Poesía africana: Alvie Mouzita

Leemos, en el marco del dossier de poesía africana preparado por Mariela Cordero, algunos poemas de Alvie Mouzita (1998), poeta nacido en la República Democrática del Congo. En 2023 mereció el Grand Prix du Poème Francophone.

 

 

 

Alvie Mouzita.​​ Nacido en Mindouli, República del Congo, es un escritor y profesor que trabaja en varios establecimientos locales. Es el autor de​​ Canciones para una flor.​​ Su escritura ha sido elogiada y recompensada con varios premios literarios como el Grand Prix du Poème Francophone 2023, el MILA Prix du livre francophone 2023, el Premio Léopold Sédar Senghor 2024 y el Premio de la Presidencia de la Universidad de la Sorbona 2024. Continúa su formación académica en la Universidad Marien Ngouabi, donde estudia cuestiones ecológicas en la novela africana de expresión inglesa.

 

 

 

 

 

 

 

Encantamiento nocturno

​​ A Aimé Césaire

 

timonel​​ de​​ soles nacientes y de​​ tempestades de amor

timonel del mar

​​ del río

​​ y de​​ la ribera

embárcate con la reina de los fuegos

​​ y camina sobre las aguas

oh​​ timonel de parpados de fósforo

​​ que​​ desafías​​ el tropel de sombras,

y el tropel de abejas devoradoras

solo​​ ​​ respondes

​​ al grito de llanto de los pueblos

​​ al grito famélico de las Naciones

​​ estos​​ tam-tams​​ poblados de angustia

camina, timonel, camina

​​ camina y sobre ti haz reposar el honor de los legados

en lo alto, gruñe un sol que desgarra el sudario del alba

eres​​ , griot2, quien conduce el follaje de la libertad

lámpara que triunfa,

triunfa al despertar​​ de las máscaras

en esta ruta de jabatos

camina, timonel, camina

​​ y devuélvenos a la diosa negra.

 

  • Un griot (también conocido como jeli o djeli) es un narrador de historias originario de África Occidental. Estos artistas ambulantes transmiten tradiciones orales a través de la poesía, la música y las canciones. Los griots son depositarios de la memoria colectiva y pueden improvisar sobre eventos actuales y hechos cotidianos

 

 

 

 

 

 

 

Mindouli

A mi padre, Alban Mouzita

 

Habito una memoria que ha perdido las páginas de la infancia​​ 

habito​​ la soledad de un río que tiene sed de mar

¡Mindouli!​​ 

la noche para mí es larga de dolores.​​ Porque​​ sin verte, siempre sueño contigo

y sabes que hasta ahora no he probado ni canciones ni danzas ni​​ tams-tams

ignoro incluso el sabor del vino de palma,

el tótem de mi abuelo

y el regusto del juego del​​ agua y​​ de la​​ sabana​​ 

y aún suena como un duelo, el grito matinal​​ de los pájaros en mis oídos porque vivo en una memoria sin páginas de infancia​​ 

y cada noche, tus ríos que fluyen allá lejos​​ son mis lágrimas que sustituyen tu presencia​​ 

 

¡Mindouli! Muero en la ausencia de recuerdos​​ 

muero en los festines​​ de las​​ ciudades, en las rapsodias que cuentan los griots de otros lugares, griots que te ignoran, que ignoran tu historia​​ 

y mi mirada es triste​​ en el espejo que me habla de ti​​ 

tu rostro es tan delgado en el lago de mi memoria. ¡Mindouli! ​​ 

nada, entre las olas y la espuma, surge de ti ni sobrevive

¿lo ves? soy virgen​​ a todo misterio rural

 

¡Perdóname, infancia mía! Mi​​ infancia, ¡perdóname! Porque siendo aldeano, no tengo recuerdo alguno del matorral

porque en cuanto salí de mi madre, el sol ya estaba sangrando

había​​ que huir

huir del rebaño de​​ tormentas, huir lejos de los párpados

había que hacerlo...

pero comprende ¡Oh Mindouli!, que sin la bravura de mi padre, esos​​ avispones me habrían degollado​​ 

comprende, comprende que sin mi madre, sin el granero de la esperanza, yo sería un leño que picotean los cuervos​​ 

 

Mindouli! Sé que eres mujer por​​ tu vientre, eres flor por mi corazón, por mis cantos eres​​ madre​​ 

llevo para ti un destino maduro de trashumancia​​ 

llevo para ti un gran sol​​ 

acógeme en tu memoria para que pueda reunir mis recuerdos, para que pueda volver a unir mi ombligo,​​ 

y para que pueda hablar mi dulce lengua natal

¡Oh Mindouli, camina! camina y ven a mí para enjugar mis​​ lágrimas...

 

 

 

 

 

 

 

Reencuentro

   

Vendré, solo y oscuro, a la sombra de los acantilados,

a ofrecer a tus pies​​ mis lágrimas tan frágiles,

Oh tú que duermes allá​​ donde el silencio te apacigua.

Y tomaré​​ alas​​ si se debe partir ágil

 

Sin​​ verte, he vivido mucho tiempo​​ sin horizonte;

así que no puedo contener​​ este torrente que me invade.

Pensarte me hizo​​ caer en un río maldito,

y créeme, sin verte, no tendré​​ razón.​​ 

 

Pero me iré lejos, muy lejos,​​ ​​ allá​​ donde toda vida expira,

si alguna vez te veo. Te amo y vendré.

Y si me robas los ojos, te veré​​ 

al sonido​​ del viento que me quitará el suspiro.​​ 

​​ 

Te doy una​​ rosa, y en mi corazón goce.​​ 

Pero siempre lo ignoro, porque siempre lloro.

 

 

 

 

 

 

 

Alborada para Rosière

 

Como el vuelo de los fuegos hacia las islas del atardecer,

tus encantos me han guiado a un dulce reposo

¡Rosière! En tus labios muere mi única avidez,

dado que el hastío​​ me derrama​​ en​​ un deseo nebuloso.

 

Deposito, en tus​​ jardines, mis lágrimas de otro tiempo;

y de tu dulzor, mis suspiros negros perderán la fe.

Pero en la lluvia del olvido donde nuestras sombras se extravían,

vendré, céfiro, a rozar​​ tus miradas.

 

¡Mírame desamparado, pobre, pájaro naufragado!

a tu corazón le digo: ya no puedo nadar…

acude con​​ tus profundos latidos a mi alma,

acude, acude. Y sácame​​ de estas infames aguas.

 

El​​ amor me ha mordido, solo tú puedes curarme;

y​​ esta noche, tus flores hacen que mi dolor perezca.

 

 

 

Librería

También puedes leer