Alain Pallais (Managua, 1975) es poeta, traductor, ilustrador y soldado. Estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería de Nicaragua (UNI) y Diseño gráfico en Los Angeles City College, California. Sus poemas han sido publicados en diversos medios tanto impresos como digitales: Círculo de Poesía, Álastor, May Day, La Prensa Literaria, El Nuevo Amanecer Cultural, California’s Best Emerging Poets 2020 (Z Publishing House, USA, 2020), A Glimpse Into Anywhere (Masterclass, USA, selección de poemas hecha por Billy Collins, 2019), Pinturas Literarias (Editorial Novel Arte, Argentina, 2006), entre otros. Ha participado en talleres de literatura impartidos por los poetas Iván Uriarte, Mario Bojórquez, Billy Collins, Valzhyna Mort, Ishion Hutchinson y Laure-Anne Bosselaar. Sus traducciones han sido publicadas en Círculo de Poesía, Nueva York Poetry Review, Altazor y Álastor. Sus pinturas y gráficos han ilustrado la portada de cuatro poemarios, un libro de cuentos, una antología de poesía dominicana y un libro de ensayos. Diseñó y participó en la realización de cuatro escenografías para la obra musical Una Más de Tío Coyote y Tío Conejo presentada en el Teatro Nacional Rubén Darío y la Escuela Nacional de Danza. Su poemario inédito The Sandbox es un poema extenso que recoge sus experiencias durante su desplazamiento en Irak (2004-2005).
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Algunos regresamos vivos es un conjunto de textos que pareciera un autorretrato donde a veces se construye una especie de diario íntimo, un diario de guerra, en el que los poemas, atravesados por la tensión, cuelgan de imágenes violentísimas. Estos poemas derivan de la culpa, la angustia y la desesperación que resultan de mirarse con espanto. Es la obsesión o una atormentada memoria que nos recuerda que la verdad emerge en destellos evanescentes.
Alí Calderón
EL DOLOR PARADO EN SECO
Erick Aguirre
(Algunos regresamos vivos, primer libro de poesía de Alain Pallais)
En un registro quizás caprichoso y personal de poetas nicaragüenses nacidos en los años setenta del siglo veinte, para mí destacables; con cierto temor de olvidar a alguno he pergeñado una lista que incluye a Estela Calderón (1970), María del Carmen Pérez (1971), Douglas Téllez (1971), Moisés Elías Fuentes (1972), Juan Sobalvarro (1972), Madeline Mendieta (1972), Héctor Avellán (1973), Marta Leonor González (1973), Daniel Ulloa (1973), Luis Enrique Duarte (1975), Berman Bans (1976), Francisco Ruiz Udiel (1977), Wilfredo Espinoza Lazo (1978) y Ulises Huete Altamirano (1978). Con tardía justicia debo agregar a esta pléyade a Alain Pallais (1975), cuyo primer libro, ALGUNOS REGRESAMOS VIVOS (Valparaiso Ediciones, 2024, 114 págs.) trata en esencia de la perspectiva poética íntima, aunque también muy visual y descriptiva, de un soldado centroamericano enlistado en el ejército de Estados Unidos durante las misiones de ocupación en Irak.
Este libro remarca, en mi opinión, dos señales interesantes en el registro histórico de la poesía en Nicaragua. El primero es el de reasumir poéticamente cierta voluntad narrativa y de íntimo testimonio, luego de un siglo de publicado EL SOLDADO DESCONOCIDO (1922), considerado una primera propuesta poética de vanguardia en la América hispanohablante. Su autor, el compatriota Salomón de la Selva (1893-1959), tuvo el mérito de ser quizás el primer poeta hispanoamericano en lograr apropiarse, para los fines de nuestra lengua y dentro de los moldes de nuestra poesía, de la dirección poética angloamericana de su tiempo, tal como Darío y sus modernistas ampliaron antes el repertorio del español (y de la poesía en español) con ciertos giros y recursos tomados, entre otras, de la poesía francesa. Un libro que además inauguró, también en nuestra lengua, la poetización de las vivencias de un autor en el campo de batalla, en medio de un acontecimiento histórico trascendente como la Primera Gran Guerra, tomándolo como escenario y como materia prima para una nueva forma de creación poética y para el testimonio humano desgarrador que resulta de una experiencia semejante.
