Milton Fernando Romero-Obando entrevista a Edwin Madrid

Milton Fernando Romero-Obando entrevistó al poeta ecuatoriano Edwin Madrid en Quito. Romero Obando es crítico y vive en actualmente en Cincinatti. Edwin Madrid es una de los referentes de la poesía ecuatoriana actual. En 2004, Madrid mereció el Premio Casa de América de España. La entrevista toca su quehacer, su vocación, su relación con la tradición lírica.

 

 

 

 

 

EL POETA PUEDE TENER LA VOZ DE TARRO PERO NO DE UN POLÍTICO

 

 

•             Por favor, cuénteme un poco de su infancia, adolescencia, hubo algún tipo de influencia que le haya marcado de por vida en el mundo de la poesía.

No sé, tal vez, te pueda mencionar una especie de lugar común. Creo que el primer momento donde tengo conciencia de la escritura se da en la escuela. Estaba en tercero o cuarto grado, era un niño de 9 o 10 años; cuando llegó la mamá de una compañera y, claro, ingresó al aula, preguntó: ¿Quién es Edwin Madrid? Recuerdo, todos mis compañeros me señalaron. Esto me sorprendió: -¿Qué quería esa señora? Vino donde mí y casi me sacudió, reprochándome y reclamándome por qué le había escrito una carta a su hija… —dijo con tanta fuerza, con tanta ira, que— su hija no es una niña para esas cosas, que deje esas sandeces que le había escrito. Yo no me acuerdo realmente lo que le escribí… seguramente fue una carta de amor, pidiéndole que se case conmigo y que íbamos a ser felices. Seguramente fue eso que escribí, pues era tanto el enojo de la señora; entonces, éste es el primer momento que tengo conciencia  de la escritura. Y, creo que más tarde, en el colegio, esta conciencia pasó a ser una especie de pasión escondida… ahí mientras estudiaba las cosas del colegio, también conformamos un grupo, con algunos compañeros, para estudiar otras cosas: leíamos básicamente política, pero también filosofía y también literatura. En el colegio descubrí a los grandes narradores del boom latinoamericano de narrativa, conocí a Borges, García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Rulfo, a todos, y creo que crezco leyendo  esa gran literatura latinoamericana de los sesenta. Sin embargo, no sé por qué comienzo a escribir poesía, tal vez, porque era lo que estaba más a la mano para expresar lo que yo quería decir. Esto para mí será fundacional: el hecho de escribir como una manera de vivir.  Pues la literatura pasó a ser mi manera de percibir el mundo. Nunca imaginé que mientras leía yo podría llegar a escribir.

