Tres cuentos de Blas García Flores

foto-blas-garcía[1]Presentamos a continuación tres cuentos del narrador chihuahuense Blas García Flores (Ciudad Juárez, México, 1975). Publicó Carta del Apóstol san Blas a los parralenses, Ficticia, 2010. Tiene estudios de Maestría en Cultura e Investigación Literaria por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

 

 

 

FLAMA ROJA, EL INICIO DEL IMPERIO

 

No estoy loco, Chato, no estoy loco.

Julio Quiroga

 

Vivir en la calle Santos Degollado en los ochenta tenía sus ventajas: el Mercado Cuauhtémoc ―donde trabajaba mi padre― a dos minutos; el centro ―una cuadra adelante―, tranquilo; la plaza de armas llena de paleteros y fotógrafos. Aunque para mí lo verdaderamente importante era el Gimnasio Municipal. Estaba a pasos de casa. Íbamos a las luchas los jueves y domingos. Ya te la sabes: baño y toda la cosa, y ¿ya hiciste la tarea? Si no, no vas, ¿eh? No había de otra. Afuera, los vendedores de máscaras y papitas grasosas hacían su agosto. Lleve su tapa del Mil, llévela, las tenemos todas. No sea mamón. Qué pasó jefe, si no la ve, se la mandamos hacer, no se agüite. Mil Máscaras. ¿Qué iba yo a hacer con tantas? No, yo me conformaba con el álbum de tarjetitas. La de Aníbal nunca salía, por eso me caía mal. ¿Jugamos al numerito? Mejor a la repetida, ¿no? Los jueves, la fila era poca, pero los domingos, difícil. Ya no hay boletos, mi buen. No le hagas, huarachudo. Calmado mi legionario chaveñero, igual en la esquina encuentras. ¿De reventa? Ni madres, mejor me voy al Río Rosas por unas hamburguesas especiales con doble carne.

 

Al Neri Santos le cabía un buen de perrada dividida en ring side, preferente y general. Cinco mil cuerpos gritando como tribu empeyotada: Rocky, Rocky, Rocky. No se referían al Balboa, sino a Rocky Star, algo así como El Santo juarense, optometrista de profesión. Ay sí, yo sí estudié, cheput. A mí me gustaban otros luchadores: El Gallo Tapado, El Vikingo, El Cobarde, El Crazy 32 y 33, Ari Romero ―el padre de los Guerrero―, El Samurai, Lola González ―alguna vez canquillo de mi tío Trini que, en ese entonces, era boxeador de la Selección Panamericana― y el gran Julio Quiroga, antes conocido como El Norteño y, mucho antes, El Panza de Yegua. Luchador, conductor, réferi, cantante, cómico, la sal y pimienta del encordado.

Las funciones incluían de cinco a siete combates, y todos, absolutamente todos, de dos a tres caídas sin límite de tiempo. No como las gringas que sólo son a una caída y con diez minutotes pa´ hacerse como que se pegan; puro fraude.

¿A qué hora regresan? Acuérdate que mañana vas a la escuela. Temprano, en la estelar van Frankenstein y Bestia Nazi contra los chafas Cinta de Oro y Eddie Guerrero, en dos al hilo se la llevan. ¿Y qué, Flama no va a luchar? No, dicen que se está preparando pal otro domingo, va en mano a mano contra El Santo en la Monumental. Ah, machín, y ¿quién más viene? El Solitario, El Matemático, El Vagabundo y, agárrate, André el Gigante contra El Dorado Hernández y El Dandy juntos, y creo que hasta el Espectrito les va a hacer un paro. Se los va a comer esa mole.

 

Y llegó el día: la plaza hasta la madre, no se podía caminar. ¿Por qué se retuerce como tlaconete en sal, compadre? Es que ya me anda. No, ya se fregó, mejor déjese caer en el vaso de la chela. No chifle. Ándele, y nos sirve por si hay que bañar a los de abajo. Pero este vasito no me va a servir. Ya, no se adorne mi manguera de bombero. Los vendedores no se daban abasto, ni les hizo falta darse la vuelta, para la segunda lucha no había más que unas carta blanca calientes que se cotizaron como petróleo de Arabia. La sorpresa de la noche fue que el mentado Gigante, que se suponía iba en la estelar, tuvo que subir en la primera lucha porque tenía que tomar el vuelo de las diez de la noche de regreso al DF. Todavía pegaba el sol, igual la plaza ya estaba llena, pero mucha raza se lo perdió y, efectivamente, era un demonio de Tasmania a pesar de su estatura. No sólo se despachó al Dorado y al Dandy, también al Espectrito y hasta al réferi, Tony Barbetta. Échenle un toro. Aquí nunca se había visto que un luchador subiera al ring por encima de la tercera cuerda. Impactante. ¿Descansó, compadre? La neta, sí, ya no aguantaba la tripa, pero ahora tengo que ir al excusado. Pinche compadre, le dije que no comiera tantos tacos de buche.

