¿Qué ven los hombres, qué ven las mujeres?, de Brenda Navarro

En ocasión del dossier Donde están ellas, presentamos a Brenda Navarro (México), quien dirige el proyecto digital Enjambre Literario (https://enjambreliterario.com). Es investigadora independiente. Sus líneas de investigación están relacionadas con derechos laborales y usos del tiempo de las escritoras, el acceso de mujeres a la cultura, derechos y humanidades digitales, y la construcción de identidades dentro de los campos de poder de la industria editorial. Es parte de la Asociación Clásicas y Modernas [organización española para la igualdad de género], de la Asociación Internacional de Feministas Economistas [IAFFE, por sus siglas en inglés] y de Internet Society. Su novela Casas Vacías (2018) puede leerse en el siguiente enlace: http://kajanegra.com/casasvacias/

 

 

 

¿Qué ven los hombres, qué ven las mujeres?[1]

 

Leo en un libro de Velibor Čolić, un epígrafe que cita a Camus: «Toda la desgracia de los hombres proviene de la esperanza». Entonces recuerdo el rostro de la niña de alrededor de dos años que llora porque ha dejado de estar en los brazos de su madre, ya que ésta es interrogada por la Border Patrol. Dicha fotografía se volvió un ícono que resume lo que miles de familias viven en cuanto cruzan las fronteras de México y luego la de Estados Unidos: se vuelven migrantes y con ello, su posición en el mundo se convierte en un asunto de Estado, un crimen que pagan las y los niños que terminan confinados en jaulas mientras sus progenitores sufren el proceso de ser deportados, o no.

Pienso en la forma en la que, desde las redes sociales, algunas de nosotras reaccionamos ante estos casos de niños/as separados/as de sus padres y madres como parte de la implementación de la política migratoria de Trump llamada «Tolerancia cero»: lanzamos tuits de indignación y cuestionamos. Luego, muchas, volvimos a la fotografía y con impotencia, casi en un acto privado, alzamos con tristeza los hombros e hicimos de tripas corazón, pensando en esta idea, de que sí, puede ser que sí sea la esperanza la que nos mueve a ir más allá de lo permitido, porque de alguna u otra forma tenemos que sobrevivir.

Ante hechos como el descrito, o similares, ¿qué ven las mujeres? Antonella Picchio [Italia, 1941], economista feminista, dice: «Las mujeres ven la complejidad de la vida, ven que las personas son personas reales que tienen cuerpos y que son cuerpos vulnerables, y como cuerpos vulnerables pueden sostenerse sólo en relaciones con otros cuerpos y con otras pasiones. Eso no se refiere solamente a los niños y a los viejos; las mujeres son mamás de todos, de los hombres adultos que esconden su vulnerabilidad descargándola en el espacio doméstico […] El problema es que tenemos que cuidar la vulnerabilidad masculina que no aparece en el discurso público, y eso es peor que el cuidado de niñas y niños y de las ancianas y los ancianos» [Picchio, 2001:31].

¿A dónde voy con esto? A hablar de las miles de mujeres que migran y huyen de la pobreza y la violencia de sus países de origen en un afán de insertarse en una red que les permita seguir viviendo. Saben que no van a dejar de ser vulnerables, y que es justo su vulnerabilidad,y la de los hombres, lo que hace que ellas por sí mismas se enfrenten a la desgracia: el exceso de trabajo remunerado o no remunerado, la eterna pobreza, la vejación, la falta de oportunidades, las familias fragmentadas [están sus familiares que han migrado antes] las abuelas cansadas; y la posibilidad de vivir en un eterno retorno de miseria.

Así, la esperanza no es el sino de las mujeres que migran, por el contrario, es la desesperanza —te contesto, Camus— lo que nos lleva a buscar la gracia de nuestra propia vida. Por ello, es que es en el acto de migrar donde podemos ver una de las más valiosas resistencias humanas ante el abuso y el atropello: la de la creación de redes, pues es mediante éstas que las personas migrantes se sostienen y sostrendrán. El amigo, el primo, la tía, la hermana, la madre, siempre serán el primer contacto con las personas que migran. Los primeros días dormirán al lado de, en la casa de, compartirán la comida, aprenderán los códigos de sus semejantes para poder insertarse en la economía y después —ya insertas— parte de su dinero lo enviarán —también por medio de redes— a las personas que han tenido que quedarse y éstas, a su vez, darán de comer a las hijas de, a los sobrinos de, a los padres y a las madres de. La interdependencia de las unas con los otros, los cuidados y la sostenibilidad de la vida sólo son, y serán posibles, mientras las redes humanas se mantengan.

Por ello, una fotografía de una madre y una hija —no podemos quitarle lo simbólico a esto— y una oleada de diversos reportajes que nos muestran que niños y niñas están siendo separadas de sus progenitores es un mazazo para toda la humanidad, porque se atenta contra el tejido social de manera tajante.

Se condena a la infancia a vivir sin sentirse cuidada. Se les dice abiertamente, nos lo dicen a todas: aquí se acaban las redes, a partir de ahora, la vulnerabilidad humana tendrá que vivirse en soledad y, por ende, la desgracia desde una perspectiva patriarcal, pasa a anular —sin siquiera a ser contraparte— a la gracia de los cuidados para que, como explica Picchio, se pueda mantener intacta la vulnerabilidad masculina. Dejar sin redes a la infancia para sostener la estructura que mantienen en el poder al hombre, blanco, heteropatriarcal y todo poderoso. Ningún bad hombre, ninguna bad woman con la niñez; si acaso, se está apostando a las individualidades autómatas que crecerán en jaulas sin la posibilidad de tocarse y sentirse parte de un nosotros.

¿Qué ven los hombres y qué ven las mujeres? El derecho a migrar. La necesidad de problematizar que estamos rodeados de fronteras cuando, en otras partes del mundo, las fronteras son un trámite geopolítico, sin bardas, sin conflictos, sin policías; mientras que a nosotrxs las fronteras nos dividen los cuerpos, las familias, las formas de relacionarnos. Las fronteras son la violación sistemática de nuestras vidas sólo por no ser hombres, blancos, poderosos. La apuesta: llenar las casas vacías de gente y de experiencias. Hacernos compañía. Resistir.

 

 

[1] Este artículo se publicó en el portal KajaNegra y su versión completa se puede leer aquí: http://kajanegra.com/la-construccion-de-redes-una-respuesta-ante-las-politicas-migratorias-de-estados-unidos/

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