LO MÁS de la poesía mexicana

Iniciamos un ejercicio de memoria y valoración de la poesía mexicana publicada a partir de 1985, la del pasado reciente. Invitamos a una serie de poetas significativos para nuestra tradición a que nombren los tres mejores poemas de México o, para decirlo en otros términos, los tres poemas que les resulten entrañables. Cada poeta encargado de la curaduría, en una especie de “Desde dónde se lee”, publicará un texto propio que servirá de epílogo a sus recomendaciones.

 

 

El primer poeta invitado fue Javier Acosta (Zacatecas, 1967), Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 2010.

 

 

“Admonición del ángel” donde aparece el “He aquí que soy poeta y mi oficio es arder”,  en Cuadernos contra el ángel, de Efraín Bartolomé. Imperativo categórico sobre la radicalidad a la que debe estar sujeto el día a día del poeta.

“Por amor a Fosca”, es un poema dividido en varios fragmentos, aparecido en Soledad al cubo, de Francisco Hernández, poema de la fatalidad pasional.

“Tambor de sol”, de Alfonso D´Aquino, aparecido en el libro colectivo Hago de voz un cuerpo, editado por María Baranda, el poema es un ejemplo de la difícil y nada frecuente conjunción entre sencillez, gracia y hondura, sin época y sin artificios.

JAVIER ACOSTA

 

 

 

 

Efraín Bartolomé

 

Admonición del ángel

 

 

 

 

–Calla.

Eres polvo.

Estás muerto hace siglos.

Tu lengua es polvo.

 

–De mi lengua sin luz germinaron los dioses.

 

–¡Silencio!

La noche está en tu boca.

En tu saliva habita la tiniebla.

 

–La noche escupe un rayo con su boca de sombra.

 

–¿Has olvidado que no existes?

Tú eres la Mudez.

Nadie te escucha.

La estirpe de los hombres se derrumbó antes que las hormigas.

El polvo de tu lengua canta para una generación de sordos.

 

–Soy un poeta: soy una veta de oro

escondida en el pecho de mi generación.

 

–Tu patria es polvo.

Tu propiedad polvo.

Tu lengua es polvo.

 

–Con mi saliva y mi dormido polvo me hago a mí mismo.

Heme aquí, solo, en el centro del mundo

: Adán de barro fresco todavía.

 

–Yo soy el ángel.

Mi espada corta el día.

El árbol de la noche se desgaja

: caerá sobre tu especie una rama de sombra.

 

–No me importa

: he aquí que soy poeta

y mi oficio es arder.

 

–Hay demasiada noche sobre ti.

De tu boca saldrá sólo ceniza.

 

–De la boca del hombre la palabra.

De la boca de la palabra la canción.

De la boca del hombre la palabra que canta.

¡Arrodíllate Sol, te estoy nombrando!

 

–No hables más.

Siempre estarás conforme.

Mirarás sólo el polvo.

 

–He aquí que levanto mis ojos de la tierra.

He aquí que estoy harto de sólo pisar sombra.

Compartiré contigo esta ración de infierno.

 

 

–El filo de mi espada beberá en tu garganta.

 

 

–He aquí un hombre con su garganta lista

para hacer que florezca vergüenza en los cuchillos.

 

 

 

 

 

 

 

Francisco Hernández

 

 

 

Por amor a Fosca

 

 

1

Al amanecer, la verga del barco toca el cielo.
En el crepúsculo, hace perforaciones en el fondo del mar.

 

 

 

2

 

Recorrer el horizonte y descubrir a Fosca sobre la arena, con las piernas abiertas. Navegar hacía ella, pensando únicamente en lo salado del hundimiento.

 

 

 

3

 

Meterse en Fosca. En sus comisuras, en sus poros, en su danzante brújula inocente. Recorrer su temperatura río arriba, vientre abajo, cuello adentro.

 

 

 

4

 

El cabello de Fosca dibujando su espalda, mi lengua aligerando sus cicatrices, mis dedos alisando sus turbulencias.

 

 

 

5

 

Meterse en Fosca. Chupar su cuello y dentadura. Llenarse la boca con el pecho izquierdo. Llenarse la mano con la nalga derecha.

 

 

 

6

 

En mi pene los índices de Fosca, las papilas de Fosca, los gérmenes de Fosca. Ella murmura: -Está a punto de estallar el surtidor de ardores…

 

 

 

7

 

Recorrer sus gruesos labios una y otra vez, de arriba abajo, de abajo arriba, mientras ella entona, con sus otros labios, una dulce canción para Parvathi.

 

 

 

8

 

Mi pene no se ve dentro de su boca. Su cabellera lo impide, la oscuridad lo impide. Enciendo una vela y ella lo apaga. Lo líquido del humo llega hasta el piso.

 

 

 

9

 

Tus piernas en mi hombro y yo metido en ti. Yo invisible por completo, yo por completo dentro de ti…

 

 

 

10

 

La fealdad de tu belleza, Fosca. La fealdad de tu fealdad. Tus huesos tan crujientes, tu forma de bailar siguiendo el ritmo de la belleza con absoluta claridad.

 

 

 

 

 

 

Alfonso D’Aquino

 

 

Tambor de sol

 

Corazón de piedra imán

todas las cosas

atraes…

 

Alto repica en mi pecho

un pájaro que no veo

y sólo al quedarme quieto,

salta de pronto y lo siento…

 

     Todas las cosas

     te atraen…

 

Igual que un gato me acerco

a descubrir qué secretos

guarda el cajón del ropero

entre cortados silencios…

 

     Todas las cosas

     te atraen…

Qué intenso revoloteo

debajo del esqueleto

¡Canicas y caramelos…!

¡Y un tamborcito de fierro!

 

     Todas las cosas

     te atraen…

 

Y algo que veo y no lo creo

y en cuanto digo ¡lo tengo…!,

lo miro arriba del techo

o entre las ramas de un fresno…

 

     Todas las cosas

     te atraen…

 

Cruzo el jardín sin aliento

y de otra rama me prendo,

asombrado y al acecho

del ave que voy siguiendo…

 

     Todas las cosas

     te atraen…

 

Un pájaro rojo y negro

que con su pico de hierro

está cavando su agujero

de un invisible instrumento…

 

     Todas las cosas

     te atraen…

 

Y en el tronco de mi cuerpo

tañe por fuera y por dentro,

como retumba en el viento

el tambor del universo…

 

     Todas las cosas

     te atraen…

 

Ven, pájaro carpintero,

repiqueteas todo el tiempo…

¡Salta si salto o si sueño,

reaparece, rojinegro…!

 

     Corazón de piedra imán

     todas las cosas

     tendrás…

 

 

 

 

***

 

 

Javier Acosta

 

 

Cuando aún me amabas
lloraba a diario
pensando en estos días.
 
Abandonada a mi suerte,
debo volver a la desdicha
de no estar a tu servicio.
 
Me ordenaste no pensar en ti,
buscar otros amantes.
 
Ahora soy doblemente infeliz,
pues te desobedezco.

 

 

 

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