La lucha súper estrella empezó muy tarde; corrió el rumor en las gradas que El Santo no quería subir porque Flama era varias categorías más pesado que él. Craso error. Ese fue el inicio del imperio de Flama Roja. El grito de Santo, Santo, se fue transformando a miedo, miedo y, finalmente, a Flama, Flama. Uh, pues qué delicado, ¿no que muy chinguetas? Si quieres te traemos una momia. Entonces salió Flama. Ovación. Él era el más sorprendido, rudo cien por ciento, le gustaba burlarse de sus contrincantes técnicos, y hasta de la gente. No entendía bien lo que pasaba, pero le gustaba. Alto y pesado, panzón, pues, con su camiseta de tirantes y mallas rojas, y su máscara amarilla con flamas a los lados. Capa en el mismo color. Flama, Flama. De repente un que otro aferrado: Santo, Santo, y el coro mataba el grito: joto, joto. Y ahí viene El Enmascarado de Plata, clásico, en hombros, y agradeciendo con los brazos abiertos hacia el cielo. Silencio. Por un segundo la gente se saca de onda, como que quieren apoyarlo, era el Santo güey, ya Rufles, pero El Santo. Pues eso valió madre, que se le viene el abucheo más grande de su vida: buuuuu, que tanto son unos kilitos, no seas fijado, háblale a las hermanas Velázquez pa´ que te ayuden. Inicia la lucha. La gente aplaude todo al de casa. Al otro pobre no lo bajan de pendejo. Está confundido, voltea a los lados, no sabe qué pasa. Sí, efectivamente, anda apendejado. Humíllalo Flama, pa´ que se le quite. Pártele la madre. Sólo luchan dos caídas: la primera es para el plateado y la segunda para Flama. La gente se le entrega al gordo. El grito se oye en toda la ciudad: Flama, Flama, Flama. Iniciando la tercera, El Santo se queja a ras de lona de un foul que el rudo le propina a la vista de todos, pero que el réferi no sanciona. Entonces se baja del ring y se niega a regresar. Flama pide el apoyo del respetable, gritando: miedo, miedo, y aquello se vuelve una sola voz. Súbete, vamos a darnos, Santo, súbete huarachudo. Otra ovación. Pero no, el ídolo se aleja por el pasillo, corriendo bajo una variación de golden shower múltiple. Ora es cuando compadre, aviéntele el vaso. Se me hace que no llega, compa. Uste´ aviéntelo, güey.

Desde ese día Flama Roja se convirtió en el emperador de la lucha libre en Juárez. El primer rudo abiertamente querido por la gente. Una semana después de la función, el representante de El Santo demandó a la empresa Acasa por incumplimiento de contrato. Se supo que, esa noche, el plateado se negaba a salir porque todavía a esa hora no le pagaban sus honorarios. Nada que ver con lo del peso. Ganó la querella y, por supuesto, jamás regresó a luchar acá. Qué bueno. 

 

 

 

 

 

VINO DE HONOR. ENTRADA LIBRE

 

El éxito de Hipólito García en las lecturas inició con la publicación en el periódico del siguiente encabezado:

Dos muertos y un herido en lectura literaria

Antes de eso, era impensable que hubieran más de diez personas escuchando sus versos. El artículo decía: el día de ayer fueron ejecutados dos presuntos narcotraficantes mientras negociaban una gran carga de coca proveniente de Sudamérica. Todo indica que los capos fueron acribillados en la librería universitaria, donde degustaban un café. Un tercer implicado en la balacera resultó herido y fue trasladado al Centro Médico de Especialidades. Su estado se reporta como grave pero estable. Hasta el lugar llegó personal de la policía municipal, estatal, federal, bomberos, rescate, paramédicos, Cruz Roja, Cruz Verde, Águilas del Aire, Liga 23 de septiembre y pastoral juvenil; todos coincidieron: muy buen café, pero muy caro.

