Foja de poesía No. 139: Marco Fonz

Marco Fonz Foto Pascual Borzelli Iglesias

Marco Fonz (Ciudad de México, 1965) es poeta, editor y difusor cultural. Ha publicado, entre otros, Cantos siniestros a Chiapas, El ojo lleno de dientes o Los buscadores de Shavana-Lamar (Premio Estatal de Poesía Rodulfo Figueroa/Biblioteca Popular de Chiapas, 2002). A continuación una muestra de su poesía.

 

 

 

El pensamiento feroz de algo pequeño

  

Cuando éramos bellos e inmortales y las moscas y gusanos

estaban lejos de nuestra nítida visión de niños sobre la tierra.

Cuando ella era un vestido en donde colgar los sueños.

Cuando era ese grano sorprendido en la tortuga que

                                                                     /viaja por galaxias.

 

Cuando nuestras manos eran ciegas y descarnadas

buscando miel y llanto

nuestros pies eran sombras lunares

mandadas a lavar con diosas y termitas

nuestros cuerpos eran el hueso

donde se regocijaban el perro o la rata.

 

Éramos todo eso y la tierra era joven y lejana.

 

Cuando teníamos la inocencia estúpida bajo las axilas

y un monstruo de dos cabezas dormía en la misma almohada.

 

Éramos tú y yo terribles insectos devoradores de ideas, de silencios.

 

Cuando como brillo de un pensamiento o relámpagos de sabia luz

existíamos incómodos buscando preguntas dentro del sombrero,

dentro del conejo, dentro del mago.

 

Cuando éramos bellos e inmortales fuimos engañados,

entonces yo, era un imbécil confiado, y tú, gentil y en silencio,

nos dimos de amantes contra el suelo.

 

 

 

Antepasados

 

Un día más sobre las ruinas y mi locura será eterna.

 

No cierro por completo mis ojos

por temor a que me ataquen

los fantasmas de estos sitios.

Todo aquí tiene una piel transparente y viscosa

se mueve tan despacio que me da vértigo el movimiento

                                                                      /estático

que hace sombra de mi luz recuperada.

 

Una pluma más de quetzal y vomitaré todas las iguanas

                                                                  /y armadillos

todos los monos y los príncipes insepultos.

Una pluma más de guacamaya y vomitaré todos los

                                                             /lagartos y garzas

todas las ceibas y cafetales, todas las escalinatas.

Una mancha más de jaguar y vomitaré los lugares

                                                                      /sagrados

todos los caracoles de río y todos los días del

                                                     /calendario estelar.

 

Un día más sobre estas ruinas y comenzaré a tragarme

el cuento de nuestra grandeza en el pasado.

Como si no los viera llorar perdidos en los siglos.

Como si nos los viera suplicar un poco de ayuda.

Como si no los viera buscar escorpiones debajo de sus

                                                                       /camas.

Como si no fueran los eternos cobardes a la muerte.

 

Grandeza ancestral mi pie sobre la roca.

 

 

 

Un pueblo

 

Tradiciones de enanos que se creen gigantes.

Topos enmarañados de raíces.

Mapaches ostentando la corona y serpientes vestidas

                                                               /para fiesta.

Quién no quisiera levantar la mano

y bajar el telón de esta triste comedia.

 

Allá en la casa rosa vive un viejito de quinientos

                                                               /años

que sabe todas las canciones de tortura.

Al fuego con él.

Allá en la casa verde

vive una anciana que se sabe

todos los puntos de costura.

Al fuego con ella.

Ahí está la escuela orgullo de pueblo de iletrados.

Al fuego con ella.

Y allí está el ayuntamiento corral para ganado de

                                                           /engorda.

Al fuego con él.

Ahí la biblioteca con un y cien libros que nadie lee.

Al fuego con ella.

Y ahí los museos que brillan por vacíos en las

                                                             /conciencias.

Al fuego con ellos.

 

Y al fuego con todas las lágrimas de hipócritas

señoritas casaderas

al fuego la cara de los galanes vetustos

que dicen estar a la última moda.

 

Pero vea, allá está el monumento de nuestro héroe

                                                           /inventado.

Al fuego con él.

Ahí nuestra iglesia que saca del aire beatas.

Al fuego con ella.

Ahí nuestra casa de cultura pobre elefante rosa.

Al fuego con ella.

Ahí van nuestros indígenas.

Al fuego con ellos.

Y allí nuestras mejores familias.

Al fuego con ellas.

Ahí nuestro mercado típico.

Al fuego también.

 

Y al fuego con todas las palabras huecas de nuestros

                                                            /intelectuales

y poetas de pueblo con sus vestiduras de magos

y alquimistas mediocres y bastardos.

 

Pero no se vaya, vea nuestro centro turístico.

Al fuego con él.

Allí nuestra discoteque.

Al fuego con ella.

Aquí nuestro parque y portales.

Al fuego con ellos.

Allá nuestros horarios y trabajos.

Al fuego con ellos.

Al fuego con las viejas y malas costumbres.

Al fuego con el engaño.

Necesitamos un hombre despierto.

Al fuego con todo.

Al fuego con todo.

Al fuego con la promesa.

Pero que no se vuelva costumbre lanzar la vida al fuego.

