Un cuento de Anaïs Nin

Anaïs Nin, cuyo nombre completo fue Ángela Anaïs Juana Antolina Rosa Edelmira Nin Culmell, nació en 1903 en Neuilly-sur-Seine, un área metropolitana de Paris. Fue reconocida por ser la primera mujer en publicar literatura erótica. Creció en Francia rodeada de padres artistas y cubanos, se mudaron a Barcelona a los 10 años y su padre les abandona, junto con su madre y sus hermanos se mudan a Nueva York y es ahí donde la literatura se convierte en un gran escape para ella. Escribió alrededor de 35 mil páginas las cuales fueron publicadas en 1966 bajo en nombre de Diarios de Anaïs Nin en 7 volúmenes que en un principio fueron censurados, pero con el paso del tiempo fueron saliendo más relatos y esta vez siendo versiones sin censura. Se publicaron 4 volúmenes más: Henry, su mujer y yo. Diario amoroso (1931-1932); Incesto. Diario amoroso (1932-1934); Fuego. Diario amoroso (1934-1937); Más cerca de la luna. Diario amoroso (1937-1939) y Espejismos. Diario amoroso (1939-1947). Los cuales agarran inspiración a la relación que mantiene con Henry y June en un trio amoroso. Por un tiempo se dedicó a escribir relatos eróticos: Bajo la campana de cristal (1982), La casa del incesto (1937), Pajaritos (1979) y Delta de Venus (1977). Muchas de sus obras fueron publicadas después de su muerte gracias al rechazo y censura de las editoriales.

 

La importancia de leer a Anaïs Nin recae en el poder que tienen sus escritos, los cuales desafían la precepción con la que se concebía a la sexualidad femenina en el siglo XX, a través de su obra se nos rebela la vida atípica que disfrutaba, cargada de erotismo desenfrenado y de vínculos que sobrepasaban los límites de lo aceptado en la época. El rechazo y censura por parte de la sociedad y de la comunidad literata nos advierten que son obras que no se ajustaban a las expectativas que se esperaban de una mujer: ser madre, esposa y una cuidadora excepcional, fueron roles que Nin solo se adaptó a uno. Ella se dedicó a escribir y explorar su sexualidad con hombres y mujeres, esa radicalidad con la que vivía transmite que hay muchas formas en las que una mujer puede encaminar su vida. Puede elegir ser madre o no, tener una pareja estable o no, sentirse atraída por hombres, por mujeres o por ambos géneros. A través de sus palabras nos muestra que todas las opciones de vida son válidas y que se puede estar en paz con esas decisiones. Nos invita a romper (si queremos) con el modelo de vida que una mujer debe seguir, el cual fue impuesto por el sistema patriarcal aún vigente en nuestros días. No solo es una alternativa y una enseñanza de cómo debemos vivir la sexualidad femenina, sino también nos enseña el disfrute que genera leer literatura erótica. Hoy leemos su cuento Mantra en traducción de María Fernanda Mendoza Flores.

 

 

 

MANTRA

 

 

Los brillantes rascacielos resplandecen como un árbol de navidad. Fui invitada a quedarme con unas amistades adineradas en el Hotel Plaza. El lujo me arrulla, me recuesto en una suave cama enferma de aburrimiento, como una flor en un invernadero y mis pies descansan en una suave alfombra. Nueva York me da la misma impresión de la gran ciudad de Babilonia.

Veo a Lilian, a quien ya no amo más. Están las personas que bailan y las que se retuercen a sí mismas en nudos y a mí me gustan las que fluyen y bailan. Volveré a ver a Mary, quizá esta vez no seré tímida, recuerdo cuando vino a Saint-Tropez un día, nos conocimos casualmente en un café y me invitó a su cuarto de hotel en la tarde.

Mi querido Marcel tuvo que volver a casa esa noche; él vive realmente lejos y yo era libre. Lo dejé a las 11 en punto y fui a ver a Mary. Usaba mi vestido español de Cretonne¹ con volantes y con una flor en mi cabello. Estaba bronceada por el sol y me sentía muy hermosa.

Cuando llegué, Mary estaba acostada en su cama, untándose crema protectora en la cara, en las piernas y los hombros, pues había estado tomando el sol en la playa. Se puso crema en el cuello, su garganta estaba toda cubierta con crema.

