Alexandra Espinosa (Bogotá, 1995) es Profesional en el área de ciencias humanas titulada en Psicología por la Universidad Católica de Colombia. Textos suyos pueden encontrarse en medios digitales, revistas y antologías: Puñalada Trapera II (Rey Naranjo Editores, 2022), Poesía Urgente desde Colombia (La Parcería Edita, 2021), Paisaje inacabado (La Pájara Pinta, 2020), la selección de textos «Ciencias blandas» Colección Impertinencia de Todo (Editorial Culo de Guayabo, 2018), Vientre de Luz/Ventre de Lumière (Uniediciones - Ladrones del tiempo, 2017), Pasarás de Moda (Editorial Montea, 2017), La cueva por Colombia 7 (Ediciones la Cueva, 2016), 1.000 millones: Poesía en lengua española del siglo xxi (Rosario, 2015), Abrakadaver y otros cuentos (Ediciones La Cueva, 2013). Escribe en el blog Efervescer https://efervesciendoymesiendo.blogspot.com/
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Casi estoy a media rienda
Ahora
al fin
puedo hablar de nosotros.
Porque
como decía Hebe pensando en Chejov
solo puede escribirse adecuadamente sobre el amor
cuando ya no se está enamorado.
Siento una profunda preocupación respecto a los eventos aleatorios de mi vida
Pude haber estado viendo personas desnudas en mi pantalla durante las últimas 15 horas consecutivas, sin embargo, no lo hice. Ahora mi computadora reproduce videos de las exposiciones de Ryoji Ikeda con el volumen en 99. A veces quisiera comunicar a los demás solamente la luz blanca de la pantalla sobre mis manos, mis senos, mi estómago cubierto por las cobijas recién lavadas. A través de las ranuras de la puerta veo los zapatos de mi hermano en la mitad del pasillo, está de pie, inmóvil, trata de descifrar la dirección del sonido, busca la frecuencia que atraviesa la pared y se pega del otro lado de ella como si fuera polvo, una onda cayendo sobre todas las superficies capaces de hacer rebotar el sonido y mantenerlo atrapado al mismo tiempo. Esta habitación es oscura, y en la noche oigo ruidos como si hubiese alguien tras los muros y no quisiera acercarse a mí, y estuviera enojado todo el tiempo, metido dentro del cemento arrojando cosas. A veces escucho el calentador de agua de mis vecinos a las 4:00 a.m. y oigo el agua subiendo por las tuberías y bajando a través de ellas. Y oigo el vapor sobre las baldosas de su baño escurriendose lentamente. Pude haber estado metida en el tronco de un árbol durante toda la mañana, sin mirar arriba, solamente cerrando los ojos para rezar. Solamente rezando, rezando, rezando, rezando, rezando
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rezando, rezando por ti, rezando por las diadas computacionales, rezando por las matemáticas, rezando por la física, rezando por la transexualidad, rezando por tu cara, rezando para que quepas en la sucesión de Fibonacci, rezando para que mi vida no se convierta en una continuación de códigos proyectados, en una sucesión de patrones sobre las losas negras de una habitación 2x2, rezando dentro de mi árbol por la materia que lo compone, rezando, rezando, rezando, rezando dentro de mi propia boca mientras tengo miedo del sonido de mis palabras. A veces estoy en esta cama tratando de dormir, pero solo consigo tener sueños extraños en los que me digo que estoy soñando, y todo hace parte de la misma fantasía, y entonces puede haber momentos llenos de nieve y liviandad, pero también puedo estar junto a un psicópata, comprando verduras, o hablando con maestros de la primaria en salas de interrogatorio. La música de Ryoji Ikeda me hace llorar, como si al fin después de muchos años consiguiera comprender el principio vital de una metáfora. y el final. de todas. las cosas. que comenzaron. hace años. con el papel. y el sonido. y la música. pero ahora. son solo golpes. de luz. y ruido. en mi cabeza. y puedo verlas. en mi pantalla. siempre y cuando. esté sola. y mis hombros estén fríos. y nadie. jamás. me hable por teléfono. para ir a cenar. conmigo. ni hoy. ni nunca.
La manera correcta de sostener el tenedor sobre una cena fría
Quería crear un personaje que fuera verdaderamente sincero,
porque yo nunca he podido serlo.
Es decir,
quería despertar temprano en la mañana,
hacer un par de bromas sobre mi propia cara y después
volver a dormirme,
y ya no tener que pensar en lo mucho que iba a costarme
cargar con esta expresión de dolor durante el resto del día.
Todo hace parte de la diversión
Acabo de cubrir las ventanas y escucho la lluvia…
primero, como si fuera silencio
y luego, como el ruido rosa del que hablan tus amigos.
Las gotas caen en el fondo de mi habitación
como una modesta lista de aquello que
podría extrañar de ti.
Aquí́ y ahora no existe para mí
si luego no puedo usarlo como
un arma de doble filo, como
una especie de advertencia.
Durante las últimas 109 horas estuve tratando de alcanzar
el estado de atención plena.
Recuerdo el pliegue de las sábanas,
tu espalda, el olor de los árboles,
el número de escalones que contaba
esa mujer mientras subía al mirador,
dos expresiones tangenciales que haces con la boca,
las manos del hombre de la tienda,
la altura de tu casa,
nosotros a menor velocidad en un puente con barandillas amarillas,
el cielo con estrellas como un camino entre los árboles
apareciendo en medio de la carretera sin postes de luz,
tus manos,
la cara de tu madre,
la cara de tu padre,
algunas cosas que no te hacen plenamente feliz,
que no completan tu dicha.
Pero al final todo hace parte de la diversión:
la herida en mi labio superior, una hazaña,
las botas de un niño que se hunde en el lodo mientras
sostiene tu motocicleta en un camino de barro y piedras,
la sonrisa de tu hermana,
Vincent Adultman,
el piercing en la boca de tu amigo,
la cara sin ojos que parece verme desde un libro sobre Brueghel.
Nada vale para mí desde las imágenes sin contexto.
Lo que realmente aprecio es haber logrado ver
en ti
durante pequeños lapsos de tiempo
a la persona que se levanta en silencio
y mira su vida
cuando los demás están de espaldas.
Nuestro discurso es apenas el amasijo de opiniones que escuchamos de otros
y adaptamos a nuestra propia voz,
el plagio.
Pero lo que somos
es la forma en la que caminamos en silencio de un punto a otro
dentro del plano cartesiano
el movimiento de nuestro cuerpo
el tono con el que hablamos
su intensidad
el modo en el que pones tu cabeza sobre mis piernas y parece que duermes.
Ahora
hay en mi mente
un cuadro congelado:
el ruido de un motor en medio de las montañas
mientras llueve,
la luz haciendo existir la vegetación a la que nos adentramos
una claridad distinta,
menos fina y solitaria,
un momento donde solo hay dos personas en el mundo
cuyas manos se congelan
aunque sus cuerpos estén demasiado cerca el uno del otro.
Podemos ser nosotros.