Poesía panhispánica No. 6: Diana Bellessi

En nuestro tiempo postutópico, el tiempo de la poesía panhispánica, continuamos la revisión de la pluralidad de pasados desde la que escribimos y leemos poesía. Presentamos a Diana Bellessi (Zavalla, 1946). Poeta. Es autora de Tener lo que se tiene (2009); Variaciones de la luz (2011) y Pasos de baile (2014). También ha publicado La pequeña voz del mundo (2010) y Zavalla con z (2011). Obtuvo, en el 2007, el premio Trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes; los diplomas al mérito de la Fundación Konex 2004-2014; y el Premio Nacional de Poesía en el 2011.

 

 

 

Alondras

 

Juan y la joven amiga

de una amiga de Ramón

Son putas dijo la gente

pero yo los vi quererse

como pocas veces vi

 

Irradiaban esos dos

aquella luz, y a su paso

el verano les abría

su puerta dulcemente

 

Recostados sobre el muelle,

la cabeza en el regazo

acunándolo al Juancito

en un capullo dorado

 

Los amo, murmuró el día,

y yo con él para siempre

 

Así fue. Pero llegó

la ley. Menor, paraguayo

y la madre apareció

buscándolo. Esas lágrimas

nunca las olvidaré

 

Dos años después volvió

Juancito, tuvo mujer

y también hijos, y tuvo

esa sombra detrás. Dulce

y cruel herida es haber

sentido. Nos vuelve amargos

o compasivos. Por él,

tan bello y triste, existe

Shakespeare. Por ella,

a quien más no vi. Así

las historias acompañan

y nos salvan. Cuando voy

de vos, hondo estoy en mí.

 

 

 

El mazo

 

En el viejo café Cervantes sobre la plaza

la sombra luminosa de mi padre me acompaña

 

siempre he querido a este boliche sombrío

donde los parroquianos varones juegan al mazo

español o miran la televisión silenciosos

y me dan permiso, Dios mío, de fumar adentro!

 

aquí veníamos con el papá a tomar café

y a él, no le daba vergüenza traer a su hija mujer

 

la ruta al frente y la vieja estación de tren

con la plaza al lado, ya suben las voces de estos

machos y quisiera atrapar cada gesto o frase

que se repite desde mi infancia a mi vejez

 

ahora que ya se han olvidado de mi presencia

con las cartas en la mesa y uno lee el diario

 

dos toman cerveza o miran un documental

sobre Tailandia y el mozo del bar y yo

la octava pasajera con un noveno sentado

atrás que ahora entra al café de la plaza, el más

 

antiguo que conozco y siempre milagrosamente

abierto, hay un tipo ahora en el reservadito

 

tomando vino, y mujeres nunca, qué entretenida

la rutina de los varones que ahora comparto

con mi cuaderno de notas mientras el noveno

se acerca a jugar una básica y hablan de una víbora

 

no sé si será de Tailandia o de Zavalla

pero todo tiene un sabor de aventura antigua

 

que me dan ganas de reír y de llorar al mismo

tiempo y ahí entra el barbero y Barrera detrás

que se sienta en mi mesa mientras recuerda,

octogenario ya, al Chevalier y a su mujer

 

Hilda, amiga de mi mamá, encantador este

Barrera, y otro, al que le reconozco la cara

 

aunque no sé como se llama y me dice “acá

se sentaba siempre tu papá, en esta silla,

frente a vos”, lo recuerdo, sí, mirando hacia la plaza…

ustedes me trajeron, ¿verdad viejitos? y el dueño

 

del bar que me ofrece ahora una copita que no

me dejará pagar, tan grande y hondo, no sé

 

 

 

 

Fuerte como la muerte es el amor

 

Belkis, Nictoris, Makeda, reina de Saba y Etiopia

que fundara un linaje imperial junto al gran Salomón

que escribió el cantar de los cantares, hasta llegar

a Haile Selassie, padre de la santa trinidad y

mesías rastafari a quien vos, Belkis, hoy evocás

con tu nombre y tu aire de reina montada en esa moto

saliendo en la mañana temprano para luego volver

saludándome con la mano en alto y la sonrisa de

dientes muy blancos, uno de oro que marca tu linaje,

después de pintar casas, la escuela, la estación de tren

y plantar especies exóticas en el terreno de enfrente

que admiro cada día mientras busco sus nombres

para ofrendarte, Reina mía, reina de la pala y

el pincel y reina de este pueblo de Zavalla hundido

en los márgenes del mapa que ahora se levanta

para armar la corona de flores silvestres que enmarca

tu cara morena, Belkis, Makeda, del África lejana

y un ángel para mí que me ahogo entre los campos

de soja mientras trae la tormenta olores de áloe

y de mirra, de azafrán y de canela empujados

por los vientos Austro y Aquilón, donde se alzaban

los surcos de gladiolos de aterciopelado rojo oscuro

que vos sembrabas y amabas, Belkis, Nictoris del reino

de Saba, pintora de paredes aquí en Zavalla

que nunca quisiste los desposorios previos a la boda,

esos que pintara Rafael con aquella precisión

renacentista, pero que anhelás aún al varón esbelto

como los cedros del Líbano, parecido al corzo

o al cervatillo sobre las colinas suaves de Beter

que te recuerden aquellos ramos de flores, Belkis,

que vos recogías en tu juventud como si fueras

la yegua del faraón, y que diga: “eres única,

mi paloma, alberca de Jeiboán junto a la puerta

de Bat Rabín, aunque sesenta son mis reinas, ochenta

mis concubinas, ven a nuestra casa con artesonado

de ciprés”, para que alces tu cuerpo fibroso y tus labios

sedientos ya casi en tus setenta mi rosa de Sarón,

te corono por tu belleza siempre viva como si fueras

la virgen del parto en los tempranos cuatrocentos,

Negra mía, Belkis, Nictoris, Makeda, reina de Saba,

de Etiopia y de Zavalla, que sólo vivirá por vos

 