La segunda marca, creo, es la intención monográfica o de unidad temática del conjunto y la estructura narrativa con la que ha sido concebido este poemario de Pallais; es decir, la forma en cierto sentido pluridimensional o poliédrica en que las distintas secuencias poéticas han sido dispuestas como propuesta de lectura, cuyo más importante antecedente en nuestra poesía creo apreciar, tanto en el paradigmático libro de Salomón, como en algunos otros libros de Pablo Antonio Cuadra (1912-2002). En el primer caso, es decir, el de la poetización de las vivencias de guerra, me refiero a la inscripción de este libro en cierta tradición en la que, desde Apollinare a de la Selva o Robert Graves, se cuentan autores en búsqueda insistente de un lenguaje poético que refleje sus experiencias bélicas a través de un filtro estético. Hablo de soldados poetas que trabajan con esmero la palabra, intentando lograr que el lenguaje pueda nombrar lo inenarrable y al mismo tiempo mostrar la humanidad que habita o subyace incluso en medio de la muerte y la destrucción.
Antecedentes inmediatos, en Nicaragua, a «Algunos regresamos vivos», los encontramos en dos magníficos poemarios: TIEMPOS, LUGARES Y SUEÑOS (Editorial Nueva Nicaragua, 1986, 85 págs), de Manuel Martinez (1955), y CUERPO A TIERRA (Editorial Nueva Nicaragua, 1996, 90 págs), de José Mendoza (1962-1989). Pero debo subrayar que no se trata, tanto en sus predecesores como aun en este libro, del simple acopio de hechos sobre la experiencia de sus autores como soldados en las trincheras, sino de propuestas de lectura que intentan deslindar el aspecto testimonial, con frecuencia narrativo o anecdótico, de la vivencia bélica a través de una minuciosa elaboración poética. Paralelo o subyacente a la secuencia lírico-narrativa de los hechos vistos o vividos en los distintos escenarios de la guerra, a lo largo del libro de Pallais es posible percibir un argumento subterráneo que termina por evidenciar, desde una perspectiva íntima o personal, la paulatina transformación que se produce en la conciencia del hablante a medida que asume o autocuestiona la propia personalidad del soldado.
Es también, pues, otra reconquista poética de la narrativa, o bien una conquista narrativa del poema, como en su momento lo fueron sus antecesores. En este libro de Pallais, aunque no elude mostrarse, el hablante tampoco se presenta abiertamente; procede más bien a través del monólogo, estableciendo un diálogo consigo mismo; un diálogo o monólogo que se proyecta hacia el lector y se sostiene en distintos niveles de dramatismo, reflexión y autocuestionamiento, pero que al mismo tiempo narra, describe o muestra los hechos, las acciones y personas que circundan la marcha del soldado; de forma tal que se construye un pequeño mundo poético-narrativo muy real y a la vez onírico, como el de una novela realista y al mismo tiempo fenomenológica. Hay una simbiosis poético-narrativa que al mismo tiempo establece otra simbiosis de formas literarias en las que se funden o confunden el monólogo interior propio de la novelística, con cierta voluntad metafórica y de expresión surreal o surrealista; todo a través de una factura descriptiva realista, o bien, concreta, objetivista o exteriorista del mundo narrado.
Se trata de una historia personal de la guerra y al mismo tiempo de una reflexión más general sobre la guerra, pues la lectura de este largo poema en secuencias mueve a una reflexión respecto a las causas que originan el padecimiento cíclico, constante y por lo visto interminable de las guerras; así como a las secuelas humanas que estas producen en los individuos. Es una bitácora personal dispuesta en fragmentos poéticos llenos de imágenes, pensamientos y descripciones de un escenario absurdo: el de un conflicto bélico que, como todos en la historia, en realidad no tiene sentido. El punto clave de la reflexión a que nos lleva es a todas luces camuseano: hay causas por las que vale la pena morir, pero ninguna por la que valga la pena matar.
