Un poema de Jorge Enrique Adoum

Leemos un texto del poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum (1926-2009), "Desencuentros con Julio", que cuenta los últimos días de Cortázar. El poema está incluido en Cementerio personal (1999).

 

 

 

 

 

 

Desencuentros con Julio

 

Es como si lo hubiera visto morirse quince meses atrás o sea el 6 de​​  ​​​​ 

 ​​ ​​​​ noviembre​​ de 1982 cuando enterrábamos a carol
hacía un frío triste y gris y allí estábamos los amigos
desfilando sobre un suelo movedizo y húmedo de hojas sucias de otoño como
 ​​ ​​​​ si hubiera servido para otros entierros u otros otoños
y tras haber echado cada uno una flor -rosas amarillas había pedido su madre
 ​​ ​​​​ por teléfono- sobre la caja angosta y pequeñita
nosotros que habíamos enterrado en nuestra vida a tantos muertos y dádole el
 ​​ ​​​​ pésame a tantos deudos
nos encontrábamos en el cementerio de montparnasse con un único deudo
 ​​ ​​​​ solo alto duro flaco
de pie con una gabardina azul bajo el arco de unos árboles casi decorado de
 ​​ ​​​​ teatro
como en él todo era grande (sobre todo el corazón) me hizo sentirme más
 ​​ ​​​​ pequeño con su inmenso abrazo y su recomendación de que me cuidara
pero en ese instante como si yo no hubiera sido yo sino uno de sus personajes
 ​​ ​​​​ de esos con supersticiones y premoniciones causales y casuales
decía me decía ¿y a quién vamos a darle el pésame cuando él se muera si no
 ​​ ​​​​ a nosotros mismos?
como si él y no alguno de nosotros los otros hubiera de morirse primero
después los que quedamos nos juntamos los pedazos prometiéndonos vernos
 ​​ ​​​​ con mayor frecuencia no dejar que las calles y distancias de parís nos
 ​​ ​​​​ separaran estar más juntos que antes como para que nadie llegara a faltarnos
y es precisamente él quien nos falta ahora y estamos todos dándonos el
 ​​ ​​​​ pésame abrazándonos más estrechamente que nunca recibiendo ​​ ​​ ​​​​ 

 ​​ ​​​​ condolencias​​ por teléfono o por correo
sintiéndolo de pronto al lado cuando entramos en un bistrot o tomamos el​​  ​​​​ 

 ​​ ​​​​ metro​​ o escuchamos jazz o nos ponemos un pullover
y habiendo olvidado en esa oportunidad sus antiguas instrucciones para llorar
traté a escondidas en difícil homenaje a su memoria de subir de espaldas la
 ​​ ​​​​ escalera
y he de incurrir en el ya lugar común de decir de ciertas situaciones o de​​ ​​ 

 ​​ ​​​​ ciertos​​ desencuentros sucesivos que parecen un cuento de cortázar
pero la culpa es suya por habernos demostrado que uno puede pasar de su
 ​​ ​​​​ mundo cotidiano y rutinario a un universo paradójico con solo tomar un tren​​ 

 ​​ ​​​​ o​​ abrir una puerta
en septiembre de 1982 la universidad internacional menéndez y pelayo de
 ​​ ​​​​ españa acordó culminar un seminario celebrado en sitges rindiendo​​ 

 ​​ ​​​​ homenaje​​ a la obra de cortázar y entregándole una medalla
julio no pudo asistir atado como estaba a la cama de hospital de su mujer (y​​  ​​ ​​​​ 

 ​​ ​​​​ sin​​ embargo en esos días escribió dos cuentos de horror sobre el fascismo
 ​​ ​​​​ argentino)
y por generosidad de los participantes se decidió que yo recibiera la medalla​​ 

 ​​ ​​​​ en​​ su nombre
pero en lugar de entregármela en su estuche el rector me la "impuso" o sea
 ​​ ​​​​ que simplemente me la puso
o sea que me la quité en seguida porque estaba destinada a otro pecho
y agradecí no en nombre de cortázar sino en el de quienes éramos sus amigos
 ​​ ​​​​ y hermanos
ese reconocimiento a la obra del gigante "pastor de palabras" pero también a la
 ​​ ​​​​ del hombre que con sus largos brazos de boxeador frustrado golpeaba en​​ 

