Presentamos cinco poemas inéditos del poeta eslovena Brane Mozetič (Ljubljana, 1958). Es Director del Centro para la promoción exterior de la literatura eslovena. Es uno de los organizadores del Festival de Cine Gay-Lésbico de Ljubljana. Visor ha publicado el poemario Banalidades.
Esbozos inacabados de una revolución
cuando era pequeño, nos llevaban a saludar con las banderitas
al presidente, mi colegio estaba cerca de una avenida estratégica
justo en el camino del aeropuerto. a veces, cuando él tenía visita,
blandíamos también banderitas extranjeras. ahora nos
llevan a votar. que parece más correcto. el nuevo
gobierno posa ante las cámaras. creen aún que ha quedado
algo para robar. fuertes ráfagas de viento
desde los montes, hace frío, y apenas hay nieve. miro
por la ventana, a la gente que va tomando conciencia
del engaño, pero sin entender bien cómo ha podido pasar
tal cosa. han sido muchos años.
me arrastro por largos y vacíos pasillos, desiertos, y
me duelen las piernas, los brazos, del peso. hasta una sala
grande y blanca, sagrado portal del sagrado estado.
la cola es larga, da diez vueltas, los vigilantes son
severos, sus preguntas serias, pequeños policías universales.
parece que todos los americanos son así. ya en la guardería, se
inclinan sobre el mapa del mundo colocando y recolocando
tanques, orientando misiles. aunque apareciera por la frontera
todas las semanas, me sacarían fotos y me tomarían las diez
huellas dáctiles cada semana. ¿dónde se han perdido? sí,
en los significados vacíos de libertad. avanzo atolondrado, yo,
su eterno potencial enemigo, aquí y allí, desde hace décadas,
y lo que queda. antes nos enseñaban que había que estar siempre
al loro frente al enemigo. ahora lo único que hemos aprendido
es a votarlos, a ser como ellos, a subir al cielo como
los americanos para tirar bombas. tal vez se produzca
algún día un error y destruyamos nuestras propias
ciudades. tal vez se abra la tierra y nos trague a todos.
salimos juntos a la calle y protestamos contra
la guerra. hipócritas, nosotros que la hemos votado.
aquel día íbamos a reunirnos en mi casa los de
la revista revolver, creo que era al anochecer, verano.
- había llegado ya, pero los demás no aparecían.
después llamó n. diciendo que había tanques en la calle, pero
que intentaría esquivarlos como una partisana. llegó mucho
más tarde y nos contó que había empezado la guerra. la reunión
quedó en nada. sin embargo empezó algo que me hizo sentir
culpable ya para siempre. se repartieron el país, lo
saquearon, en el huerto de la abuela dejaron un montón
de cieno, las gallinas se disputan las lombrices, buscan
con ahínco, clocando. se oyen cañonazos a lo lejos. no me
ha tocado vivir en paz, no sentir vuelcos en el
corazón. viajo para huir. pero en los otros países hay otros
cañones, soldados, metralletas, me llevo las manos a la nuca,
me tiro cuerpo a tierra, recuerdo mis lecturas de protesta
por la democracia – y ahora esto.
nos congregábamos sin descanso en la calle. escuchábamos
discursos, silbábamos, aplaudíamos, todos impregnados de
revolución. leíamos los escritos del sur, las pálidas fotocopias
de los autores que, en unos años, dirigirían los masacres.
qué nos pasaba que no veíamos. sólo unos años más tarde los
perseguidos llegaron al poder – y nos cortaron la electricidad
en el centro de jóvenes, el agua, luego nos la traíamos
en bidones grandes. aún me duelen los brazos.
todos los gasolineros nos conocían. es difícil la tarea
de cambiar el mundo. si no imposible. hoy ha muerto whitney
houston. unos años antes de las protestas cantabas con ella que
me amarías para siempre. pero a ti no te creía. sólo era una
canción. sin embargo, era grato escucharte. al sonar por enésima
vez en la radio, me trae el recuerdo de aquella otra pamplina,
en la multitud, en la calle, y no puedo decirme tan fácilmente,
bah, sólo era política.
sol caliente de nicaragua. bajo el sol, caballos parados con
carruajes para turistas. en una larga cola. si por casualidad hay
quien se apiade, sale el primero y los caballos avanzan de modo
automático. están flacos, maltrechos, apenas serían capaces
de un viaje largo. dos arrastran un carruaje fúnebre, detrás
del cristal hay un ataúd, lo sigue una larga y alegre procesión,
trompetas de jazz, insisten sin tregua, máscaras póstumas,
lo mismo los fieles en la iglesia, que cantan, bailan, baten
palmas. el tamborileo me retumba en la cabeza. hacia
la noche, cuando el calor cesa un poco, se animan los pájaros,
gritan como locos. pero los caballos ni se inmutan. a veces
les echan agua encima. la tierra desprende humo. llegará
la noche. nos llevarán a establos destartalados. me frotaré
contra el caballo de al lado imaginándome que me
acaricia. no lo veré, no me verá, sólo sentirá
mi cuerpo cansado junto al suyo.