Claudio Archubi (Mar del Plata, Argentina, 1971). Doctor en Física e investigador de CONICET. Actualmente trabaja en el IAFE (Instituto de Astronomía y Física del Espacio). Colabora con revistas literarias del país y del exterior. Ha participado en varios festivales internacionales de poesía (en Argentina, México y Perú). Mención única de honor en el concurso de poesía de la editorial Ruinas Circulares 2012 y menciones en cuento y poesía 2014. Segundo premio de poesía del Concurso de Letras 2019 del Fondo Nacional de las Artes, segundo premio en el Concurso Nacional de Poesía Victoria Ocampo 2021, finalista en el Premio de Poesía Ciudad de Salamanca 2021 y mención de honor en el Concurso de Poesía Vuelo de Quimera 2022. Textos suyos han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al montenegrino. Su libro La casa sin sombra ha sido seleccionado, traducido al inglés y publicado en la antología bilingüe: África vs Latinoamérica. Escritura experimental (Langaa RPCIG, Camerún, 2017). Textos suyos traducidos al árabe integran una antología de poesía argentina publicada en 2022 en Emiratos Árabes. Publicó La forma del agua (cuentos, ed. de la Universidad de La Plata, 2010), Siete maneras de decir tristeza (poemas en prosa, Lima, 2011), Sísifo en el Norte (poemas en prosa, ed. Ruinas Circulares, Buenos Aires, 2012), La casa sin sombra (poema en prosa, Buenos Aires, 2014), la ciudad vacía (ed. Trópico Sur, Uruguay, 2015), La Máquina de las alegorías (poemas en prosa, ed. Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2016), Arca rota jardín de nadie (ed. Valparaíso, España, 2018), Cielo al revés (Metafísica de la imagen de “Teresa” soñando el Sur) (ed. La primera vértebra, Buenos Aires, 2020), Hermana, jardín, espina (ed. Detodoslosmares, Córdoba, 2023) y La cena de las Cenizas (ed. La Primera Vértebra, Buenos Aires, 2025).
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Claudio Archubi, los números, el universo y Dios
"Ahora cuando las llamas me envuelvan, me soñaré en el centro del Mundo danzando desnudo, repleto de cielo, brillaré en la noche, me diseminaré por el aire, atravesaré los cuerpos, tocaré el futuro". Quien habla es Giordano Bruno, religioso, hermetista, poeta y librepensador italiano condenado a la hoguera por la inquisición y quemado en 1600. Quien lo hace hablar es un poeta nacido cuatro siglos más tarde, Claudio Archubi (Mar del Plata, Argentina, 1971), en el texto que abre La cena de las Cenizas (La primera vértebra, Buenos Aires, 2025). El título del poemario retoma justamente el del primer diálogo filosófico que Bruno publicó en 1584, y en el que este fascinante personaje del Renacimiento nos habla de ideas cosmológicas hoy evidentes pero por entonces vanguardistas y heréticas, como un universo infinito compuesto por átomos en el que nuestro planeta gira alrededor de uno de sus infinitos soles. "El universo es un triste animal diseminado, infinito y solo", leemos, por ejemplo.
Finalista del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Salamanca 2021, La cena de las Cenizas despliega una poética en prosa y en diálogos, esto último al estilo del propio Bruno. Estamos frente a la hoguera en la que arde el protagonista, su vida y su pensamiento se revelan ante nosotros, y no sabemos exactamente quién nos habla. "Si Bruno escribiera esto, preguntaría dónde termina Bruno y dónde comienzas tú", dice Archubi, que también es doctor en física y ha publicado una decena de libros desde 2010.
El hermetismo y la numerología están presentes desde ese inicio. Siete son las llamas de esa sección inicial, como siete son las doncellas referidas en otro pasaje más adelante y siete veces canta un gallo o siete gallos cantan al unísono luego. Siete, siete, siete. Un número vinculado a la perfección espiritual y la búsqueda del conocimiento profundo. Un número hecho para Bruno, y quizás también para Archubi. Otro número recurrente en el libro es el diez, con ecos cabalísticos. ”¿Es el número un puente entre Dios y la materia?", se pregunta Bruno. "Con números las cosas se hablan entre sí", se responde.
Están los números, lo distante e infinito, y está la naturaleza: la hierba áspera, el viento, la tierra, el agua, el bosque, las piedras. Archubi oscila entre esas dos esferas, unidas por un hilo no tan invisible. "No comiences por la flor./ Debes desplegar a Dios donde Dios aún está plegado: elige la más áspera hierba y siéntate frente a ella", propone. La atención excesiva tiene sus riesgos y esplendores. "Si miras demasiado una cosa, puedes deshacer el Mundo y volverlo a hacer", nos advierte o invita a hacer Filoteo, el alter ego de Bruno. Y eso intenta Archubi a través de un artefacto misterioso en cuya opacidad surge la luz. Como dice en la contratapa del libro el poeta mexicano Balam Rodrigo, un hombre también vinculado con la ciencia en su carácter de biólogo, el objetivo de Archubi es "proyectar y amalgamar (...) el conocimiento mágico-simbólico del mundo renacentista y algunas claves cosmológicas del presente".
