En una vastísima llanura anegada de claridad, Diego Roel vierte luz entre dos cántaros, en cuarenta y un movimientos que contienen la experiencia del encuentro amoroso. “En mis ojos la belleza es agua demencial de luz”, escribe Jorge Smerling en pleno asombro ante lo luminoso; el mismo del poeta ante el amor, que permite que la vida comience de nuevo y se renueve sin fin. Roel nombra el cuerpo de la amada para convencerse de su materialidad frente a la posible visión delirante del deseo, e ilumina la trascendencia de quien se confunde con el todo, en un encuentro que se despliega en sus facetas mística, carnal y divina, como en un nuevo Cantar de los Cantares que el poeta haya hecho suyo. Los amantes se entregan y todo es; cuando el encuentro ha de darse, la ofrenda es exacta, justa. No se trata de descifrar el canto de los pájaros ni de descubrir “el nombre de los secretos vientos”, sino de ir al encuentro de la virulencia de la experiencia amorosa. Hay valor en la entrega absoluta, como en el niño que toca por primera vez el mar.
Emilia Conejo
I
Rozo apenas el borde de tu cara. Te toco
como un niño toca, por primera vez,
el mar.
II
La vida empieza a girar sobre su eje,
infinitamente se renueva.
III
El silencio, cuando te miro, tiembla
como una flor, exhala un perfume
que no es del mundo.
IV
Entre mi cuerpo y tu cuerpo
un bosque en llamas alza su cresta
y quema el cielo, quema el río, todas
las torres y ciudades, todos los puertos
quema.
V
Detienes con una sola mano, en un segundo,
la tormenta.
VI
Me muestras colores que no puedo ver,
me describes sonidos que no puedo oír.
Todo lo que te rodea es imposible.
VII
Te espero al pie de la ventana.
Igual que la tierra espera el sol y la lluvia,
una brisa cálida, la huella del ciervo,
el golpe del granizo.
VIII
Es todo así. Muy simple.
Los frutos a su debido tiempo
se abren y ofrecen al aire
su entera carne y su semilla.
IX
La casa que habitamos se desmorona,
sobre sí misma se derrumba,
deja una estela que no es visible.
X
¿La espiral de la vida o de la muerte
-a mano alzada, sin titubear-
sobre el papel trazaste?
XI
Misteriosa potencia es la que siempre
tu palabra porta.
XII
Tu sonrisa despliega un quebradizo
puente.
Y yo camino.
XIII
No descifraste el canto de los pájaros.
No descubriste el nombre de los secretos vientos.
No penetraste en los palacios de piedra verde.
Pero abriste sola, de extremo a extremo,
la peligrosa trampa de la noche.
XIV
Deja sobre la cama el carcaj y las flechas.
Acércate, guerrera.
Afila en mi lengua tu cuchillo.
XV
Tu voz se encarama y toca
el imprevisto centro de un poema
que nadie ha escrito todavía.
Tu voz se alarga y toca el punto
donde mi vida inicia, inicia y crece.
***