Arte Poética No. 011: Roberto Juarroz

Roberto Juarroz

Mario Meléndez, en esta entrega de Arte Poética, nos acerca al trabajo del paradigmático poeta argentino Roberto Juarroz (1925-1995). Recibió numerosos reconocimientos entre los que se destacan: el premio Esteban Echavarría en 1994, el premio Jean Malrieu de Marsella, y el premio de la Bienal Internacional de Poesía, en Lieja, Bélgica, en 1992.

                           

 

ALGÚN DÍA ENCONTRARÉ LA PALABRA…

Algún día encontraré una palabra
que penetre en tu vientre y lo fecunde,
que se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.

Hallaré una palabra
que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.
Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía
y no se detendrá ni cuando mueras.

 

 

DETENER LA PALABRA…

Detener la palabra
un segundo antes del labio,
un segundo antes de la voracidad compartida,
un segundo antes del corazón del otro,
para que haya por lo menos un pájaro
que puede prescindir de todo nido.

El destino es de aire.
Las brújulas señalan uno solo de sus hilos,
pero la ausencia necesita otros
para que las cosas sean
su destino de aire.

La palabra es el único pájaro
que puede ser igual a su ausencia.

 

EL CENTRO DEL AMOR

El centro del amor
no siempre coincide
con el centro de la vida.
Ambos centros se buscan entonces
como dos animales atribulados.
Pero casi nunca se encuentran,
porque la clave de la coincidencia es otra:
nacer juntos.
Nacer juntos,
como debieran nacer y morir
todos los amantes.

 

 

LA VIDA NOS ACORTA LA VISTA…

La vida nos acorta la vista
y nos alarga la mirada.
¿Cómo poner otra figura en el paisaje
sin desarticularlo como una feria invadida por la tristeza,
sin que las nubes o los árboles se despeguen
y salten como muñecos desarmados?
¿Cómo poner una palabra en el paisaje
sin que el silencio se asuste
igual que un animal sorprendido en el bosque
o como una procesión que ha perdido su imagen?
¿Cómo poner una muerte en el paisaje
sin que se vuelva frío
y se sumerja como una flauta
con todos los agujeros tapados?
¿Cómo alargar un sueño
hasta que sea un punto en el paisaje,
una figura, una palabra o la muerte,
sin que el paisaje se desintegre como una burbuja?
Nosotros ya no podemos dejar de estar en el paisaje siguiente,
aunque sea un paisaje en blanco.

 

 

SACAR LA PALABRA DEL LUGAR DE LA PALABRA

Sacar la palabra del lugar de la palabra
y ponerla en el sitio de aquello que no habla:
los tiempos agotados,
las esperas sin nombre,
las armonías que nunca se consuman,
las vigencias desdeñadas,
las corrientes en suspenso.

Lograr que la palabra adopte
el licor olvidado
de lo que no es palabra,
sino expectante mutismo
al borde del silencio,
en el contorno de la rosa,
en el atrás sin sueño de los pájaros,
en la sombra casi hueca del hombre.

Y así sumado el mundo,
abrir el espacio novísimo
donde la palabra no sea simplemente
un signo para hablar
sino también para callar,
canal puro del ser,
forma para decir o no decir,
con el sentido a cuestas
como un dios a la espalda.

Quizá el revés de un dios,
quizá su negativo.
O tal vez su modelo.

 

 

CIERTAS LUCES APAGADAS

Ciertas luces apagadas
iluminan más
que las luces encendidas.

Hay lugares donde no es preciso
que algo esté encendido para que alumbre.
Pero además hay cosas
que se aclaran mejor con las luces apagadas,
como algunos estratos oblicuos del hombre
o algunos rincones que se instalan subrepticiamente
en los espacios más abiertos.

Y hay también una intemperie de la luz,
una zona despojada y ecuánime
donde ya no hay diferencia
entre las luces encendidas
y las luces apagadas. 

 

 

 

HAY FRAGMENTOS DE PALABRAS…

Hay fragmentos de palabras
adentro de todas las cosas,
como restos de una antigua siembra.

Para poder hallarlos
es preciso recuperar el balbuceo
del comienzo o el fin.
Y desde el olvido de los nombres
aprender otra vez a deletrear las palabras,
pero desde atrás de las letras.

