Algunos regresamos vivos, primer libro de poemas de Alain Pallais

Alain Pallais (Managua, 1975) publica su primer libro de poemas, Algunos regresamos vivos (Valparaíso Ediciones, 2024). Es una colección singular porque refiere lo visto, lo sufrido, lo hecho por un soldado norteamericano destacado en Irak. Su propia historia. Pallais lo cuenta con crudeza y con una fuerza lírica singular. Además de poeta, es traductor y sus versiones pueden ser leídas en Círculo de Poesía.

 

 

 

 

Alain Pallais (Managua, 1975)​​ es​​ poeta, traductor, ilustrador y soldado. Estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería de Nicaragua (UNI) y Diseño gráfico en Los Angeles City College, California. Sus poemas han sido publicados en diversos medios tanto impresos como digitales: Círculo de Poesía, Álastor, May Day, La Prensa Literaria, El Nuevo Amanecer Cultural, California’s Best Emerging Poets 2020 (Z Publishing House, USA, 2020), A Glimpse Into Anywhere (Masterclass, USA, selección de poemas hecha por Billy Collins, 2019), Pinturas Literarias (Editorial Novel Arte, Argentina, 2006), entre otros. Ha participado en talleres de literatura impartidos por los poetas Iván Uriarte, Mario Bojórquez, Billy Collins, Valzhyna Mort, Ishion Hutchinson y Laure-Anne Bosselaar. Sus traducciones han sido publicadas en Círculo de Poesía, Nueva York Poetry Review, Altazor y Álastor. Sus pinturas y gráficos han ilustrado la portada de cuatro poemarios, un libro de cuentos, una antología de poesía dominicana y un libro de ensayos. Diseñó y participó en la realización de cuatro escenografías para la obra musical Una Más de Tío Coyote y Tío Conejo presentada en el Teatro Nacional Rubén Darío y la Escuela Nacional de Danza. Su poemario inédito The Sandbox es un poema extenso que recoge sus experiencias durante su desplazamiento en Irak (2004-2005).

 

 

 

 

 

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Algunos regresamos vivos​​ es un conjunto de textos que pareciera un autorretrato donde a veces se construye una especie de diario íntimo, un diario de guerra, en​​ el​​ que los poemas, atravesados por la tensión,​​ cuelgan de​​ imágenes​​ violentísimas. Estos poemas derivan de​​ la culpa, la angustia​​ y​​ la desesperación que resultan​​ de mirarse con espanto. Es la obsesión o una atormentada memoria que nos recuerda que la verdad emerge en destellos evanescentes.

Alí Calderón

 

 

 

 

 

 

 

EL DOLOR PARADO EN SECO

Erick Aguirre


(
Algunos regresamos vivos, primer libro de poesía de Alain Pallais)


En un registro quizás caprichoso y personal de poetas nicaragüenses nacidos en los años setenta del siglo veinte, para mí destacables; con cierto temor de olvidar a alguno he pergeñado una lista que incluye a Estela Calderón (1970), María del Carmen Pérez (1971), Douglas Téllez (1971), Moisés Elías Fuentes (1972), Juan Sobalvarro (1972), Madeline Mendieta (1972), Héctor Avellán (1973), Marta Leonor González (1973), Daniel Ulloa (1973), Luis Enrique Duarte (1975), Berman Bans (1976), Francisco Ruiz Udiel (1977), Wilfredo Espinoza Lazo (1978) y Ulises Huete Altamirano (1978). Con tardía justicia debo agregar a esta pléyade a Alain Pallais (1975), cuyo primer libro, ALGUNOS REGRESAMOS VIVOS (Valparaiso Ediciones, 2024, 114 págs.) trata en esencia de la perspectiva poética íntima, aunque​​ también muy visual y descriptiva, de un soldado centroamericano enlistado en el ejército de Estados Unidos durante las misiones de ocupación en Irak.

Este libro remarca, en mi opinión, dos señales interesantes en el registro histórico de la poesía en Nicaragua. El primero es el de reasumir poéticamente cierta voluntad narrativa y de íntimo testimonio, luego de un siglo de publicado EL SOLDADO DESCONOCIDO (1922), considerado una primera propuesta poética de vanguardia en la América hispanohablante. Su autor, el compatriota Salomón de la Selva (1893-1959), tuvo el mérito de ser quizás el primer poeta hispanoamericano en lograr apropiarse, para los fines de nuestra lengua y dentro de los moldes de nuestra poesía, de la dirección poética angloamericana de su tiempo, tal como Darío y sus modernistas ampliaron antes el repertorio del español (y de la poesía en español) con ciertos giros y recursos tomados, entre otras, de la poesía francesa. Un libro que además inauguró, también en nuestra lengua, la poetización de las vivencias de un autor en el campo de batalla, en medio de un acontecimiento histórico trascendente como la Primera Gran Guerra, tomándolo como escenario y como materia prima para una nueva forma de creación poética y para el testimonio humano desgarrador que resulta de una experiencia semejante.

