Foja de poesía No. 053: Armando Roa

Armando Roa

Un recorrido por los diferentes libros del poeta y traductor chileno Armando Roa (Santiago, 1966). Merecedor del premio de la Crítica y del premio Pablo Neruda.

 

 

 

De El Apocalipsis de las palabras/La dicha de enmudecer

 

De la palabra sótano

De tanto jugar con el lenguaje

olvidé cerrar la puerta de la palabra sótano

y la noche se desbarrancó escaleras abajo

entre paredes que se ajaban en silencio

y estertores de relojes

y baúles polvorientos

y un vago tumulto de pensamientos muertos.

Todo se volvió subterráneo

hasta perder sus raíces en medio de la oscuridad.

Y entonces sentí que algo se despeñaba

en la profundidad devoradora de mi boca

hasta convertirse en forma sombría,

en opresión de tierra

y en proximidad de huesos.

 

 

 

 

De la palabra hueso

 

La palabra hueso,

raspadura

a la palabra muerte

en el esqueleto del verso:

polvo acongojado

en boca de un signo de interrogación

que ya no encierra ninguna pregunta.

 

 

 

 

 

De la palabra útero

 

Sólo para sosiego de estas hebras mal trabadas

en la musculatura verbal de mi lengua,

cuando la cópula ha dejado de ser reproductiva

en el enunciado de esta oración sin nadie,

la palabra útero,

de oscuro nacimiento,

nueve meses confinada

en mi boca, ahora irrumpe

en una hoja de papel

expulsándome prematuramente.

 

 

 

 

Perdurando en la palabra fin

Variaciones a partir de Salvatore Quasimodo

 

Soy un hombre

indefenso. Lleno de añoranzas efímeras.

Mi voz se agrieta.

Desgarradura sobre desgarradura.

Y un silencio porfiado y mordaz

se amotina en mi carne

“cuando siento que los vivos

son más remotos que los muertos”.

Nada ya queda en pie: deponiendo toda huella

dejé que el invierno segara las hojas

de todos mis bosques.

Y ahora, sin nada por hacer,

después de forzar sin suerte el blindaje del dolor

en el áspero manto de ese amor desechado del amor,

apenas me sobrevivo -ausencia presente-

en el amanecer de un paisaje

despoblado

por la luz del día.

Soy un hombre

indefenso. Un amargo soliloquio

que en vano busca adelantar la palabra fin

para perdurar en ella.

 

 

 

 

A la palabra amor,

a la palabra más amada

Homenaje a Álvaro Mutis

“Bajo la tristeza incurable que derrama

el sonido apagado de mis besos”,

Mallarmé

“sólo el polvo ha de volver al polvo”

 Benn

 

“Bajo la tristeza incurable que derrama

el sonido apagado de mis besos”,

arrastras tu pesadumbre dentro de mí

hasta quedar encallada

entre baldíos arenales de tinieblas

donde un voraz señuelo nos espera.

Ya no puedes rehacer mi soledad:

acongojado y roto, con las manos yertas y frías,

saboreando mi desdicha,

recordando que “sólo el polvo ha de volver al polvo”.

La delicadeza se ha despedido de nosotros

con un adiós tenue y postrero.

Ahora sólo eres una palabra “disecada y quebradiza”,

un minúsculo enunciado lleno de equívocos.

Sobre el cadáver de un hombre

converges como un astro a la deriva,

en incesante deterioro.

Comienzo

a desalojarte.

A apartarme de ti.

A estampar la dicha de verte morir

en los solitarios arrabales de mi corazón.

 

 

 

 

De Estancias en homenaje a Gregorio Samsa

 

 

Muerte Enamorada

 

Oh muerte enamorada, enamórate de mi.

Desciende, desciende hasta mi cadáver

e intriga mis despojos con tu polvoriento escalofrío.

Que el agrio laurel de tus pezones

se agolpe contra el raso de mi carne.

Que tu sexo se abra para mí

en la noche ritual de los suicidas.

Olvida las bofetadas del miedo – ese llanto promiscuo de años-

o el destierro en la prematura sepultura  de mi cuerpo:

vaya para ti, ahora, la rosa nupcial de mi sudario.

Dejemos a un lado fingimientos y congojas

y removamos las espinas de una vida que no se deja vivir:

que el músculo del corazón

se ejercite de manera diferente”.