Quizá descubramos entonces
que no es necesario completar esos fragmentos,
porque cada uno es una palabra entera,
una palabra de un lenguaje olvidado.

Y hasta es posible que encontremos en cada cosa
un texto completo,
un reservado y protegido texto
que no es preciso leer para entender.

 

 

DIBUJABA VENTANAS EN TODAS PARTES

Dibujaba ventanas en todas partes.
En los muros demasiado altos,
en los muros demasiado bajos,
en las paredes obtusas, en los rincones,
en el aire y hasta en los techos.

Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.
En el piso, en las noches,
en las miradas palpablemente sordas,
en los alrededores de la muerte,
en las tumbas, los árboles.

Dibujaba ventanas hasta en las puertas.
Pero nunca dibujó una puerta.
No quería entrar ni salir.
Sabía que no se puede.
Solamente quería ver: ver.

Dibujaba ventanas
en todas partes.

 

 

MÁS TARDE O MÁS TEMPRANO

Más tarde o más temprano
hay que poner la mano sobre el fuego.

Tal vez pueda la mano
aprender antes a ser llama
o quizá persuadir a la llama
para que tome la forma de una mano.

Y si fallaran ambas cosas,
tal vez puedan la mano y la llama
resolverse en los átomos ya libres
de una distinta claridad.

O quizá simplemente
calentar un poco más el universo.

 

 

INVERTIR LOS SIGNOS DE LA FIESTA…

Invertir los signos de la fiesta,
como lo haría un monje loco
que sólo puede orar con la cruz al revés
o poniéndose a sí mismo
con la cabeza hacia abajo.

Que la fiesta comience
con la muerte en la punta de los dedos
y el abismo enredándose en las piernas,
con la luna convertida en esponja
para absorber el cielo
y la luz en escoba
para barrer la tierra.
Que el sueño se transforme en sustancia,
la vejez en victoria
y tu ausencia portátil en presencia.
Y sembrar al voleo la identidad de los rincones
como si se encendiera la primera luz
con el pabilo de la noche.

Hay que invertir los signos de la fiesta,
romper la malla estrafalaria
del juego que nos ciñe
y saltar hacia otro juego más abierto.

Hay que hallar más mirada en los ojos
o fuera de los ojos
y descubrir por fin la fiesta prometida.

 

 

HAY UN MOMENTO

Hay un momento
en que uno se libera de su biografía
y abandona entonces esa sombra agobiante,
esa simulación que es el pasado.

Ya no hay que servir más
la angosta fórmula de uno mismo,
ni seguir ensayando sus conquistas,
ni plañir en las bifurcaciones.

Abandonar la propia biografía
y no reconocer los propios datos,
es aliviar la carga para el viaje.

Y es como colgar en la pared un marco vacío
para que ningún paisaje se agote al fijarse.

 

 

CALLAR ALGUNOS POEMAS…

Callar algunos poemas,
no traducirlos del silencio,
no vestir sus figuras,
no llegar ni siquiera a formarlas:
dejar que se concentren como pájaros inmóviles
en la rama enterrada.

Solo así brotarán otros poemas.
Solo así la sangre se abre paso.
Solo así la visión que nos enciende
se multiplicará como los panes.

Los poemas acallados
nos prueban que el milagro es siempre joven.
Y al final, cuando todo enmudezca,
tal vez esos poemas
hagan surgir también otro poema.

 

 

BUSCAR UNA COSA…

Buscar una cosa
es siempre encontrar otra.
Así, para hallar algo,
hay que buscar lo que no es.

Buscar al pájaro para encontrar a la rosa,
buscar al amor para hallar el exilio,
buscar la nada para descubrir un hombre,
ir hacia atrás para ir hacia adelante.

La clave del camino,
más que en sus bifurcaciones,
su sospechoso comienzo
o su dudoso final,
está en el cáustico humor
de su doble sentido.

Siempre se llega,
pero a otra parte.

Todo pasa.
Pero a la inversa.

El fruto es el resumen del árbol,
el pájaro es el resumen del aire,
la sangre es el resumen del hombre,
el ser es el resumen de la nada.

