En esta nueva entrega de Apuntes para una literatura ancilar, Mario Bojórquez nos aproxima a la potencia lírica de la sextilla doble de pie quebrado, pasando por el tópico literario y la profunda experiencia estética en Coplas para la muerte de su padre, del maestro del Prerrenacimiento español, Jorge Manrique (1440-1479).
Coplas por la muerte de su padre el maestre de Santiago don Rodrigo Manrique por Jorge Manrique
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Se dice que el poeta Jorge Manrique nació en Paredes de Nava, Palencia en 1440 y que murió en batalla, frente al Castillo de Garci-Muñoz, Cuenca en 1479, defendiendo, ante el Marqués de Villena, la corona de los reyes católicos. En este mismo castillo había vivido cien años antes el Infante Don Juan Manuel, autor del Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio. Estos datos se han puesto en duda, sin embargo, son los que más fuertemente consolidan su vigencia. La carrera militar del poeta fue en extremo apreciada por su combatividad e inteligencia, sin embargo, su trabajo literario es el que nos permite recobrar su memoria. Su obra se instala en el periodo pre-renancentista español, y prepara el advenimiento de obras fundamentales que contarán con una raigambre moral clásica, haciendo uso de los elementos que Jorge Manrique ofrece a la tradición.
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El tema de la fugacidad de la vida: que los actos y los objetos y las personalidades que marcaron un tiempo desaparecerán para siempre y que nada quedará sobre la tierra de aquellos fulgores, de aquellas esencias. Es un tema que ha recorrido la literatura en toda su historia desde el Vanitas vanitatum, con que abre en sus primeras palabras el libro de Eclesiastés y que nos recuerda que ante la vanidad de las vanidades hay que desconfiar de lo terrenal como si fuera un peso indeseado que impide la elevación espiritual. En el caso de las coplas de Manrique, estas observaciones de carácter moral toman residencia en su texto para clarificar el dolor que siente de manera íntima por la muerte de su padre, pero, al mismo tiempo, este dolor le hace reconocer que así en la vida todo es devorado por la muerte insaciable. La poesía latina, tan llena de los bronces sonoros de la alegría y de la fiesta, también recupera los tópicos morales diversos que alimentarán el estrato moral de la obra de Manrique y que aún incidirán en todo el espectro de la poesía renacentista española posterior: Carpe diem: ‘Vive el día’, aprovecha el día presente; (Quintus Horatius Flaccus: Odas, I, 11, 8) y aún más: Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus,/ Singula dum capti circumvectamur amore, se trata de los versos, 284 y 285, del tercer libro de las Geórgicas, de Virgilio: Pero entre tanto huye, el tiempo huye de forma irreparable, /mientras nosotros cautivados por el amor nos vamos deteniendo con detalle en cada cosa. Nos recuerdan estos poetas la brevedad de la vida y que ella merece ser plenamente vivida en su momento. En la tradición náhuatl también se hace uso de este tópico en el famoso poema de Netzahualcóyotl:
Yo Netzahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea de pluma de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
En las coplas de Jorge Manrique se recurre al tópico literario Ubi sunt? que quiere decir ¿Dónde están? y que en el texto queda registrado como ¿Qué se hicieron…?, cuya fuente original es un texto bíblico del profeta Baruc, el cual pasó a la traducción latina como: Ubi sunt principes Gentium (Vulgata, 3, 16)
En la tradición literaria española siempre ha sido visto con buenos ojos el uso de fórmulas y tópicos clásicos, especialmente los latinos, ya que concentran nociones filosóficas y estéticas probadas por el tiempo, así encontraremos en todo el renacimiento español, en la obra de Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Garcilaso de la Vega, el uso de fragmentos clásicos. El Ubi sunt? hace referencia puntual a la fugacidad de las glorias pasadas, de los fulgores del mundo sensorialmente percibido y de su esencia terrenal, de su sustancia de carne. Y como podemos apreciar en la fórmula bíblica, sirve también para recordar a las personas que ya han desaparecido.
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La composición de estas 40 coplas constituyen una Elegía, es decir, un poema donde el autor se lamenta por la muerte de un ser querido o admirado, su forma estrófica es de sextilla doble de pie quebrado en combinaciones silábicas de 8+8+4 en el formato de rima abc+abc. El llamado pie quebrado es un recurso estilístico de gran sonoridad pues altera la regularidad de los sonidos parisílabos, y seguramente tuvo que ver en las posibles combinaciones estróficas que alcanzaron su plenitud en la generación posterior, pensamos por ejemplo en la famosa Lira, inventada por Garcilaso y usada continuamente en el siglo siguiente. La estrofa XVII debe ser leída como una continuación de la XVI y aún continuar en la XVIII, pues en la primera de éstas se hace mención al rey don Juan y con él, se inicia esta serie de preguntas que aparecerán en la XVII y concluirá el pensamiento en la XVIII al hablar del heredero don Enrique:
XVI
¿Qué se hizo el rey don Joan?
Los infantes d’Aragón
¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invinción
como truxeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
e çimeras?
XVII
¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos,
sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
d’amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
XVIII
Pues el otro, su heredero
don Anrique, ¡qué poderes
alcançaba!
¡Cuánd blando, cuánd halaguero
el mundo con sus plazeres
se le daba!
Mas verás cuánd enemigo,
cuánd contrario, cuánd cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuánd poco duró con él
lo que le dio!
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Al leer una obra como la de Jorge Manrique cualquier ser humano logra sentir el peso de sus actos y el recogimiento que provoca es una de las funciones más apreciadas de la poesía, es lo que algunos teóricos han llamado la comunión de las almas, el pasmo del hecho estético, en suma, el elemento poético.
Mario Bojórquez
Coplas por la muerte de su padre
(fragmentos)
I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
II
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
VIII
Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
IX
Pues la sangre de los godos,
el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se sume su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
Otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
XVI
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras,
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?
XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?
XVIII
Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró,
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!
XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes,
y barones,
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las atierras
y deshaces.
XXXV
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dejáis.
Aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal,
ni verdadera,
mas, con todo, es muy mejor
que la vida terrenal,
perecedera.
XXXVI
El vivir que es perdurable,
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable,
en que moran los pecados
infernales,
mas los buenos religiosos,
ganánlo con oraciones
y con lloros,
los caballeros famosos
con trabajos y aflicciones
contra moros.
XXXIX
Tú que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y bajo nombre;
Tú que en tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
Tú que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona.
XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
Y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria,
y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.