Arte poética No. 38: Oliverio Girondo

oliverio-girondo[1]En esta entrega de Arte poética, Mario Meléndez nos ofrece un acercamiento a los poemas más representativos de Oliverio Girondo (Argentina, 1891 ­- 1967), pilar de la vanguardia en hispanoamérica. Su libro En la masmédula representa un intento extremo de expresión y se le ha comparado con Trilce del peruano César Vallejo.

 

 

 
 

Nocturno

Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.

¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.
¡Silencio! -grillo afónico que nos mete en el oído-. ¡Cantar de las canillas mal cerradas! -único grillo que le conviene a la ciudad-. 

 
 
 
 

Croquis en la arena

 

La mañana se pasea en la playa empolvada de sol. 

 

Brazos.  

Piernas amputadas.  

Cuerpos que se reintegran.  

Cabezas flotantes de caucho.  

 

 

Al tornearles los cuerpos de las bañistas, las olas alargan sus virutas sobre el

aserrín de la playa.  

 

¡Todo es oro y azul!  

 

La sombra de los toldos. Los ojos de las chicas que se inyectan novelas y

horizontes. Mi alegría, de zapatos de goma, que me hace rebotar sobre la arena.  

 

Por ochenta centavos, los fotógrafos venden los cuerpos de las mujeres que se bañan. 

 

Hay quioscos que explotan la dramaticidad de la rompiente. Sirvientas

cluecas. Sifones irascibles, con extracto de mar. Rocas de pechos algosos

de marinero y corazones pintados de esgrimista. Bandadas de gaviotas, que

fingen el vuelo destrozado de un pedazo  

blanco de papel.

 

¡Y ante todo está el mar!

 

 

 

 

Apunte callejero

 

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos

buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe

las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par

en par una ventana.

 

Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se

me entran por la pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar…

Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda…

 

 

Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja

entre las ruedas de un tranvía.

 

 
 

Exvoto

Las chicas de Flores,

tienen los ojos dulces,
como las almendras azucaradas
de la Confitería del Molino,
y usan moños de seda
que les liban las nalgas
en un aleteo de mariposa.

Las chicas de Flores,
se pasean tomadas de los brazos,
para transmitirse sus estremecimientos,
y si alguien las mira en las pupilas,
aprietan las piernas,
de miedo de que el sexo
se les caiga en la vereda. 

Al atardecer,
todas ellas cuelgan
sus pechos sin madurar
del ramaje de hierro de los balcones,
para que sus vestidos
se empurpuren al sentirlas desnudas,
y de noche,
a remolque de sus mamás
-empavesadas como fragatas-
van a pasearse por la plaza,
para que los hombres
les eyaculen palabras al oído,
y sus pezones fosforescentes,
se enciendan y se apaguen como luciérnagas. 

Las chicas de Flores,
viven en la angustia
de que las nalgas se les pudran,
como manzanas que se han dejado pasar,
y el deseo de los hombres las sofoca tanto,
que a veces quisieran desembarazarse
de él como de un corsé,
ya que no tienen el coraje
de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo
a todos los que pasan por la vereda.

 

 

 

 

Café-concierto

Las notas del pistón describen trayectorias de cohete, vacilan en el aire, se apagan antes de darse contra el suelo.

Salen unos ojos pantanosos, con mal olor, unos dientes podridos por el dulzor de las romanzas, unas piernas que hacen humear el escenario.

La mirada del público tiene más densidad y más calorías que cualquier otra, es una mirada corrosiva que atraviesa las mallas y apergamina la piel de las artistas.

Hay un grupo de marineros encandilados ante el faro que un “maquereau” tiene en el dedo meñique, una reunión de prostitutas con un relente a puerto, un inglés que fabrica niebla con sus pupilas y su pipa.

La camarera me trae, en una bandeja lunar, sus senos semi-desnudos… unos senos que me llevaría para calentarme los pies cuando me acueste.

El telón, al cerrarse, simula un telón entreabierto.

 

 

 

Verona

¡Se celebra el adulterio de María con la Paloma Sacra!

Una lluvia pulverizada lustra “La Plaza de las Verduras”, se hincha en globitos que navegan por la vereda y de repente estallan sin motivo.

