Poesía de Costa Rica: Steven B.G.

Hoy leemos poemas de Steven B. G. (Costa Rica, 2000). Ingeniero en Sistemas Informáticos y poeta. Ha sido publicado en diversas revistas literarias internacionales como Carruaje de Pájaros, Mal de Ojo, Noches Extrañas, etc. Apareció en la antología Nueva Poesía Costarricense (2020). Parte de su trabajo poético ha sido traducido al italiano.

 

 

 

ESCRITO EN UNA NOCHE DE FIEBRE

 

Para Christian en Costa Rica

“Por ti el homenaje de este semen 
                  derramado”

                    —Francisco Casas

                 “Ganas de poseer los paisajes”

 

«Dejame eyacular tu nombre».

              —Juan Pablo Vargas Rellano

              «Déjame eyacular tu nombre»

¿Por quién se alzan los pezones más allá del borde de la piel?
¿Por quién se muerde el índice para no despertar a lxs que duermen?
¿Quién es ese hombre que la alta temperatura y el mareo le huyen?
…Si estas manos fueran las suyas… si su carne se abriera paso entre la tuya
como el arroyo de Agar entre la tierra.

…Ese hombre, hombre maravilloso
que has de extraer del pensamiento
(imagen) y has de formarlo
a partir de dos dedos (semejanza).
Pero dirán: «¿Cómo todo un hombre puede caber en dos dedos?».
¿Es que acaso ellxs no fueron formadxs a partir de un coágulo?
Dos dedos son el cuerpo de ese hombre,
dos dedos son ese hombre todo,
que entra en ti como un viajero
cuyo pueblo natal recibe gozoso,
diciendo: «¡Hosanna! ¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Señor».

Dime ahora si no está aquí, en esta habitación, sobre ti como una palmera tumbada por el viento: te abraza y sientes que te quemas, que te mueres. Oye lo que dice mientras desabotona tu camisa y sus manos recorren tu torso como el verano al paisaje: «Mío, solo mío. Soy yo tu hombre». Cuanto más lo llamas más llega a ti con toda su hambre y toda su sed. Como un lobo sus mordidas son tan fieras, como un tigre sus rugidos son tan altos. Las
palmas de sus manos marcan tu carne al rojo vivo, como D-os cuando moldeara la figura de Adán. 

¿Por quién el glande se ha desbordado como palomas blancas huyendo de un minarete?
¿Por quién el corazón ha dado tumbos como la tierra ante una estampida de camellos?

Fue por ese hombre,

ese que ya se va,

ese que te amó

sin estar presente.

 

 

ADÁN PREVIO AL SUEÑO

 

A Gabriel García en Argentina

 

“[…] Es maravilloso admirarse a sí mismo
con absoluta inocencia […]”

                                 —Frank O’Hara
                                 Homosexualidad

 

 

Adán no duerme aún
y a pesar de haber dado nombre a toda flora y fauna,
ignora qué es la fatiga.
Entonces sale a caminar entre tantas maravillas:
el rumor de las respiraciones de las fieras dormidas,
la visión de los astros temblorosos en los cielos,
los capullos de las primeras flores noctámbulas
le han embelesado profundamente,
tanto que de uno de sus ojos cae una lágrima,
pero no sabe por qué.
Una rama cae en las aguas
y ante el estrépito se pone de pie junto a la orilla.
Por tanto, aquí (sin que hubiese animales turbando las aguas)
               por primera vez                   su imagen le es presentada:
«¿Quién será ese —se pregunta—
cuyas manos se abren cuando las mías?»
«Sus miembros son fornidos como olmos
y sus pechos son elevados como montañas
y sus pezones son respingados como semillas de granada
y el vello que lo cubre enteramente es como el de las bestias
y la barriga que ostenta —oronda— es como un peñón», se dice.
«Parece que ahí duerme un moscón», piensa al verle el sexo.
Su pinga comienza a erguirse
—como un leopardo que alza la cabeza entre las rocas—:
es venosa, palpitante y parece que la luna escupió en su glande.
Y abajo los testículos, pesados, robustos.
Tal imagen le ha embelesado profundamente,
tanto que de su uretra cae una gota de líquido preseminal,
pero no sabe por qué.
Sintió la urgencia de tocarse.