Cuando voy a ir a la universidad, mi mamá hace un cambio de situación geográfica y de vida, salimos de la ciudad y fuimos a vivir al campo, a San Rafael, en el Valle de los Chillos, que más bien fue una zona veraniega de los quiteños en esos años; sin embargo yo era un niño muy de barrio, yo pasé mi niñez en la calle, en el sur, en un barrio muy tradicional del sur de Quito, me eduqué en el Colegio Montúfar. Entonces este cambio de ambiente de ser un niño muy urbano a niño de campo, porque era campo… ¿no? Recuerdo, había vacas, familias  que tenían sus terrenos para sembrar maíz, yo no conocía ni siquiera una planta de maíz. Entonces allá voy y el contacto con ese medio, me parece maravilloso. Y también se convierte  en una etapa muy importante para mi decisión por la Literatura, porque todo esto me parece edénico, maravilloso, el campo , las vacas, el olor de la tierra, los pajaritos, el río, los árboles, las montañas, todo me parece lindísimo. Pero solo por quince, porque al mes ya estaba aburrido, ya no sabía qué hacer ahí, quería salir corriendo y volver a la ciudad, y claro no podía. Solamente tenía el contacto con el colegio. Pero ahí, en el campo descubro que lo que mejor puedo hacer es leer, leer y leer: todo lo que había en mi casa, en las bibliotecas de los amigos, de los vecinos, en las bibliotecas pública… y en esa lectura, en esa pasión que encuentro con la lectura, un día me dio que yo también podía escribir lo que leía y, claro, acepto el hecho de la escritura como un reto y una posibilidad también. Y entonces me pongo a escribir, y lo que en el principio era como un hobby del colegio pasa a ser otra cosa, pasa a ser un elemento muy importante, que después cada vez se iba haciendo más importante. Luego,  cuando ya voy a la universidad, decido que lo que quiero es: escribir, quiero hacerlo con una visión que sea contundente, como los maestros que había leído y por eso elijo estudiar Ciencias Económicas en la universidad, porque ya antes había leído muchas cosas políticas y estaba convencido de que mi literatura debía ser muy crítica con una sociedad adversa; y que esa visión como científica me iban a dar las Ciencias Económicas, por eso estudie incluso Físico Matemático en el colegio ,y hoy me parece que no me equivoqué, porque los tres años que estudié Economía, me dieron instrumentos de una visión de la sociedad más centrada y crítica. Yo pensaba, mi Literatura podía tener la magia, la fantasía, pero siempre iba a tener algo que me conecte con la realidad de la sociedad. Por eso solamente estudié tres años, porque después de eso, la Economía se hacía más para la administración de empresas y ese nunca fue mi propósito. Y desde entonces claro,  siempre ha estado la poesía conmigo.

•             Leí que también asistió a talleres literarios con Miguel Donoso Pareja, ¿Cuál es la influencia de estos talleres en su obra literaria?

Eso también es súper importante,  me parece que sobre todo los talleres que los construyó y dirigió Miguel Donoso; él viene justo en la época que se abre la democracia en el país, él estuvo exiliado en México y allá llegó a ser coordinador nacional de los talleres de literatura, entonces viene con una gran preparación para abrir los talleres acá, en el Ecuador, abre en los 80 un taller en Quito y otro en Guayaquil y claro para trabajar de la misma manera con pupilos como lo había hecho en México; toda esa experiencia es riquísima, porque los talleres de Miguel nos enseñan a ser críticos, no solamente con la literatura Ecuatoriana, sino críticos con lo que nosotros mismos escribíamos, eso es una cosa que yo agradezco, porque después del éxito que tuvieron estos talleres en Quito como en Guayaquil ,comienza una proliferación de talleres, creo que se da una época, en esos años, de talleres literarios en el país. Después de los primeros talleres de Miguel aparecen varios escritores; ahora mismo puedo nombrar a escritores que salieron como Raúl Vallejo, también está otro, catedrático, Fernando Balseca,  también está un periodista que es Byron Rodríguez y otro gran poeta que es Jorge Martillo, está mi amigo, el narrador Alfredo Noriega, que vive en París. Entonces, desde luego, que haber asistido a esos talleres me sirve no solamente para desarrollar una visión, sino también para afianzar una manera de concebir la literatura. Mi ingreso a los talleres fue muy casual, yo era una especie de gamberro literario que había salido del colegio y tenía ínfulas de escritor, que no creía en la oficialidad de la Casa de la Cultura, y pensaba que el trabajo de Miguel, eran unos talleres con una visión oficial de la Literatura y eso para mí era despreciable, todo gesto de oficialización hasta hoy me es repugnante. Pero un día que estaba paseando con mi novia por El Ejido, por curiosidad,  le dije, mira ahí en la Casa de la Cultura dictan unos talleres de Literatura, y le pregunté: ¿No sabes cómo es eso de los talleres… y ella dijo: No, pero vamos y preguntamos. Entonces entramos en una oficina, y nos dijeron: ustedes tendrían que hablar con el coordinador, y cuando acababan de mencionar la palabra coordinador, apareció un hombre grande, alto, y le dijeron: ¡Ah Miguel!, estos muchachos quieren saber de los talleres. Ya no me quedó otra que preguntar por los requisitos. Miguel, respetuoso preguntó sobre lo que escribía, dijo mire, puede ser que usted esté más adelantado. Aunque me pude percatar de la “perversidad” que había en esas palabras porque me pidió mostrarle los poemas. No sucumbí a la alegría de mi novia que me hacía porras para que dejara mis poemas. Así que, claro, fui llevándole como ocho poemas con toda esa potencia que tiene un joven, y cuando le llamé a Miguel para saber su respuesta, cambió de esa manera tan cortés a otra muchísimo más amigable y me dijo: Edwin estoy muy contento de que puedas ingresar y me invitó a su taller. Yo no supe, me había invitado al taller de los avanzados, porque había ese grupo de los avanzados y otro de los principiantes. En el taller de los avanzados conocía a dos poetas que estaban ahí, ya me los había cruzado y ya sabía qué escribían. En el grupo todo fue anecdótico porque me dijeron que cómo así, que cuáles fueron las palancas… se supone que uno iniciaba por el taller de los iniciados. Bueno, me quedé con Miguel un poco más de dos años, creo que Miguel fue muy generoso, muy importante su presencia para nuestro desarrollo, y yo tuve la suerte de ser su alumno.

