Poemas de Fervor de Tierra, Tusquets, 2024.
Padre entrando al paisaje
Quién pudiera irse así con una ráfaga,
sin pálpito,
sin madrugada,
en la cola del estruendo.
Y no dejar cuerpo sino llama y un sonido cóncavo,
y sin fondo,
un portazo
y un aullido dando tumbos hasta pulverizarse.
Muy cerca cruzan los insectos
y un papel rendido en la explanada allá en lo yermo,
donde nos dicen que has muerto, es otra esquirla de plata
espejeando
la herida de la tierra.
No nos permiten pasar hasta ese plano ni quedarnos a dormir
sobre la espalda de la hierba seca.
A esa temprana lejanía nos condenan.
Me pregunto si habrás echado en falta
el sostenido resplandor
que vela los ojos de los moribundos
y si realmente me dirías que prescinda
de este fondo sin fondo de las cosas que llaman
el dolor.
“Hay que salir”,
sentencian
no entienden que en estas circunstancias podrías no saber
que no fuimos
los primeros en partir.
Por suerte viene una tormenta,
te lloramos con la furia
y la osadía de los truenos.
Desierto rumor
Padre, madre, ya tengo el peso de un hombre.
Aquí es el puerto del primer día,
no escojan alimento para mí,
no vigilen mis pasos,
ya he desembarcado en mí,
soy solo.
Denme una hoja de eucalipto para el viaje,
un impreciso pronóstico del tiempo
la brújula quebrada que sólo marca norte,
un mendrugo de pan.
Desmantelen la habitación en que crecí,
abran fuego en la noche con mis mantas,
otórguenme el don del despojo.
De ser posible,
un momentáneo olvido.
Dispuesto estoy para partir
no ostento
otro peso que el nombre.
Visión
Casi todo era escombros,
árboles enanos,
piedra que nació quebrada
como si este fuera
el predio en que arrojaron
la pedriza que sobró después de hacer el mundo.
Esqueletos de barcos y ballenas,
soplando en el costado de todo lo que vive.
De este lado, madre,
No envío misivas que incluyan mi apellido,
-No lo preciso-
me he hecho uno con él,
y los que tienen temor de pronunciarlo me llaman “aquel”,
uno cuyo nombre es su rostro.
Noticias del abismo
Madre, padre
al cruzar la espesura de vacío
queda una cumbre,
hasta allí he subido
por traerles noticias del abismo.
Abran el pórtico,
díganle a ella que en la verja me reciba,
y trozo a trozo me desprenda de las botas
el rastro de cantera,
el polvo de animales muertos
que sin querer he arrastrado hasta su casa.
Traigo noticias del abismo
acéptenme el don de lejanía,
la malherida pureza de esta ofrenda,
el racimo en que perviven
las negras raíces
de todos los árboles
que faltan en el mundo.
Center
A las cuatro y cuarto
entre los viajantes de Chinatown
le digo:
yo sobreviví al terremoto y al agua.
Soy 1989 partiéndose en dos
y lo que usted piensa ahora mismo,
también lo soy.
Soy una muchacha suave
-soy china-
como esa que usted cree
se vería mejor callada
y despeinada
en otra parte
y no aquí,
que se vería muy bien desnuda
y estirada
en un cuadro de Modigliani.
Soy ella,
sí,
y por supuesto,
señor,
yo soy Modigiliani.
Soy la punta de la estrella,
la cosa de papel que cae desde el aire en los aniversarios,
el autor de la teoría
de que el espíritu
es el hueso que no se puede roer.
Soy las ganas de romperse y de decir algo.
No puedo pagar la entrada al cine,
pero salgo en todas las películas
y por eso estoy sucio
y cansado
y más triste que dios.
A esta hora soy el cartón
y la masa,
la esterilla de papel
y la esquina morada
y lo que dejaste en la estación.
Soy el pie en el estribo
y la última cosa que pensó Paul
y soy capaz de decir cualquier cosa porque estoy sucio
y no puedo pagarme la entrada al cine.
Soy el autor de la teoría del espíritu,
soy un lado del espíritu,
soy la muchacha ideal.
En verdad,
señor,
yo soy Chinatown,
a toda hora
y en demasía,
tengo una calle en cada esquina del mundo
y soy,
naturalmente,
lo único que nos queda.