Nuevos Poetas de Sinaloa: César Cañedo (Foja de poesía No. 475)

La poesía de César Cañedo (El Fuerte, Sinaloa, 1988) es desafiante e irrumpe como un río energético. En Círculo de Poesía presentamos una muestra de su obra en el dossier de Nuevos Poetas de Sinaloa que coordina Mijail Lamas. Cañedo actualmente estudia el Doctorado en Letras en la UNAM y es fundador y codirector del Seminario de Literatura Lésbica Gay, UNAM, de reciente creación.

 

 

 

 

 

 

 

 

KHERIGMA

 

para Kheri Villagrán

 

I
Enviado desde el abyecto
deseo de la carne de varón
por proclamar a un hombre
que se entrega a otro hombre
desde una sincronía que redime,
una paz, un solo éxtasis, dos cuerpos.
Tu nombre es el anhelo del amor perdido,
la esperanza infecunda que humaniza,
la garganta de Adán que se atraganta
en ríos de semen de carrera trunca.
Tu ternura es proverbial, chiveada,
de niño táctil que acaricia un niño,
cuna de calma de marea profusa,
memoria prístina en primeras veces.
Tu palabra tiene la esperanza humilde
del vendedor de nuez garapiñada,
de todos los que están en la paz silenciosa
y en el hacer alegre que trasgrede
el límite exigido de una vida al margen.
Tu presencia es fuente de verdad,
camino firme del amor que une,
recuerdo de salvación en el futuro,
despertar luminoso de una vida digna
que estuvo ensombrecida por la culpa
y el miedo y el rechazo.
Tu cuerpo es Occidente con Uranos
revestido del Padre y en el Hijo,
divino desde la punta de tu uña torcida
hasta la punta del páramo marfil de tus omóplatos
nalga, sudor, lunares, miembro erecto,
ensortijado azabache de gallardo potro,
de la crin a la cola perla turgente,
atléticas ancas de viril pendencia,
memoria del futbol son tus dos piernas
y un tímido six pack que te hace encuadre,
en el robusto, pero delicado,
lúbrico, mas no excesivo,
glandezco, aunque no gigante,
pletórico, real, supremo pene.
Llegaste ungido de la buena nueva
y por eso te abrí la casa de mi entraña,
de lo que me hace ser éste y no ser otro,
de mi templo esculpido de varón sin mancha.
Y todo transformó,
primavérica, expectante, divina,
tu venida.
Esa mística calma del amor misterio dejó la profecía
y se hizo hombre.
Ese desear sentir como a ninguno dejó la onanastía
y se hizo hombre.
Ese tocar la dicha de la gracia en el encuentro con otro dejó la fantasía
y se hizo hombre.
Ese fundir tu cuerpo con el mío dejó la cobardía
y nos hizo hombres.
¡Oh dicha, que proclama la paz de un tiempo nuevo
a partir de tu rostro!
¡Oh esperanza, que me invita a estar siempre en alerta
y anhelar tu regreso y tu presencia!
¿De qué me serviría haber rodado tanto
en el inmundo mercado de varones,
en la orgiástica carne por la carne,
en el tropezar de ídolos de un día,
de profetas merolicos de pasiones muertas,
si no vendría el tiempo de nuestro encuentro?
¡Oh proclama del ideal cumplido
en tu cuerpo, en tu nombre y en el mío!
Oh revelación gozosa
que me incita a pedir más y nada a cambio
que me postra de hinojos en tu templo
que hace me sacuda las sandalias del Marrakesh,
de Zona Rosa, Grindr y los saunas.
Es éste tu tiempo de maravilla y gloria,
de sendas a tu lado,
de parábolas en tus brazos para que duerma
colmado en tu presencia.
Es éste tu verbo hecho promesa,
tu enunciación unida con la mía
conectada por fuerzas que provocan
alzar mi voz al cielo en tanta calma
y decir es verdad y es porque existes.

