Epigramas
I
Cuánto diera por no volver a oír
el chillido de zancudo
de la mujer del déspota
que a mediodía se cuela
como molesto Anófeles
diciendo un revoltijo de tonteras
en cadena nacional
y ni un solo día del año
nos deja en paz.
II
Quien no conociera al anciano dictador
que hace alarde de simpatía
en la inauguración de buses Yutong
llegados de la China
y que apenas puede subirse al bus
rotulado con su nombre y el de su mujer
en letras luminosas
y lo viera sonreír insulsamente
y comentar nimiedades
mientras conduce unos metros y saluda al público
como niño con su juguete nuevo
no diría que es un genocida y pederasta,
por años violador de su pequeña hijastra.
III
Que el dictador persiga con saña
a poetas y profetas es entendible:
los poetas dicen mucho en pocas palabras
los profetas con su elocuencia dicen mucho
Mientras él, por más que habla y habla,
nada dice.
IV
Ya no se estudia la historia del país en las escuelas
Solo la vida histérica e histriónica
de la mujer del déspota y del déspota.