Entre los dedos de las arcadas, una multitud espesa amasa su desilusión; mientras, la banda gruñe un tiempo de vals, para que los estandartes den cuatro vueltas y se paren.

La Virgen, sentada en una fuente, como sobre un “bidé”, derrama un agua enrojecida por las bombitas de luz eléctrica que le han puesto en los pies.

¡Guitarras! ¡Mandolinas! ¡Balcones sin escalas y sin Julietas! Paraguas que sudan y son como la supervivencia de una flora ya fósil. Capiteles donde unos monos se entretienen desde hace nueve siglos en hacer el amor.

El cielo simple, verdoso, un poco sucio, es del mismo color que el uniforme de los soldados.

 
 
 
 

Fiesta en Dakar

La calle pasa con olor a desierto, entre un friso de negros sentados sobre el cordón de la vereda.
Frente al Palacio de la Gobernación: 
¡CALOR! ¡CALOR!
Europeos que usan una escupidera en la cabeza. 
Negros estilizados con ademanes de sultán.

El candombe les bate las ubres a las mujeres para que al pasar, el ministro les ordeñe una taza de chocolate.

¡Plantas callicidas! Negras vestidas de papagayo, con sus crías en uno de los pliegues de la falda. Palmeras, que de noche se estiran para sacarle a las estrellas el polvo que se les ha entrado en la pupila.

¡Habrá cohetes! ¡Cañonazos! Un nuevo impuesto a los nativos. Discursos en cuatro mil lenguas oscuras.

Y de noche:
¡ILUMINACIÓN!
a cargo de las constelaciones

 

 
 
 

Corso

 

La banda de música le chasquea el lomo  

para que siga dando vueltas  

cloroformado bajo los antifaces  

con su olor a pomo y a sudor  

y su voz falsa  

y sus adioses de naufragio  

y su cabellera desgreñada de largas tiras de papel  

que los árboles le peinan al pasar  

junto al cordón de la vereda  

donde las gentes  

le tiran pequeños salvavidas de todos los colores  

mientras las chicas  

se sacan los senos de las batas  

para arrojárselos a las comparsas  

que espiritualizan  

en un suspiro de papel de seda  

su cansancio de querer ser feliz  

que apenas tiene fuerzas para llegar  

a la altura de las bombitas de luz eléctrica.

 
 
 
 
 
 

Otro nocturno

 

La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público.

 

¡Faroles enfermos de ictericia! ¡Faroles con gorras de “apache”, que fuman un

cigarrillo en las esquinas!

 

¡Canto humilde y humillado de los mingitorios cansados de cansar! ¡Y silencio

de las estrellas, sobre el asfalto humedecido!

 

¿Por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la un par de medias

tirado en un rincón?, y ¿por qué, a veces, nos interesará tanto el partido de

pelota que el eco de nuestros pasos juega en la pared?

 

Noches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles, de miedo

de que las casas se despierten de pronto y nos vean pasar, y en las que el

único consuelo es la seguridad de que nuestra cama nos espera, con las

velas tendidas hacia un país mejor.

 
 

 

 

 

Pedestre

 

En el fondo de la calle, un edificio público aspira el mal

olor de la ciudad.

 

Las sombras se quiebran el espinazo en los umbrales, se

acuestan para fornicar en la vereda.

 

Con un brazo prendido a la pared, un farol apagado tiene

la visión convexa de la gente que pasa en automóvil.

 

Las miradas de los transeúntes ensucian las cosas que se

exhiben en los escaparates, adelgazan las piernas que cuelgan

bajo las capotas de las victorias.

 

Junto al cordón de la vereda un quiosco acaba de tragarse

una mujer.

 

Pasa: una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que es

un colegio sobre ruedas. Un perro fracasado, con ojos de prostituta  

que nos da vergüenza mirarlo y dejarlo pasar 1.

 

De repente: el vigilante de la esquina detiene de un golpe

de batuta todos los estremecimientos de la ciudad, para que

se oiga en un solo susurro, el susurro de todos los senos al

rozarse.