 

II
¿Pero no estoy, también, crucificado?
¿No es ésta acaso tormentosa angustia
de tus clavos cuando mi voz se calla
y no queda de ti sino el silencio?
Cuando todo mi cuerpo se electriza
pero tú te retiras del espasmo
y me cierras la puerta de tu historia.
Si mi mejor proclama no te llega,
no te hace eco porque ya estás lejos,
cómo poder vivir de aquel recuerdo,
de una paz que se apaga
porque así lo has querido.
¿Por qué para vivir en tu presencia
el calvario es el Alfa y el Omega?
¿qué los planes, los sueños, el tiempo y el latido,
en qué coladera del amor se ocultan
cuando te haces distante como el cielo?
Tu anunciación va unida a mi penumbra
y la duda es la lanza de Longinos:
para quedarme con lo ya vivido,
debo de renunciar a tus gemidos.
Debo aceptar tu pacto,
por el que reconoces:
“fuiste llamado, pero no elegido”
y en esa posición que me confinas,
jaque perpetuo de mi amor frustrado,
parálisis de estrategias, retirada
¿retirada?
retirada en la tregua del amigo.
Unirme a tu amistad es no sentir divino,
es una inútil mediación de iglesia
que me hace verte desde el lente oscuro,
porque tu vista daña la pupila.
Es contemplar tu imagen, llevarme tu estampita en el bolsillo,
en la proclamación de una doctrina muda,
en una fe que no quiere ser ciega
porque transmuta la esperanza en terquedad berrinche:
¡Vuelve a mí, vuelve a mí, vuelve a mí!
¿Cómo fundirme, cómo estar de nuevo
sin que tu manto púrpura me arrope?
¿Cómo pactar renuncia sin olvido?
¿Cómo acallar el mundanal ruïdo
que me grita que fuiste cruel conmigo?
Y entre tanta frustrativa sombra
y tanta duda de recuerdos fríos,
entre lo que esperaba y lo vivido,
entre los latigazos y las burlas
por todo aquello que no fue ni ha sido,
de tanto martillar entre mis clavos,
vuelve triunfante aquel tiempo del gozo
y la imagen de un amor sacrísimo
que nos unió por un instante altísimo
susurra el más noble misterio,
entona en una voz que sale de la tuya
la única verdad que me consuela:
habrá una parusía
que no tendrá tu rostro,
serás transfigurado en otros hombres
que sí se inmolen en este cordero,
en este cáliz de ofrecer abierto,
que puedo dar y que me pertenece
gracias a aquello que aprendí contigo,
gloria a Dios.
Por eso,
por la bendita memoria de un querer sin límites,
comulgo en tu fraterna eucaristía,
te acepto todo en este fiel recuerdo,
que de amistad nos colme y santifique,
renuncio a la renuncia y al olvido,
perdono mi perdón y tu rechazo,
tomo de nuestras culpas la alegría,
hago de nuestro gozo bienvenida
a un compartirnos por los siglos,
a un comprendernos sin martirio,
a un requerirnos sin delirio.
Bendito seas por siempre entre los hombres
que se aman entre sí,
porque fuiste mi Kherigma de un amor tan puro
que no será contigo en estos tiempos,
aunque eso no cancela
ni tu presencia cálida
ni mi amor a otros futuros Cristos
ni la duda dulcífica y amarga
que vuelve a revestirme de esperanza.

 

 

 

 

María y Magdalena

Pero mira cómo beben las vírgenes su río,

Pero mira cómo beben el fruto de su estío,

Beben y beben y vuelven a beber
Las vírgenes entre ellas para sentir placer.
Cantar de Pastor-ella.

 

María abrasa a Magdalena
se reconoce a sí misma
en cada espasmo,
en la perla tupida de floresta,
en el sándalo púrpura del dedo,
en la vestal cocupiscencia oculta
de vírgenes ungidas de paráclito.
Vainas sagradas,
envueltas en un manto de estrellas que punzan,
rozan, amasijan, redoblan,
amamantan la tierna y blanda carne.
“Puerta del cielo eres,
Dios te salve, María”,
le dijo Magdalena
al oído, trémula, gimiendo.
“Y tú, consoladora y reina,
mi torre de marfil,
mi casa de oro, Magdalena”,
replicó la otra
entre mares de espuma suya.
Gozosas de concha nácar,
de melodías de salterio,
de ritual de palomas encontradas,
las vírgenes florecen
son lunas ascendentes de mareas
y mieles descendientes se ladean
y despiden un olor castísimo
de jazmines y flores de naranjo.
La Virgen mira al cielo
en éxtasis supremo
y se encuentra con Ése que vigila.
“No temas, María,
que serás Virgen eterna y Santa Altísima,
porque no te ha tocado Varón”.
Para un perfil de Manhunt.net