•             ¿Pero de alguna manera se refleja esta influencia de Donoso?

No hay una influencia literaria realmente, pero si hay una influencia de una manera de trabajar, lo que aprendí en el taller con Miguel es como especie de regla de oro: que uno tenga esa capacidad de ser autocrítico, no enamorarse de tus textos, sino aprender a mirarlo cómo es un texto que no le pertenece a uno, que es un texto de los demás, un texto que tiene que ser autosuficiente para abrirse camino por su cuenta, que pueda leerlo quien quiera.  Esto aprendí allí, con Miguel, y esta es una regla con la que siempre trabajo. Entonces hay una aprehensión de las cosas que tuve en el taller con Miguel. Pero no una cosa literaria, ni siquiera una manera de ver la literatura, sino una manera de trabajar, honesto con uno mismo y con el texto, esa es una enseñanza que le debo a Miguel, porque él me enseñó que uno no puede mentir cuando escribe y, que uno es absolutamente lo que escribe.

•             Por su educación universitaria, ¿usted propone una relación entre la poesía, la literatura y la economía?, ¿Refleja de alguna manera esta relación poesía–economía?

No sé si puede haber una relación poesía-economía, por ejemplo Eliot fue un banquero, Nicanor Parra, físico nuclear. Además, yo siempre dije que no me interesaba la Economía como para la administración de una fábrica o de un banco, sino la economía en su base de análisis de la sociedad, para tener una visión objetiva del mundo. Yo creo que a mí y,  es lo que también digo a mis alumnos, yo creo que a mí, por ejemplo, me pueden decir que he escrito un poema pésimo, un malísimo poema, que he escrito un texto de mierda, pero nadie me puede venir a decir que soy un pendejo. Yo sé por qué escribo, y cómo lo escribo, incluso, de ahí que sea malo, que sea feo, que sea lo que sea, es otra cosa, pero que estoy ubicado en lo que quiero decir, esa es una verdad, una certeza para mí que me motiva. No soy un poeta que tiene pajaritos en la cabeza, un vulgar pendejo, no.

•             Me pareció una relación muy interesante…

Es así, no se puede escribir de otra manera o al menos para mí es así.

•             Y a propósito de eso, la poesía de Edwin Madrid propone un marco estético donde juega con las ideas y las palabras, es decir, propone, el arte por el arte o es un medio de denuncia social.

