Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad. Érika Manoche Barreto (Venezuela)

Zorian Ramírez, Juan Lebrun y Bolívar Pérez construyen un dossier de nueva poesía venezolana, Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad, título en homenaje a César Panza y Caneo Arguinzones. Leemos aquí a Érika Manoche (1995). Publicó el libro de poemas Piel aturdida.

 

 

 

Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad.​​ Es una selección que reúne voces de poetas venezolanos nacidos a partir de 1990. La muestra nos invita a reflexionar acerca de​​ las diversas identidades que se presentan en la poesía​​ actual venezolana. La escogencia del título rinde homenaje a dos voces que dejaron una huella fundamental en el panorama más reciente de la vida literaria del país: César Panza, con su verso​​ Si el río abriese los ojos qué viera, y Caneo Arguinzones cuando dice que​​ Haber retrocedido al abismo ha convertido la continuidad / en una festiva alabanza. César nos devuelve la pregunta de la identidad sin pretender abrirnos los ojos, sino buscando que habitemos con él la pregunta; defiende lo auténtico mientras nos habla de la impermanencia.​​ Caneo plantea una​​ vivencia corporal que enfrenta a la muerte, pero que, en un detenerse, busca la continuidad de la vida como una “festiva alabanza”. Estos autores y referentes, por siempre jóvenes, son voces desenfadadas, discontinuas, navegantes de lo incierto en el río identitario, vitales, como las que presentamos a continuación.

 

 

 

***

 

 

 

 

Érika Manoche Barreto​​ (Anzoátegui, Venezuela, 1995). Egresada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, Instituto Pedagógico de Maturín "Profesor Antonio Lira Alcalá", como profesora en la especialidad de Lengua y Literatura, la cual ejerce actualmente. Sus poemas han sido publicados en la antología poética: Poetas del Guarapiche (2018) y en su poemario​​ Piel aturdida​​ (2019); ha participado en recitales de poesía en el Instituto de la Cultura Monagas y asistió al Taller de Poesía de la misma casa, además participó en el taller Murmullos del Guayacán a cargo del poeta Luis Segundo Renaud. Reside en Maturín.

 

 

 

 

 

 

Tiempo de coser

 

Sobrehilando y deshaciendo

la tormenta cae sobre mí

 

en enumeración caótica​​ 

hace cuenta de los días

los pasados

y porvenir

 

mientras espero un milagro

una oración es un cántaro de súplicas

a veces canción desesperada

  el llanto de un huérfano colibrí

perdido en el mar

o pesado aceite que enciende una lámpara

para seguir cosiendo en la oscuridad

 

 

 

¡Oh Penélope!

¡cuánto admiro tu fervor!

las olas y los días revientan en mi cara

la esperanza es como arena en mis puños

y mis pies se arrugan​​ 

y desasen las piedras

de este malecón olvidado

 

 

Dotada de olas e hilos

tejo las promesas

   y la (in)certidumbre

 

tejo los días​​ 

   para hacerlos uno solo

 

tejo la marea de sueños e ilusiones

con los ojos resecos del salitre

y calma resignada

esperando un barco imaginario​​ 

que atraque en mi puerto quimérico

donde​​ 

s

 ​​ o

  ​​​​ l

  ​​ ​​​​ o

​​ 

  ​​ ​​ ​​​​ e

  ​​ ​​ ​​ ​​​​ s

  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ t

  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ o

  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ y​​ 

  

   ​​​​ y

   ​​ ​​​​ o.

 

 

 

 

 

 

 

La deriva

 

Un náufrago​​ 

espera un milagro

 

canta para no volverse loco

en el mar callado

  y pétreo

 

 

 

espera a un viajante

por la llanura de minutos

pasos  aguas

  y sal

 

sueña que alguien viene

 

 

y

 

se

 

  va

 

 

Una gaviota extraviada

anida en su cabeza

cuenta los días

para hacerlos más largos

 

marca rayitas tras la puerta

las tacha todas.

(cierra la puerta)

y se sienta a esperar.

 

 

 

 

 

 

 

Hombre de Tierra

 

Hombre de tierra que habitas los días

con tu vaho de labios entreabiertos

y sorbo de cerveza

 

un haz de luz te aguijonea la carne

tu piel de tierra

  de geosmina

 

crezco de tu barba

y tus cabellos​​ 

como semillas

respirando de tu aliento​​ 

entre tus hombros y tus cejas

 

el sol calienta los caminos de tu cuerpo

y despiertan las hormigas

de tus nichos y colmenas

deseosas del néctar de la vida

 

trepando en hervidero

hasta tu cabeza

consumen el último cigarrillo

y vuelven a tus entrañas

a escuchar el eco del humo

disipándose en el gemido de la tarde

que llega a su fin.

 

 

 

 

 

 

 

 

Hurgo la basura de los años

no encuentro los recuerdos

mi pecho exangüe revela la verdad

esquivo la tristeza con palabras y café​​ 

 

la ovación de la mediocridad

no me contenta

 

con las manos hundidas en la tierra​​ 

y el corazón deshecho en tinta

las palabras se rompen en mis labios

 

veo mis cabellos marchitos

a la luz de la vela

veo la taza​​ 

sin asa

   vacía

todo vuelve a empezar.

 

 

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