 
 

(de “Veinte poemas para leer en un tranvía”)

 

 

 

 

Espantapájaros

 

No sé me importa un pito que las mujeres 
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; 
un cutis de durazno o de papel de lija. 
Le doy una importancia igual a cero, 
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco 
o con un aliento insecticida. 
Soy perfectamente capaz de soportarles 
una nariz que sacaría el primer premio 
en una exposición de zanahorias; 
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible

– no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. 
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! 
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, 
tan locamente, de María Luisa. 
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?

¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo 
y sus miradas de pronóstico reservado? 
¡María Luisa era una verdadera pluma! 
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, 
volaba del comedor a la despensa. 
Volando me preparaba el baño, la camisa. 
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres… 
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, 
de algún paseo por los alrededores! 
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. 
“¡María Luisa! ¡María Luisa!”… y a los pocos segundos, 
ya me abrazaba con sus piernas de pluma, 
para llevarme, volando, a cualquier parte. 
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia 
que nos aproximaba al paraíso; 
durante horas enteras nos anidábamos en una nube, 
como dos ángeles, y de repente, 
en tirabuzón, en hoja muerta, 
el aterrizaje forzoso de un espasmo. 
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…, 
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! 
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes… 
la de pasarse las noches de un solo vuelo! 
Después de conocer una mujer etérea, 
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?

¿Verdad que no hay diferencia sustancial 
entre vivir con una vaca o con una mujer 
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo? 
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender 
la seducción de una mujer pedestre, 
y por más empeño que ponga en concebirlo, 
no me es posible ni tan siquiera imaginar 
que pueda hacerse el amor más que volando.

 

 

 

4

Abandoné las carambolas por el calambur, los madrigales por los mamboretás, los entreveros por los entretelones, los invertidos por los invertebrados. Dejé la sociabilidad a causa de los sociólogos, de los solistas, de los sodomitas, de los solitarios. No quise saber nada con los prostáticos. Preferí el sublimado a lo sublime. Lo edificante a lo edificado. Mi repulsión hacia los parentescos me hizo eludir los padrinazgos, los padrenuestros. Conjuré las conjuraciones más concomitantes con las conjugaciones conyugales. Fui célibe, con el mismo amor propio con que hubiese sido paraguas. A pesar de mis predilecciones, tuve que distanciarme de los contrabandistas y de los contrabajos; pero intimé, en cambio, con la flagelación, con los flamencos.

Lo irreductible me sedujo un instante. Creí, con una buena fe de voluntario, en la mineralogía y en los minotauros. ¿Por qué razón los mitos no repoblarían la aridez de nuestras circunvoluciones? Durante varios siglos, la felicidad, la fecundidad, la filosofía, la fortuna, ¿no se hospedaron en una piedra?

¡Mi ineptitud llegó a confundir a un coronel con un termómetro!

Renuncié a las sociedades de beneficencia, a los ejercicios respiratorios, a la franela. Aprendí de memoria el horario de los trenes que no tomaría nunca. Poco a poco me sedujeron el recato y el bacalao. No consentí ninguna concomitancia con la concupiscencia, con la constipación. Fui metodista, malabarista, monogamista. Amé las contradicciones, las contrariedades, los contrasentidos… y caí en el gatismo, con una violencia de gatillo.

 

 

 

13

Hay días en que yo no soy más que una patada, únicamente una patada. ¿Pasa una motocicleta? ¡Gol!… en la ventana de un quinto piso. ¿Se detiene una calva?… Allá va por el aire hasta ensartarse en algún pararrayos. ¿Un automóvil frena al llegar a una esquina? Instalado de una sola patada en alguna buhardilla.

¡Al traste con los frascos de las farmacias, con los artefactos de luz eléctrica, con los números de las puertas de calle!

Cuando comienzo a dar patadas, es inútil que quiera contenerme. Necesito derrumbar las cornisas, los mingitorios, los tranvías. Necesito entrar —¡a patadas!— en los escaparates y sacar —¡a patadas!— todos los maniquíes a la calle. No logro tranquilizarme, estar contento, hasta que, no destruyo las obras de salubridad, los edificios públicos. Nada me satisface tanto como hacer estallar, de una patada, los gasómetros y los arcos voltaicos. Preferiría morir antes que renunciar a que los faroles describan una trayectoria de cohete y caigan, patas arriba, entre los brazos de los árboles.