Después se aclaró el asunto: los dos muertitos eran efectivamente dos narcos, aunque de baja monta, que habían leído un volante ―invitación a una mesa de lectura cuyo nombre les llamó la atención: El narco y la lira, literatura de Sinaloa, con los escritores Elmer Mendoza y Juan José Rodríguez. La cita es este próximo viernes 5 de septiembre a las 6:00 p.m., en la Librería Universitaria del Centro Cultural Paso del Norte. Entrada Libre. Vino de honor. Ambigú. Conjunto norteño. También libros.

―¿Vamos o qué?

―¿Qué no vamos a ir al Vaqueras y Broncos?

―Pos es lo mismo, pero sin cover.

―¡Ah, pos sí!

Luego que Rodríguez y Mendoza leyeron, vino el espacio para preguntas y respuestas: primero silencio, luego una mano arriba: señor Mendoza, ¿nunca ha tenido problemas con algún narcos por sus cuentos?

―Nunca. Y si la hacen de emoción, los quiebro rápidamente.

Las carcajadas del público calaron hondo en las regordetas caras de los puchadores. Ahí estaban, humillados, mirándose con ganas de sacar sus armas y darle al desgraciado. Y estos que no servían el vino, puro café. ¿Y Ambigú y su grupo norteño? Era demasiado.

Uno sacó el arma y le apunto a Elmer.

―Ya estuvo, cabrón.

―Eh pérese compa, calmado, esto es pura ficción.

―Cállese, güey.

―No se muevan ―dijo el otro a la raza.

La cosa estaba tensa cuando por la entrada principal apareció un grupo de hombres sombrerudos y malencarados. Sin pensarlo, nuestros dealers abrieron fuego. Mala puntería. A diferencia del que tocaba el bajosexto; ese fue quien los mató ―cargaba una escuadra por si acaso. Excelente puntería; ese fue quien hirió a Hipólito, el moderador de la mesa. Juanjo tomó muchas fotos. En cuanto a la coca, un testigo dijo a la reportera que había escuchado a uno de los malencarados decir antes de entrar a la librería: el vicio de la coca es perro. Se refería al six de coca- colas que estaban introduciendo de contrabando al establecimiento en el estuche del acordeón.

A Hipólito los entrevistaron varias veces en el hospital; él contestaba: todo sea por la literatura; volvería a hacerlo sin dudarlo; cobardes, soy un escritor y estoy aquí listo para lo que quieran. Luego publicó Balística y literatura. O de cómo escapé al fuego en un encuentro de escritores. Tiraje agotado. El grupo norteño, ahora llamado Justicieros del Norte, está próximo a estrenar su película y el soundtrack de la misma.

 

 

 

 

Y EL MANÁ DEL PALENQUE DESCENDIÓ

 SOBRE NOSOTROS

 

En llegando, algunas apuestas. Suficiente cerveza para la noche. La gente platica. Dicen que en primera fila están Jesús Gardea y Chito Cano. Quién sabe. La feria es muy grande. Afuera del palenque, las mujeres se resisten. Tienes que pasearlas un rato antes de entrar, comprarles un algodón o una cerveza y convencidas o por lo menos borrachas. Luego los gallos, las navajas, el calor en las manos de los corredores de apuestas; en el trasero de la joven sentada en las gradas metálicas; en todos los traseros sentados esperando el espectáculo del cantante del sombrero y la espuela. Por fin sale, en persona es mucho más gordo. También su voz. La gente se olvida de sus próximos fracasos. El mariachi toca orgulloso del cantante, que además nació aquí. Le gusta el tequila. Los más cercanos le ofrecen. Él se deja querer.

 

El muchacho alegre y una, suspira; “Maquina 501” y otro se desmaya para sorpresa de su dama. Es el éxtasis: Avitia saca la pistola y apunta al cielo: cacas y plumas de paloma caen sobre los idólatras: se completa la transfiguración. Al final, el éxodo en la avenida Ribereño no termina.

 

 

 

Datos vitales

Blas García Flores (Ciudad Juárez, México, 1975). Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Con estudios de Maestría en Cultura e Investigación Literaria por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. En 2007-2008 fue beneficiario del Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artísticos David Alfaro Siqueiros del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en el área de letras por el proyecto Carta del Apóstol san Blas a los parralenses, mismo que el ICHICULT publicó en coedición con Ficticia el presente año. Actualmente se desempeña como Coordinador de Políticas Culturales e Institucionales de la Subdirección de Arte y Cultura de la UACJ.

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