 

De hombre a hombre y de un lugar al tuyo,
cauce lascivo de tu áspid sigo
mas si descubro que no vales, ¡huyo!
y el ciclo de la búsqueda persigo.
Penetrar tus abismos, es, amigo,
provocación de este virtual barullo.
De la solaz chaqueta a estar contigo
lo segundo es mejor, ven, yo te instruyo.
Con frenesí tu retaguardia invoco
y entro y voy a donde diga y mande
el antifaz crecido de tu glande.
Mi humanidad entera te coloco
y para no hacerte el cuento grande
dejarás de temer hasta del coco.

 

 

 

 

Pollock

 

Aquí debería estar tu nombre…
pero no está porque es de hombre.

 

Detrás de ti, a mano alzada,
juego con tu pincel, exprimo en tu paleta
colorido y viril engrudo y tuyo.
Ya las sierpes se empinan, más me acerco,
como agarrando firme la bandera de méquico,
legado de nuestro semen, que tantas glorias coronó en mi primaria.
Desde ese abrazo desigual, por esa empuñadura (manco pacto envainado),
hierven pecho con nuca, espalda y frente,
y por tu caracola tersa oreja
asomo tímida barda la mirada,
al hipnótico vaivén del sube y baja punta rosada,
que no chirría, gime en tus espasmos,
y al inclinarme todo, proxemia favorable,
más se acercan tu atrás con mi adelante,
más tu cuerpo al mío enhiesto, más engrudo,
más lúbrico redoble,
más mi mano,
y tu arqueada vista que no sigo, encuentra mi nariz desflorada,
ambas deléitense, muérdanse, chóquense,
en ese ciego succionar de incómodos rostros torcidos,
en mi no detenerse que contempla y en tu estática fuerza que coopera.
De mi mano labrada cae de muerte un final
cosechando simiente para nada.

 

 

