La poesía de Paola Valverde se adentra en el bosque como un ritual de sanación. Sus versos nos urgen a regresar a nuestras raíces para encontrar la cura para nuestras heridas presentes y lograr la eternidad en lo efímero. En Yesca para el fuego, Valverde traza una danza poética destinada a resucitar al padre, donde Eliseo se convierte en un Odiseo, y los lectores esperamos su regreso a Ítaca, anhelando la reconciliación sin saber que somos nosotros quienes nos tendremos también que ir de Ítaca. Este libro es un viaje a través del tiempo y el espacio, un conjuro literario que nos sumerge en la introspección y el redescubrimiento. Cada poema es un paso hacia la redención y la gratitud, una plegaria para aquellos que se han ido pero aún palpitan en cada rincón del bosque: “Vi la noche/ y añoré un corazón artificial / para no morirme tanto/con tu muerte”. Con una sensibilidad que toca lo sublime, Valverde nos ofrece una ceremonia. Yesca para el fuego es más que un libro de poesía; es un acto de resistencia y es un homenaje a los lazos que nos unen más allá de la vida y la muerte.
David Cruz
LLAMAMIENTO
DE ELISEO
III
Esta herida supura agua,
agua con sangre,
agua turbia,
agua de glucosa,
sodio y morfina.
Agua encadenada al suero.
Agua para mitigar la sed.
Esta agua que purifica y limpia
entró a mi pecho para rebalsarme.
A mí también se me hinchan los párpados.
A mí también se me ahogan las palabras.
Nadie grita pero el agua duele.
Duele cuando rompe la represa
y las casas caen
y los puentes caen
y las rocas arrastran
a los pájaros cantores.
Duele cuando la presión no es suficiente
y los bosques se incineran
junto a los niños.
Alguien vendrá a curar las aguas de este río.
Y ya no correrá sangre
ni veneno, ni morfina.
Porque la vida y la muerte
le pertenecen al agua.
Porque ella facilita y arrebata
los colores del pez.
DE RODILLAS
ANTE EL SOL
V
Peiné las colas de tus potros
la tarde en que describiste
el mar que inundó los pulmones
de tu abuelo Eliseo.
Ellos relinchaban
y yo no quería escucharlos.
Una semana más tarde
el agua nos volvió a aplastar.
Tu piel se desprendió de la ventana
y el sol ardiente
dejó de calentar tus huesos.
El día de tu muerte respondiste mi llamada
y mi madre, mi gran piedra lunar,
despertó llorando.
El hálito que surca tu morada
es el mismo de tu último respiro.
En una tarde lluviosa
peiné las colas de tus potros.
Vi la noche
y añoré un corazón artificial
para no morirme tanto
con tu muerte.
VII
Las madres no parimos con el cuerpo,
seleccionamos la leña cuando aún es verde,
atamos nuestros rezos a la copa de un cedro
y, cobijadas por su sombra,
esperamos la lumbre del amanecer.
El milagro ocurre en un tiempo impreciso
donde acumulamos pequeños altares
piedras transparentes
cartas escritas con el puño tembloroso.
Somos lágrima y tinta.
Asomamos la cabeza ante los espacios vacíos:
la casa siempre vacía,
la luna creciente en el pecho,
la vela inmóvil en el centro del salón.
Tenemos la esperanza de toparnos
en alguno de esos rincones
con la pata rota de un dinosaurio.
No sabremos reparar
su extremidad prehistórica
o costurar las entrañas
de un oso de felpa,
pero sí podremos extender la manta
de la medianoche
para ver sobre nosotras la promesa
de una lluvia de estrellas.
La única certeza en el camino de una madre
es la fertilidad del corazón:
hemos visto unas manitas
encarnarse a las nuestras
sin importar si son semilla de otro vientre
o en el nuestro se forja su primer latido.
Es el arte de sembrar y cosechar.
Las madres no parimos con el cuerpo.
Lo nuestro es poner la vida
ante este fuego.
Lo nuestro es besar la visión.
CARTAS A PAPÁ
II
Recurro a este sueño para contarte
que los dinosaurios pastan
en la sala de mi casa
y un dragón gigante
se ha escapado por la ventana.
Es verde, tiene alas,
vuela encima de tus ciudades favoritas.
Así comienza el cuento que trazaste, papá:
un niño entra por esa puerta
con un peluche bajo el brazo.
Algunas noches sopla los cometas,
otras, baja a bañarse al mar.
Juntos, dragón y niño,
viajaron al fondo de las ostras
para extraer al pez que nadó en mí.
Entonces un diminuto tripulante
se infló en mi vientre
con la fuerza de islas magnéticas
provenientes de la estrella desgarradora.
Tu promesa tomó sentido
y pude regalarle un hermano a mi hijo.
VII
El niño grita
y el bebé canta
un enredo de palabras.
Los perros ladran
de manera sostenida,
entonan su coro
para esta noche púrpura.
Han caído los juguetes sobre el asfalto
y a nadie le importa.
Lo sé, porque escucho carcajadas
sobre bicicletas
que se alejan colina abajo.
Existe una grieta
entre mi corazón y esta casa.
El sigilo pierde el equilibrio y me roza
con sus manos traviesas.
Han caído los juguetes sobre el asfalto
y nada importa.
Paola Valverde Alier (San José, Costa Rica, 1984) Poeta y gestora cultural. Por 4 años dictó el taller literario del centro penal C.A.I. La Reforma (2002-2006). A finales de 2010 Editorial La Cartonera Tuanis de Costa Rica publicó su libro de poesía La quinta esquina del cuadrilátero, reeditado por Editorial Arlekin (Costa Rica, 2013), Editorial Lápices de Luna (España, 2016) y Cartonera Tica (Costa Rica, 2019). En 2015 Ediciones Perro Azul (Costa Rica, 2015) publicó Bartender y obtuvo la Mención de Honor en el Premio Nacional de Poesía Aquileo J. Echeverría de Costa Rica. En 2017 publicó Las direcciones estelares (Amargord, España) y las antologías Nocaut (Trabalis, Puerto Rico) (La Chifurnia, El Salvador), De qué color es el verde (Poe, Guatemala). En 2019, dentro del marco de la Feria del Libro de Costa Rica, fue directora de los encuentros “Canto a la Semilla” y “Fuego Cruzado”, organizados por la UNESCO y la Cooperación Española.
En 2019, su libro El Entrenador de Palomas ganó la Selección Anual de poesía de la EUNED (Costa Rica, 2019). En 2019 publicó Cuando florecen los cactus (Amargord, España). Y en el año 2024 publica Yesca para el fuego con Ediciones Perro Azul.