Incienso para la musa: José Emilio Pacheco

Continuando con el dossier preparado por Jorge Contreras a propósito de la poesía como designio de la llamada por Robert Graves, Diosa blanca. En esta segunda entrega, presentamos unos poemas de José Emilio Pacheco (1939-2014), poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano. En 2009 le fue concedido el premio Cervantes. Su poesía completa se encuentra bajo el título de Tarde o temprano.

 

 

 

 

 

El lenguaje de los arquetipos, es quizá el más poético que existe, pues revela verdades que no pueden ser leídas de manera literal, pero una vez quitado el velo, resulta de una lógica, a veces abrumadora. Los poemas que aquí se presentan en el dossier de Incienso para la Musa, podemos encontrar, uno de los aspectos de la diosa triple, el de la anciana, la bruja, o la muerte. Algunas veces se puede confundir con la musa negra o asesina, que en el arquetipo tiene que ver más con los rivales o impostores de la vida. Las sombras engañosas. Pero en el caso de los aspectos de la diosa, nos remite a las fases de la luna: nueva, llena y menguante, de estas tres, se pueden encontrar dos más para sumar cinco: creciente y negra. En el poema titulado La diosa blanca, José Emilio Pacheco, nos muestra la conciencia de la diosa, como primer elemento, “ella sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en su ausencia” una de las paradojas de las musas, es que más hablamos de ellas, cuando más las buscamos, es en la ausencia cuando se les invoca; los poemas son, muchas veces, la invocación y la ofrenda, el incienso y el sacrificio. Asimismo, ¿quién la venera? ¿quién habla de ella? Podría ser el sol, que reina el día, pero en el invierno del hemisferio norte, no, y la superficie, se cubre de blancura nívea, helada, como la muerte y como la luna. Con esos dos aspectos más, quedaría de este modo: Nacimiento, Iniciación, Consumación, Descanso y Muerte. Si el primer descubrimiento del ser humano, fue el tiempo, el cual se traduce en ritmo, y el ritmo en poesía, también tiene que ver con la luna y su ciclo de 28 días, lo que dio origen a la palabra medida, menstruar, monstruo, mes, mesa, menopausia, todas ellas de la palabra indoeropea, ‘me’ que significa luna, pero existen muchas más en esa genealogía de la palabra. La existencia de las nueve musas, existe también en esta reflexión, las musas son hijas de Mnemósine, y esa letra ‘ene’, entre la ‘eme’ y la ‘e’, es la que le añade el poder de la memoria. Si hablamos de una diosa triple que esconde otras dos caras, 28 días entre 3, es igual a 9.33 o bien, 28 entre 9, es igual a 3.11 que son los tres aspectos de la luna, más dos ocultas. De este modo, 3 por 11, es igual a 33, que es un número muy estudiado por la mística y la hermenéutica, que es en su forma más sencilla de explicar, la comunión de las fuerzas divinas con las terrestres. Quizá esa perfecta comunión, se da en el amor, y en la poesía.  Según Robert Graves, quien es en gran medida la inspiración de este dossier, dice:

 

En Irlanda y los Highlands el 2 de febrero es, muy adecuadamente, el día de Santa Brígida, antiguamente la Diosa Blanca, la Triple Musa vivificadora. La relación del fresno silvestre con la fiesta del fuego de la Candelaria la pone de manifiesto el Ogham de Morann Mac Main en el Libro de Ballymote da el nombre poético del fresno silvestre como “Deleite de los ojos, o sea Luisiu, llama”

 