Oh muerte enamorada, enamórate de mí

 

 

 

 

Señales

“Sin esperanza esperan”.

Thomas Hardy

Palabras que se besan en la boca,

anónimos epígrafes de un amor

que se borra de los  libros:

plegarias de un ritual

ofrendado a las sombras

que nos dejaron a la intemperie

en espera de un nombre.

Nuestras erosiones de hombres solos

que “sin esperanza esperan

se profanan en ellas

bajo el peso del equívoco y la errata,

bajo el peso de una letra sin respaldo

en una página en blanco.

 

 

 

 

De Hotel Celine

 

 

Desde la habitación 24: Henry David Thoreau y su amada

 

“tibia arquitectura de un rayo de sol”

Cummings

i.-

En el atardecer de nuestras vidas, se nos dijo,

seríamos juzgados por el amor.

Así, después de cruzar los trigales,

nos escondimos en el bosque.

El horizonte, poblándose de pájaros,

ya depuesta la neblina,

resonaba a tajo abierto,

traduciendo para nosotros vientos y nubes.

La muerte, en tanto, se moría de celos:

su hojarasca marchita, en un recodo del camino,

besaba polvo y piedras.

Y entonces el murmullo de nuestras lenguas,

sin recalar en la palabra,

alcanzó la gozosa velocidad del silencio.

El amor había sorteado las erosiones del hastío y la desdicha,

desfiladeros de la carne donde rompe el deseo.

En el atardecer de nuestras vidas, se nos dijo.

En el atardecer de nuestras vidas, se nos dijo.

En el atardecer de nuestras vidas, se nos dijo.

Por eso nos escondimos en el bosque

sin demasiados rituales,

aferrados a un puñado de ilusiones

que aún repicaban en las polvorientas campanadas del recuerdo:

buscábamos hospitalidad

en el amor

sin tributos por pagar a los mercaderes del olvido,

serenos y altivos como los árboles del bosque,

allí donde nos internábamos en el atardecer de nuestras vidas,

cuando seríamos juzgados por el amor.

 

ii.-

Y arribamos al Hotel Celine

esquivando la polvorienta sonrisa de la muerte.

Eramos dos tactos amurallados por la piel

en medio de aquellas alcobas: tú y yo, zarpando de rincón a rincón,

almas que ayer cabalgaron culpas y remordimientos

-sombría procesión esperanzas rotas agotando el atardecer-

y que ahora renacían bajo la “tibia arquitectura de un rayo de sol”.

I’ts better to burn out than to fade away.

Estos amargos vestigios de un hombre.

I’ts better to burn out than to fade away:

en el atardecer de nuestras vidas, se nos dijo,

seríamos bautizados nuevamente

por la marea fervorosa del corazón.

Rust never sleeps: aquí, en el hotel Celine,

entre muros cabizbajos, azotados por la lluvia,

entre agrietados ventanales que se abren a tus ojos.

Difícil es sabernos con estas máscaras deshechas,

ojos que saltan de los ojos,

ojos sin hogar.

Difícil es…

Difícil es…

El amor…

Perseveramos y prevalecemos..

Ay amor, no me abandones.

Porque en el atardecer de nuestras vidas…

 

iii.-

La apoteosis de la erosión

-alquimia de corazones envejecidos-

destejiendo las mutaciones del amor,

ya no puede perturbarnos.

Ahora que nada nos urge

a la esquiva anatomía del deseo

y su retórica empalagosa

en la cámara nupcial de nuestros cuerpos.

Porque en el atardecer de nuestras vidas…

Porque en el atardecer de nuestras vidas…

Tu y yo: dos ínsulas entrañadas en un océano sin nadie.

Porque en el atardecer de nuestras vidas…

Porque en el atardecer de nuestras vidas…

Tú o yo: ¿ de quién es la apuesta

en este juego de palabras

donde duelen todas las palabras?

Perdemos para poseer.

 

 

 

Desde la habitación 66: Epifanía de Jaco Pastorius

 

Que la música sea esmerada como el olvido,

aflojando la tristeza de cuanta muerte

se arrastre todavía sobre mi pista de baile.

Y nada de nostalgias encaramándose a las paredes:

que las notas apuren toda mi vejez

junto a estos ventanales,

abrevaderos del amanecer.