A estas alturas ya no me importa que pueda ser un juego de palabras, de hacer el arte por el arte, yo no me planteo una situación así, lo que me interesa, si es un juego pero que te deje algo también, me interesa lo que hay detrás de ese sonido o de esa banalidad que puede tener el juego con las palabras. Entonces sé que hay algo mucho más allá de esa aparente simplicidad que tiene esa manera de construir ciertos poemas. Creo que la poesía tiene que ser hecha, tiene que ser construida con las palabras de todos los días, las palabras que utilizamos para seducir a una muchacha, las mismas que usamos cuando compartimos un plato de comida o para pedir la bendición a los padres; yo creo que la poesía tiene que ser construida con esas palabras, todo es cuestión de encontrar un nuevo orden a esas palabras, un orden que solamente el poeta puede encontrar, y  que digan las palabras no solo lo que tienen que decir,  sino también lo que no dicen; que me parece, es a lo que fundamentalmente apuntan mis textos: comunicar lo que no dicen esas palabras, que la poesía está en ese silencio que hacen las palabras.

•             Estaba leyendo muchas cosas y por ahí encontré que algunos críticos comparan su poesía con la de Jorge Enrique Adoum y con la de Jorge Carrera Andrade, ¿Qué tan acertada cree usted que está esa opinión, para usted cuáles son los puntos en común con esos poetas?

Bueno, a mí no me interesa un punto de encuentro con tal o determinado poeta, me parece que esos poetas que menciona, son los más grandes del Ecuador. Carrera Andrade, por ejemplo, es un poeta de todos los tiempos y Jorge Enrique Adoum es la voz contemporánea más importante, pero aun así, y a pesar del cariño, y a pesar que les quiero mucho, no estoy interesado en tener ese tipo de contacto, yo quiero únicamente escribir las cosas que me seducen, las cosas que me apasionan y ahí, sí puede haber un punto de encuentro con Carrera Andrade, con Juan Gelman, con García Lorca, con mi amigo Luis García Montero, pero son cosas que no me lo propongo conscientemente y entonces yo no sé. Lo único que quiero ser es muy honesto con lo que escribo, es decir, no hay ninguna pretensión, no quiero ser un gran maestro, ni alcanzar a ser un gran poeta como ellos, únicamente intento sacarme el demonio, ese texto que no me dejará en paz hasta que lo escriba, solamente eso.

•             Edwin Madrid ya ha viajado por medio mundo compartiendo su poesía, ¿cómo le afectan estos viajes a su sensibilidad y poesía?

Antes de ser escritor y poder hacer estos viajes, cuando era un adolescente, tenía más o menos quince años,  ya pensaba en la Literatura y tenía esa idea maravillosa del viaje, no sé por qué, no sé, debo haber leído tanto, porque la Literatura siempre me ha parecido como un viaje y , porque tal vez, creía que la lectura también era un viaje físico, no solamente con las sensaciones, con las emociones, sino también un viaje común hasta que, de pronto, me doy cuenta que vengo viajando y estando en contacto con los pares en otras partes del mundo, esto antes lo disfrutaba mucho más porque me deslumbraba. Pero ahora ya no me entusiasma tanto, ya lo que más anhelo es sentarme a disfrutar de la soledad de mi casa y leer y escribir. Es más, creo que nunca hubiese podido viajar sin la posibilidad que me ha dado la Literatura porque, por mi cuenta, no lo hubiera podido hacer y, no lo puedo hacer incluso hasta ahora, y aunque sé que esta maravilla de viajar es como pequeños agasajos que te da este trabajo, como también, poder mirar otros mundos y de, también, observar las otras Literaturas y, sobre todo, claro, no deja de ser un enriquecimiento para tu propia literatura, es decir me ha dado mucho gusto por ejemplo llegar a leer en Chile o México o leer en España, Costa Rica,  Suiza,  Francia, etc. Sin embargo, ya no lo disfruto como antes, poco a poco voy haciéndome más selectivo.

•             ¿Y ahora el poeta, pretende ser un poeta ecuatoriano o un poeta del planeta?