El 2 de febrero, día de la Candelaria o noche de las candelas, es por cuestión estacional, la mitad del invierno, del 21 de diciembre al 21 de marzo, son 91 días si no es bisiesto, la mitad son 45 días, que coincide con la noche del 2 de febrero para amanecer el 3, para Graves, debe comenzar el 1 para amanecer el 2, lo interesante de esto, son la simetría. En el solsticio de invierno, es la noche más larga, por lo que se dice que es la muerte, pero al mismo tiempo, a partir de ese instante la luz comienza a crecer, o mejor dicho, nace, de ahí que se llame navidad a un fenómeno astronómico en las liturgias cristianas, pero en las fiestas paganas ya celebraban el nacimiento de la luz, adornando un árbol, acompañándolo de candelas, es decir, de pequeñas velas y que este proceso, concluía hasta el 2 de febrero, fecha en que la luz nacida en el solsticio de invierno, ya podría andar por sí sola, es la razón que en las fiestas religiosas se presente al niño Dios ante los altares para elevarlo y recibir la ablución, quizá en la tradición judía, era para realizar la circuncisión. Para no alejarme del poema de Pacheco, dedicado a la Diosa Blanca, reflexiono sobre el invierno y la nieve, que ha acompañado también todos los cuentos navideños en que el nuevo sol, comienza andar a gatas, para después convertirse en un poderoso amo del universo. Los números que mencioné anteriormente refuerzan el arquetipo de la diosa. De igual manera, el 2 de febrero, es el día 33 del año. Si el solsticio de invierno es el nacimiento el 2 de febrero es la iniciación.

Otro dato interesante que nos comparte Graves es:

 

Las Tres Ninfas son las Tres Gracias, es decir, la Triple Diosa del Amor. A las Greas se las llamaba también las Fórcidas, que significa las hijas de Forcos, u Orcos, y, según el escoliasta de Esquilo, tenían la forma de cisnes, lo que es probablemente un error por grullas, debido a una mala interpretación de una ilustración sagrada, pues las grullas y los cisnes, igualmente aves sagradas, se parecen en que vuelan en formación de V. Eran en realidad las tres Parcas. Forcos, u Orcos, se convirtió en sinónimo del Infierno; es la misma palabra que porcus, cerdo, el animal consagrado a la diosa de la Muerte, y tal vez que Parcae, título de las tres Parcas, habitualmente llamadas Moiras, «las distribuidoras». Orc es «cerdo» en irlandés; de aquí las Orcadas, u Orkneys, residencia de la diosa de la Muerte. Se creía también que Forcos, o Forcos, era el padre de la gorgona Medusa, a la que los argivos en la época de Pausanias describían como, una bella reina libia decapitada por su antepasado Perseo después de una batalla con sus ejércitos, y a la que por consiguiente se puede identificar con la diosa serpiente libia Lamia (Neith), a la que Zeus traicionó y que luego mataba a los niños.

 

Por qué mataba a los niños. Pueden existir varias interpretaciones, la primera, es perder la inocencia, no por iniciación sexual, sino por la revelación de la verdad, es una forma de pasar de la inocencia a la madurez. Por otra parte, el invierno, la nieve, la vejez, son metáforas de ese arrebato de la vida, sobre todo, de los extremos, de los niños y los viejos. En los poemas aquí presentados está latente esa presencia, además, JEP, nos ilustra con dos imágenes hermosas, las de Hokusai, aunque en el poema lo escribe como Hosukai, (no sé por qué) pintó el monte Fuji, y la Gran ola, y sus paisajes, bien reflejan esta idea que se encuentra en el poema de Pacheco. En las pinturas de Brueghel, es precisa para poder entrar dentro de esta imagen, y pensar en el sol, extrañando ese lugar, pero al mismo tiempo amando esa belleza, o bien, el poeta que lo subraya, lo que para unos puede ser la enemiga, para él es la joven vida, y ahí está la clave, la luz nace de la oscuridad y la vida nace de la muerte, al final, ambas son aspectos de una sola unidad, es decir, amabas son emanaciones, de un solo amor. Como los 28 momentos del libro de Eclesiastés, “un tiempo para nacer y un tiempo para morir…”  En el poema titulado el Rey David, es la doncella, la ninfa, la llena de vida, la que le recuerda, que su amor, ya no pertenece a esa fase lunar, que está en otro momento, listo para entregarse a la muerte o a la eternidad.