Ya en La Máquina de las alegorías (Buenos Aires Poetry, Buenos Aires, 2016), Archubi despliega una búsqueda que conecta disciplinas como la cosmología, el pensamiento místico, la ciencia y la teología. En ese caso, el espejo o interlocutor era el teólogo, divulgador científico y escritor Ramón Lull (1232-1316), también conocido como Raimundo Lulio, autor de Ars Magna, precisamente el nombre de una de las secciones de La cena de las Cenizas.
Si a nuestro turno pretendemos armar una cosmología poética para situar a Archubi, podríamos decir que su obra tiene vasos comunicantes con las de Lucas Margarit (Buenos Aires, 1966) y Diego Roel (Buenos Aires, 1980), poetas que trabajan con artistas y personajes históricos de la Edad Media y el Renacimiento. En esos diálogos a través de los siglos, el hermetismo y una espiritualidad tal vez más transparente convergen para caminar por una suerte de cuerda floja junto a la razón. Uno, Margarit, ha escrito sobre Bernat Metge, Bernardino Telesio y Claudio Monteverdi. El otro, Roel, sobre Hildegard von Bingen y Andréi Rubliov. No es azaroso que solo dos poemas de todo el libro estén dedicados, uno a Margarit y el otro a Roel.
"Encontré ideas más peligrosas que la muerte, porque de ellas, ni siquiera por la memoria se puede volver", dice Bruno en su plegaria en la hoguera. En su declaración, no hay desesperación; tampoco remordimiento, o derrotismo. Quizás más bien la certeza del camino elegido. "Hay una magia más poderosa que la del número, y la he practicado hasta las llamas", afirma Bruno, o más bien el propio Archubi, sobre el final del libro. Aunque creamos saberlo, no revelaremos de qué magia se trata.
Mariano Rolando Andrade
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Sobre la imagen de Bruno en llamas
Dices: Veo a Bruno arder.
Dices: Estoy frente al cuerpo de Bruno en llamas, inseminado por el dolor.
Y yo, Filoteo, te respondo: No es Bruno el que arde sino que el Mundo está ardiendo en Bruno; siempre lo estuvo.
Contempla las ampollas en la espalda y la madera.
Te digo: Bruno se está poniendo en acto infinito.
Bruno se expande, se disemina, se multiplica como una madre adolorida.
Brota Bruno en la madera y van siendo uno.
¿Ves cómo se abre el atanor de su piel?
Bruno, parte y accidente, tras la llama viva, se mueve de su nombre y florece.
Lento, muta, como si Dios volcara su vaso rojo.
Dices que los sentidos, declaró Bruno, pueden engañar.
Los sentidos no engañan esta vez.
En cada átomo de cada una de estas llagas, como si fueran palabras que se abren por amor a la Verdad, hay un pedazo de Bruno que se escapa y se te acerca.
Así yo, Filoteo, te digo: Si la substancia es eterna detrás de toda máscara, en cada animal que aun temblando se acerca implacable a la Verdad, una parte llamada Bruno sigue ardiendo en nuestro Mundo.
Plegaria de Bruno en la hoguera
A Lucas Margarit
Oh Maestro Telesio: Rerum natura est infinitum.
Respiramos: hay un pedazo de cielo bien adentro, circulando en nuestro cuerpo. Así flotamos en el interior, de los pies a la cabeza.
¿Va el pensamiento en nuestra sangre, con su pedazo de cielo va, entre tu respiración y la mía, como van las palabras por el aire, entre infinitos mundos, con sus nubes adentro, con su silencio alrededor?
¿Sabías que no hay palabras en el espacio, pero tampoco vacío?
¿Sabías que el vacío es atravesado por cosas intocables que ningún cuerpo resiste?
Rerum natura est perpetuum mobile.
¿Mi muerte estará vacía? ¿Te atravesará como una de esas cosas?
¿A quién atravesará tu muerte? ¿Se cruzará alguna vez con la mía?
¿Respirarán juntas en una misma boca que las diga, como una nota al pie del gastado cuaderno de la Nada?
Hice tanto ruido, Gran Inquisidor, que decidiste acostarme como niño en el lecho del olvido. Pero, ¿cuántos pájaros aletean cuando muere un alma libre?
Oh Gran Padre de la Muerte. Corrí el manto del cielo que nos cubría, oh Padre de la Época. Y encontré ideas más peligrosas que la muerte, porque de ellas, ni siquiera por la memoria se puede volver.
Mi sacrificio es necesario: toda llaga es una rosa.
Rerum natura est accidentia: florece la muerte y florece el espíritu.
Ahora cuando las llamas me envuelvan, me soñaré en el centro del Mundo danzando desnudo, repleto de cielo, brillaré en la noche, me diseminaré por el aire, atravesaré los cuerpos, tocaré el futuro.
Y estaré en la boca de todos con mi amorosa peste.