Mi alma da tumbos

entre una indolente llovizna de voces

que dejan caer sus sonidos sobre el pavimento de mi vida,

mi vida fronteriza que porfía por renovar de luto.

¿Será ya hora de un remanso?

Digo: ¿podré abandonar este cuarto

o deberé permanecer aquí una temporada más,

rasgueando el mástil de mi contrabajo,

adaptando “Jesús alegría de los hombres

a  “Purple Haze” de Jimmi Hendrix,

concertando el desconcierto,

el pulso apremiante de una nota  que se agolpa

como un telegrama urgente, sin remitente,

una nota que se niega a ensordecerse en el silencio

aunque ya no pueda armonizar con nada?

Punto y contrapunto: sea ésta mi marcha triunfal

sobre el dudoso pentagrama de mi vida,

que la muerte se despide de soltera

y me reclama a su lado, ahora que ya no busca

un competidor más peligroso.

 

 

 

 

De una máscara en el vestíbulo

Preguntas quién soy

como quien tienta un itinerario seguro y tranquilizador.

Y no te contentas si te digo que soy

el paréntesis que ensaya el espejo a tu rostro,

tu rostro encarroñado y sin nadie.

Y es que esperas que sea otro quien llegue a consolarte,

el rostro que no eres ni fuiste,

y al que urges para desempolvarte de la muerte y cerrar esta frase.

Sea este, entonces, el estertor que reclama tu boca

al más leve ademán de mis labios en el espejo,

enamorados ciegamente de ti,

paréntesis que se abre y se cierra

esquivando todo malentendido.

Preguntas quien soy, aunque no te importa

si siervo o amo de ese rostro tuyo

que ahora apagan mis ojos.

No hablemos de amor. A otro cielo con ese sol.

La exigencia de un nombre o un significado

a todo esto ya no puede perturbamos.

Nosotros, gozosos proxenetas de la nada.

 

 

 

 

Mi viaje hasta el fin de la noche

 

Seguirás siendo llorada, vieja muerte,

Aunque hayan traficado contigo,

aunque te hayan empozado hasta las heces.

Seguirás siendo llorada vieja muerte.

Aunque el corazón te lo hayan amputado,

aunque hayan hecho de ti una estrella descarriada

en la retina de un ciego,

seguirás siendo llorada.

Aunque te hayan maquillado con tinturas costosas,

aunque te hayan exhumado de toda miseria imaginable

para coronarte con pompas de jabón,

aunque se diga que el dolor y el miedo ya no tienen nombre,

tú, anfitriona, seguirás siendo llorada,

aunque te hagan trasbordar de soledad

y reemplacen a las pesadillas que se pavonean sobre tu escenario,

seguirás siendo llorada,

aunque se diga que tu máscara

bucea sin aire en un rostro de nadie,

o que han aflojado tus diques,

o que en ti ya no remansan oscuridades y despropósitos,

seguirás siendo llorada, vieja muerte,

paraíso perdido y clausurado

por esta república de hombres sin atributos

que se mueren aun antes de morir,

ahora y siempre.

 

 

 

 

De  Los Hipocondriacos no se mueren de miedo

 

 

Fatiga crónica

 

Tegretal 2 mg

 

a’

Lo que agita el verso que no pude escribir:

esa piel muda -corazón de tinieblas-,

pupila inerte de la palabra hombre.

a’’

Porque a nadie encierra

la pupila inerte de la palabra hombre,

tenue es esta lluvia:

la que moja el poema que no pude escribir.

a’’’

Nada de manantiales o de arroyos

en éste, el corazón de mis tinieblas,

coartada de la palabra hombre

que no se rehace del verso que no pude escribir.

a’’’’

La pupila inerte de la palabra hombre

excavada desde el corazón de la tiniebla:

el surco que a nadie encierra,

el territorio despoblado del verso que no se pudo escribir.

a’’’

La pupila inerte

del verso, corazón de tanta tiniebla,

es ahora la palabra hombre naufragada por la piel:

cuando nada ni nadie zarpa de aquí.

 

 

 

 

Aunque sólo se trata

de un poema

 

Ludiomil 75 mg

 

Aunque sólo se trata de un poema,

viene y ofrece las excusas de rigor.

No desea morir tan despacio.

Su lógica hipocondríaca lo desdice.