El poemario está dividido en secciones que a su vez están divididas en grupos de secuencias poéticas. En las primeras, el hablante, en una especie de giro analéptico, está de regreso de la guerra y lo que empezamos a leer es el pensamiento de un hombre intentando comprender la realidad que ha dejado atrás, queriendo sentir lo que quizás no sintió o que algún mecanismo humano anestesió mientras se hundía en el vértigo de acontecimientos bélicos. En las siguientes también hay –sin menoscabo del dramatismo sostenido a lo largo del libro– secuencias impactantes que muestran la conciencia del hablante que reflexiona acerca de esa doble función del Yo en circunstancias de extrema violencia, y que se autocuestiona íntimamente como hombre en la compleja situación de soldado. En otras nos acerca de nuevo a su voz interior, a sus pensamientos angustiados, al grito de un espíritu cansado, al miedo y sus formas en un lugar habitado por la muerte. Hay aquí también un uso discrecional de imágenes subreales en contrapunto con la descripción realista de un entorno hostil, en el que la incertidumbre y el temor se convierten por costumbre en sensaciones cotidianas.
En este libro Alain Pallais nos propone un viaje interior por la conciencia de un soldado; un viaje interior conducido por la voz de un hablante poético que reniega de sí mismo y de la terrible realidad de la que ese soldado (que es él mismo) también es parte entrañable y dolorosa; un viaje que concluye sin encontrar respuestas a las preguntas que a lo largo del trayecto recorrido el hablante mismo ha venido formulando. No nos ofrece en realidad un mensaje final edificante; simplemente nos ha hecho partícipes de sus sensaciones y ha logrado conmovernos con la contundencia de sus motivos. Después de todo, como en aquella extraordinaria elegía antibélica de Joaquín Pasos, sólo ha intentado mostrarnos el dolor verdadero; el dolor parado en seco.
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historias de guerra
la población de veteranos ha crecido
entre familiares en el trabajo
en hospitales en las calles
en una lista de suicidas en cementerios
gracias por servir a la patria
apretón de manos
a cuántos mataste?
la mirada sale en busca
se pierde en la espuma de agitadas aguas
uno yo mismo
las historias de guerra
se cuentan con un mozote en la garganta
no pretenden instruir o moldar la conducta
sus detalles se empañan
los sucesos estallan
fragmentos hijueputa
se cierran los ojos se abren
la duda la sangre disparos
dónde dónde el valor
disparos disparos
al levantar la red de la memoria
chapalean escombros en su propia sangre
se respira el adictivo olor a pólvora
sin poder recrear el cuadro exacto
las historias de guerra
llevan la confusión militar de la jerga
y el intransferible peso de la palabra amistad
llevan el olor a carne
abrasada por la muerte
las historias de guerra
se escuchan con las vísceras
llevan el zumbido de un escuadrón de moscas
patrullando heridas
hablan de seres ordinarios capaces
de lo extraordinario y lo inhumano
en circunstancias equivocadas
y quizá quizá muy en el fondo
llevan el silencio de una insignia
hoy nadie me despide
los míos
a quienes siento en la sangre
se hallan lejos
por el hálito del trópico rociados
bajo la sombra de mangos y guayabos
por calles sin nombre caminando
recibiendo los besos nocturnos
del perrozompopo
los míos
a quienes llevo en mi nombre
se hallan dispersos
a la solitud acostumbrados
en una ciudad surtida de etnias
bajo al letrero de Hollywood
entre sus estrellas pisoteadas
observando el vuelo de pelicanos
con la gélida brisa del Pacífico
de todos tantas veces me he despedido
que hoy repaso sus rostros abofeteados
sus voces moduladas
por un duelo prematuro
no vino la chica inglesa
su destino anunciado en una postal
donde posan dos seres alados
abrazándose
no vino la pelirroja
indagó la talla de mis botas
para adquirir un anillo
con intención de poner en mi mano
la idea de que alguien muy lejos
me espera
no vino y no la extraño
el acento inglés de sus besos
aún conversa con mis labios
la textura floral de sus manos
hizo de mi espalda
depósito de pétalos y espinas
le pedí que no viniera
el capitán anuncia el descenso
en una pantalla sobrevolamos el centro de Europa
miradas confusas nadie pregunta
sabemos de la información clasificada
se harán inspecciones mecánicas
se llenarán los tanques de combustible
la puerta se abre
las cosas se quedan
cuando un soldado deja su fusil desatendido
una luciérnaga se despierta
vuela en la consciencia prendiendo su luz
a un ritmo menos intenso cada vez
y sólo se detiene
cuando el soldado vuelve a posar su mirada
sobre el animal que sólo sabe dormir
y matar
al cruzar el umbral
corre mi mirada sabueso
en busca de algo que me ubique
la pista la pista
la interminable pista tumultos de nieve
a lo lejos PRAHA
Bohemia
bohemio
a tientas en la oscuridad de un verso
hilo rojo crisantemos
una araña teje la noche
mientras limpio y aceito mi fusil
las miras en su sitio
desgrano cargadores
empujo hacia adentro el elevador
repetidamente
golpeo y sacudo
extraigo la arena que raspa
paredes
120 balas examinadas
pulidas con una vieja camiseta
— serán suficiente? qué si un IED?
