Carlos Ramírez Vuelvas (Colima, 1981) mereció recientemente el Premio Nacional de Poesía Tijuana 2014 por su libro Contradioses, del cual presentamos ahora algunos poemas. Ramírez Vuelvas es Doctor en Filología Española por la Universidad Complutense de Madrid. Mereció en 2011 el Premio de Ensayo Caja Madrid por el libro Mexican drugs. Es uno de los autores más significativos de su generación.
Enrique, José luis y Carlos, intérpretes de rock
Éramos tres y éramos más marchando desnudos apasionados febriles
alrededor del comedor redondo
en la semana puntuales a la hora que despide
el sueño sus sábanas de orines sus lamentos callados
El día se extendía terriblemente azul
un animal azul desbordado en los costados del mundo
y adentro de nosotros se escuchaba
un tambor enfebrecido una angustia
desnombrada inagotable de infancia como si Freddie Mercury
aún estuviera en Barcelona
iracundo con su eco en redoble de we will rock you
Éramos felices de estar plenos de niñez y juventud plena
desnuda en esa sala en ese comedor
marchando al borde del tiempo para qué existe
el tiempo en esos días es un papel desgastado una mirada barata un pretexto
para dar vuelta al calendario
Éramos tres y muchos más
alguno con su cabellera larga y el otro también
larga y hermosa pétalos de una flor imposible que caían
acariciándole la cabeza
y hermanable era y abundante en sus tres años definitivos de azular el mundo
El otro era puro nervio y sigue siendo el puro nervio y se consume
con el aliento que habrá heredado en culpas maldiciones de todos
para estar contento
Éramos hermosos desquiciados éramos toda la ternura marchando
en un cuerpo desnudo y éramos más
toda la alegría de un sol dulce en el comedor y era también la sangre
agolpándose reconociéndose entre nosotros
aunque ya nadie nos diga we will rock you ni hermano ni padre
ni quién escriba nada
Tú debes acordarte
estoy seguro que debes acordarte de todo eso
de algún modo debes recordarlo
si no para qué estos días para qué serían
o de qué otro modo
tendría el sol a veces sus mañanas
de qué otro modo despierta
la vida sus desgarros.
El olor de la piel conserva algo de la muerte
Alguna vez de tarde en tarde
mi madre y yo hablamos sobre el tema
Ella dice que en las mañanas de invierno
a su habitación llega
el cálido olor de los orines
que mi hermano dejaba obstinadamente
en el patio trasero de la casa
Entonces la piel del mundo se eriza
y la piel del mundo es la luz
donde vuelan golondrinas bajo un fondo azul desbordado
Mi madre dice que en esos días aún recuerda
aquel aroma distante hierbabuena rosas hojasanta
y nadie sabe como ella –ni siquiera la luz de la mañana/ ni siquiera
el paisaje donde vuelan golondrinas– que el olor de la piel del mundo
es la piel de cada uno de sus hijos
No hay memoria más certera que el olfato
aunque el invierno quiera
borrar la piel de nuestros hijos/ la vida
que aún resta en los orines de la muerte
Marzo no es un mes azaroso
Algo raro había en el mes de marzo
los perros ladraron su furia en días de lluvias
que eran llanto puro a favor de la borrasca
los ángeles lamentaban pesadillas y estaban ciegos
restregaban los párpados sangrantes en estatuas
de sal que confundían con sus madres llamas a lo lejos
cruzó el cielo un pájaro quemado y acontecieron las cenizas rojas de la noche
como el vientre de un cerdo muerto
boca arriba en un acampado durante el temporal
las vísceras de un buey fueron expuestas en los tendederos
en las farmacias en los noticieros mientras la presentadora de apellido inglés
sin mover los labios hablaba de la posmodernidad (ya sabes, la miseria,
la desigualdad, los escuadrones de la muerte, las ruinas de las ciudades)
un animal maligno se apoderó de los símbolos de casa y fornicó
con ellos hasta que su semen fluorescente horrorizó a las estrellas
víctimas de un nombre equivocado
en los mercados las ropas los zapatos las sastrerías todo se imantó
de la falsa rebeldía de los líderes sindicales de los líderes políticos
de los líderes enamorados de algo febril e indefinido
era imposible escribir en cuadernos de hojas líquidas de letras
invisibles escritas para nadie e inservibles
los frutos no fueron nunca más los límites de la sed y el hambre
ni atrapaban demonios con sus pulpas
un golpe de electricidad sustituyó los aluviones de esperanza
que habitaba en el blanco arroz de los dientes
el día entero se avergonzó del tiempo
entonces la culpa caminó en las calles majestuosa
manifestándose orgullosa en la sonrisa de los niños
y ellos dejaron su condición de ángeles ciegos de párpados sangrantes
y caminaron en la tierra como si estuvieran muerto pero dolorosamente vivos
Paso del Norte, 5
El más conocido tong chino en Estados Unidos de Norteamérica
fue el Zhigongtang (Chee Kung Tong), una sociedad mutualista
secreta originalmente formada en China, durante la Dinastía Qing
y restaurada en la Dinastía Ming. Estos grupos fueron famosos
por sus conflictos en los sitios donde se establecieron. Controlaban
el bajo mundo de la inmigración en la frontera de México con
Estados Unidos de Norteamérica, y propiciaron guerras
para disputar el control territorial con otros grupos,
en los negocios de la fuma de opio y la prostitución.
Xiaojin Zhao.
Chee Kung Tong
Arde
intensamente un gallo en madrugada
Una calada honda
canta colores de lejía
su cresta de humo hipnotiza la mirada
que adentra la brasa de un carrujo
su lenguaje pasmoso
es el desierto en la boca
Traza los nombres del destino
en las cartas
baratas de un casino chino
Destellos de rabia en las calles del barrio
Chee Kung Tong
Una logia mutualista
Un masón
Un espectáculo de danza y marihuana
Un hervidero en la cresta de la duna del desierto
El sueño de opio que en invierno escalda encías
Mil novecientos catorce Pancho Villa
sacrifica cincuenta toneles de alcohol para quemar
trescientas cincuenta cabezas de migrantes chinos
trasegadas por la Revolución
agua para cultivar
con las manos de La Nacha
los paisajes del futuro.
Treinta años
Las palabras que no se dicen en la mesa aunque su eco cruce las paredes
: Treinta años no son suficientes para comer desesperados una piedra ardiendo
el cuerpo de los nietos tiernos que no tienes como quien muerde una fruta
: Treinta años no deberían ser lumbre en la lengua para pasar hojas de menta
en la garganta y limpiarse el aliento
No son tragar navajas acostado sobre un riel
cuando escuchas el silbar de un tren dispuesto a degollarte la cabeza
mientras los niños que has perdido juegan a brincar
la cuerda de tu imaginación más perversa
: Treinta años no son para asomar el rostro al ojo de la muerte
y encontrar en ese espejo la mirada marchita hecha polvo
: Treinta años no merecen escupir al cielo y esperar que caiga
otra vez el veneno de un dios haciéndose el gracioso
: Treinta años no merecen ver cómo la vida se te vuelve encrucijada
en un programa de concursos que si no sabes responder te cuesta un dedo
arrancado por la furia de un perro rabioso
: Treinta años no son formas de caminar en una hoguera
descalzo sin hacerle gestos ni a la memoria ni al dolor
enterrados bajo las uñas que de tanto morder a la ansiedad se han terminado.