La segunda marca, creo, es la intención monográfica o de unidad temática del conjunto y la estructura narrativa con la que ha sido concebido este poemario de Pallais; es decir, la forma en cierto sentido pluridimensional o poliédrica en que las distintas secuencias poéticas han sido dispuestas como propuesta de lectura, cuyo más importante antecedente en nuestra poesía creo apreciar, tanto en el paradigmático libro de Salomón, como en algunos otros libros de Pablo Antonio Cuadra (1912-2002). En el primer caso, es decir, el de la poetización de las vivencias de guerra, me refiero a la inscripción de este libro en cierta tradición en la que, desde​​ Apollinare a de la Selva o Robert Graves, se cuentan autores en búsqueda insistente de un lenguaje poético que refleje sus experiencias bélicas a través de un filtro estético. Hablo de soldados poetas que trabajan con esmero la palabra, intentando lograr que el lenguaje pueda nombrar lo inenarrable y al mismo tiempo mostrar la humanidad que habita o subyace incluso en medio de la muerte y la destrucción.

Antecedentes inmediatos, en Nicaragua, a «Algunos regresamos vivos», los encontramos en dos magníficos poemarios: TIEMPOS, LUGARES Y SUEÑOS (Editorial Nueva Nicaragua, 1986, 85 págs), de Manuel Martinez (1955), y CUERPO A TIERRA (Editorial Nueva Nicaragua, 1996, 90 págs), de José Mendoza (1962-1989). Pero debo subrayar que no se trata, tanto en sus predecesores como aun en este libro, del simple acopio de hechos sobre la experiencia de sus autores como soldados en las trincheras, sino de propuestas de lectura que intentan deslindar el aspecto testimonial, con frecuencia narrativo o anecdótico, de la vivencia bélica a través de una minuciosa elaboración poética. Paralelo o subyacente a la secuencia lírico-narrativa de los hechos vistos o vividos en los distintos escenarios de la guerra, a lo largo del libro de Pallais es posible percibir un argumento subterráneo que termina por evidenciar, desde una perspectiva íntima o personal, la paulatina transformación que se produce en la conciencia del hablante a medida que asume o autocuestiona la propia personalidad del soldado.

Es también, pues, otra reconquista poética de la narrativa, o bien una conquista narrativa del poema, como en su momento lo fueron sus antecesores. En este libro de Pallais, aunque no elude mostrarse, el hablante tampoco se presenta abiertamente; procede más bien a través del monólogo, estableciendo un diálogo consigo mismo; un diálogo o monólogo que se proyecta hacia el lector y se sostiene en distintos niveles de dramatismo, reflexión y autocuestionamiento, pero que al mismo tiempo​​ narra, describe o muestra los hechos, las acciones y personas que circundan la marcha del soldado; de forma tal que se construye un pequeño mundo poético-narrativo muy real y a la vez onírico, como el de una novela realista y al mismo tiempo fenomenológica. Hay una simbiosis poético-narrativa que al mismo tiempo establece otra simbiosis de formas literarias en las que se funden o confunden el monólogo interior propio de la novelística, con cierta voluntad metafórica y de expresión surreal o surrealista; todo a través de una factura descriptiva realista, o bien, concreta, objetivista o exteriorista del mundo narrado.

Se trata de una historia personal de la guerra y al mismo tiempo de una reflexión más general sobre la guerra, pues la lectura de este largo poema en secuencias mueve a una reflexión respecto a las causas que originan el padecimiento cíclico, constante y por lo visto interminable de las guerras; así como a las secuelas humanas que estas producen en los individuos. Es una bitácora personal dispuesta en fragmentos poéticos llenos de imágenes, pensamientos y descripciones de un escenario absurdo: el de un conflicto bélico que, como todos en la historia, en realidad no tiene sentido. El punto clave de la reflexión a que nos lleva es a todas luces camuseano: hay causas por las que vale la pena morir, pero ninguna por la que valga la pena matar.

El poemario está dividido en secciones que a su vez están divididas en grupos de secuencias poéticas. En las primeras, el hablante, en una especie de giro analéptico, está de regreso de la guerra y lo que empezamos a leer es el pensamiento de un hombre intentando comprender la realidad que ha dejado atrás, queriendo sentir lo que quizás no sintió o que algún mecanismo humano anestesió mientras se hundía en el vértigo de acontecimientos bélicos. En las siguientes también hay –sin menoscabo del dramatismo sostenido a lo largo del libro– secuencias impactantes que muestran la conciencia del hablante que reflexiona acerca de esa doble función​​ del Yo en circunstancias de extrema violencia, y que se autocuestiona íntimamente como hombre en la compleja situación de soldado. En otras nos acerca de nuevo a su voz interior, a sus pensamientos angustiados, al grito de un espíritu cansado, al miedo y sus formas en un lugar habitado por la muerte. Hay aquí también un uso discrecional de imágenes subreales en contrapunto con la descripción realista de un entorno hostil, en el que la incertidumbre y el temor se convierten por costumbre en sensaciones cotidianas.

