Ignacio Aru (Costa Rica, 1999). Ganador del Premio Literario Brunca de la Universidad Nacional de Costa Rica (Costa Rica, 2021). Ganador del premio internacional de cuento de Fundación Mapfre (España, 2014) Publica su primer libro Lupercalia (México, 2020) y su reedición Catorce días bajo la nieve (Costa Rica, 2021) Co autor de la obra de teatro Mistérica presentada en el Teatro Mélico Salazar (Costa Rica, 2015) Ha participado en diversos festivales internacionales de poesía, así como sus textos han aparecido en diferentes revistas literarias.
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Carta abierta a Delmore Schwartz
Los últimos días, Delmore, transcurren con una presumible calma. De no ser por la saturación de las noticias, no recordaría que Irán contraataca con misiles a Tel Aviv, y Tel Aviv perpetra un genocidio en Gaza. En Yemen ven este espectáculo de la guerra en pantallas gigantes. Las mujeres-soldado israelíes suben a las plataformas de internet vídeos donde bailan canciones en español vestidas con sus uniformes militares. En las terrazas del Líbano, las personas de buen estatus, con música electrónica y saxofón, graban las bombas que sobrevuelan en el cielo. No me molesta en realidad.
Hoy comencé a leer una obra de lujo: reúne todos los trabajos de Paul Celan, y una buena recopilación de su biografía. Incluso, terminé exhausto leyendo parte de su trayecto; iba y venía de Alemania. En realidad, aunque se arrojó al Sena (me di cuenta de que vivía a unas cuantas cuadras), no fue un gran residente en Francia. No sé en qué momento escapó de Rumanía, donde creció, para estudiar en París, y luego, como en un acontecimiento cuántico, estaba de nuevo en Bucarest, buscando huir a Viena, para acabar nuevamente en París. El caso es que su travesía circular te deja mareado, como un buen sorbo de brandy.
Sentí una enorme simpatía por Celan, sus padres murieron y él se castigaba por no haberlos salvado. Yo también me siento culpable por los míos, sé que mi padre no morirá de tifus en un campo de concentración —porque el tifus parece haber sido erradicado—, y mi madre no recibirá un tiro en la nuca por un nazi, porque… iba a decir que ya no hay nazis con armas, pero todavía los hay. Siguen vivos, pero no sé cómo están.
Delmore, probablemente yo también los acabo de abandonar en medio de un invierno, y no los volveré a ver. Han partido en un tren hacia Dachau, en donde trabajarán laboriosamente para entrar a mi corazón, donde yo los rociaré con gas.
No soy partidario de lo que sucede en Palestina. No sé por qué me he encontrado estos días con una abundante cantidad de escritores exiliados por el Holocausto. Peter Szondi se suicidó en un lago llamado Halensee.
En fin, que a medida que avanzaba sobre los episodios de la vida de Celan, me fui convenciendo de la discriminación que sufrió. Por eso, cuando encuentro que viajó a Israel, que pudo leer en hebreo frente a una gran audiencia, que fue recibido en su "nueva tierra que no escogió", que conoció a personas que conocieron a sus padres, y le dieron pastelillos tradicionales que preparaba su mamá, y que lloró hasta las últimas lágrimas durante tres días… no me creo que ese mismo lugar sea quien mata hoy de hambre a toda una franja en el Medio Oriente.
Lo cierto es que yo no conozco a nadie que haya conocido a mis padres, y nadie podrá hacer la sopa que, en un día lluvioso como este, ellos hubiesen preparado. Siempre odié ese sentimentalismo, Delmore, esta cotidianidad rural, este mesianismo campesino, el chovinismo, los ideales maternales y conservadores, el supuesto calor de hogar.
Yo había nacido para irme a vivir a Hangzhou, en un pequeño apartamento de un imponente edificio, en medio de una gran selva digital y futurista, porque mi trabajo también sería así: un código de colores verdes, azules, rojos y morados. Me casaría allí y celebraría el Festival de Qingming, donde se conmemora a los muertos quemando varillas, coronando con flores las tumbas, haciendo bolas de harina verde, para comer en el templo, con sandalias, contemplando el inicio de la primavera, y diciendo: Adiós, querido suegro. Y pensando: Esto nunca sucedería allá.
Pero ya ves, los muros se colapsan en los últimos días, una multitud furiosa viene con mazos para golpearte los órganos, hay tsunamis sanguíneos, las venas se colapsan, y la pulsación se rebalsa hacia el teclado.
Últimamente, por la guerra, he aprendido qué significa el "enriquecimiento del uranio". Básicamente, se busca aumentar la proporción del isótopo, separar las impurezas, hasta convertirlo en un perfecto combustible nuclear. Si el poeta supiera aplicar difusiones térmicas o con láser a sus poemas, también nos pondrían sanciones.
