Poesía ecuatoriana: Vinicio Manotoa Benavides

El poeta ecuatoriano Vinicio Manotoa Benavides (1990) fue finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero. Aquí leemos algunos poemas de su proyecto Los dragones de la posibilidad. Ganó el Concurso de Poesía Alfonso Chávez Jara.

 

 

 

 

 

Los dragones de la posibilidad

 

 

Escrito en el año hipotético

6625

 

 

 

[1236]

 

Escribo para ser leído por máquinas.

Escribo para que el procedimiento del olvido limpie la atmósfera.

Escribo para que la ausencia arrase con los insectos,

estercoleros rumiando alrededor de una placa de silicio.

 

Escribo contra el pensamiento -fracturas de sombra

sobre la línea que es una pantalla para nadie-.

 

 

 

 

 

 

 

[el hambre es alimento de la fe1]

 

la casa es un cadáver hecho de cadáveres

 

cualquier muerto dice cualquier cosa

la fiebre horada el jardín del planetario

la fiebre quiebra los huesos del árbol

la fiebre es gasolina sobre nieve

 

a través de los años, puentes dibujados​​ 

para soñar con la ciudad de las profanaciones

 

(el río atraviesa el laberinto: es un cuervo de niebla tatuado en la ceguera del ciervo)

 

entonces, ¿para qué este lenguaje acallando el sacrificio?

 

el mundo en llamas no es el mundo que habita mi palabra

ni siquiera el mundo engendrado por el verbo

es un hueco en la pared que humilla mi sombra

 

 

 

 

 

 

[nombre tallado en el cansancio]

 

El gusano urde la nomenclatura del silencio.​​ 

El trazo quema la superficie: el desierto. el mar. los abrazos.

Erra en lengua desconocida y su palabra ciega tropieza con versiones manchadas

de cosas en penumbra. Se multiplica su pecho

babeante. Su Dios es ceniza en delirio.

Quisiera volver a la nada. Al tiempo sin horas cuando el horizonte

anidó ramajes vacíos. Pero aquí el retorno es un párpado en el cielo.

La visión del canto ante la hoguera sin nadie.

Una piedra muerta en mi vientre. No hay manos que empuñen el cuchillo.

 

 

 

 

 

 

 

[sin nadie]

 

es triste aproximarse al parque y constatar que los zapatos de alguien están rotos

que ayer nomás un gusano estelar soñó el universo

-torrente enterrado en la mudez de la sombra-

 

(rumor sediento desbordándose de las vasijas)

​​ 

triste mirarse los ojos como quien contempla germinar la voz

cuando el sol escupe esperanzas contra el breve misterio de la vida

 

triste saberse pasajero del aire que respiramos

mientras la hierba bajo nuestros pies esplende murmullos de olvido

 

(polvo sobre el follaje que florece)

 

 

 

 

 

 

 

[idea transparente a ser dibujada]

 

el vacío no es ausencia

el vacío no es el silencio arreciado por furias de concreto

el vacío no es balbuceo​​ 

el vacío no es arquitectura fantasmal

el vacío no es quiebre del paisaje

el vacío no es azar en la escritura

el vacío no es límite de llamarada

el vacío no es rebelión contra espectros de luz

 

 

 

 

 

 

[a través de senderos oscuros]

 

el ojo de horror horada nadas o estanques portátiles

 

todo es luz, repites con la sensación de ser el bosque de invierno

todo es luz, repiten los muros calcinados por grafitis​​ 

todo es luz, repite la muerte sobre sí misma

 

(programas una montaña que en realidad es un código sin principio ni fin)

 

todo es luz, ficción de flores que meditan su deterioro

todo es luz, ficción de experiencia cuando el umbral atraviesa los huesos

todo es luz, la ficción es la realidad labrada por hacedores de juguetes​​ 

 

(programas el fin del paisaje: costelación fortuita de números ahogados)

 

todo es luz, ausencia de muros

todo es luz, ausencia de puertas

todo es luz, ausencia de mástiles o anclas

 

caminar por calles sin otra cosa que hacer o que contar

 

 

 

 

 

1

​​ Verso de Felipe García Quintero, en​​ El pastor nocturno​​ (2012).

 

 

 

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