Dos poemas civiles de Juan Domingo Argüelles

Presentamos dos poemas civiles de Juan Domingo Argüelles (Chetumal, 1958) dedicados a Efraín Huerta y José Revueltas. Además de poeta, es editor y escribe también ensayo literario. Sin su labor crítica sería casi impensable tener una imagen de la poesía de la poesía mexicana contemporánea. En 1995 mereció el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Su poemario más reciente es Pero no odas (2011). Es autor de la Antología general de la poesía mexicana: De la época prehispánica hasta nuestros días (Océano, 2012).

 

 

 

 

¿En qué país vivimos?

 

A la memoria de Efraín Huerta

 

¿En qué país vivimos,

en qué trozo del mundo

olvidado de Dios

donde los muertos hablan

y los vivos callamos

felices de leer “literatura”?

 

¿En qué país estamos,

en qué trozo del mundo,

ahogados en rencor,

hartos de toda hartura,

mientras los que “gobiernan”

hablan de un paraíso que no existe?

 

¿En qué país, en qué trozo del mundo

habitamos los mudos, los sin lengua,

oyendo todo el día los cínicos discursos

de quienes usurparon la ficción

y hoy nos regalan cálidas mentiras

a cambio de no ver las pesadillas?

 

 

 

 

 

 

No les creemos

 

A la memoria de José Revueltas

 

Hace años, hace lustros, hace sexenios,

décadas hace que nos les creemos.

No les creemos nada. No les podemos creer nada.

Quizá nunca les creímos, pero nos resignamos

a escuchar sus mentiras como quien oye llover,

y hoy estamos pagando esa resignación.

 

En realidad nunca les hemos creído.

Si algo tuvo una chispa de esperanza,

se apagó en el murmullo de quienes entre dientes

hoy maldicen su suerte y nada los conmueve.

Tenemos años de no creerles nada;

lustros, sexenios, décadas:

el siglo de nuestros abuelos,

casi el siglo de nuestros padres.

No podemos creerles y, sin embargo,

¡oh Hegel!, nos siguen engañando:

“La memoria no es lo que se recuerda,

sino lo que olvidamos”.

 

¿Cómo se fue al demonio este país?

Muy fácil: se fue hundiendo

en la putrefacción de las generaciones

(cada una a su vez mayor degenerada)

de crápulas que hicieron del erario

el perfecto lugar para beneficiarse

y luego echar papada y engendrar.

 

Los engendros de hoy fueron liendres ayer.

Salieron de sus huevos que los piojos pusieron

entre el hirsuto pelo de cabezas dormidas.

Los “preclaros” políticos dejaron en sus hijos

el mensaje genético de la putrefacción.

Incluso si los padres ya están muertos,

sus genes están vivos y llenan nuevas vidas.

 

Hace ya muchos años que no les creemos.

Y sin embargo siguen engañándonos.

Revueltas lo sabía cuando, junto con Hegel,

habitaba la Cárcel Preventiva.

Revueltas vomitando y Hegel carcajeándose.

Vértigo, porquería y descomposición.

“Con esta pesadilla siempre acabo vaciándome

del estómago”, dice el barbas de chivo,

aquel que siempre supo, a despecho de Hegel,

que en México las cosas nunca cambian,

y siempre “conducimos a patadas

nuestra propia cabeza al basurero”.

Exactamente así: como en el Fut.

 

 

 

 

 

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