J

para Javier Ureña

Jota del reino,
J nazarena,
Jota de tu inicial y mi desvelo.
Ángel primero cuyo urgente sieno
elevo a caliz de sagrado anhelo.
Canto con otra Jota, la impostada
voz dadivosa de poesía preclara
para darte en el alga de tu verde musgo
la salmónica esencia de mi tanga elefantada:
Oye, muchacho de mi ardiente vara,
palidecer mi reino en tu regazo,
descúbrete la espalda de un zarpazo,
cubre túmulo afertil mi senara.
Si al imán de tus gracias,
te gratino, lisonjero,
unico, abierto, el mundanal mollete
suave pincel que pule el caballete
óleo de oscuridad que nutre el Duero.
Río subterráneo de mi amor versátil,
púrpura manto de cubierta púrpura,
esencia olor ciruela, piel nefanda
escamada del pez que fluye y brota.
A otra jota arribamos y a otra alquimia,
a otra canción acaso, pero al mismo y duro sexo compartido
y equidistante, matemática, algebraica mi intención:
si A por B, J por J y es indivisa y una la poesía.
Jota de letra y carta, barajas y alfabetos,
canción para guardarme de mayates,
rezo para invocar al ángel de la guarda reta guardia reta guardia:
““Mi dulce compañía, no me desampares ni en lo seco ni en el día,
llévame al paraíso de tus tías,
me quedo con el plátano y no con la papaya aya aya.
[Coro:] Los de adelante cogen mucho y los de atrás gozan igual, igual igual””.
A ti quiero guardarme, santificarme, encomendarme.
Por la Jota inicial de tu nombre, Javier,
que es como un anzuelo
que espera reencontrase con ese pez que no muere en su agonía,
mística de una letra y de un destino.
Porque sientes, palpitas, gozas y callas (para el mundo),
un amor que desde  hace mucho dice su nombre y canta
con muchas voces,
en muchos tiempos,
en perras negras, y blancas y vomitivas de poetas atrevidos,
perseguidas, violentados, admiradas,
muertas, jodidos, encarcelados,
somíticos, almibarados, lesbosas,
tortilludas, deícticas, sinuosas,
sopladores de lecho, mariposas,
ninfos, volteados y jotas.
Por tu afán de ser hombre y de ser mío
y de lamer mi selva axila
y ese pubis tan negro que deshaces
en las atormentadas horas de pasión espalda,
barebackers de un amor sulfúrico,
que tiene del asombro la estocada
a pelo.
Bichis como mi muerte
que me aguarda después de poseerte.
A ti me entrego en esta J, póker de tradiciones, bastos, espadas y copas,
máscaras todas de tu nombre, arquetipo de genealogías invertidas:
San Bohórquez, San Novo, San Eluterio. Ruega por los culos.
Décima letra de una muerte pronta
que espera el fin del SIDA y del calvario
llámese fammilia, y curas, y adoradores del futbol,
hienas al fin cegadas por su devorar y sus buenas maneras
que se la pasan ahogando nuestra nueva revolución
y la esperanza,
nos prefieren con el culo al aire y con el corazón oculto,
contoneados en República de Cuba,
grises de excremento en el sexo,
marchitos de labial, fabricados de bares,
improductivos de redes sociales,
enajenados por el nuevo día en el que hay legislaciones a nuestro favor,
matrimonios felices a la Disney y un último vagón que se reactiva,
pero en ese nuevo día seguimos atacándonos unos a otros, porque la culpa
y el pecado y la señora que aleja a sus hijos de nosotros
nos rompen más las ganas de ser diferentes que los rectos,
porque aquél es chacal, éste una fresa, el otro un perro reprimido
que nunca se quiso acostar conmigo y tiene tres hijos una esposa una cuenta a crédito
y yo no tengo más que ochenta penes bien identificados para el record,
mi ponzoña y mis ganas de señalar las carencias de tantas jotas tan infelices,
y eso no va a cambiar.
Sabedores estamos de que aquel otro día nunca llega
porque el mundo
y los hombres
y la vida
y los miedos hacia adentro
y lo nacas que son tantas
y lo locas que son otras
y lo vacías que nos vemos al destazarnos
y lo calientes e infieles que somos todas
y (hasta el poeta pierde la voz)
((porque no puede llegar ese otro modo)).
Pero así como moriremos en el  intento de tener hijos por la vía natural,
no dejaremos de reconocernos en el rosado de las tardes de pueblo,
en el niñito que realiza con una gracia la primera posición de ballet,
en las miradas reversibles del asfalto a la oficina,
ni en las lágrimas por no poder decirle nada al mejor amigo de secundaria,
ésas que se convierten luego en semen muchas veces derramado,
en anhelo de campo abierto y flor de loto.
Por todo eso y lo que se me olvida, Javier,
te invito a que no guardes ni ocultes esta J
sino que la vueles como papalote,
la degustes como algodón de azúcar,
la proclames como el evangelio,
la vistas como las ropas nuevas del emperador,
la cantes como el ruiseñor a la rosa,
la recites como el padrenuestro antes de dormir,
la ostentes como el título universitario,
la legalices como el pasaporte,
la actualices como las aplicaciones de tu teléfono,
la compartas, como tu estado en Facebook,
la derroches, como el dinero de tus padres,
la cuides, como la salud del abuelo,
la uses, como tu cuenta de Grindr,
la desarrolles como la confianza,
la actúes como el teatro de Óscar Liera,
la integres como tu tarea de cálculo,
la fortalezcas, como las encías que se cansan de sangrar en besos negros,
la defiendas como a tu hermana de sus novios,
la sueñes, como la mariposa que soñó que era un gusano,
la publicites, como la coca-cola en tiempos del imperio gringo,
la enseñes, como tu primo te enseñó por primera vez una verga que no era la tuya,
la sientas, como esa tarde oscura en que te penetraron dos veces en aquél camión de ruta,
la escojas como tu destino,
la vivas, como tu vida amando a ese otro hombre que algún día quise ser yo.

 

 

 

Datos vitales:

César Cañedo (El Fuerte, Sinaloa, 1988), poeta, atleta, profesor, investigadora, actualmente estudia el Doctorado en Letras en la UNAM, donde ha estudiado su licenciatura y maestría con trabajos de investigación sobre poetas y escritores marginales mexicanos del siglo XIX, como Antonio Plaza, Josefa Murillo y Adolfo Carrillo. Es fundador y codirector del Seminario de Literatura Lésbica Gay, UNAM, de reciente creación. Un par de textos suyos han aparecido en publicaciones impresas y digitales.

 

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