindro​​ 

delgado​​ 

contiene

la fluorescencia

y dibuja​​ 

irregularmente

una caligrafía

con luz y fuerza​​ 

artificial

 

discurrir​​ 

sobre quién lo escribió

o lo que atrae

a los que llegan ebrios​​ 

de antemano,​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ no importa.​​ 

 

 

 

 

 

 

Identidad

 

El pasaporte señala un nombre

y un lugar de nacimiento;

el país de procedencia​​ 

ahora es un punto borroso.

 

Azul en la cara frontal

y el escudo patrio en el centro.

Pocos sellos de salida y entrada.

 

Nada de turismo.​​ 

 

Niña caucásica.

Cabello negro con rulos.​​ 

Definitivamente provinciana.

sus ropas de tan usadas​​ 

se les nota alguna transparencia.​​ 

 

El documento fue encontrado​​ 

dentro de una pequeña cartera,

la de su padre, qué negligencia.

 

La joven a pesar de todo se ríe en la foto.

 

El pasaporte de un menor de edad​​ 

deberá ser reclamado por el padre,​​ 

madre, representante legal o apoderado,

 

estas palabras​​ 

pueden leerse en la web de la oficina​​ 

que recibe tantas cosas extraviadas.​​ 

 

 

 

 

 

 

Pañuelo en alto

 

Necesito una cabeza sin ruidos

ni hojarasca; donde todas las

ideas vayan en línea recta,

sin el temor de ver los objetos

y las piernas,

donde cada pensamiento no

me contradiga.

 

¿Quién es el pastor que olvidó

guiarme en este monte?

Prefiero este cielo,

sus nubes inquietas,

el sol que no cabe en las uñas,​​ 

para contemplar.

 

Las cosas pueden ser tan simples,

pueden acomodarse en un pañuelo,

sacudirlo en alto para despedir a

los amigos. ​​ 

 

 

 

 

 

 

Cuerpo de mujer encima de La Danta

 

Es importante aclarar que la estatua es objeto de un culto veloz:​​ 

miles de automóviles le llenan de humo los senos de concreto.​​ 

La mujer cabalga en una danta,​​ 

como símbolo de una antigua libertad.​​ 

Sin embargo, aquí arden flores todavía. ​​ 

País portátil, Adriano González León.

​​ 

 

Como creada para vidrieras deportivas,

de gimnasios y centros de alto rendimiento,

tú, diosa turgente;​​ 

tú, diosa, de una misma montaña mitificada;

tú, diosa, con esas dos puntas siempre altivas,

siempre apuntando a un país que aún desciende.​​ 

Tu cuerpo encima del tapir;

Tu cuerpo, diosa, halterofílico, atlético, diosa.

¿No te cansas de tener las manos en alto?

¿No te cansas de ondear la pelvis como corona?

Tan firme eres, diosa, que la fibra muscular

sobrepasa las intenciones artísticas de quien te esculpe.

Pudieras pedirle al animal que avance

y que abandone su permanente inmovilidad.​​ 

Avanza, danta, le dirías, en un empeño

posiblemente inútil pero probable.

El animal quieto parece formar parte de ti.

El animal podría ser una extensión tuya, Diosa.

Se ha soldado a ti, Diosa, bien tieso en ti.

 

Alguien que pasa ve tus piernas endurecidas

por el instrumento de esculpir; alguien pasa​​ 

y ve tu cuerpo de piedra y reza, Diosa, por ti.​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

No pueden pensarte de otra manera:

la piedra será tu carne, diosa.​​ 

​​ 

 

 

 

 

 

Una pupa

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ a José Watanabe

 

La pequeña cosa transformada,

esa cosa que cambia escondida,

agitándose, ella sola, será un nuevo bicho.

 

Y cambia y lo hace oculto.

Y se muda mientras una parte

de ella, o toda ella, muere,

para que nazca otra cosa.​​ 

 

Si el animal hablara no sabría

nombrar tanta mutación y estupor.

Por eso prefiere cambiarse

ocultando lo que vendrá. ​​ 

 

Ya no será cuerpo arrastrado;​​ 

habrá alas para torpes

y contados vuelos.

Barriga y anillos por patas largas:

cabeza, tórax y abdomen.

 

Muy poco tiempo para tanto cambio,

podría pensarse.

 

Un animal que se suicida​​ 

para que otro, hecho de alas, aparezca.

 

 

 

 

 

 

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