Me pregunto, Delmore, ¿alcanzaste a leer a Ossip Mandelstam, (Roble de cerezo), otro poeta de origen judío, quien también fue desterrado a los montes Urales, y luego deportado a un campo de trabajo en Kolymá? Todo esto le sucedió por leer un poema contra Stalin. Ese, posiblemente, es un ejemplo de un nucleido de uranio aumentado por la eficaz fisión nuclear de unas estrofas. Un poema.
No supe de él por Celan, aunque sí me lo crucé nuevamente en su biografía. De hecho, llegó a declarar que traducir a Ossip era escribirse a sí mismo.
En estos últimos días, en los que mis lecturas han vuelto a ser las más variadas, sigo revisando mis autores favoritos, entre ellos a Sergei Yesenin, poeta ruso. Entonces di con Ossip. Pero pienso sobre todo en Yesenin. Me atrevo a decir que se parecía a ti, solo que al otro lado del mundo. Él era precursor del imaginismo y tú del imagismo (la gente se sorprendería de que son diferentes movimientos), ambos fueron proclamados la nueva voz en sus países, uno por Elliot, el otro por Blok.
Desde luego, como parece ser la única tónica posible para dos poetas que avanzan al ritmo de un meteoro, abandonaron la universidad, fracasaron en sus matrimonios, y ambos murieron, separados solamente por el océano —porque esto también ocurrió en diciembre— en habitaciones de hotel. Yesenin se ahorcó en el Hotel Angleterre de San Petersburgo; y tú, Delmore, de un ataque al corazón en el Hotel Columbia de Nueva York.
Existe un poema revelador de Paul Celan, en el que anuncia su suicidio: dice con claridad que va a rebotar hacia la vida desde el puente Mirabeau. En los versos siguientes, aclara que por allí no corre el río Oka. El Oka es la región donde nació Yesenin, en Kosntantinovo. Pero Celan no hacía alusión a él, sino a la poeta Marina Tsvetáieva, quien nació exactamente en la misma región, y que también se ahorcó.
En Gaza los niños mueren de hambre. Así mismo murió la hija de Tsvetáieva, en un orfanato, porque también era una época de guerra y revolución.
Debo confesar, Delmore, que una vez usé tu poema Baudelaire, para solicitar una suma de dinero adecuada a mi necesidad. Funcionó. Pude comer y beber los días siguientes.
Hostigado por la paranoia, entregado al desenfreno del consumo de alcohol, institucionalizado, y siempre, penosamente, a merced de la miseria, eras igual a Yesenin, y probablemente Celan era un equivalente.
Yo, por mi parte, como en un diálogo del escritor francés, Georges Perec (Peretz), —quien tenía un tío en Palestina—, de igual manera, evalúo tranquilamente la amplitud de la desgracia.
Fue en una película que escuché por primera vez el nombre de Rothkowitz, o más bien Rothko, que fue la variante que escogió cuando emigró a los Estados Unidos. Pintaba grandes rectángulos que llegó a comparar con rostros de actores.
Era de origen Letón, con ascendencia judía, y, como él mismo describe, deseaba que sus obras causen una experiencia inmersa de frustración a las personas. No existía más allá que el conjuro radical de una tragedia.
En la región de Dvinsk, según relata, los cosacos rusos hicieron cavar una gran fosa para quienes iban a ser enterrados en ella. Al parecer, ese gran rectángulo al que caerían los huesos de todos los muertos se multiplicó en la visión de Rothko. En su mítico poema "Fuga de Muerte" Paul Celan constata esta práctica de los alemanes:
Él llama ustedes caven más hondo en la tierra; los demás canten y toquen.
En Jan Yunis, en el hospital Al Nasser, y en el recinto médico de Al Shifa de Gaza, se han encontrado las mismas fosas. Quizá algún día se exhiban en la galería Marlborough.
Tú moriste en una habitación de hotel cuatro años antes, Delmore. Rothko se abrió las venas en su estudio, transfigurándose en un gran rectángulo coagulado de su propio rojo.
Finalmente, Jean Amèry, hablaba de esto como un mal radical, un profundo oscuro enigma al que no se le podía otorgar la explicación de un porqué. Esto solamente sería una validación para la causa justificante, y no existe tal cosa en el éxtasis de la tortura.
Delmore, conociste la tortura de primera mano: el dolor autoinfligido, el sufrimiento al alcance de los dedos, los golpes contra las paredes. La marca de una estrella en la mejilla. La procesión. Theodore Adorno dijo que no se podía escribir más poesía después de Auschwitz. Te pregunto: ¿se podrá escribir más poesía luego de Gaza? Paul Celan fue la respuesta al primer enigma.
Delmore Schwartz nació en Brooklyn, Nueva York, hijo de inmigrantes judíos rumanos. 1913—1966.