Fallece el poeta Francisco Ruiz Udiel

Francisco Ruiz UdielLamentamos profundamente la muerte del poeta nicaragüense Francisco Ruiz Udiel, amigo entrañable, excelente poeta. Murió la madrugada del 1 de enero de 2011.

 

El Centro Nicaragüense de Escritores, junto con el Festival Internacional de Poesía de Granada, cumple con el ingrato deber de informar que la madrugada del 1º de Enero de 2011, falleció trágicamente el joven poeta Francisco Ruiz Udiel, quien había nacido en Estelí en 1977, y rápidamente por sus méritos destacó como uno de los más representativos poetas de su generación, a la cual dejó plasamada en dos antologías realizadas en colaboración con su entrañable amigo Ulises Juárez Polanco: “Retrato de poeta con joven errante” (2005), y “Poetas, pequeños dioses” (2006). Por la calidad de su obra poética reflejada en su poemario “Alguien me ve llorar un sueño”, en el 2005 recibió el ” Premio Internacional Ernesto Cardenal de poesía joven.” Editor y divulgador cultural, al momento de su deceso era funcionario del Centro Nicaragüense de Escritores, y además se desempeñaba como Jefe de Redacción de la revista “El Hilo Azul”, órgano de éste CNE. Su vela será en Funeraria Reñazco, de las diez de la mañana del domingo 2 de enero a las diez de la mañana del lunes 3 de enero, de donde partirá el cortejo fúnebre al Cementerio General de Managua, en Monseñor Lezcano. Fue un incansable promotor cultural y participante asiduo de nuestros talleres literarios para maestros. Ulises escribió: “anda tranquilo por el poetry’s boulevard. Caminar con calma entre tanto vértigo, dice mucho…Mucha noche, mucha soledad y mucho humo.” Todos los escritores lamentamos su partida, que enluta la juventud de nuestra cultura. ¿Te vas para no volver? No lo creemos, pero todos vamos a llorar su sueño.

Luis Rocha Urtecho
Presidente
Centro Nicaragüense de Escritores

 

 

Francisco Ruiz Udiel (1977-2011). En el año 2005 obtuvo el Primer Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven, con su obra Alguien me ve llorar en un sueño.

 

 

 

 

Alguien me ve llorar en un sueño

 

 

Alguien abre los ojos por primera vez.

 

  A Tamara Baltodano

La primera vez que Andrés abrió sus ojos

El olvido empuñaba seis líneas en la mano

las enrollaba

y se las daba en la boca

como si fuesen pequeñas bolitas de carne.

 

 

 

 

Alguien muerde mi voz.

 

Cuando la vi

abandonada en las cañerías

mirando de un lado a otro

con demencia de búhos,

con tetillas escurridas de traiciones

y con piernas enterradas en el fango,

supe entonces que buscaba ensayar su hambre en mí,

alimentarse de cualquier

trozo viviente que no estuviera

infestado de rabia.

 

Puso en los míos sus ojos,

intentó ladrar,

no pudo

entonces mi boca quedo asestada,

ahogando el denso aire que respiran los ciegos

en el vacío.

 

 

 

 

  Gesto desvanecido en esquina de una estación.

 

 Esta estación no será más una estación

quedará únicamente mi gesto desvanecido

en el polvo de alguna ventana,

si acaso hay ventanas,

si acaso decido en las estaciones

desamparar algún gesto.

 

Esperaré junto a las cabinas teléfonicas

a que las horas se desvanezcan azules

en mi cigarrillo encendido

de mirada triste e inclinada,

me verán apretar la mandíbula

para masticar, como las aves

que emigran de una tierra a otra,

cualquier bocado de aire

sin saber que les espera.

 

El aire se ha vuelto amargó

y aún no sé en qué otras estaciones

abordará mi soledad otro cuerpo.

 

 

 

 

 Precauciones antes de dormir.

 

 A Quila Urtrecho

 

Nuestra condición

escatológica  desde que nacemos

es de extensa permanencia en una tierra

donde soñar, es indigno.

 

Andrés por ejemplo padece de orfandad

y de parálisis de sueños,

se levanta a diario ensartando  alarido

en el inodoro para ver

si el abismo puede escucharle,

por ello durante la noche

mientras duerme,

saca su lengua, lívida lengua de muerto

y la restriega en el bombillo de luz

Lleva oscuridad atorada en la garganta.

 

Como sabe que su caminar es frágil

quita cordones de sus zapatos

y se amarra los pies para no andar

sonámbulo en los pasillos .

 

Andrés toma su pequeño espejo

lo rompe en diminutos trozos

y los pega con saliva en el techo,

quiere un mosaico anatómico en el cielo

donde cada parte de su rostro

sea un fragmento colectivo de otro sueña,

el de Quila acaso

en pasadas noches,

en noches pesadas.

 

Andrés deja su pecho descubierto

para que las sombras laman

y se indigesten de heridas,

para que se pudran en rala sangre

hedionda y descompuesta.

 

Andrés deja su boa abierta

para que los gusanos devoren

a su propia sombra.

 

 

 

 

Alguien se obsequia un trozo de muerte

 

 Cundo André cumplió cinco años

quiso fabricarse un regalo,

recordó que en la calle donde vivía

solían abandonar pequeñas mascotas en la calle.

 

Fue entonces buscando casa por casa

hasta detenerse en una cera

donde yacían unos gatos muertos ,

los recogió y se los llevó.

 

Esa noche, el soñó que los gatos

estaban vivos, llorando,

entonces el también lloró.

En ese momento toda la vecindad

se despertó en pánico.