          Primero sus dedos exprimían sus pezones como para obtener el zumo de ellos y la sensación que esto le provocaba lo hacía relamerse los labios.
          Después siguió con su barriga, la rodeaba con sus palmas como si moldeara arcilla y fue aquí que su piel comenzó a sudar.
          Luego, cuando llegó a su pinga puso su mano alrededor de ella y la estrujó como a una flor de jengibre y la hizo rebotar como una rama del árbol central cuando deja caer un fruto.
          Y tal agitación, tal estremecimiento
          era el mismo del otro, encorvado a/sí/mismo
          en medio del vaivén del prepucio.
Extendió la mano para tocarlo,
a ese tan bello, tan sublime vecino, compañero, hermano,
pero antes que los dedos tentaran las aguas
le bulleron las vísceras, se le tensaron las fibras
y su semen salió arrojado sobre el torrente
como una roca incandescente venida de los cielos;
chorro tras chorro las aguas los engulleron.
Él y su igual caían de rodillas con los ojos cerrados.
          He aquí que un estruendo sacudió el jardín:
          todas las bestias se echaban unas sobre las otras
          briosamente, sobre los árboles, entre las aguas
          sobre la tierra y debajo de ella. Al mismo tiempo
          plantas y hongos soltaban sus esporas y semillas,
          y las corolas se colmaban de polen
          en la espera de sus mil y un visitantes.
Entonces el hombre se sintió somnoliento y se acostó junto a un tronco caído. No sintió
cuando le fue abierto el costado.

 

 

 

ODA AL SEMEN

 

Para Esteban en Costa Rica

          “Yo pinto mis labios
          con una gota tibia de semen”
                                        —Ioshua
                                        Trueno

 

Desde que una gota cayó sobre mi lengua
y descendió gloriosa (como una revelación)
por mi garganta supe que querría más
como si me fuera el agua y el pan.
Yo no quise nunca el pecho de mi madre
porque venía desde entonces sediento de ti,
que te haces líquido entre espasmos y temblores
haciendo yo de becerro embriagado con tu leche,
tu lefa suculenta, tus mecos abundantes

que se abren camino entre mis entrañas
como un río serpenteando bajo tierra.
Este oro níveo que hay que sacar con maestría
desde lo hondo es la sal por la que clama mi costa.
Me dices: «¡Déjame seco!¡Así es, buen chico!»,
cuando me ves desde tu alto trono
con mi dedo medio como un pistón acelerado
en tu recto. «Esta es otra manera de ordeñar»,
me enseñó un amigo muy sabio. Y entonces
en chorros de espuma lanzados al cielo
descenderás sobre mi rostro como maná
y he de relamerme los labios lacrimosos.
Yo he de ser el vertedero, el ánfora con más de un hoyo
para ser colmada, desbordada en lahares
gota a gota sobre el suelo, por ti
como hicieran Pablo, Caleb, Phillip, Kerem,
Nathan, Clark y Zusman la otra noche.

 

 

 

POEMA

 

Para Patricio en Argentina

 

Si pones algo de jugo de fruta enlatada sobre tus pechos
verás abejas y mariposas llegando
cautivadas, embobadas a ellos,
como cuando te tocas uno entre risas
con la punta de un dedo
y yo
me muero, es que me muero
por tocártelos,
por mordértelos.

 

 

 

EL NADADOR

 

Para Thomas Larcombe en Inglaterra.

 

Coloso en la orilla suelta su cabellera de espiga en el ocaso
e inicia la sensual liberación de las prendas,
exceptuando la trusa —una crisálida henchida—.
Si vieras cómo suspiran los árboles cuando se zambulle.
¿Cuándo has visto una imagen más sublime
que la de su cuerpo en las aguas, sobre las que llueve?
Es como si volara en un cielo nocturno estrellado
y fuera la luna su cabeza saliendo a la superficie.
Si vieras cómo —al igual que de una fruta madura—
escurren enamoradas las gotas

por su amplia espalda, sus tatuajes espléndidos,
su barba frondosa, su barriga de cuarto creciente,
sus axilas selváticas y sus pezones erguidos
cuando se pone de pie junto a las rocas.
Ya —en desnudez— tendido nuevamente entre las aguas
su sexo es como un buque rompiendo las olas
entre la espuma dorada de la ingle,
entre las penínsulas de los muslos.
Si lo vieras… si lo vieras… no te sería indiferente
esa cantimplora de calabaza de la cual beber
como un niño de pecho.
¡Cree esto que digo!
Quién tenga la dicha de embriagarse en él
puede del mundo partir satisfechx
pues ya lo ha tenido todo.

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