qué si el combate se extiende?
podremos salir?
a mi cita llegaría
con las venas hinchadas de adrenalina
entre tambores y sordera
ladrándole a esa bala que me busca
si me encuentra
que cumpla su deber
y celebre con la sangre
que tanto anhela
en la polvosa calle
en la fragilidad de mis cuerdas
en el viento indiferente
que conoce al enemigo
enemigo infecto asignado
sin uniforme
que aparece con ventaja y desaparece
en un pueblo avezado a la traición
un pueblo temeroso del terrorista
del US Army
un pueblo que no ve no escucha
ni sabe nada
un pueblo de bombas caseras fabricante
donde nadie se escapa del dolor
cada uno reza a su dios
aunque todos vayamos al mismo infierno
si me encuentra
el ímpetu crecerá garras y colmillos
morderé manos clandestinas
manos degolladoras
manos encallecidas
en el mercado de favores
el Soldado Desconocido
embriagado de metal fundido
cae en combate donde siempre gana la muerte
entre campanas estertores danzas de huríes
mientras en su país
inflamado de orgullo
los ciudadanos inventan canciones al honor
viven felices con videojuegos
envenenándose
creyendo alimentarse
mañana
como cada viernes
iremos en convoy a Bagdad
esta noche
limpio y aceito mi fusil
en ceremonia de sombras
mi nombre se pierde entre lápidas
los Apaches se acercan
con el tamborileo acelerado de sus hélices
después de algunas acrobacias
se alinean recorren cada flanco
del c o n v o y a l o n g a d o
vuelan bajo con cautela
hacia adelante hacia atrás
vórtices rebufos
que despiertan efímeros monstruos de arena
pájaros de acero que avistan una aldea
de día de noche
desde un punto lejano
arrojan sus flechas letales
reducen su objetivo
a un rompecabezas desarmado
cadáveres dispersos
fracturados
expuestos al mordisco del sol
o ateridos por una noche sin luna
sería la necesidad innata de encontrar
la fruta podrida que devoran los hombres
antes de afilar sus jambias
sería el deseo ancestral de atinar
la mezcla de colores en cada cuadro
animado por la muerte
o la curiosidad
ave primitiva que advierte
que nos lleva hasta la última huella
ignorando lluvia montaña
la turbación del hallazgo
en el sitio ogrish.com
en sus habitaciones umbrías
se tritura huesos a mordiscos
y la sangre se escurre entre alaridos
— mi nombre es Nick Berg
con voz resignada
el nombre de sus padres sus hermanos
Pensilvania
lleva un traje naranja
muñecas y tobillos atados
uno de sus captores lee el manifiesto
su cuello es serruchado
por 45 segundos
cuánto puede expresar una mirada
cuando la resiliencia se diluye
si eres capturado por estos insurgentes
y deseas salvar tu cuello de la afilada jambia
sacudirías las bases del templo
donde aprendiste a ser
tragarías el credo
con el sudor de ladrones
borrarías al Redentor de las páginas
que devoraste para atenuar el dolor?
o
aceptarías el ahogo
con la sangre de suicidas
huesos de diamante
incapaces de luz?