En este libro Alain Pallais nos propone un viaje interior por la conciencia de un soldado; un viaje interior conducido por la voz de un hablante poético que reniega de sí mismo y de la terrible realidad de la que ese soldado (que es él mismo) también es parte entrañable y dolorosa; un viaje que concluye sin encontrar respuestas a las preguntas que a lo largo del trayecto recorrido el hablante mismo ha venido formulando. No nos ofrece en realidad un mensaje final edificante; simplemente nos ha hecho partícipes de sus sensaciones y ha logrado conmovernos con la contundencia de sus motivos. Después de todo, como en aquella extraordinaria elegía antibélica de Joaquín Pasos, sólo ha intentado mostrarnos el dolor verdadero; el dolor parado en seco.

 

 

 

 

***

 

 

 

historias de guerra

 

la población de veteranos ha crecido

entre familiares  en el trabajo

en hospitales  en las calles

en una lista de suicidas  en cementerios

 

  • gracias por servir a la patria

apretón de manos

  • a cuántos mataste?

la mirada sale en busca

  ​​ ​​ ​​​​ se pierde en la espuma de agitadas aguas

uno  yo mismo

  ​​ ​​ ​​​​ 

las historias de guerra

se cuentan con un mozote en la garganta

no pretenden instruir o moldar la conducta

sus detalles se empañan​​ 

los sucesos estallan​​  

 fragmentoshijueputa

se cierran los ojos se abren

la duda​​  la sangre  disparos​​ 

dónde dónde el valor

disparos​​  disparos

 

al levantar la red de la memoria​​ 

chapalean escombros en su propia sangre​​ 

se respira el adictivo olor a pólvora​​ 

sin poder recrear el cuadro exacto

 

las historias de guerra

llevan la confusión militar de la jerga​​ 

y el intransferible peso de la palabra amistad

llevan el olor a carne

abrasada por la muerte

 

las historias de guerra

se escuchan con las vísceras​​ 

llevan el zumbido de un escuadrón de moscas

patrullando heridas

hablan de seres ordinarios capaces​​ 

de lo extraordinario y lo inhumano​​ 

en circunstancias equivocadas

y quizá  quizá​​   muy en el fondo

llevan      ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el silencio de una insignia

 

 

 

 

 

 

 

 

hoy nadie me despide

 

los míos​​ 

  a quienes siento en la sangre

se hallan lejos

por el hálito del trópico rociados

bajo la sombra de mangos y guayabos

por calles sin nombre caminando

recibiendo los besos nocturnos​​ 

del perrozompopo

 

los míos​​ 

  a quienes llevo en mi nombre

se hallan dispersos​​ 

a la solitud acostumbrados

en una ciudad surtida de etnias​​ 

bajo al letrero de Hollywood​​ 

entre sus estrellas pisoteadas

observando el vuelo de pelicanos​​ 

con la gélida brisa del Pacífico​​ 

 

de todos tantas veces me he despedido

que hoy repaso sus rostros abofeteados​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ sus voces moduladas

por un duelo prematuro

 

 

 

 

 

 

 

 

no vino la chica inglesa

su destino anunciado en una postal

donde posan dos seres alados

abrazándose​​ 

 

no vino la pelirroja

indagó la talla de mis botas

para adquirir un anillo​​ 

con intención de poner en mi mano​​ 

la idea de que alguien​​    muy lejos

       me espera

 

no vino y no la extraño​​ 

el acento inglés de sus besos

aún conversa con mis labios

la textura floral de sus manos

hizo de mi espalda​​ 

depósito de pétalos y espinas

 

le pedí que no viniera

 

 

 

 

 

 

 

 

el capitán anuncia el descenso​​ 

en una pantalla sobrevolamos el centro de Europa

miradas confusas  nadie pregunta

sabemos de la​​ información clasificada

 

se harán inspecciones mecánicas​​ 

se llenarán los tanques de combustible

 

la puerta se abre

las cosas se quedan

  • cuando un soldado deja su fusil desatendido

una luciérnaga se despierta

vuela en la consciencia prendiendo su luz

a un ritmo menos intenso cada vez

y sólo se detiene​​ 

cuando el soldado vuelve a posar su mirada

sobre el animal que sólo sabe dormir

    y matar

 

al cruzar el umbral

corre mi mirada​​  sabueso

en busca de algo que me ubique

la pista  la pista​​ 

la interminable pista  tumultos de nieve​​ 

a​​  lo​​  lejos​​     PRAHA

Bohemia

bohemio

a tientas en la oscuridad de un verso

 