Mira, yo lo que más quiero, con mi escritura es que sea una voz auténtica, una voz inconfundible. Obviamente si viviera Buenos Aires o en Madrid, escribiría de otra manera a pesar de ser ecuatoriano. Por eso también nunca he querido moverme geográficamente de Quito, creo que hay una manera de decir, una manera muy ecuatoriana de decir; eso para mí es una cosa importante, yo no quiero parecerme a nadie, quiero ser yo, es decir ecuatoriano, de clase media, que tiene una familia aquí en Quito, que le gusta las montañas, que quiere a su esposa, que ama a su hija, que disfruta de una comida con sus amigos, eso quiero que se note en lo que escribo. Pero este mismo convencimiento de ser profundamente ecuatoriano puede ser también lo que dijo Chejov: hay que escribir de la comarca para ser universales. Pienso, por ejemplo, que este mismo momento, del otro lado del mundo, hay alguien con mis mismas preocupaciones, alguien también con mi misma sensibilidad, la misma manera de ver este mundo, que no solamente uno está loco en Quito, sino que hay alguien loco en China, hay locos en todos lados, la cosa es como poner esa locura en palabras.

•             ¿Qué representa para usted haber recibido el premio “Casa de América 2004”?, ¿Cómo esto  podría afectar a la Literatura ecuatoriana?

Fue muy bonito, pero no me ha afectado,  lo he disfrutado como una cosa efímera; y desde luego que para la Literatura ecuatoriana es muy importante,  porque un individuo de la nada como es el ecuatoriano, de pronto está en el mapa de la mejor poesía que se está escribiendo en lengua española, entonces es como ponerle al país dentro de ese mapa, donde ya está Argentina, ya está México, Chile, donde ya está Colombia; entonces colocarlo ahí me parece  importante.

Una de las cosas que dije cuando me hicieron una entrevista en España a propósito del premio, dije que me parecía importante el premio, porque  demostraba que en el Ecuador también se escribe, que no solamente hay mano de obra barata, sino que también hay poetas, y que yo era parte de ese conglomerado de compatriotas que llegaban en oleadas allá para buscarse mejores día, solo que lo mío era la poesía.

•             El taller literario juega un papel preponderante en su vida, primero como estudiante con Miguel Donoso Pareja, después, o ahora como maestro, ¿cuáles son las enseñanzas que trata de mantener?

No quiero que un estudiante salga convertido en un cronista o en un escritor, creo que ese no es el fin del taller, a mí me parece que más bien es un espacio de generosidad, donde comparto lo poco o mucho de mi experiencia, de mi propia formación como escritor, te decía que me parece hay poca humildad en los maestros ecuatorianos para compartir su sabiduría y creo que en el taller se puede lograr esto. Decidí  enseñar en los talleres de creación literaria convencido de esto y, lo decidí solamente cuando creí que ya estaba cultivado para hacerlo, cuando creí que tenía todas las herramientas, tenía toda la formación, el carácter, la visión que uno como coordinador o director de un taller de literatura debe tener para poder impartir.

Siempre digo a mi s alumnos que, en el taller de escritura uno puede salir aprendiendo a escribir o no, pero una cosa sin comparación que te da el taller de escritura, es que vas a salir lector, esa es una cosa sine qua non del taller de escritura, porque para poder comentar los textos escritos por tus compañeros tienes que ser un excelente lector, un lector especializado, tienes que ser un lector que va mucho más allá del simple gusto, tienes que ir más allá, a tratar de desentrañar lo que verdaderamente nos quiere decir el texto. Entonces lo que yo aspiro en un taller de escritura, es que un tallerista salga pensado como un escritor; ¿cómo piensa un escritor?, no lo sé y, además, no me interesa además como piensa un escritor, yo sé cómo pienso yo y eso no interesa a nadie, pero cada uno, cada quien, de los que están en el taller, tienen que aprender a pensar como escritor, es la única manera para poder escribir. No se puede enseñar a pensar, pero los doto de cierto instrumental para que cada quien vaya haciéndose en la práctica. Esto es para mí el taller junto a la alegría, la emoción y la pasión que tengo con los talleres y con mis alumnos.

•             Se dice que el poeta no es un profeta en su tierra, ¿qué piensa al respecto?

