Poesía danesa: Martin Glaz Serup

Presentamos, en versión de Víctor Rodríguez Núñez y Katherine M. Hedeen algunos textos del poeta danés Martin Glaz Serup, pertenecientes a El campo, título que han publicado Valparaíso México y Círculo de Poesía. Glaz Serup, además de poesía, escribe literatura infantil y crítica desde la teoría literaria. Su libro El campo ha sido publicado en Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia y Suecia. Mereció el premio Michael Strunge de poesía.

 

 

 

 

Este es un poema sobre la naturaleza, que también se ocupa de otras cosas, otras cosas que en verdad existen como tres invernaderos verdes, su fábrica humedecida, amarillenta entre la neblina del campo, cómo puedes sentirte tú igual que el campo, cómo puedes identificarte con él, con semejante lugar, con un campo arado, un espacio extraño y abierto, un cuerpo sin órganos.

 

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A veces el campo piensa que es infeliz de una manera benigna y ordinaria que lo hace feliz porque piensa que a lo mejor es perfectamente normal, y eso lo hace feliz porque piensa que las cosas podrían ser peores, lo que le da mucho miedo porque piensa que las cosas podrían ponerse aún peores, así que intenta pensar en otra cosa.

 

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El campo encuentra casi blasfemo que te acostumbres a la belleza de la naturaleza, que la tomes por dada, que puedas dejar de fijarte en ella. Que de pronto apenas camines por la playa como si tuvieras que llegar a alguna parte, que ya no aprecies la vista, las cimas blancas de las montañas sobre el horizonte, el mar tempestuoso. Que ya no veas el color rojo intenso de las nubes en el ocaso, que simplemente pienses, bueno ya llegó el atardecer, o que ya se terminó el día, o lo que sea que pienses a esa hora. El campo estableció una regla: cada día deben pasar al menos dos minutos mirando algo bello de la naturaleza solo para el propio bien de la belleza. El campo mide el tiempo con su celular. Las hojas, los pájaros, las setas carnosas y llenas de colores sobre el suelo del bosque. Parece un poco tonto pararse a mirar así. Ya no recuerda la razón de todo aquello: una hoja, un pájaro, una seta, y así, y cada uno es, sin duda, bello, pero el campo tiene ganas de gritar, y qué. No será que todo es bello a su manera, si lo miras lo suficiente. Tiene miedo de que alguien venga y lo encuentre mirando, que le pregunte qué pasa, que le pregunte si está bien, que le pregunte qué hace. No lo sabe.

 

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El campo mira mayormente a los ojos, a su mirada.

 

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El campo no sabe qué pensar sobre los riesgos de los tumores cerebrales causados por la radiación de los celulares. El campo lo ha pensado, no tiene una opinión. Es tan fácil siempre tener una opinión sobre esto y aquello, los expertos expresan sus opiniones a favor y en contra con igual convicción, con argumentos igual de fuertes que, parecería, reducen el riesgo de los tumores cerebrales causados por la radiación de los celulares a una cuestión de gusto personal. El campo no tiene una opinión. Será tan urgente, el riesgo de los tumores cerebrales causados por la radiación de los celulares, el análisis objetivo es gradualmente cada vez mayor dependiente de las simpatías o las antipatías personales de los televidentes, oyentes, lectores hacia los expertos y las partes en disputa. Es una diversión, hay que tomarlo como una diversión, de acuerdo con los parámetros que se relacionan con que si es interesante, si algo pasa, si es sorprendente, si te tomas la molestia de mirarlo una y otra vez, si, igual que con el tiempo, te tomas la molestia de mantenerte al día. El campo todavía no ha decidido si puede tomarse la molestia de mantenerse al día sobre el riesgo de los tumores cerebrales causados por la radiación de los celulares.

 

 

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