El mito de Proteo, de Marco Ornelas

Marco Ornelas

El mundo contemporáneo se distingue por la velocidad de sus transformaciones, así que muy bien puede llamarse la “Era de Proteo”, dios de lo móvil y de la constante creación. Tal es la tesis de Marco Ornelas (León, 1978) en El mito de Proteo. Ensayos sobre la autenticidad, disponible en formato PDF en la Galería de Armas.

A manera de invitación a descargar el libro, compartimos con ustedes el primer ensayo de El mito de Proteo.

Sueño postizo

No somos nuestros sueños. Algunas veces he sentido que mi vida no es lo que anhelé, no es lo que mi infancia proyectó. En algún tiempo remoto el filósofo estagirita profirió: zoom politikón (el hombre es un animal político [sociable]). Esta máxima incuestionable se puede comprobar a lo largo de todo el histórico drama humano. El ser humano nace en sociedad, se despliega en ella y llega a su muerte también en el seno de la misma. El hombre es un fruto de la comuna. Anhelamos con respecto a otros, deseamos lo del vecino de enfrente, queremos todo lo que nos venden. Deseamos ser como alguien, en suma, pretendemos todo lo que los otros son y tienen. Un anhelante del otro, y lo otro, es el hombre. Las instituciones como las iglesias y los Estados, crean paradigmas de hombres. Estos poderes, uno espiritual y el otro material, deciden que es lo bueno y que es lo malo, valoran a los hombres. Cada una de estas esferas de poder elabora axiología y represión, libertad y castigo. Pero en si, todo círculo de poder crea modelos de hombres; hasta los “fundamentalistas” del Islam (no todos los islamistas sino los terroristas aclaro) crean su modelo a seguir “el mártir de la guerra santa”. La persona humana en la comunidad-poder, crea los valores.

     Tristemente agradecemos a nuestro Dios que estamos mejor que el otro, que no estamos como el vecino con una enfermedad terminal, agradecemos al Señor, que tenemos mejor carro que el de enfrente.

     Tristemente agradecemos a nuestra divinidad que no estamos como otro país que vive guerras civiles y terrorismo.

     Tristemente agradecemos al Supremo Creador por la miseria del otro; si existe otra persona a nuestro lado, que este peor que nosotros en enfermedad, economía o cualquier otra circunstancia nos consuela. Nosotros hombres, somos unos aciagos, agradecemos por la miseria que tiene el otro y no nosotros. Nuestro éxito o fracaso depende del encuadramiento que tengamos con las instituciones de poder, del beneficio que obtengan ellos de nosotros. No somos tratados como personas en su auténtica dignidad. El Tener ha apabullado al Ser. Se me ha objetivado, se ha tratado y trata a los hombres y mujeres como objetos. No somos fines en si mismos como pretendió Kant, somos tratados como medios de teleologías diversas, servimos como medio de explotación sexual, económica y laboral. Nos servimos del otro como animales en celo, la meta es satisfacer nuestra concupiscencia. No soy mi sueño, porque mi sueño no me pertenece, le pertenece al círculo de poder manipulador; a la ingente mano que dirige las piezas. No somos nuestros sueños, porque la masa no tiene sueños, le fabrican sueños ajenos en la industria del círculo de poder.

     El fracaso descansa su estrépito en la envidia. La frustración estriba en pretender el encuadramiento con las instituciones de poder. Pretender alcanzar todo lo que posee el otro es inútil, como tratar de ser como el prójimo. Somos únicos e irrepetibles, nadie es como nadie, ninguna huella digital es como otra; pretender todos los bienes de todos conduce a la avaricia. La avaricia conduce a la búsqueda fallida, a la búsqueda sin respuesta, al pantano del vacío.

     Toda muerte es única, como todo problema es único para el que lo vive, no hay muertes buenas o malas, sólo hay muertes, no hay problemas grandes o minúsculos, hay problemas. No podemos vitorearnos por el malestar del otro, agradeciendo a Dios porque no estamos en tal o cual situación, es mejor cruzar el umbral de la condición humana y percatarnos de que somos miseria y grandeza. Sufrimiento y plenitud. Lo mejor es compadecer, padecer con el otro, entender y tolerar antes que gritar vivas al señor Dios, porque no estamos sufriendo como los otros. Todos los hombres tienen momentos de plenitud y sufrimiento, esto constituye el aforismo humano. No creo en la divinidad castigadora, rechazo vehementemente al Dios jugador de ajedrez que mueve nuestras piezas y decide nuestro destino. La libertad es lo esencial en la persona. La libertad nos crea, nos hace humanos. Desde que mi conciencia me apaleó por todo lo anterior, he tirado los sueños postizos a la basura, he depositado en el escusado mis anhelos de niñez imbuidos por los círculos de poder. Ahora todo lo que pretendo ser es “Yo mismo”, aprender a estar en mi situación y de ahí partir para edificarla como yo decida. Mis héroes en esta óptica bajaron del pedestal, dimito a ser un mal personaje de ellos. Prefiero crear mi propio personaje, acepto vivir una vida marcada por mi y sólo por mi, renunció al “se dice, se usa y se hace”. Me convence más emular algunos actos de mis admirados filósofos, escritores y poetas, que intentar una mala fotostática. Es irrefutable, vivimos en sociedad, nos influenciamos unos de otros, pero todos y cada uno somos diferentes. Me rebelo a ser un producto manipulado, a ser una masa manipulable. No somos nuestros sueños, y rechazo de manera categórica ser un sueño postizo.

 

 

 

Datos vitales

Marco Ornelas nace en León, Guanajuato en 1978. Es poeta y ensayista. En el 2001 fue becario del Instituto Cultural del Estado de Guanajuato. En 2008 publicó su libro de ensayos El mito de Proteo en la editorial Azafrán y Cinabrio. Mención honorífica en el Segundo Concurso de Poesía Libre, de la ciudad de León, con su poemario Concierto (2009).  Mantiene su blog aquí.

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