Que es una frase de cajón, pero la que más me disgusta es aquella que dice: que de músicos poetas y locos todos tenemos un poco. Aunque a mí, me gustaría tener un poco de músico, loco y médico ¿por qué no?; no sé porque tiene que ser de poeta, ¿Cómo así?  Entonces claro, la frase: uno no es profeta en su propia tierra, es muy lapidaria en nuestro país. Pero no solamente aquí, porque se trata de una realidad hasta en los países desarrollados. A veces son cuestiones del azar las que te permiten descubrir un poeta que estuvo olvidado y que en el momento en el que debía recibir toda la atención no se la entregó, sino después, pero creo que esta es una cosa que sucede y que pasa en varias instancias. A mí no me llama mucho la atención lo de acá; es decir, creo que he sido, no solo, honesto con mi trabajo, sino con lo que he podido hacer para el país y por eso creo en los talleres,  los mantengo y los defiendo. Tampoco creo que sea gran cosa ser profeta en la propia tierra.

•             Una pregunta interesante en este tiempo, a propósito de la muerte de la esposa de Jorge Enrique Adoum, ¿después de Enrique Adoum, que hay?

A ver, a Jorge Enrique Adoum lo quise muchísimo, no solamente por lo gran poeta, sino porque era una persona muy amable conmigo, puedo decir que, particularmente, recibí una trato lindo, incluso hubo oportunidades de tomarnos unos tragos y de charlar largamente sobre poesía, trabajo y sociedad. También con su mujer, con Nicole, que fue una linda persona. Por eso  creo que esa es una pregunta que hay que hacerla a la Academia porque, lo que si estoy convencido es que Adoum fue un ejemplo para las generaciones venideras y que hay gente ahora mismo trabajando con esa intensidad, con esa vocación y con esa inteligencia que Adoum nos mostró para hacer la mejor poesía. Entonces después de Adoum hay ese espacio que el mismo sembró y que está ahí y que no es a los poetas a los que nos toca descubrir.

•             Y desde su perspectiva, ¿Cuál es el futuro de la Literatura Ecuatoriana?

El futuro, a ver, vamos a sacar la bolita mágica para ver el futuro, no. Yo creo que la Literatura Ecuatoriana tiene un presente maravilloso, un presente prodigioso, sobre todo en la poesía contemporánea, hay un trabajo estupendo y hay excelentes poetas. Y espero que se pueda cuidar a estos poetas, a estos escritores para que no descuiden su trabajo en la Literatura, puedan dedicar los mejores esfuerzos. Ojalá incluso todo su tiempo para que su literatura deje una huella y tener ese reconocimiento internacional que merece; es decir, creo que es ahora, no creo que a futuro, el futuro de la Literatura Ecuatoriana no existe, tiene que ser ahora.

•             ¿Edwin Madrid tiene voz de político?

Me interesa la política, no me interesa ser candidato, pero me interesa la política, creo que hay un juego muy rico con la palabra, que ha sido degradada por los políticos, me parece interesante que un poeta pueda mostrar el otro lado que tienen las mismas palabras que los políticos utilizan pero desde otro lado, desde ese lado que ni se les ocurre y tampoco se imaginan los políticos que tienen las palabras. Entonces en este sentido me interesa, me interesa la sociedad, me interesan los demás, me interesa el bienestar, el país, como me interesa la buena poesía. Pero yo no tengo una voz política, yo puedo tener voz de tarro, pero no política.

•             El poeta y el político, la poesía en la política, qué opinión tiene al respecto.

Esa es una pregunta, la más fácil y la más corta, porque tengo un poema cortito que dice, no sé si lo diga bien, nunca he memorizado un texto mío, este tiene dos líneas, se llama Los Puetas: Hay  poetas que visitan la casa de gobierno, pero por suerte también están los que visitan las casas de  putas y cantan a las putas. Esta es mi opinión.

•       Tiene un poquito más de tiempo o….

Terminamos la cerveza y ya ¿no? voy a……

 

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