 

 

 

 

Proceso para olvidar a Dios.

 

 Elevó las manos y separó

todos los dedos.

F. Kafka

De nada te serviría, Andrés,

separar los dedos en el aire

romperte las uñas contra la pared

o mirar por última vez

hacia la oscura calle

sabiendo que nada hay

que nadie te espera

que a nadie falta el harás

en esté fútil teatro

 

tu memoria Andrés

son blancos pellejos tendidos

con sal en un inmenso patio.

 

 

 

 

Alguien quiere denunciar.

 

A Imelia

 

La infancia de Andrés

huele a dolor en mal estado.

 

Crece y es memoria sepia

como cuerpo quemado

dice y cuenta como lo encerraron en un baño

veinte y cuatro horas desnudo

de la vez que lo arrodillaron

otra vez desnudo

naked, no nude

otra vez desnudo

de la vez que el pusieron

las manos a dos centímetros del fuego

con el pretexto de hurgar verdades.

 

Esta vez no fue desnudo

vestía  de odio con lengua

despellejada en rabia.

 

 

 

 

Alguien dejo morir sus zapatos.

  

 La cama de Andrés tiene una abertura

con alas de cucarachas descubiertas

y frías de hambre sobre un pie.

 

En las altas horas

los animales confabulaban 

y se cuentan uno a uno

los diversos artificios de la muerte.

 

Nadie sabe hasta el momento

cómo llegaron a lugares inciertos.

lo que sí se sabe es de tropiezos

de cómo van rajándose las suelas

como muelas abriéndose al polvo

sobre el que un día caminaron

con sus crías de cuero.

 

Nadie sabe tampoco porqué

amanece en otros lados

o porqué la gente mata por ellos

te acordaras-me dice Andrés-

como Carmona, en cosas por las cuales uno se muere.

 

Es que quieren salvarse del peso humano,

les asfixia el olor de plantaciones de hongos,

por eso tropiezan

y se rompen  los cuernos ellos mismos

contra el pavimento

contra la dura piedra

 porque ella ya no siente.

 

Confabulan otra vez

durante al noche para escapar

correr, aunque no puedan.

 

Se rebelan contra el talón por la mañana

y cada día que pasa

van como perros hacia cualquier parte,

están condenados a ser bestias

transformadas en marcas.

 

Hasta que un día amanecen muertos ,

ahogados de caminos que nunca fueron propios

y el dueño, de prisa-Lo sabe Arreola-

los lleva revivirles su dureza

de rostro negro, reseco y arrugado.

 

La única forma de salvarlos

es cociéndoles la torcida boca,

enderezándoles la mirada

de blanco y negro polvo vagabundo.

 

Pero es tarde, no queda nada por hacer

y volver a usarlos es forzar el camino,

mejor dejarlos morir,

quitarles los alambres de los parpados

total, ningún zapato logrará sobrevivir.

 

 

 

 

Alguien nos grita desde la cima de una montaña.

 

Te espera una plaza de soles

con esperma de insectos,

nadie sabes si despertarás

con las manos atadas

y los parpados volteados,

blancos de muerto

frente a un destello,

al día le torcerás un nudo

y morderás sus brazos,

que no te tiente

su húmeda lengua  de esperanzas,

miente, miente, ella siempre miente

sabrás que en lo alto el dolor es cíclico

y bajarás corriendo con boca de Argos humillado

y pegando ladridos de abandono, no volvás Andrés

no enterrés las uñas en la roca

déjala rodar

                        rodar

                                   rodar

abajo otro empujará

su propia miseria.

 

 

 

 

 Alguien  ha quedado solo

 

  En una tierra traidora

la esquizofrenia está en los hechos

Raúl Zurita

 

Andrés se dobla, cae

 Y con el silencio de carne herida

el dolor se atora

como alas rotas de ave,

el se retuerce desde el fondo

el fondo donde el estomago

es capaz de soportarlo todo

rabia, soledad, hambre

y tenemos rabia de soledad

rabia de hambre

y ni un balazo en el estomago

bastará para matarlos

entonces es mejor escupir

escupir y seguir escupiendo

inclinar la cabeza en el inodoro

introducirse el dedo en la garganta

rozar la úvula con la uña

y cuando sintamos que algo

sube hasta la tráquea

rápido, pongamos una delgada

tela en nuestra boca

para filtrara el asco.

Sobre la tela quedará únicamente 

el dolor hinchado

con sus plumas

ásperas y secas,

 

 

Datos vitales

Francisco Ruiz Udiel (Estelí, Nicaragua. 1977). En el año 2005 obtuvo el Primer Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven, con su obra “Alguien me ve llorar en un sueño”. En el 2005 publicó “Retrato de poeta con joven errante”, muestra de poesía escrita por jóvenes de la generación del desasosiego, como llama Gioconda Belli en el prólogo de la muestra. Fundador del Encuentro Nacional del Día Mundial de la Poesía en Nicaragua. Es miembro fundador del Festival Internacional de Poesía en Granada, Nicaragua. En junio del 2005 fue invitado por Casa de América de Madrid, España, a participar en el V Festival “La poesía tiene la palabra”. Ha participado en festivales poéticos de España, Francia, Colombia, Cuba, Brasil, México, Panamá y países de Centroamérica. Su poesía ha sido traducida al sueco, francés, portugués e inglés. Actualmente colabora como reportero de El Nuevo Diario y además, es redactor de www.caratula.net, revista cultural dirigida por el escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Sus más recientes poemas fueron publicados en Barcelona, en la antología centroamericana de poesía que lleva por título “Trilces Trópicos”.

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