Un usurpador de enfermedades imaginarias

sufre ahora la embestida de la realidad a su imaginación:

las escoriaciones eran verdaderas

y las radiografías algo más que especulaciones afiebradas;

el orfanato de la enfermedad tomaba cuerpo

en el quirófano, y su semblante,

con aquel aplomo fantasmal,

se transformaba en un promiscuo escaparate

para apetito de cirujanos y anatomistas,

cuyos afilados escalpelos hurgarían la ebria cirrosis

de la palabra alcohol: espuma rebosante

en boca de ese santo bebedor

que aún sueña con la atalaya triunfal de una botella

sobre la ruinosa ciudadela de su cuerpo.

 

 

 

 

Bajo el estandarte de un

pulmón alquitranado

 

Diazepam 5 mg

Bajo el estandarte de un pulmón alquitranado,

se desatan los escuadrones de la muerte.

Al aséptico blanco de la enfermera, el luto ejemplar de la viuda.

A la palpación humillante del médico,

la solícita catadura del gusano que afloja huesos y tendones.

La dignidad repugna el artificio o el maquillaje:

quiero decir, no esconder la fragilidad de la vida,

el asalto crepuscular de la carne:

que los síntomas, entonces, se reanuden serenos:

son apenas las sílabas de un verso carcinomatoso

—palabra hecha carne—

manchando las vocales del pulmón en la radiografía.

 

 

 

 

Siempre caudaloso

en mis aflicciones

 

Clobazam 8 mg

 

Siempre caudaloso en mis aflicciones

me tropiezo nuevamente con la palabra hipocondría

y su olor a amapolas descompuestas.

Y pienso entonces en los desvanes de mi cuerpo

lastrando enfermedades

prematuramente inventariadas.

Y transformo las cicatrices revenidas  de mis pensamientos

en una aposentaduría de ulceraciones.

Así me afano en este hospedaje de dolores,

abono fértil de tanta funeraria

que mendiga en mis palabras

sólo partidas destinadas a certificar

la prematura defunción de mis días.

 

 

 

 

Ese desgarro

 

Alprazolam en dosis no especificada

 

Ese desgarro

en la musculatura de la palabra,

la pestilencia de tanto sentimentalismo pomposo,

la proliferación de tanto nódulo retórico,

sargazos podridos para un naufragio total

en la horma descalza del lenguaje,

y todo por desafiar al silencio,

al silencio que insiste, bisturí en mano,

haciendo caso omiso de las profanaciones

de la filología, las gramáticas y los diccionarios,

al silencio que busca otros labios donde abrevar,

al silencio que hace polvo al polvo

fuera de elocuencia de escaparate,

tráfico descalabrado de lo esencial:

que la muerte otorga al callar

que el amor aborrece terminologías

que el poema enmohece si no enmudece.

 

 

 

 

Para beneplácito

de nuestros deudos

« Ríos de tinta perezosa

Jorge Teillier

 

Tryptizol 200 mg

 

Para beneplácito de nuestros deudos

coloquemos ofrendas florales en cada verso

y disimulemos nuestros miedos

con un manto embellecido de palabras

que desmienten al destino ante el peso de lo escrito:

aquel depósito de cadáveres

donde cada cual sollozaba lo suyo

no era una metáfora adecuada

a nuestras aspiraciones.

Sólo se trataba de palabras a vuelo exhausto de pájaro

para no encarroñar del todo

el aliento al silencio:

ellas, « ríos de tinta perezosa » agolpándose,

eran sólo la excusa para un porvenir auspicioso:

aquí no hay nada que despedir

porque nada nunca “terminó enteramente de llegar

 

 

Datos vitales

Armando Roa Vial. Nacido en Santiago, Chile, en 1966. Es poeta, traductor, narrador y ensayista. Su obra poética completa será editada próximamente bajo el titulo Ejercicios de Filiación e incluirá, en sus versiones definitivas, los siguientes poemarios: El Apocalipsis de las palabras/La dicha de enmudecer; Zarabanda de la muerte oscura; Estancias en Homenaje a Gregorio Samsa; Hotel Celine y Los Hipocondríacos no se mueren de miedo. Ha publicado el volumen de ensayos Elogio de la Melancolía y las siguientes traducciones: Robert Browning: poesía escogida“; Ezra Pound, Cántico del Sol; Beowulf; El Navegante. Ha recibido el premio de la Crítica y el premio Pablo Neruda.

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