Eso me desanimó, me senté al pie de la cama y hablamos. Perdí mi deseo de besarla.

Huía de su esposo con quien se casó solo para estar protegida; nunca había amado realmente a un hombre solo a mujeres.

Al principio de su matrimonio le contó toda clase de historias personales que nunca debió contarle, cómo había sido una bailarina en Brodway y cómo durmió con hombres cuando estaba corta de dinero, incluso cómo fue a un burdel a ganar más; que conoció a un hombre que se enamoró de ella y se quedó con él algunos años.

Su esposo nunca se recuperó de esas historias, solo despertaron sus celos y sus dudas, su vida como matrimonio se volvió intolerable.

El día después de conocernos, ella se fue de Saint-Tropez y yo me sentía llena de arrepentimiento por no haberla besado, ahora estaba a punto de verla otra vez.

En Nueva York puedo desdoblar mis alas de vanidad y coquetería. Mary está tan hermosa como siempre y luce muy conmovida por mí, todo en ella es curvas y suavidad. Sus ojos se ven húmedos y acuosos; sus mejillas, luminosas. Su boca esta rebosante, su cabello es rubio y costoso, se mueve lento, es muy pasiva y letárgica. Vamos al cine juntas y en la oscuridad toma mi mano.

Ella es muy observadora y descubrió lo que yo presentía de ella desde hace mucho: que ella nunca ha tenido un orgasmo real, a sus 34 años, después de una vida sexual que solo un contador experto podría rastrear. Estoy descubriendo sus pretensiones, siempre está sonriendo, alegre, pero por dentro ella no se siente real, se siente remota y desconectada de la experiencia. Actúa como si estuviera dormida y trata de despertar adentrándose en la cama de quien la haya invitado.

Mary dice que es muy difícil hablar de sexo, que es muy vergonzoso. No se siente avergonzada por hacerlo, solo no puede hablar de ello, pero puede hablar conmigo. Nos sentamos por horas en lugares perfumados donde haya música, le gustan los sitios donde van los actores.

Hay una actual atracción entre nosotras, puramente física, siempre estamos a punto de ir a la cama, pero nunca está libre en las tardes. No me dejará conocer a su esposo porque tiene miedo de que lo seduzca.

Ella me fascina por la sensualidad que emana de ella. A los 8 años ya había tenido una aventura sáfica con una prima mayor.

Ambas compartimos el amor por los adornos caros, los perfumes y el lujo; es muy perezosa, lánguida, realmente es una planta. Nunca había visto a una mujer tan producida. Dice que siempre está a la expectativa de encontrar a un hombre que la provoque, tiene que vivir en una atmósfera sexual incluso si no siente nada. Es así su entorno, su declaración favorita es “en ese momento, me acostaba con todo mundo”.

Si hablamos sobre París y sobre la gente que conocemos de ahí, siempre dice:       –No lo conozco, no he dormido con él.

O dice:

–Oh sí, es maravilloso en la cama.

Nunca he escuchado que ella se resista… ¡a esto se suma la frialdad!

Ella engaña a todo mundo, incluyendo a sí misma. Luce tan mojada y abierta que los hombres creen que esta en un estado continuo de estar a punto de tener un orgasmo, pero eso no es cierto. La actriz que vive en ella reaparece animada y calmada, pero por dentro se está haciendo pedazos. Ella bebe y solo puede dormir tomando medicinas, siempre viene hacia mí comiendo dulces, como una colegiala; parece de 20 años. Su abrigo está abierto, su sombrero está en su mano y su pelo está suelto.

Un día ella se sienta en mi cama y se quita los zapatos, mira sus piernas y dice:        –Son muy gruesas, son como las piernas de Renoir2, eso me dijeron una vez en París.

–Pero me encantan como lucen –le digo– me encantan.

–¿Te gustan mis medias nuevas? –se levanta la falda y me las muestra.

Pide un whiskey y es cuando decide tomar un baño, toma prestado mi kimono; yo sé que está tratando de tentarme. Sale del baño aun húmeda, dejando el kimono abierto, sus piernas están siempre un poco separadas y luce como si estuviera a punto de tener un orgasmo que nadie puede evitar: solo una pequeña caricia bastaría para volverla loca.