La metafísica del viento
se notifica de todos los resúmenes
y del túnel que excavan las palabras
por debajo de todos los resúmenes.

Porque la palabra no es el grito,
sino recibimiento o despedida.
La palabra es el resumen del silencio,
del silencio, que es resumen de todo.

 

 

EL HOMBRE PIERDE LA VIDA Y OTRAS COSAS…

El hombre pierde la vida y otras cosas,
se ensucia con cualquier crecimiento,
no aprenderá nunca a vestirse
y es un inexplicable ensayo de la muerte.

Sin embargo,
busca una forma higiénica de morirse,
mientras da saltitos variables por las calles
y desocupa más sitio que el que ocupa.
Se desayuna moralmente
y dobla saludos y se los mete en el bolsillo.

Pero hay un saludo que no puede doblar,
un saludo que en el bolsillo no le cabe.
Y lo pierde, eso sí que lo pierde,
más que la vida y otras cosas,
por ejemplo, el cumpleaños de su muerte. 

 

 

GASTAR POR ANTICIPADO EL TIEMPO DE LA MUERTE…

Gastar por anticipado el tiempo de la muerte,
consumir el silencio del futuro
como una flor enterrada,
vivir a crédito
de la eternidad imparcial que nos espera,
poner entre las mañanas y las tardes
algo más digno de fe que el mediodía
y aprender a pararse en las palabras,
aunque estén acostadas.

Tal vez así la muerte dure menos,
la vida use otras puertas
y no se cansen tanto
los ojos que nos miran.

 

 

LAS COSAS NOS IMITAN

Las cosas nos imitan.
Un papel arrastrado por el viento
reproduce los tropezones del hombre.
Los ruidos aprenden a hablar como nosotros.
La ropa adquiere nuestra forma.

Las cosas nos imitan.
Pero al final
nosotros imitaremos a las cosas.

Las cosas nos imitan.
Un papel arrastrado por el viento
reproduce los tropezones del hombre.
Los ruidos aprenden a hablar como nosotros.
La ropa adquiere nuestra forma.

Las cosas nos imitan.
Pero al final
nosotros imitaremos a las cosas.

 

 

TU AUSENCIA ES EL BORDE…

Tu ausencia es el borde
de una pared que detiene al viento
y fabrica con él dos largos túneles
de cuyo fondo volverán tus ojos.
Tu ausencia me suelta
una piel imposible,
que sólo viviría
en la temperatura que se fue con tus manos.
Y en cambio me ata
esta piel que me aprieta los tobillos
y me desemboca locamente
en el costado fiel del corazón.

Tu ausencia me hace llover encima mío
el espacio que queda entre la lluvia.

El amor empieza cuando se rompen los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o alta,
se agacha hasta la sangre.

El amor empieza cuando Dios termina
y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier parte.

El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.

Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.

 

CADA UNO SE VA COMO PUEDE

Cada uno se va como puede,
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo,
otros en el alma,
unos con la luna atornillada en la sangre
y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.

Cada uno se va aunque no pueda,
unos con el amor entre dientes,
otros cambiándose la piel,
unos con la vida y la muerte,
otros con la muerte y la vida,
unos con la mano en su hombro
y otros en el hombro de otro.

Cada uno se va porque se va,
unos con alguien trasnochado entre las cejas,
otros sin haberse cruzado con nadie,
unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,
otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,
unos sin haber empezado a vivir
y otros sin haber empezado a vivir.

Pero todos se van con los pies atados,
unos por el camino que hicieron,
otros por el que no hicieron
y todos por el que nunca harán.

 

 

 

SI HAS PERDIDO TU NOMBRE

Si has perdido tu nombre,
recobraremos la puntada de las calles más solas
para llamarte sin nombrarte.
Si has perdido tu casa,
despistaremos a los guardianes de la cárcel
hasta dejarlos con su sombra y sin sus muros.
Si has perdido el amor,
publicaremos un gran bando de palomas desnudas
para atrasar la vida y darte tiempo.
Si has perdido tus límites de hombre,
recorreremos el cruento laberinto
hasta alzar otra forma desde el fondo.
Si has perdido tus ecos o tu origen,
los buscaremos, pero hacia adelante,
en el templo final de los orígenes.
Solamente si has perdido tu pérdida,
cortaremos el hilo
para empezar de nuevo.