 ​​ ​​​​ cada​​ round la mandíbula de los dictadores
al que le había quitado todas las cáscaras a la realidad hasta encontrar en ella
 ​​ ​​​​ las semillas de lo imaginario
al doble compañero en quien la literatura y la revolución se daban la mano
 ​​ ​​​​ comprensivas
a su ejemplar capacidad latinoamericana de ubicuidad porque estaba en lo
 ​​ ​​​​ esencial de chile y de argentina en cuba y nicaragua en el salvador y
 ​​ ​​​​ guatemala
tratando en todas las tribunas posibles y desde todos los tribunales de
 ​​ ​​​​ explicarles a los europeos cómo son las cosas contra las que se debaten o por
 ​​ ​​​​ las que combaten nuestros pueblos
yo declaré en aquel acto cordial y solemne que entregaría a julio la medalla​​ 

 ​​ ​​​​ por​​ lo menos en unión de los participantes en el seminario radicados en parís​​  ​​​​ 

 ​​ ​​​​ -saúl​​ yurkievich osvaldo soriano y miguel rojas mix

desde​​ la casa de eduardo galeano lo llamamos por teléfono para enterarnos
 ​​ ​​​​ del estado de salud de carol y yo le hice el resumen de la solidaridad de
 ​​ ​​​​ profesores y alumnos de amigos y desconocidos en ese momento tenso que
 ​​ ​​​​ estaban pasando esas dos vidas
y le prometí esa fraternal miniatura del acto de sitges para cuando carol saliera
 ​​ ​​​​ del hospital
pero carol salió del hospital al cementerio y me pareció que celebrar la​​  ​​​​ 

 ​​ ​​​​ reunión​​ sin ella habría sido algo como faltar a mi palabra o algo como​​  ​​ ​​​​ 

 ​​ ​​​​ olvidarla​​ demasiado pronto
por lo demás julio se puso sanamente a viajar en seguida
fue al sur de francia y volvió a cuba (que le había cambiado casi veinticinco
 ​​ ​​​​ años atrás las líneas de la mano) y a nicaragua (donde "han empujado la
 ​​ ​​​​ palabra cultura a la calle como si fuera un carrito de helados o de frutas")
cuando estuvo de regreso yo entraba unavezmente más al hospital por nuevos
 ​​ ​​​​ incidentes corazonales
y estuve un mes fuera de parís por razones de convalecencia
a mi regreso saúl estaba ausente y soriano había ido a hacer una
 ​​ ​​​​ "prospección" en argentina donde su último libro disputaba con uno de julio​​ 

 ​​ ​​​​ el​​ primer lugar en la lista de best-sellers
cuando en junio apareció Deshoras y lo encontré en una lectura de poemas
 ​​ ​​​​ que hizo claribel alegría conmigo me pareció llegada la oportunidad que
 ​​ ​​​​ buscaba y le propuse celebrarlo con la reunión nueve meses postergada y
 ​​ ​​​​ entregarle la medalla
pero él se marchaba al día siguiente a italia y a no sé qué otros países más
luego vinieron las vacaciones de verano en las que todos se ausentaron
 ​​ ​​​​ excepto yo que me fui a ecuador en septiembre y octubre
a mi vuelta la medalla guardada en un cajón del escritorio me seguía
 ​​ ​​​​ quemando las manos
y decidí dársela aun cuando fuera sin pretexto literario ni fiesta casera ni
invitados íntimos
pero él podía por fin volver a su argentina en donde tanto tiempo le estuvo
 ​​ ​​​​ prohibido entrar y a veces ser leído
e iba a hacer un nuevo viaje a cuba y nicaragua pasando por parís pero esta
 ​​ ​​​​ vez su médico no se lo permitió
"por el peligro de la enfermedades tropicales" según julio que seguía
 ​​ ​​​​ engañándo(se)nos
en diciembre lo encontré en casa de daniel viglietti y por vez primera lo vi
 ​​ ​​​​ malhumorado harto de venir arrastrando tres años de alergias y seis meses de
 ​​ ​​​​ leucemia y otros trastornos
cuando al abrazarle le pregunté cómo estaba me dijo "Mal como de​​  ​​ ​​​​ 