A patadas con el cuerpo de bomberos, con las flores artificiales, con el bicarbonato. A patadas con los depósitos de agua, con las mujeres preñadas, con los tubos de ensayo.

Familias disueltas de una sola patada; cooperativas de consumo, fábricas de calzado; gente que no ha podido asegurarse, que ni siquiera tuvo tiempo de cambiarle el agua a las aceitunas… a los pececillos de color…

 

 

 

 

14

 

Mi abuela —que no era tuerta— me decía:

“Las mujeres cuestan demasiado trabajo o no valen la pena. ¡Puebla tu sueño con las que te gusten y serán tuyas mientras descansas!

“No te limpies los dientes, por lo menos, con los sexos usados. Rehuye, dentro de lo posible, las enfermedades venéreas, pero si alguna vez necesitas optar entre un premio a la virtud y la sífilis, no trepides un solo instante: ¡El mercurio es mucho menos pesado que la abstinencia!

“Cuando unas nalgas te sonrían, no se lo confíes ni a los gatos. Recuerda que nunca encontrarás un sitio mejor donde meter la lengua que tu propio bolsillo, y que vale más un sexo en la mano que cien volando.”

Pero a mi abuela le gustaba contradecirse, y después de pedirme que le buscase los anteojos que tenía sobre la frente, agregaba con voz de daguerrotipo:

“La vida —te lo digo por experiencia— es un largo embrutecimiento. Ya ves en el estado y en el estilo en que se encuentra tu pobre abuela. ¡Si no fuese por la esperanza de ver un poco mejor después de muerta!…

“La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario, y aunque los mosquitos vuelen tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles. Cuando una tía nos lleva de visita, saludamos a todo el mundo, pero tenemos vergüenza de estrecharle la mano al señor gato, y más tarde, al sentir deseos de viajar, tomamos un boleto en una agencia de vapores, en vez de metamorfosear una silla en transatlántico.

“Por eso —aunque me creas completamente chocha— nunca me cansaré de repetirte que no debes renunciar ni a tu derecho de renunciar. El dolor de muelas, las estadísticas municipales, la utilización del aserrín, de la viruta y otros desperdicios, pueden proporcionarnos una satisfacción insospechada. Abre los brazos y no te niegues al clarinete, ni a las faltas de ortografía. Confecciónate una nueva virginidad cada cinco minutos y escucha estos consejos como si te los diera una moldura, pues aunque la experiencia sea una enfermedad que ofrece tan poco peligro de contagio, no debes exponerte a que te influencie ni tan siquiera tu propia sombra.

“¡La imitación ha prostituido hasta a los alfileres de corbata!”

 

 

 

16

A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mí me encanta la transmigración.

Mientras aquéllos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo me lo paso transmigrando de un cuerpo a otro, yo no me canso nunca de transmigrar.

Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duermo una siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en mi camino, y antes de anochecer ya estoy pensando la noche y las chimeneas con un espíritu de gato.

¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de las rosas! ¡Qué voluptuosidad la de ser tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda… y nos hace cosquillas!

Para apreciar el jamón ¿no es indispensable ser chancho? Quien no logre transformarse en caballo ¿podrá saborear el gusto de los valles y darse cuenta de lo que significa “tirar el carro”?…

Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las sensaciones de la virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la playa, otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo.

Por eso a mí me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores.

Por eso a mí me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo personificado en una vaca, sentir la gravitación y los ramajes con un cerebro de nuez o de castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle con una voz de sapo a las estrellas.

¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y la satisfacción de comprender, a fondo, la pereza de los remansos… y de los camaleones!…

¡Pensar que durante toda su existencia, la mayoría de los hombres no han sido ni siquiera mujer!… ¿Cómo es posible que no se aburran de sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en cuando, los de las cucarachas… los de las madreselvas?

Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro de imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir, eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo sexo.

Cuando la vida es demasiado humana —¡únicamente humana!— el mecanismo de pensar ¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que cualquier otra?

Yo, al menos, tengo la certidumbre que no hubiera podido soportarla sin esa aptitud de evasión, que me permite trasladarme adonde yo no estoy: ser hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo que es más importante aún, encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existencia.