 

 

 

LA VIDA DIBUJA UN ÁRBOL

La vida dibuja un árbol
y la muerte dibuja otro.
La vida dibuja un nido
y la muerte lo copia.
La vida dibuja un pájaro
para que habite el nido
y la muerte de inmediato
dibuja otro pájaro.

Una mano que no dibuja nada
se pasea entre todos los dibujos
y cada tanto cambia uno de sitio.
Por ejemplo:
el pájaro de la vida
ocupa el nido de la muerte
sobre el árbol dibujado por la vida.

Otras veces
la mano que no dibuja nada
borra un dibujo de la serie.
Por ejemplo:
el árbol de la muerte
sostiene el nido de la muerte,
pero no lo ocupa ningún pájaro.

Y otras veces
la mano que no dibuja nada
se convierte a sí misma
en imagen sobrante,
con figura de pájaro,
con figura de árbol,
con figura de nido.

Y entonces, sólo entonces,
no falta ni sobra nada.
Por ejemplo:
dos pájaros
ocupan el nido de la vida
sobre el árbol de la muerte.

O el árbol de la vida
sostiene dos nidos
en los que habita un solo pájaro.

O un pájaro único
habita un solo nido
sobre el árbol de la vida
y el árbol de la muerte.

 

 

 

CALLAR PUEDE SER UNA MÚSICA…

Callar puede ser una música,
una melodía diferente,
que se borda con hilos de ausencia
sobre el revés de un extraño tejido.
La imaginación es la verdadera historia del mundo.
La luz presiona hacia abajo.
La vida se derrama de pronto por un hilo suelto.
Callar puede ser una música
o también el vacío
ya que hablar es taparlo.
O callar puede ser tal vez
la música del vacío.

 

 

 

HAY POCAS MUERTES ENTERAS…

 

 

Hay pocas muertes enteras.
Los cementerios están llenos de fraudes.
Las calles están llenas de fantasmas.

Hay pocas muertes enteras.
Pero el pájaro sabe en qué rama última se posa
y el árbol sabe dónde termina el pájaro.

Hay pocas muertes enteras.
La muerte es cada vez más insegura.
La muerte es una experiencia de la vida.
Y a veces se necesitan dos vidas
para poder completar una muerte.

Hay pocas muertes enteras.
Las campanas doblan siempre lo mismo.
Pero la realidad ya no ofrece garantías
y no basta vivir para morir.

 

 

LA VENTAJA DE LOS HOMBRES PLANOS

La ventaja de los hombres planos
es que pueden vivir en casas planas
y pensar pensamientos planos,
que caben entre las hojas de los libros.

No necesitan pasos en la noche
ni ramas en los árboles.
No necesitan muchas habitaciones,
ni templos, ni caricias, ni candados.

Los hombres planos tapan las miradas
con tapones de corcho.
Y en sus casas no puede entrar la muerte
porque no encuentra espacio.

Los hombres planos siempre nos despistan,
aunque no tengan sombra.
La luna les va tejiendo corazones
y el tiempo les va tejiendo resultados.

Si les falta un candil, siempre arde alguna vela.
Si les falta la voz, el viento los disfraza.
Y les basta un perfil para ubicarse,
mientras llega su noche sin relieves.

Datos vitales

Roberto Juarroz (Argentina 1925 – 1995). Poeta, ensayista y critico literario. Graduado en Bibliotecología y Ciencias de la Información por la Universidad Nacional de Buenos Aires, se especializó en  la Sorbonne. Miembro de número de la Academia Argentina de Letras. Recibió numerosos reconocimientos entre los que se destacan: el premio Esteban Echavarría en 1994, el premio Jean Malrieu de Marsella, y el premio de la Bienal Internacional de Poesía, en Lieja, Bélgica, en 1992. Su obra está reunida en  el volumen titulado Poesía Vertical y ha sido traducida a diversos idiomas. ”El poeta no tiene otra alternativa que inventar o crear otros mundos. La poesía crea realidad, no ficción. Afirmo que la poesía es realidad, y para mí es la mayor realidad posible porque es la que cobra conciencia real de la infinitud”.

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