 

 

 

Canción

 

El mal no está en la tierra, ni en el pueblo, ni en su gente.

Yo soy quien se equivoca.

La enfermedad es dentro de mí y no vive en nadie más.

Yo soy el que se convierte en estatua de sal.

 

Sueñen tranquilos, los malos no duramos mucho en el

                                                            /cementerio.

 

(De El ojo lleno de dientes, 1998)

 

 

 

La abertura original

 

Por la abertura original he caído,

el de atrás me empujó a mí,

yo al de adelante.

 

Me rompí la boca al caer,

pues tengo las manos atadas

y los ojos cerrados por la membrana de los siglos.

 

No me culpen;

el mal ya existía antes de que yo llegara.

 

Todo estaba ocupado,

salvo un pequeño sitio en un viejo vagón del metro.

 

Ahí llegué como niño frente al espejo,

subí, me bolsearon, manosearon, besaron,

arrancaron mis ciegas ropas, mi alma; mi dignidad

          se dio al juego;

con mi vergüenza por delante y mi deshonra

           por atrás,

yo empujé

al de enfrente

y el de rojo me empujó por la abertura original.

 

Salí rompiendo mi cerebro contra una gran plaza

acorralada de edificios violadores de inocencias.

Nada reconocí pues nada es mío,

caminé despacio entre la gente

apretado contra mi alma y un suspiro arrinconado.

 

Del lado izquierdo apareció una mujer,

con boca de cierre,

me hacía señas con los ojos,

me llevó a una pared blanda, oscura,

puso mis manos atadas sobre la abertura original

y reconocí a Dios,

mientras el mundo me empujaba

y yo empujaba al mundo.

 

 

 

Los niños blandos

 

No seré yo

partícipe de sus juegos ni de sus risas.

Ni seré cómplice en sus fiestas, ni en su entrega.

La historia ya tiene suficientes cerdos,

la madre ya ha parido todos sus abortos,

como para que yo me quede con ustedes.

 

Niños blandos con razones de agua.

 

La inconsciencia es un par de alas deformes

y la lucha es en contra de ellas.

 

No puedo hablar por todos pues sólo es mía

        

una boca.

 

La tradición comienza, muera la historia.

 

Todos lucen cansados y hartos,

todos abdican antes de pelear.

Niños blandos,

lejanos seres de esta tierra.

 

El destino ignorado ha hecho de ustedes la presa

y ya habrá mañana alguien que cante amaneceres.

 

Y no,

no seré yo quien comparta su comida, ni su vino.

Ni su mujer, ni su lecho, ni su comparsa,

         ni su canto.

La letra ya ha sido vejada y su hija muere ahora

         en sus manos.

 

 

 

El punto más oscuro

 

No escatimes la felicidad

a los que en esta jornada terrena

se han consagrado a la noche.

 

                                               Novalis

 

Somos el punto más oscuro de donde nace la noche.

Esa capa vieja de vagamundo,

esa boca de dios ahorcado.

 

Somos la terrible tempestad vuelta carne.

 

De nuestros cuerpos nacen los ciclones

y los cíclopes enanos que sostienen las camas.

 

Tú escogiste ser el punto más oscuro de mi cuerpo,

el punto innombrable.

 

Regocíjate, la felicidad también existe

          fuera de la luz.

 

Somos entonces la palabra no dicha,

la más oscura de todas las palabras.

 

 

 

Oración

 

Santo Niño altísimo mío,

¿por qué lloras ante las puertas del cielo?

¿Te han corrido del paraíso

o gritas para poder entrar?

 

Ayer fui a buscarte a la iglesia

pero encontré tu silla vacía,

tu capa, ropa, corona y cetro abandonados.

 

Salí registrando el humo del incienso,

miré al parque y a la calle, pero no te encontré.

Recordé tu desnudez,

cerré mis ojos, te vi llorar.

 

Santo niño queridísimo mío,

si esto te pasa a ti

que fuiste concebido en su gracia,

imagina lo que va a pasar conmigo

que fui procreado con su odio.

Hoy, entonces, miré mis ropas

ahí colgando como buitres,

dejé mi camisa, pantalón y zapatos abandonados.

Salí desesperado a tocar junto a ti

las puertas cerradas del cielo.

 

Cerré mis ojos, nos vi llorar.

  

(De Cantos siniestros a Chiapas, 1994)

 

 

Datos vitales

Marco Fonz (Ciudad de México, 1965). Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Ha impartido talleres de creación literaria en diversas ciudades de México y ha desempeñado labores editoriales y de promoción cultural en medios impresos y radiofónicos. Fue becario del Centro Chiapaneco de Escritores en 1994 y 1995. Residió en Barcelona, España, durante 1998, donde emprendió tareas de difusión y docencia en torno de la poesía. Su obra publicada comprende los volúmenes: Los animales mal llamados hombres (1992), Intermedio absurdo en una función de medianoche (1994), Del hominem amorfo (1994), Cantos siniestros a Chiapas (1994), El ojo lleno de dientes (1994) y Los buscadores de Shavana-Lamar (Premio Estatal de Poesía Rodulfo Figueroa/Biblioteca Popular de Chiapas, 2002).

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