 

 

 

18

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.

Llorar como un cacuy, como un cocodrilo… si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.

Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

 

(de “Espantapájaros”)

 

 

 

 

 

A mí

Los más oscuros estremecimientos a mí 
entre las extremidades de la noche 
los abandonos que crepitan 
cuanto vino a mí acompañado 
por los espejismos del deseo 
lo enteramente terso en la penumbra 
las crecidas menores ya con luna 
aunque el ensueño ulule entre mandíbulas transitorias 
las teclas que nos tocan hasta el hueso del grito 
los caminos perdidos que se encuentran 
bajo el follaje del llanto de la tierra 
la esperanza que espera los trámites del trance 
por mucho que se apoye en las coyunturas de lo fortuito 
a mí a mí la plena íntegra bella a mí hórrida vida

 

 

 

Alta noche

De vértices quemados 
de subsueño de cauces de preausencia de huracanados rostros que trasmigran 
de complejos de niebla de gris sangre 
de soterráneas ráfagas de ratas de trasfiebre invadida 
con su animal doliente cabellera de líbido 
su satélite angora 
y sus ramos de sombras y su aliento que entrecorre las algas del pulso de lo inmóvil 
desde otra arena oscura y otro ahora en los huesos 
mientras las piedras comen su moho de anestesia y los dedos se apagan y arrojan su ceniza 
desde otra orilla prófuga y otras costas refluye a otro silencio 
a otras huecas arterias 
a otra grisura 
refluye 
y se desqueja

 

 

 

Por vocación de dado

A lo fugaz perpetuo 
y sus hipoteseres 
a la deriva al vértigo 
al sublatir al máximo las reverberalíbido 
al desensueño al alba a los cornubios dime sin titilar por ímpetu de bumerang de encelo 
de gravitante acólito de tanto móvil tránsfuga cocoterráqueo efímero 
y otros ripios del tránsito 
meditaturbio exóvulo 
espiritado en Virgo en decúbito en trance en aluvión de incógnitas 
con más de un muerto huésped rondando la infraniebla del dédalo encefálico 
junto a precoces ceros esterosentes dime al codeleite mudo del mimo mimo mixto 
al desmelar los senos 
o al trasvestirme de ola de sótano de ausencia de caminos de pájaros que lindan con la infancia 
animamantemente me di por dar por tara por vocación de dado 
por hacer noche solo entre amantes fogatas desinhalar lo hueco y encontrarme inhallable 
hora tras otra lacra más y más cavernoso 
menos volátil paria 
más total seudo apoeta con esqueleto topo y suspensivas nueces de apetencias atávicas 
al azar dime al gusto a las adultas menguas a las escleropsiquis 
al romo tedio al pasmo al exprimir las equis a la veinteava esencia 
y degustar los filtros del desencantamiento 
o revertir mi arena en clepsidras sexuadas 
y sincopar la cópula 
me di me doy me he dado donde lleva la sangre 
prostitutivamente 
por puro pleno pánico de adherir a lo inmóvil 
del yacer sin orillas 
sin fe sin mí sin pauta sin sosías sin lastre sin máscara de espera 
ni levitarme en busca del muy Señor nuestro ausente en todo caso y tiempo y modo y sexo y verbo que fecundó el vacío 
obnubilado 
inserto en el dislate cosmos, a todo todo dime alirrampantemente 
para abusar del aire del sueño de lo vivo y redarme y masdarme 
hasta el último dengue 
                                    y entorpecer la nada

 

 

 

 

 

Al gravitar rotando


En la sed
en el ser
en las psiquis
en las equis
en las exquisitísicas respuestas
en los enlunamientos
en lo erecto por los excesos lesos del erofrote etcétera
o en el bisueño exhausto del “dame toma date hasta
el mismo testuz de tu tan gana”
en la no fe que rumia
en lo vivisecante los cateos anímicos la metafisirrata
en los resumiduendes del egogorgo cósmico
en todo gesto injerto
en toda forma hundido polimellado adrroto a ras afaz subrripio
cocopleonasmo exotro
sin lar sin can sin cala sin camastro sin coca sin historia
endosorbienglutido
por los engendros móviles del gravitar rotando bajo el prurito
astrífero
junto a las musaslianas chupaporos pulposas y los no menos
pólipos hijos del hipo lutio
voluntarios del miasma
reconculcado
opreso entre hueros jamases y garfios de escarmiento
paso a pozo nadiando ante harto vagos piensos de finales
compuertas que anegan la esperanza
con la grismía el dubio
los bostezos leopardos la jerga lela
en llaga
al desplegar la sangre sin introitos enanos en el plecoito lato
con todo sueño insomne y todo espectro apuesto
gociferando
amente
en lo no noto nato