En el momento que se sienta en la orilla de la cama para ponerse sus medias dejo de controlarme, me arrodillo frente a ella y dirijo mi mano al vello que tiene entre las piernas, lo acaricio gentilmente y digo:

–Pequeño zorro plateado, pequeño zorro plateado. Tan suave y hermoso. ¡Oh, Mary! No puedo creer que no sientas nada aquí dentro.

Parece como si estuviera a punto de sentir algo, la manera en la que su sexo se ve, abierto como una flor, la forma en la que sus piernas están separadas, su boca esta tan húmeda, tan acogedora, los labios de su vulva deben verse igual. Abre más sus piernas y me deja ver, toco suavemente y separo sus labios mayores para ver si están mojados, siente cuando toco su clítoris. Yo solo quiero que sienta el más intenso orgasmo.

Beso su clítoris, el cual sigue chorreante por el baño; su vello púbico aún empapado como un alga marina. Su vulva sabe cómo a una almeja, una maravillosa, fresca y salada almeja. ¡Oh, Mary! Mis dedos trabajan más rápido y su espalda recae en mi cama ofreciéndome su sexo completo, abierto y mojado, como una camelia, como pétalos de una rosa, como el terciopelo, como el satín. Es rosado y nuevo, como si nadie nunca antes lo hubiera tocado. Es como el de una chica joven.

Sus piernas cuelgan sobre un lado de mi cama. Su intimidad está abierta; puedo morderla, besarla, insertar mi lengua. No se mueve, su pequeño clítoris se endurece como si fuera un pezón. Mi cabeza entre sus piernas atrapa el más delicioso botón de seda, de piel salada.

Mis manos viajan hacia arriba de su cuerpo a su enorme pecho, tocándolo. Empieza a gemir un poco. Ahora sus manos van hacia abajo uniéndose a las mías y acariciándose a sí misma, le gusta ser tocada en la entrada de su vagina, debajo de su clítoris, tocamos el lugar juntas. Si tuviera, me gustaría meterle un pene y moverlo hasta hacerla gritar de placer. Pongo mi lengua en su entrada y la inserto tanto como mi lengua puede. Tomo sus nalgas con mis manos como si fueran una fruta grande y las empujo hacia arriba mientras mi lengua está jugando en la boca de su vagina y mis dedos presionan la piel de su trasero, sintiendo su firmeza y sus curvas. Mi dedo índice siente la entrada de su ano y la presiona suavemente.

De repente Mary me da una señal del comienzo, como si tocara una fibra eléctrica en ella. Se mueve para encerrar más mi dedo, yo presiono más y mientras sigo moviendo mi lengua dentro de ella. Comienza a gemir, a retorcerse.

Cuando se hunde hacia la cama puede sentir mi ágil dedo, cuando se intenta levantar siente mi rápida lengua. Con cada movimiento, ella siente mi ritmo apresurado, hasta que tiene un largo espasmo y comienza a gemir como el canto de una paloma. Con mi dedo siento que su ano palpita de placer, ahí va una palpitación, van dos, van tres, golpeando con éxtasis.

Se derrumba sobre la cama, jadeando.

–¡Oh, Mandra!, ¿Qué me has hecho? ¿Qué me has hecho? –me besa, probando su rocío salado de mi boca. Sus pechos caen en mi cuando me abraza y sigue diciendo– ¡Oh, Mandra!, ¿Qué me has hecho?                                  

 

*

 

 

Me invitaron una noche al departamento de una joven pareja de sociedad, los H. Es como estar en un bote porque está cerca del Río del Este y los barcos pasan mientras hablamos, como si el rio se sintiera vivo. Es un deleite ver a Miriam, es una Brunhild3 de pecho completo, con cabello brillante y una voz que me atrae a ella. Su esposo Paul es pequeño y fuera de la raza de los imps4, no es un hombre sino un fauno, un animal lirico, apresurado y gracioso. Cree que soy hermosa y me trata como si fuera una pieza de arte. El mayordomo abre la puerta y Paul me elogia, a mi capa al estilo de Goya y a la flor roja en mi cabello. Me dirige a la sala para mostrármela.

Miriam está sentada con las piernas cruzas en un diván morado de satín, ella es toda belleza natural, en cambio, yo soy artificial y necesito un entorno especifico y de calidez para florecer.