 

 

 

La cara oculta

 

Misterioso es siempre ver el otro lado

como un doblez que no crece aunque empuja

a la superficie indicios de belleza

o de pánico para recordarnos algo

ahí guardado, escapulario que reza

lo bueno está en todas partes y así

lo malo, pero antes, pero ahora quisiera

fijar los ojos en semejante cosa

oculta que me llena, no sé, de dulzura

pienso. Estos hombres, obligándose

siempre a parecer tan duros, obligados

quizá a esconderse como lo hace la luna

con una de sus caras y de repente

la muestran, hoy el Juanchi, tijera en mano

dispuesta para la poda veraniega

se detuvo en seco frente al manzano

y dijo quedo: un nido hay, con pichones

de zorzalito, voy a esperar que crezcan

Ahí se hace silencio, como si fuera

religiosa vergüenza o pavura acaso

o simplemente rendición ante el milagro

Tanto de madre en cada varón liberto

aunque un poco asustado, no pueden más

y a veces yo tampoco, sí señor, o usted  

señora cuentemé, no le pasa a veces?

¿Qué?,

el otro lado de las cosas simplemente

 

 

 

 

El jardín de los milagros

                

Temprano en la mañana mi madre intenta

llamarme por teléfono, y en la tarde

luego me cuenta: “tan hermosa noticia

tengo”, con una voz de aterciopelado

misterio, muy serena y suave anunciando

“la pequeña magnolia se abrió en dos flores

por primera vez”. Hay justicia, pensé

con un agua dulce que se abría paso

en mi corazón. Esa magnolia que ella

plantó bajo la mirada de mi padre

años atrás diciéndole melancólico

“si no la verás florecer, tarda tanto”

Y yo, verano tras verano mentía

un poco o creía o pasaba revista

de las pequeñas magnolias florecidas

que supe visitar en una placita

por Colegiales, adonde robé aquella

reina blanca, perfumada y frágil que huelo

aún en la distancia como si fuera,

como si hubiera sido una hostia pascual

o el cuerpo de la amada, la comunión

con lo bello del mundo, como mi madre

lo siente ahora y lo dice en esa voz

que me parece el cantar de los cantares

Florecerá, le aseguraba, el próximo

verano, ya verás, y hoy ha sido visto,

esta vez se unieron belleza y justicia

para ganarles juntas, las dos al tiempo 

 

 

 

 

Arte ni parte

 

Demora el cuerpo su sintonía y más aún

demora la mirada en él, mirada que siente

lo que ve mas perdida en exceso de belleza

y dormida todavía en la bonanza,

nada ve,

 

visito al Tata en las mañanas y me quedo

mirando como trabajan, el Mario y él,

en la magia de las cumbreras y las tijeras

el invisible tejado se levanta

de aire todavía 

bajo las ondas de los sauces y la charla

va de clavo en clavo y giros de la olorosa

madera mientras el Tata enseña, así, o asá,

y los sutiles movimientos del Mario,

lánguidos me hipnotizan como si una calma chicha

aquietara el cuerpo y también la mente

y no hubiera más

porqué que el del presente,

clavarla bien y cepillar la madera hasta que quede la seda

de su tacto, la seda del silencio rozada

por la brisa o el quiquiriquí filoso de un gallo,

 

replegada en este mundo que conozco tanto

o conocí de niña y se renueva siempre

la afinidad con lo amado, empiezo a oír,

a ver, y así las frases vuelven como corderos

al atardecer, de forma tal que ya no temo

si anacrónicos son mis poemas, si me debo

al presente o si ya fui, ni siquiera temo

a esa palabra mala de la que ahora habría

que huir como de un perro sarnoso:

lírica,

 

su fragilidad sí, su intemperie entregada

a cielo abierto, íntima, sin reparo ni cumbrera 

 

 

 

 

Datos vitales

Diana Bellessi nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1946. Estudió filosofía en la Universidad Nacional del Litoral, y entre l969-75 recorrió a pie el continente americano. Durante dos años coordinó talleres de escritura en las cárceles de Buenos Aires, experiencia encarnada en el libro  Paloma de contrabando (1988). Ha publicado: Crucero ecuatorial (l981); Tributo del mudo (1982); Contéstame, baila mi danza (selección y traducción de poetas norteamericanas contemporáneas, 1984); Danzante de doble máscara (1985); Eroica (1988); Buena travesía, buena ventura pequeña Uli (1991); El jardín (l993); Colibrí,¡lanza relámpagos! (l996); Lo propio y lo ajeno (1996); The twins, the dream (con U.K Le Guin, 1996); Sur (1998); Gemelas del Sueño (con U.K.Le Guin, 1998). Leyenda (2002); Antología poética (2002); Mate cocido (2002); Desnuda y aguda la dulzura de la vida (selección y traducción de la obra de Sophia de Mello Breyner, 2002); La edad dorada (2003); La rebelión del instante, 2005; Tener lo que se tiene (obra reunida), 2009; Variaciones de la luz, 2011; La pequeña voz del mundo, 2011. En 1993 le fue otorgada la beca Guggenheim en poesía; en 1996 la beca trayectoria en las artes de la Fundación Antorchas; en 2004 el diploma al mérito del Premio Konex; en 2007 el premio trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes; en 2010 Premio Fundación del Libro –mejor libro año 2009- Feria del libro de Buenos Aires; en 2010 el XXXII Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”, España. Fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en el año 2010; y en el 2011 le fue otorgado el Premio Nacional de Poesía.

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