 

 

 

 

Hay que buscarlo

En la eropsiquis plena de húespedes entonces meandros de
espera ausencia
enlunadados muslos de estival epicentro
tumultos extradérmicos
excoriaciones fiebre de noche que burmua
y aola aola aola
al abrirse las venas
con un pezlampo inmerso en la nuca del sueño hay que
buscarlo
al poema
Hay que buscarlo dentro de los plesorbos de ocio
desnudo
desquejido
sin raíces de amnesia
en los lunihemisferios de reflujos de coágulos de espuma de
medusas de arena de los senos o tal vez en andenes con
aliento a zorrino
y a rumiante distancia de santas madres vacas
hincadas
sin aureola
ante charcos de lágrimas que cantan
con un pezvelo en trance debajo de la lengua hay que buscarlo
al poema
Hay que buscarlo ignífero superimpuro leso
lúcido beodo
inobvio
entre epitelios de alba o resacas insomnes de soledad en creciente
antes que se dilate la pupila del cero
mientras lo endoinefable encandece los labios de subvoces que
brotan del intrafondo eufónico
con un pezgrifo arco iris en la mínima plaza de la frente
hay que buscarlo
al poema

 

 

 

 

Por vocación de dado

A lo fugaz perpetuo
y sus hipoteseres
a la deriva al vértigo
al sublatir al máximo las reverberalíbido
al desensueño al alba a los cornubios dime sin titilar por ímpetu
de bumerang de encelo
de gravitante acólito de tanto móvil tránsfuga cocoterráqueo
efímero
y otros ripios del tránsito
meditaturbio exóvulo
espiritado en Virgo en decúbito en trance en aluvión de
incógnitas
con más de un muerto huésped rondando la infraniebla del
dédalo encefálico
junto a precoces ceros esterosentes dime al codeleite mudo del
mimo mimo mixto
al desmelar los senos
o al trasvestirme de ola de sótano de ausencia de caminos de
pájaros que lindan con la infancia
animamantemente me di por dar por tara por vocación de dado
por hacer noche solo entre amantes fogatas desinhalar lo hueco
y encontrarme inhallable
hora tras otra lacra más y más cavernoso
menos volátil paria
más total seudo apoeta con esqueleto topo y suspensivas nueces
de apetencias atávicas
al azar dime al gusto a las adultas menguas a las escleropsiquis
al romo tedio al pasmo al exprimir las equis a la veinteava
esencia
y degustar los filtros del desencantamiento
o revertir mi arena en clepsidras sexuadas
y sincopar la cópula
me di me doy me he dado donde lleva la sangre
prostitutivamente
por puro pleno pánico de adherir a lo inmóvil
del yacer sin orillas
sin fe sin mí sin pauta sin sosías sin lastre sin máscara de
espera
ni levitarme en busca del muy Señor nuestro ausente en todo
caso y tiempo y modo y sexo y verbo que fecundó el vacío
obnubilado
inserto en el dislate cosmos, a todo todo dime
alirrampantemente
para abusar del aire del sueño de lo vivo y redarme y
masdarme
hasta el último dengue
y entorpecer la nada

 

 

 

 

Mi Lumía


Mi Lu
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y me nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus eropsiquisedas sus decúbitos lianas y dermiferios limbos y
gormullos
mi lu
mi luar
mi mito
demonoave dea rosa
mi pez hada
mi luvisita nimia
mi lubísnea
mi lu más lar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio
mi lubella lusola
mi total lu plevida
mi toda lu
lumía

 

 

 

 

