Poesía Argentina: Carina Sedevich

Presentamos en Círculo de Poesía una muestra de Carina Sedevich (Santa Fe, 1972) reside en Villa María, Córdoba, Argentina. Ha publicado los libros “La violencia de los nombres” (Ediciones Fe de Ratas, Santa Fe, 1998), “Nosotros No” (Lítote Ediciones, Santa Fe, 2000), “Cosas dentro de otra cosa” (Lítote Ediciones, Santa Fe, 2000), “Como segando un cariño oscuro” (Llanto de Mudo Ediciones, Córdoba, 2012, con reedición en España), “Incombustible” (Alción Editora, Córdoba, 2013, con reedición en España),  “Escribió Dickinson” (Alción Editora, Córdoba, 2014), “Klimt” (Suburbia Ediciones, Gijón, España y Club Hem Editores, La Plata, Argentina, ambos en 2015), “Gibraltar” (Dínamo Poético Editorial, Córdoba, 2015). En 2016 aparecerán “Un cardo ruso” (Ediciones del Movimiento, Maracaibo, Venezuela y Alción Editora, Córdoba, Argentina) y “Cuadernos de Lolog” (Pasto Ediciones, Córdoba, Argentina). Parte de su obra ha sido editada en antologías y publicaciones literarias de diversos países y traducida al italiano, al portugués y al mallorquín. Es licenciada en comunicación y especialista en semiótica.

 

 

 

 

Canción de cuna

Para Isabella

Escuché los latidos en el vientre de mi hermana.
Fueron corcheas, apenas: do, do, do.

Afuera ya se dormían los tordos entre los álamos.
Dormía el calor de mayo. Pero nuestra sangre no.

Un silencio rodó lento, como ruedan los destinos.
Rodó como rueda un canto: sol, sol, sol.

De Klimt, 2015.

 

 

 

 

 

 

Unas láminas de sarro se desprenden
y golpean las paredes de mi jarra.

Pienso en brillantes filamentos de mica
ocultos en la arena de los ríos.

Pienso en las mangas mojadas
que los poetas chinos
prefieren nombrar para no hablar
de sus lágrimas.

 

 

 

 

 

 

El olvido es un fruto que requiere trabajo.

Casi siempre tardío, pero rara vez dulce.
No es uva ni es la parra donde pende el racimo.

No es como la sombra que daría la parra
ni como sus raíces contraídas y bruscas.

Se parece a la piedra del cantero y la fuente
que apisona la parra, que la ordena y la ciñe.

*

Hay que hacer saltar el olvido de un golpe
como a una piedra caliza en la cantera.

Que se entibie en la mano que quiera tallarla.
Sea opaca a los ojos. Sea venérea y ajena.

*

Una piedra tan blanca es casi como un niño.
Casi un sacramento para mí.

Inclino mis huesos como panes ácimos
sobre cunas que guardan el amor ajeno.

Qué fue de la ternura que pude sentir.
La siento en la garganta bajar como una hostia.

De Gibraltar, 2015.

 

 

 

 

 

Con una gota de agua puede empezar el invierno.

*

Un hombre pasa a mi lado.
Se te parece.
Fuma.
Es de piedra mojada
el paño gris de su saco.
Huele a sombra de pino
su barba pura.

*

Sonrío en mi falaz evocación.
La escarcha vive cuando el sol la tornasola.

 

 

 

 

En una película oriental
los muertos eligen un recuerdo
para vivir en él como un insecto
inmóvil en un ápice de ámbar.

Buscan momentos sin exaltaciones
en los que no pudieron vislumbrar
resabios de pasado o porvenir.

Al fin,
prefieren recordarse solos.

De Un cardo ruso, 2016.

 

 

 

 

Víspera de Navidad, junto al río

 

No te merecí. Pero recuerdo tus brazos
como el viejo que evoca un paraje querido
en el que anduvo durante muchos años,
mudo, como transita uno las certezas.

No te merecí. Pero recuerdo tus brazos
tan pálidos, tus dulces vellos oscuros.

 

De Cuadernos de Lolog, 2016.

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