La decoración de su departamento está llena de muebles que, individualmente, me parecen feos: candelabros de plata, mesas en rincones con flores marchitas, piezas de rococó5, cosas extremadamente femeninas las cuales fueron coleccionadas bajo elitismo burlesco. Como si dijeran “podemos divertirnos con todo lo que fue creado para la moda, estamos por encima de eso.”

Todo tiene un toque de imprudencia aristócrata, justo así son los H. Con una fabulosa vida en Roma, en Florencia; Miriam aparece frecuentemente en Vogue6 usando vestidos Chanel, la pomposidad de sus familias, la necesidad de ser elegantes y bohemios, y su obsesión con que todo debe ser entretenido, la cual es una palabra clave para su vida en sociedad.

Miriam me llama a su habitación para mostrarme su nuevo “traje de baño” que compró en Paris. Para eso, se desnuda completamente, agarra una larga tela y comienza a enrollarse como si fuera un traje Balinés.

Su belleza me llena la cabeza, se desenrolla, camina desnuda por el cuarto y dice:

 –Quisiera verme como tú, eres tan exquisita y delicada. En cambio, yo soy enorme.

–Pero eso es lo que me gusta de ti, Miriam –le digo.

–¡Oh, que rico perfume, Mandra!

Pone su cara en mis hombros debajo de mi mentón y huele mi piel.

Sitúo mi mano sobre su hombro.

–Eres la mujer más hermosa que he visto, Miriam.

Paul nos llama desde afuera:

–¿Cuándo terminarán de hablar sobre ropa ahí dentro? Estoy aburrido.

–Ya vamos –Miriam responde y se pone unos pantalones rápidamente. Cuando salimos, Paul dice

–Y ahora te vestiste como para andar en la casa, quiero llevarte a ver un show del Sttring Man. Canta de lo ms hermoso canciones sobre sogas y finalmente cuando termina se cuelga de ella.

–Está bien, me cambiaré –dice Miriam y se va al baño.

Me quedo detrás de Paul.

 –Mandra, ven aquí a hablar conmigo –Miriam me llama.

Pienso que para este momento ella esta medio vestida, pero no, esta parada desnuda en el baño, empolvándose y arreglándose la cara.

Es tan opulenta como una reina burlesque. Cuando se para en la punta de sus pies para verse mejor en el espejo y pintarse las pestañas cuidadosamente, estoy otra vez impresionada por su cuerpo, me pongo detrás de ella y la veo.

Me siento un poco intimidada, ella no es tan atrevida como Mary, de hecho, parece más una persona asexuada, como una mujer en la playa o en un baño turco, a quien no le importa su desnudez. Trato de darle un rápido beso en la boca cuidando no arruinar el delineado de sus labios.

Ya no sé qué hacer, quiero tomarla, pero solo me quedo cerca de ella.

Paul entra al baño sin tocar y dice

–Miriam ¿Cómo puedes andar así?, no le tomes importancia, Mandra. Es un hábito que tiene, esta poseída por la necesidad de caminar desnuda por el cuarto. Vístete, Miriam.

Miriam va a su cuarto y se pone un vestido con nada de bajo, encima un abrigo de piel de zorro.

–Estoy lista –dice.

En el carro pone su mano sobre la mía, la lleva debajo de su abrigo de piel, justo en un bolsillo de su vestido y me encuentro tocando su sexo. Avanzamos por la oscuridad.

Miriam dice que quiere pasar por el parque primero porque quiere aire fresco. Paul quiere ir directamente al club nocturno, pero se rinde y atravesamos el parque con mi mano en su vulva, estimulándola y sintiendo mi propia excitación creciendo, tanto que me cuesta hablar.

Miriam habla con voz aguda y pienso que no será capaz de seguir hablando pronto. Pero lo hace, al mismo tiempo que la toco en la oscuridad, debajo del satín y debajo del abrigo. Puedo sentirla moviéndose por encima de mi toque, estirándose y yo sé que está provocando su propio placer, es contagioso. Siento mi propio orgasmo sin siquiera haber sido tocada.

Estoy tan mojada que temo que se note a través de mi vestido y a través del vestido de Miriam. Ambas nos dejamos los abrigos al entrar al club.

Los ojos de Miriam se ven profundos y brillantes, Paul nos deja por un rato y vamos al baño de damas.

Esta vez es Miriam que me besa de lleno con audacia. Nos reponemos y regresamos a la mesa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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