Topatumba


Ay mi más mimo mío
mi bisvidita te ando
sí toda
así
te tato y topo tumbo y te arpo
y libo y libo tu halo
ah la piel cal de luna de tu trascielo mío que me levitabisma
mi tan todita lumbre
cátame tu evapulpo
sé sed sé sed
sé liana
anuda más
más nudo de musgo de entremuslos de seda que me ceden
tu muy corola mía
oh su rocío
qué limbo
ízala tú mi tumba
así
ya en ti mi tea
toda mi llama tuya
destiérrame
aletea
lava ya emana el alma
te hisopo
toda mía
ay
entremuero
vida
me cremas
te edenizo

 

 

 

 

 

 

Mito

Mito
mito mío
acorde de luna sin piyamas
aunque me hundas tus psíquicas espinas
mujer pescada poco antes de la muerte
aspirosorbo hasta el delirio tus magnolias calefaccionadas
cuanto decoro tu lujosísimo esqueleto
todos los accidentes de tu topografía
mientras declino en cualquier tiempo
tus titilaciones más secretas
al precipitarte
entre relámpagos
en los tubos de ensayo de mis venas

 

 

 

 

 

Ella

Es una intensísima corriente
un relámpago ser de lecho
una dona mórbida ola
un reflujo zumbo de anestesia
una rompiente ente florescente
una voraz contráctil prensil corola entreabierta
y su rocío afrodisíaco
y su carnalesencia
natal
letal
alveolo beodo de violo
es la sed de ella ella y sus vertientes lentas entremuertes que
estrellan y disgregan
aunque Dios sea su vientre
pero también es la crisálida de una inalada larva de la nada
una libélula de médula
una oruga lúbrica desnuda sólo nutrida de frotes
un chupochupo súcubo molusco
que gota a gota agota boca a boca
la mucho mucho gozo
la muy total sofoco
la toda “shock” tras “shock”
la íntegra colapso
es un hermoso síncope con foso
un “cross” de amor pantera al plexo trópico
un “knock out” técnico dichoso
si no un compuesto terrestre de líbido edén infierno
el sedimento aglutinante de un precipitado de labios
el obsesivo residuo de una solución insoluble
un mecanismo radioanímico
un terno bípedo bullente
un “robot” hembra electroerótico con su emisora de delirio
y espasmos lírico-dramáticos
aunque tal vez sea un espejismo
un paradigma
un eromito
una apariencia de la ausencia
una entelequia inexistente
las trenzas náyades de Ofelia
o sólo un trozo ultraporoso de realidad indubitable
una despótica materia
el paraíso hecho carne
una perdiz a la crema

 

 

 

Cansancio

Y de los replanteos
y recontradicciones
y reconsentimientos sin o con sentimiento cansado
y de los repropósitos
y de los reademanes y rediálogos idénticamente bostezables
y del revés y del derecho
y de las vueltas y revueltas y las marañas y recámaras y
remembranzas y remembranas de pegajosísimos labios
y de lo insípido y lo sípido de lo remucho y lo repoco y lo
remenos
recansado de los recodos y repliegues y recovecos y refrotes
de lo remanoseado y relamido hasta en sus más recónditos
reductos
repletamente cansado de tanto retanteo y remasaje
y treta terca en tetas
y recomienzo erecto
y reconcubitedio
y reconcubicórneo sin remedio
y tara vana en ansia de alta resonancia
y rato apenas nato ya árido tardo graso dromedario
y poro loco
y parco espasmo enano
y monstruo torvo sorbo del malogro y de lo pornodrástico
cansado hasta el estrabismo mismo de los huesos
de tanto error errante
y queja quena
y desatino tísico
y ufano urbano bípedo hidefalo
escombro caminante
por vicio y sino y tipo y líbido y oficio
recansadísimo
de tanta tanta estanca remetáfora de la náusea
y de la revirgísima inocencia
y de los instintitos perversitos
y de las ideítas reputitas
y de las ideonas reputonas
y de los reflujos y resacas de las resecas circunstancias
desde qué mares padres
y lunares mareas de resonancias huecas
y madres playas cálidas de hastío de alas calmas
sempiternísimamente archicansado
en todos los sentidos y contrasentidos de lo instintivo o sensitivo
tibio
remeditativo o remetafísico y reartístico típico
y de los intimísimos remimos y recaricias de la lengua
y de sus regastados páramos vocablos y reconjugaciones y
recópulas
y sus remuertas reglas y necrópolis de reputrefactas palabras
simplemente cansado del cansancio
del harto tenso extenso entrenamiento al engusanamiento
y al silencio.