Y finalmente el poema llamado, Prehistoria, un poema que ejemplifica el buen uso de los arquetipos, basta leerlo para darse cuenta, y a modo de la tradición hebrea en el que el Zohar, cuenta la historia de las letras, y la forma en que ellas se presentan como almas desnudas ante el Creador, para pedirle inicie la creación con ellas, dan sus argumentos, alguna dice que con ella se pronuncia tal palabra, y el creador le responde, “sí, pero también tal o cual” por lo que debe ser muy cuidadoso para elegir la letra correcta para iniciar la creación,  también, se hace referencia de que las letras, son recipientes del pensamiento divino, y la forma en que nosotros desciframos el contenido de cada letra, podemos entender los pensamientos de lo Eterno. Lo mismo que en las Tablas de Esmeralda de Hermes Trimegistro, busca explicar la forma de administrar las fuerzas del universo, y el poder de los símbolos. Una bandera en una montaña o en la luna, manda una señal de poder, las ondas hertzianas, simbolizan al viento, los dioses, comenzaron a ser domesticados, Thor, en la luz doméstica, Tláloc, en las máquinas de vapor. Además, en el poema, de manera velada, habla de la guerra de los dioses, para Graves, dice que en el principio, gobernaban las diosas. En el libro, el Rey Jesús, hay un interesante debate entre Jesús y María la peluquera, que era la guardiana de las quijadas de Adán, y conocía la historia bíblica, pero visto desde la genealogía femenina, Jesús, la cuenta desde la genealogía masculina. Para John A. Philips en su libro  Eva: la historia de una idea, dice, (comento de memoria) Eva es la heroida o heroína de la mitología hebrea, y que es la versión femenina de Prometeo, quien roba el fuego sagrado de los dioses. Ella, del mismo modo, da de comer al hombre, el fruto del conocimiento del bien y del mal, del árbol de la ciencia, al igual que Prometeo, ambos son desobedientes y por eso son héroes, sin embargo, a Eva se le dice la primer pecadora, lo que dio una versión a toda la historia, otra sería, si se le viera como la primera heroína. Pacheco lo expone en su poema. No es él el que habla, sino la conciencia que presenta lo que oculta.

 

Jorge Contreras Herrera

 

 

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La diosa blanca

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en
su ausencia,
la nieve vino a despedirme.
Pintó de Brueghel los árboles.
Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

Imposible dar gusto a todos.
La nieve que para mí es la diosa, la novia,
Astarté, Diana, la eterna muchacha,
para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Estorba sus labores y sus ganancias.
La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
La relacionan con el sudario y la muerte.

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.

 

 

 

El rey David

 

El rey David era ya viejo y estaba lastimado por los años. Lo cubrían con mantas y no entraba en calor. Entonces dijeron sus siervos: “Traigan a mi señor el rey una muchacha virgen que lo atienda y lo abrigue y duerma a su lado y le dé calor”. Tras buscar por todo Israel a la más hermosa, hallaron a Abisag, la sunamita. Abisag fue llevada ante David. Y la joven era muy bella y le daba al rey el calor de su juventud. Pero David ya no fue capaz de entrar en su cuerpo.

 Libro Primero de los Reyes 1, 1-4

 

 

Estas piernas no logran ya sostenerme,
tan frágiles,
tan quebradizos se volvieron mis huesos.

Esta mano ya es incapaz de ser puño.
Nunca jamás volverá a alzar la espada
ni a disparar la honda contra el gigante.

Mi boca ya no muerde.
La abandonaron los dientes.
Todo mi cuerpo es descenso,
huída, caída
hacia la tumba que me está acechando.

Soy el pellejo colgando de un animal
que cazaron hace mil años.

En cambio qué tesura
la de tu piel, Abisag.
Qué esbeltez de tu talle
y qué firmeza tus senos

todo mi ser es como campo en invierno.
Tu juventud no me basta
para incendiar este frío.

Cómo es posible, mi niña,
que no te diga nada la palabra Goliat
y no sepas de mis hazañas.

Desde antes que nacieras fui el viejo rey,
no el adolescente
elegido por Dios para salvar a su pueblo.

¿Puedes creer que era como tú
y llegó a odiarme Saúl
porque mi joven gloria amenazaba su reino?

De mi triunfo en la guerra quedó la hierba
que alimentan los muertos de la batalla.
Se han olvidado mis salmos
y mi salterio está cubierto de polvo.

Es mejor que te vayas, Abisag.
Déjame a solas con la muerte.
 

