Martin B. Campos, seudónimo de Lucas Barreto (Paraná, 23 de septiembre de 1997), es un escritor argentino. Actualmente cursa licenciatura en Biotecnología (UNL). Ha trabajado como editor de la revista La sociocultural y de escritores de ficción. También se desempeña como reseñista de diversos autores hispanohablantes. Publicó dos cuentos, El mago (La sociocultural, primer número) y La llamada (La sociocultural, segundo número), y un artículo, La imagen y la mente (La sociocultural, segundo número). Participó como invitado en eventos literarios en el Colegio Isabel la católica (Monterrey), en la Universidad César Vallejo (Trujillo) y en otras instituciones. Difunde obras de escritores y poetas en la cuenta Pueblo Lector, en Instagram y en YouTube. También coordinó el taller de lectura Café crítico. Se desempeña en los géneros: cuento, ensayo, novela y aforismo. A través de la filosofía, la poesía y la tradición, intenta revelar con su prosa elementos esenciales del ser humano.
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Música en descomposición
La primera verdad es el corazón que late.
Pocas cosas importan tanto como la esperanza. Pocas cosas son tan frágiles, tan sagradas, como las preguntas de un niño.
La tarea de una muralla no es defender lo de adentro de lo de afuera, sino lo de adentro de lo de adentro.
Todo cimiento es aparente. Ni siquiera la sangre echa raíces, tiene que correr para no secarse.
Un poeta es alguien que busca todo el tiempo algo que pueda admirar.
No, no tengo nostalgia de la luna. La tierra ya me es extranjera.
La razón siempre busca cerrarse, cicatrizar en conclusiones, fosilizarse en conceptos. Sin importar cuánto omita, simplifique, olvide o ignore. Pero la razón no es una herida por curar; es más bien como un párpado: si se cierra mucho tiempo es porque duerme.
Los animales no tienen facultad de razón porque todavía les alcanza con su hambre. Un hambre instintiva, antigua, sincera. Los animales no guardan secretos. No necesitan mentirse a sí mismos porque su hambre es del tamaño de su boca
El silencio es lo que queda cuando cualquier palabra abrevia lo que intenta decir. Por eso los poetas se vuelven tan cautos con las palabras: para cuidar la realidad.
El templo está ahí para imitarlo en el interior. Si uno olvida eso, nunca entra en él.
No sé si le recomendaría leer a una persona tranquila. Sé de qué es capaz un libro.
El mundo podría ser diferente. Permitirse ese pensamiento es el principio de todo. La caída. Pero ese pensamiento no viene de uno mismo, aparece siempre por accidente, fuera de la seguridad. Es una tentación, una nostalgia, pero ¿de qué?
Una casa es un acto de fe.
No hay que confundir función con verdad. El enfermo es funcional al hospital; un preso, a la cárcel.
Todo sigue en pie, aunque esté muerto. Ese es el escándalo.
El hombre siempre comulga entre las balas.
Una clara señal de sumisión es la ingratitud.
Todo es intemperie, salvo algunas miradas.
Soy capaz de ponerme en los pies de cualquier cosa. Supongo que eso es lo que me hace fácil la melancolía. Los zapatos vacíos.
El tema de la legalidad y la justicia. Son dos cosas distintas. Algunas veces se parecen, otras llegan a ser justo lo contrario. La decadencia empieza cuando dejan de solaparse.
A veces creo que mi puesto en el mundo es ese: del otro lado.
El arte consiste en poner el mundo en evidencia.
Sin pudor todo se trivializa.
He visto un pájaro parado en una jaula, pero del lado de afuera. Es lógico que la imagen impresione. En el medio de la jaula había un pote con semillas, y el canario lo veía y rodeaba la jaula sin encontrar por donde pasar. Chocaba contra los alambres y ni siquiera se enteró de donde estaba la puerta. Y tampoco le hubiera servido de mucho saberlo. Y cuando alguien sale al patio el canario se esconde con la esperanza de que le abran la puerta.