 

 

 

 

 

 

 

hilo rojocrisantemos

una araña teje la noche

mientras limpio y aceito mi fusil

 

las miras en su sitio

 

desgrano cargadores

empujo hacia adentro el elevador​​ 

repetidamente

golpeo y sacudo​​ 

extraigo la arena que raspa​​ 

paredes

 

120 balas examinadas

pulidas con una vieja camiseta​​ 

— serán suficiente? qué si un IED?

qué si el combate se extiende?

podremos salir?

 

a mi cita llegaría

con las venas hinchadas de adrenalina

entre tambores y sordera

ladrándole a esa bala que me busca

 

si me encuentra

que cumpla su deber

y celebre con la sangre

que tanto anhela​​ 

 

en la polvosa calle

en la fragilidad de mis cuerdas

en el viento indiferente

que conoce al enemigo

 

enemigo infecto​​  asignado

   sin uniforme

que aparece con ventaja y desaparece

en un pueblo avezado a la traición​​ 

 

un pueblo temeroso del terrorista

   ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ del US Army

un pueblo que no ve  no escucha

ni sabe nada​​  

un pueblo de bombas caseras fabricante

donde nadie se escapa del dolor

cada uno reza a su dios

aunque todos vayamos al mismo infierno​​ 

 

si me encuentra

el ímpetu crecerá garras y colmillos

morderé manos clandestinas

  ​​​​ manos degolladoras

  ​​​​ manos encallecidas

en el mercado de favores

 

el Soldado Desconocido​​ 

embriagado de metal fundido

cae en combate donde siempre gana la muerte

entre campanas​​  estertoresdanzas de huríes​​ 

mientras en su país​​ 

inflamado de orgullo

los ciudadanos inventan canciones al honor

viven felices con videojuegos

envenenándose​​   

creyendo alimentarse

 

mañana​​ 

como cada viernes

iremos en convoy a Bagdad​​ 

 

esta noche

limpio y aceito mi fusil

en ceremonia de sombras

mi nombre se pierde entre lápidas

 

 

 

 

 

 

 

 

los Apaches se acercan​​ 

con el tamborileo acelerado de sus hélices​​ 

después de algunas acrobacias​​ 

se alinean  recorren cada flanco

del  ​​ ​​​​ c ​​ o ​​ n ​​ v ​​ o ​​ y  ​​ ​​ ​​ ​​​​ a ​​ l ​​ o ​​ n ​​ g ​​ a ​​ d ​​ o​​ 

 

vuelan bajo​​   con cautela

hacia adelante​​   hacia atrás​​ 

 

vórtices​​   rebufos

que despiertan efímeros monstruos de arena

 

pájaros de acero que avistan una aldea

de día​​   de noche

desde un punto lejano

arrojan sus flechas letales

reducen su objetivo​​ 

a un rompecabezas desarmado

 

cadáveres dispersos

  ​​ ​​ ​​ ​​​​ fracturados

  ​​ ​​ ​​ ​​​​ expuestos al mordisco del sol

o ateridos por una noche sin luna

 

 

 

 

 

 

 

 

sería la necesidad innata de encontrar​​ 

la fruta podrida que devoran los hombres

antes de afilar sus jambias​​ 

 

sería el deseo ancestral de atinar

la mezcla de colores en cada cuadro

animado por la muerte

 

o la curiosidad

ave primitiva que advierte

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que nos lleva hasta la última huella

ignorando lluviamontaña​​ 

la turbación del hallazgo

 

en el sitio​​   ogrish.com

en sus habitaciones umbrías

se tritura huesos a mordiscos

y la sangre se escurre entre alaridos

 

— mi nombre es Nick Berg​​ 

 

con voz resignada

el nombre de sus padressus hermanos

Pensilvania

lleva un traje naranja

muñecas y tobillos atados

 

uno de sus captores lee el manifiesto​​ 

su cuello es serruchado

por 45 segundos

 

cuánto puede expresar una mirada

cuando la resiliencia se diluye ​​ 

 

si eres capturado por estos insurgentes

y deseas salvar tu cuello de la afilada jambia

sacudirías las bases del templo

donde aprendiste a ser

 

tragarías el credo

con el sudor de ladrones

 

borrarías al Redentor de las páginas​​ 

que devoraste para atenuar el dolor?

 

o

 

aceptarías el ahogo​​ 

con la sangre de suicidas

huesos de diamante

incapaces de luz?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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