Poesía costarricense: Jorge Arturo Mora

David Cruz nos acerca al trabajo del poeta, narrador y cronista costarricense Jorge Arturo Mora.

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué esconde la arena bajo su piel?

Porque mi puño esconde una magnolia

Mi casa a sus fantasmas silentes​​ 

Mi sueño a quienes andan de puntillas

Mi barrio a brujas del tercer mundo

Y mi poema a la mentira más grande:

que al excavar infinitamente en la playa​​ 

encontraremos el fin del planeta

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Déjenme cantar​​ Never Meant​​ en el karaoke

déjenme arruinarle la noche a todos

para que mi horrible canto se cuele en sus oídos

como las mantarayas se arrinconan bajo el muelle

 

 ​​ ​​​​ Déjenme escupirle al guarda condecorado

déjenme hacer mi rabieta universal

mis improperios son esas frutas podridas​​ 

que se comen las aves de las piscinas

 

 

Déjenme llorar en público

déjenme hacerlo solo una última vez

tengo un traje nuevo, recién estrenado

perfecto para que un ficticio paparazzo me capture bajo la noche cegada​​ 

 

Una vez cumplidos mis tres deseos

cuelguen mi aliento desde el piso más alto

para que desde los dispersores de aire siempre les recuerde

que las penumbras de los bares son pequeñas y milagrosas navidades

 

 

 

 

 

 

 

 

Me pregunto quiénes estarán detrás de la pantalla negra

Habrá magos, escultores​​ 

Misioneros, pregoneros

Profesores y obreros

 

Ojalá, digo yo, hubiese escritores que llenaran la página en blanco

Que hicieran rebotar las letras en la cuadrícula blanca​​ 

con la misma facilidad que salen disparados​​ 

Mis gritos de medianoche

 

Que también hubiera algún ladrón del fuego​​ 

que se animara a traer un poco del oro rojo

Para que pudiésemos ver mejor el zarpazo de las escondidas violetas​​ 

O en el peor de los casos, calcinar los recuerdos

 

Y enterarnos a la luz del alba

Cómo crujen las palabras

Aún más cuando son escritas en el aire

 

Demorando la hora más triste

En la más terca neblina

Que entierra todo lo que esté a su alcance

 

 

 

 

 

 

 

 

Oxida los discos de moda, los paseos en bicicleta

Los mayos de abejones, los pretéritos que saben a luz

Los focos que se postran sobre una esquina del cuarto​​ 

Que permiten escuchar las sinfonías prohibidas

Las galaxias escondidas bajo la manga

Y las siluetas que juegan un pulso chino

 

Habría que preguntarle a los seres que descienden

Transparentes, invisibles

La incógnita de la rueda de la vida:

¿Cómo se desanudan, según ustedes, los rumores de la gloria?

 

 

 

 

 

 

 

 

Un poco se quemaron las barbas de aquel mago

Que con un breve haz de luz creó la palabra poesía

Brotada de una roca la primera letra

Y el resto expulsada entre musgos

Moluscos

Y semillas a las que debían esperarse mil años para que germinaran

 

Creó la poción consciente

de que el vocablo no era suyo

No le pertenecía a nadie más que aquel que entre siluetas​​ 

Se escabulle entre la multitud

Para cavar hasta el fondo de la Tierra​​ 

Y que allí la lava le susurre

La segunda palabra del poema

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué pasará cuando el tarro de cereal quede derramado para siempre?

¿Qué pasará cuando mi ropa se apile con el moho?

¿Qué pasará cuando esa cama ya no esté donde siempre, con su llavín cerrado para todos menos para mí?

¿Qué pasará cuando​​ abra la puerta y solo encuentre un espejo de feria con mi rostro deformado?

¿Llegará el día en que pueda mirar la noche sabiendo que aquel cuarto siempre estará deshabitado?

¿Alguien, por favor, podría prometerme algo? ¿Podría elevar una oración por mí?

Vuelvo a sentir la misma pesadilla de la adolescencia, cuando me miraba en tercera persona y veía el mundo pasarme por encima

Creí que aquel cimbrar solo reposaba en sueños agrios y en el endiablado cajón oculto de mi mente

Al menos eso me habían hecho creer las películas y los libros que hablan de la nostalgia anticipada​​ 

Por eso ruego, a cada uno de ustedes, lo siguiente:

¿Alguien, por favor, podría prometerme algo? ¿Podría elevar una oración por mí?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando dicen que en el pasado la gente no conocía el mundo porque solo había barcos

pienso que dirán eso mismo de nosotros, pero con los planetas

 

Hoy, de hecho, no es de extrañarse

que fantaseemos con que algún color asalte los grises bancos desahuciados

las carreteras que son humo compactado

muros de Tierra vueltos una cama que mira al infinito

 

El neurótico exterior es como una alimaña arrepentida​​ 

con armas secretas que cuelgan debajo de una mesa invisible

 

Quisiera ir al teatro

quisiera subirme al metro ominoso que parece extenderse bajo puentes inexplorados

 

Quisiera saborear un café

con la certeza de haber rechazado los sueños necesarios​​ 

a cambio de no toparme el coágulo que deambula en la ciudad

que rebota paredes

que hace hondo al tiempo

que agita las profundidades del aire que respiramos

 

No hay periódico, pero las noticias del mes de abril no son más​​ 

que viejas novedades engavetadas al aire libre

 

El pasado engaña y quiere verse vanidoso

el presente es una bengala que nos quedamos mirando por mucho tiempo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Uno no sabe qué es un parteaguas hasta que siente a la ciudad deslizarse en la espalda

Hasta que literalmente los recuerdos se hacen el mar de Moisés

Y todo lo que quedó atrás se mira en sepia

Con los bordes quemados

 

Y hay que esforzar la vista de la memoria

Derramar los líquidos sagrados​​ 

En el lente que nos hace viajar en el tiempo

Para recordar cómo eran las uñas corroídas

Y cómo desaparecían​​ 

Cuando te pintabas la piel de rosado nuevamente​​ 

 

Y no podías darme un abrazo

Incluso no podíamos compartir habitación

Porque aquel esmalte manchaba mi ropa y provocaba estornudos

Que a los segundos se transformaban en asma

 

Lo curioso es que

Aunque no pudieras tocarme

Te veías feliz; te sentías feliz de ver tus uñas renovadas

 

Me abrigo en ese recuerdo

En la imposibilidad de tocar nuestras manos

Ahora que debajo de tus párpados está la tierra

Y arriba están los recuerdos que mantengo vivos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El viento habla por los niños que fuimos algún día​​ 

Y mientras vos te quedás pensando en cómo se ve el atardecer desde la montaña​​ 

Yo me quedaré bosque adentro

Prohibiendo el paso de los gigantes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Librería

También puedes leer