Poesía española actual: el grupo asturiano Maremágnum

Presentamos en esta ocasión una selección poética de tres jóvenes escritores asturianos nacidos en Oviedo: Rocío Acebal (1997), Lorenzo Roal (1992) y Mario Vega (1992), editores y fundadores hace tres años de la revista Maremagnum y del proyecto editorial homónimo, Maremágnum Ediciones. https://www.edicionesmaremagnum.com/

Acebal estudia Doble Grado en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid. Ha publicado el poemario Memorias del mar (Valparaíso España, 2016) en el que, según Gonzalo Gragera, asistimos a “dos despertares: el poético y el existencial o personal. La autora toma conciencia del objeto literario al tiempo que asume el discurrir de su reloj vital”. Ha colaborado en la antología Diversos (Círculo Cultural de Valdediós, 2015). Sus versos y su labor crítica han aparecido en publicaciones como las revistas Anáfora y Estación Poesía o el periódico infoLibre.

Roal es Maestro de Educación Primaria y Máster en Enseñanza Bilingüe. Sus primeros versos se reunieron en la antología Diversos (Círculo Cultural de Valdediós, 2015) y ha publicado la plaquette Trabajo pendiente (Cuadernos Heracles y nosotros, 2017). Colabora con poemas y otros textos en revistas como Estación Poesía, Clarín, Anáfora y Zéjel.

Y Mario Vega es Maestro de Educación Primaria. Actualmente estudia el Grado de Lengua Española y sus Literaturas en la Universidad de Oviedo. También ha colaborado con diversas publicaciones como AnáforaEstación Poesía Clarín. Es autor del libro de poemas Al umbral de las horas (Valparaíso, 2016). Ha escrito Luis García Montero que “La poesía de Mario Vega es regreso, instinto de plenitud y pérdida, soledad y diálogo. Su memoria es un verdadero punto de partida. Su relación con el lenguaje quiere evitar los excesos y las rutinas. Quien sabe desde joven sentirse acompañado por la poesía puede acompañarnos con su palabra a los demás, convertirnos desde hoy en sus lectores”. En esta ocasión se reproducen poemas de tu libro inédito La mala conciencia.

 

Por Marisa Martínez Pérsico

 

 

Rocío Acebal

 

Dos poemas de Memorias del Mar, 2016.

 

 

DESDE SU HABITACIÓN, LA POETA OBSERVA LOS NIÑOS QUE JUEGAN EN LA CALLE

 

Habitaba un infierno íntimo y clausurado

CARLOS MARZAL

 

Formas de incorruptible juventud

apuran el ocaso en las aceras

tibias de abril.

Tras la ventana, admiro

sus juegos infantiles –esa indómita

comunión de los cuerpos con la calle–,

la libertad de su ignorancia. Pienso

en las niñas que corren, en sus rostros

aún bañados por el sol, dichosos

portadores de sueños, en sus manos

manchadas por el barro

 

e imagino

en qué hilos bordarán este dolor,

qué muros cercarán sus ambiciones,

cuando observen el lánguido correr

del tiempo recluidas en la oscura

y fría intimidad de sus alcobas.

 

 

 

NO TOMES DE LA MANO A NUESTRAS HIJAS

 

puedes amar

pero no expongas a la luz

lo que has de hacer de noche

 

pero no rompas tus grilletes

–la cadena es de oro     da las gracias

corresponde la voz con tu silencio–

 

guárdate de los ojos

eres una extranjera     no reclames

no tomes de la mano a nuestras hijas

 

toleramos que existas     es bastante

 

 

Lorenzo Roal

 

Dos poemas de Trabajo pendiente, 2017.

 

ESTRELLAS

 

En esta oscuridad que me rodea –

en este Negro eterno que nos cubre –

termino de entregarte mis compendios:

ya no soy nada – Tú – quien me sostiene

ya no eres nada – Yo – quien te contengo

y en Nadas infinitas nos fundimos –

 

El mundo nos recuerda

que la temperatura no es esa que expresamos,

que nos cubre la lluvia y que no somos –

eternos – que tan solo

somos Caduca luz y que algún día

comprenderemos la única Verdad –

más fría que esta noche, más perfecta –

 

Se acerca pronto el alba pero – Ahora –

déjame ser caduca Luz contigo,

quizá – cuando amanezca –

seamos dos estrellas que perduran –

 

 

 

EL RINCÓN DE LA INFANCIA

 

La imagen de mi primo

corriendo en el pasillo de mi casa –

Es esta la inocencia que mostraba

años atrás? Una fotografía

de mí mismo guardada en algún álbum

jugando como él –

 

Un niño inquieto

que desconoce la Verdad – ignora

todos estos dolores de la Vida,

todo el secreto murmurar maduro

más duro, más presente, más

inevitable –

corre ajeno al tiempo

en el pasillo imaginando ser

quizá un explorador de las estrellas,

quizá un submarinista descubriendo

alguna especie de animal extraño.

 

Pero es tan solo un niño –

su madre llega y rompe los misterios –

mi tía llama: es hora de cenar –

y estos recuerdos vuelven a guardarse

en el rincón oculto de la infancia.

 

 

 

Mario Vega

 

Dos poemas de La mala conciencia, libro inédito.

 

EL DESEO

 

El día llegará

donde yo espere

feliz entre los míos a la sombra

y su último juicio.

Me llamarán aquellas que yo amé

en los parques marchitos de mi noviembre muerto,

esperarán al fondo de los retrovisores

o al abrir una puerta

de un bar en lo oscuro.

 

Recordaré los pasos fugitivos

a través de la alfombra de aquel cuarto,

o aquella noche de velar al alba

entre ocultas callejas.

 

El tiempo dirá entonces a las horas

que hagan el equipaje

y en él escondan la fotografía

de aquel puerto con playa,

ese libro marcado

con una flor marchita en su interior

que descubrí después de abandonar

la esperanza en nosotros.

 

Recibiré los cuerpos

con la estoica rutina funcionaria

de aquel que es su verdugo.

Y los olvidaré

con calma y hasta deshacerse al fin

en mí, en otro, en la sombra,

la sombra última pasados años

de placentero amor, de los placeres

sin amor, sin cuidados, sin el tiempo.

 

Que el tiempo guarde el alma,

que el cuerpo goce al cuerpo,

que Afrodita me coja confesado.

 

 

 

EL REFLEJO

 

Pido perdón por todos

los actos anteriores y mis versos

faltos de compromiso.

Pido perdón por ti,

igual que yo consciente

por la repetición de humanidad

constante.

De los años

venideros yo pido

aún más humanidad:

que el padre sea bestia

y el hijo más humano

aunque será sin duda más voraz.

Hijo de un hijo, habiendo sido muchos

para ser uno y nadie.

 

Y ahora subsanado el crimen pido

permiso de futuro

para no bajar nunca la mirada,

pues siempre fue el momento de la dicha,

del combate, también de la tristeza.

 

Lo supe y no me importa repetirme:

será nuestra labor

devolver las palabras a la tribu.

 

Ahora que no sigo a las muchachas,

–ya no tanto– ni canto

a la naturaleza como antes.

Ahora que conozco mi peligro,

su fuerza intolerable,

y mi capacidad de hacer justicia

para jamás hacerla.

 

Ahora que me miro en el espejo

y al fin me reconozco.

 

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