Breve muestra de la poesía joven de Honduras

Ezequiel Padilla Ayestas

En el marco del acercamiento a la tradición poética hondureña, la poeta Karen Valladares nos ofrece, a continuación, un breve paseo por alguna zona de la poesía joven de aquel país.

 

 

 

GUSTAVO CAMPOS

 

Desde el hospicio
 
 


Me alimento de poetas
que fracasaron en su vida,
de aquellos que prefieren un verso
a los labios de la mujer que aman.

De los que construyeron a la orilla del mar la fe,
como de la soledad su tumba. De aquellos a los que no dije:
las esperanzas son un laberinto disfrazado de atajo.

De a quienes les soplé una órbita de tristezas
y quedaron atrapados en el centro del misterio, como dentro de un remolino.
De esos me alimento.

Soy bestia: Lanzo pecados.
Derribé gigantes en la era de David.
Convertí en monstruos los molinos y las piedras en pan.

Soy el sol que entra en los humanos,
y después, cuando ha recorrido su cielo,
les deja un monstruo por ocaso.

Escojo, al azar, poetas
y los convierto en tristes o exultantes.

Me alimento de poetas
porque ellos creyeron que me hacían cuando
sólo fueron mi reflejo.

 

 

 

 

JORGE MARTINEZ MEJÍA

 

NOCHE

Como un puñado de polvo
que se elevara
hecho mariposas
sobrevivieron tus ojos.

Tus ojos abismados a la ceniza
del aire,
al muro por el que subo
escuchando mis latidos,aprerado a tus manos,
como una vez sin sombras
me mirabas.

No es por el agua
o por el aire,
es por la oquedad de dormirse lejos,
por la herida con la que se añora la lluvía
por la lumbre
por el oscuro cesped que nadie responde.

El otoño,
el murmullo de la tarde tal vez poblaron ya
los jardines, el pequeño salón en que tus pies aprendieron
a desnudar su música

¿Hacia donde avanzaba nuestra sangre, cuando un poco
de luz
caia en tus hombros?
¿En qué paredes quedaron las miradas
y los gemidos
que escribian tu nombre?

Yo hubiera elegido aquel anochecer en que tu rostro
construía el espejo de los que aman,
de los que se buscan en un aposento similar
a la dicha

Entre las hojas que el aire dispersa
se adormece mi voz,
como una piedra.

 

FABRICIO ESTRADA

 

EL HOMBRE INFELIZ

 

Resulta fácil reconocer
a un hombre infeliz.
Su pecho gira
como un cubo
de diversas dimensiones.
Ángulos y vértices
los caminos hacia su alma
tienen el margen abismal
de los abrazos posibles. Su casa es grande
y de fórmulas y alambres cubierta.
Nada de ella con vida se escapa,
ni los ecos
ni la noche que dentro de ella
euclídica se fragua.
Es tan fácil golpear su mejilla,
una palabra de amor lo desbarata,
el paraíso se rompe
y caen pedazos
de sus guardias de bronce. El hombre infeliz
engorda recuerdos
que saca a pasear por las tardes,
recuerdos rabiosos
que muerden el aire
y que se van abriendo paso
a dentelladas tristes
y a torpes gemidos vanos.

 

  

 

MARCO ANTONIO MADRID

 

 

ÍCARO

No escuches el esplendor de ese cielo.
tu destino está junto al polvo de este suño.
Voraz es el camino donde el hombre
ha perdido su inocencia.
Nadie asciende con una mancha de limo
en su costado.

 

 

 

JOSÉ ANTONIO FUNEZ

 

DESDE AQUÍ SÓLO SE ESCUCHA

 

El nombre de un país parecido a la palabra sombra
el lenguaje del miedo
siempre lúcido
fecundo entre voces y papeles
el ritmo oscuro a que nos ata un tiempo sin relojes
desde aquí sólo se escucha
el idioma extrangero del viento sobre la vieja cólera de
/las piedras.

 

 

 

NELSON ORDOÑEZ

I

convenimos lanzando suertes
Sobre la piel
Rasgando el sudor y el aíre que otras parejas
Han dejado sobre la misma cama
No confundimos el cuerpo que se vacía
Por los ojos y las manos
(cuando amor y mercenario se confunden
y de ambos nada es verdadero)
Luego descansamos y fingimos una ternura muda
Un interés indiferente como piedra o polvo
del camino
Y así creo que la soledad da tregua
A sus aspavientos de amante insistente

 

 

KAREN VALLADARES

 

CIUDAD INVERSA

 

Nadie sueña al mundo…
Borges

La ciudad
es una lámpara
un abanico.

A veces
es un pájaro,
espejo de la muerte,
polvo de nuestro propio cuerpo.

Un niño que nos usa como barrilete,
un perro que nos lame las sombras.

Hombres y mujeres
que avanzan en cualquier sentido.
A veces simplemente no avanzan.

Es larga,
sin movimiento
sin respiración.

La ciudad es nada más
restos de basura
que vuelan en un cielo negro
o azul
o amarillo.

Esta ciudad,
es como un mal verso
“es una silenciosa batalla en el ocaso,
un latido de guitarra, o una vieja espada”.

La ciudad
es un río
cargado de piedras
donde la piedra azota al río.

Esta ciudad,
esta precisa ciudad
es el mundo
que nadie sueña.

 

 

 

 

RENÉ NOVOA

 

Soledades

Hay soledades
que de tanta compañía están solas,
soledades que se nos marchitan en los labios,
soledades benignas,
soledades de a pie,
soledades que nos atrapan en el centro de una cama
y a la orilla de una hora,
soledades que invocan un llamado,
soledades giratorias,
soledades en voz baja,
soledades en los baños.

Hay soledades que espantan fechas y animales,
soledades que se ocultan en un puño,
soledades que no se cansan de esperar,
soledades compartidas,
soledades a medias,
soledades en un lente,
soledades que se deslizan por una espalda de mujer,
soledades que cierran los ojos,
soledades que aún fuman en la ventana.

Hay soledades que detesto por pequeñas
y porque sólo existen cuando vos estás dormida
o cuando yo camino lento. 

 

 

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