 

Prehistoria

A la memoria de Jaime Sabines

 

1
En las paredes de esta cueva
pinto el venado
para adueñarme de su carne,
para ser él,
para que su fuerza y su ligereza sean mías
y me vuelva el primero
entre los cazadores de la tribu.

En este santuario
divinizo las fuerzas que no comprendo.
Invento a Dios,
a semejanza del Gran Padre que anhelo ser,
con poder absoluto sobre la tribu.

En este ladrillo
trazo las letras iniciales,
el alfabeto con que me apropio del mundo al simbolizarlo.
La T es la torre y desde allí gobierno y vigilo.
La M es el mar desconocido y temible.

Gracias a ti, alfabeto hecho por mi mano,
habrá un solo Dios: el mío.
Y no tolerará otras deidades.
Una sola verdad: la mía.
Y quien se oponga a ella recibirá su castigo.

Habrá jerarquías, memoria, ley:
mi ley: la ley del más fuerte
para que dure siempre mi poder sobre el mundo.

2
Al contemplar por vez primera la noche
me pregunté: ¿será eterna?
Quise indagar la razón del sol, la inconstante
movilidad de la luna,
la misteriosa armada de estrellas
que navegan sin desplomarse.

Enseguida pensé que Dios es dos:
la luna y el sol, la tierra y el mar, el aire y el fuego,
o es dos en uno:
la lluvia / la planta, el relámpago / el trueno.

¿De dónde viene la lumbre del cielo?
¿La produce el estruendo? ¿O es la llama
la que resuena al desgarrar el espacio?
(como la grieta al muro antes de caer
por los espasmos del planeta siempre en trance de hacerse).

¿Dios es el bien porque regala la lluvia?
¿Dios es el mal por ser la piedra que mata?
¿Dios es el agua que cuando falta aniquila
y cuando crece nos arrastra y ahoga?

A la parte de mí que me da miedo
la llamaré Demonio.
¿O es el doble de Dios, su inmensa sombra?
Porque sin el dolor y sin el mal
no existirían el bien ni el placer,
del mismo modo que para la luz
son necesarias las tinieblas.

Nunca jamás encontraré la respuesta.
No tengo tiempo. Me perdí en el tiempo.
Se acabó el que me dieron.

3
Ustedes, los que escudriñen nuestra basura
y desentierren puntas
de pedernal, collares de barro
o lajas afiladas para crear muerte;
figuras de mujeres en que intentamos
celebrar el misterio del placer
y la fertilidad que nos permite seguir aquí contra todo
-enigma absoluto
para nuestro cerebro si apenas está urdiendo el lenguaje-,
lo llamarán mamut.
Pero nosotros en cambio
jamás decimos su nombre:
tan venerado es por la horda que somos.

El lobo nos enseñó a cazar en manada.
Nos dividimos el trabajo, aprendimos:
la carne se come, la sangre fresca se bebe,
como fermento de uva.
Con su piel nos cubrimos.
Sus filosos colmillos se hacen lanzas
para triunfar en la guerra.
Con los huesos forjamos
insignias que señalan nuestro alto rango.
Así pues, hemos vencido al coloso.
Escuchen cómo suena nuestro grito de triunfo.

Qué lástima.
Ya se acabaron los gigantes.
Nunca habrá otro mamut sobre la tierra.

4
Mujer, no eres como yo
pero me haces falta.

Sin ti seria una cabeza sin tronco
o un tronco sin cabeza. No un árbol
sino una piedra rodante.

Y como representas la mitad que no tengo
y te envidio el poder de construir la vida en tu cuerpo,
diré: nació de mí, fue un desprendimiento:
debe quedar atada por un cordón umbilical invisible.

Tu fuerza me da miedo.
Debo someterte
como a las fieras tan temidas de ayer .
Hoy, gracias a mi crueldad y a mi astucia,
labran los campos, me transportan, me cuidan,
me dan su leche y hasta su piel y su carne.

Si no aceptas el yugo,
si queda aún como rescoldo una chispa
de aquellos tiempos en que eras reina de todo,
voy a situarte entre los demonios que he creado
para definir como El Mal cuanto se interponga
en mi camino hacia el poder absoluto.

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