 ​​ ​​​​ costumbre"
cuando al despedirme le dije que se cuidara me respondió secamente "I will do
 ​​ ​​​​ my best"
desde entonces durante dos meses fue huésped semanal de los hospitales
y aún así se dio modos para hacerme llegar en enero Los autonautas de la
 ​​ ​​​​ cosmoruta amorosamente escrito a cuatro manos entre él y carol dunlop
a comienzos de febrero de paso por parís eduardo galeano me dejó un
 ​​ ​​​​ ejemplar de Las caras y las máscaras que julio quería leer "durante su
 ​​ ​​​​ convalecencia"
y miguel rojas mix que en esta historia de hospitales estaba entonces
 ​​ ​​​​ hospitalizado me hizo saber que por saúl yurkievich sabía que el cronopio
 ​​ ​​​​ mayor se acordaba de que no le había dado aún su medalla
julio ya no quería que se lo visitara en el hospital pero alfredo guevara logró
 ​​ ​​​​ hacerle llegar el testimonio de solidaridad de cuba que ponía a su​​  ​​ ​​​​ 

 ​​ ​​​​ disposición​​ un avión y toda su capacidad médica
aunque sabíamos o sospechábamos o temíamos que fuera demasiado tarde
en la noche del sábado 11 de febrero le escribí unos renglones recordándole
 ​​ ​​​​ que por viajes impostergables ausencias intempestivas e idas y vueltas suyas​​ 

 ​​ ​​​​ y​​ mías a los hospitales se había postergado la entrega de ese símbolo de
 ​​ ​​​​ admiración y reconocimiento de la universidad española a la limpieza de su
 ​​ ​​​​ vida y la limpieza de su obra
pero que se iban acumulando en mi poder cosas que le pertenecían
 ​​ ​​​​ y que se las enviaba con alguien para que por intermedio de aurora​​  ​​ ​​​​ 

 ​​ ​​​​ bernárdez
–que había sido su primera mujer y era su última entrañable enfermera- las
 ​​ ​​​​ recibiera el domingo a las cuatro de la tarde
pero el domingo se estuvo muriendo desde las cinco de la mañana hasta que
 ​​ ​​​​ hacia el mediodía un médico tardíamente compasivo le puso una inyección
 ​​ ​​​​ para que no le dolieran más el corazón ni el resto
esa noche vi en su casa de reojo el estuche con la medalla el libro y la carta
justo un año antes él había hablado del "término del periplo de una vida que
 ​​ ​​​​ entra en su ocaso [...] al fin de un larguísimo viaje por las tierras y los mares​​  ​​​​ 

 ​​ ​​​​ del​​ tiempo"
no nos parecía a nosotros que hubiese sido tan largo pero ahí estábamos
enterrándolo el martes con un solcito frío de invierno en una caja larga y​​ 

 ​​ ​​​​ ancha​​ capaz de contener al gran hermano mayor aunque con la impresión de​​  ​​​​ 

 ​​ ​​​​ que​​ había tenido que empequeñecerse para pasar por la muerte sin bajar la​​ 

 ​​ ​​​​ cabeza
nos fue imposible convencer a los empleados de pompas fúnebres de que la
 ​​ ​​​​ familia éramos nosotros cuando nos pedían que nos retiráramos
y volvimos a abrazarnos más estrechamente que la vez anterior
sintiéndonos que a pesar de estar todos juntos nos habíamos quedado un poco
 ​​ ​​​​ más solos
(carol había muerto el 2 de noviembre "Día de los fieles difuntos"
julio fue a reunirse con ella -bajo la hermosa sábana de mármol que había
 ​​ ​​​​ tallado luis tomasello- el 14 de febrero "Día de los enamorados"
dejo constancia de ello porque para él esas cosas tenían significado)
 ​​ ​​​​ 1984.

 

Librería

También puedes leer