 

 

 

 

 

La mezcla

No sólo

el fofo fondo
los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales
           senos
y sus líquenes
no sólo el solicroo
las prefugas
lo impar ido
el ahonde
el tacto incauto solo
los acrodes abismos de los órganos sacros del orgasmo
el gusto al riesgo en brote
al rito negro al alba con esperezo lleno de gorriones
ni tampoco el regosto
los supiritos sólo
ni el fortuito dial sino
o los autosondeos en pleno plexo trópico
ni las exellas menos ni el endédalo
sino la viva mezcla
la total mezcla plena
la pura impura mezcla que me merma los machimbres
el almamasa tensa las tercas hembras tuercas
la mezcla

la mezcla con que adherí mis puentes.

 
 

 

 

 

Habría

Con cresta 
o candor niño 
o envión varón habría que osar izar un yo flamante en gozo 
o autoengendrar hundido en el propio ego pozo 
un nimio virgo vicio 
un semi tic o trauma o trac o toc novicios 
un novococo inédito por poco 
un mero medio huevo al menos de algo nuevo 
e inmerso en el subyo intimísimo 
volver a ver reverdecer la fe de ser 
y creer en crear 
y croar y croar 
ante todo ende o duende visiblemente real o inexistente 
o hacer hacer 
dentro de un nido umbrío y tibio 
un hijo mito 
mixto de silbo ido y de hipo divo de ídolo 
o en rancia última instancia del cotidiano entreasco 
a escoplo y soplo mago 
remodelar habría los orificios psíquicos y físicos corrientes 
de tanto espectro diario que desnutre la mecha 
o un lazariento anhelo que todavía se yerga 
como si pudiera 
y darle con la proa de la lengua 
y darle con las olas de la lengua 
y furias y reflujos y mareas 
al todo cráter cosmos 
sin cráter 
de la nada

 

 

 

 

Destino

Y para acá o allá 
y desde aquí otra vez 
y vuelta a ir de vuelta y sin aliento 
y del principio o término del precipicio íntimo 
hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste a aquello o de lo opuesto 
y rueda que te roe hasta el encuentro 
y aquí tampoco está 
y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado 
por vivir entre huesos 
o del perpetuo estéril desencuentro 
a lo demás 
de más 
o al recomienzo  espeso de cerdos contratiempos y destiempos 
cuando no al burdo sino de algún complejo herniado en pleno vuelo 
cálido o helado 
y vuelta y vuelta 
a tanta terca tuerca 
para entregarse entero o de tres cuartos 
harto ya de mitades 
y de cuartos 
al entrevero exhausto de los lechos deshechos 
o darse noche y día sin descanso contra todos los nervios del misterio 
del más allá 
de acá 
mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno de lo aparente o lo supuesto 
y vuelta y vuelta hundido hasta el pescuezo 
con todos los sentidos sin sentido 
en el sofocatedio 
con uñas y con piensos y pellejo 
y porque sí nomás

 

 

 

Tantan yo

Con mi yo 
y mil un yo          y un yo 
con mi yo en mí 
yo mínimo 
larva llama lacra ávida 
alga de algo 
mi yo antropoco solo 
y mi yo tumbo a tumbo canto rodado en sangre 
yo abismillo 
yo dédalo 
posyo del mico ancestro semirefluido en vilo ya lívido de líbido 
yo tantan yo 
panyo 
yo ralo 
yo voz mito 
pulpo yo en mudo nudo de saca y pon gozón en don más don tras don 
yo vamp 
yo maramante 
apenas yo ya otro 
poetudo yo tan buzo 
tras voces niñas cálidas de tersos tensos hímenes 
yo gong 
gong yo sin son 
un tanto yo San caries con sombra can viandante 
vidente no vidente de semiausentes yoes y coyoes 
no médium 
nada yogui 
con que me iré gas graso 
sin mí ni yo al después 
sin bis 
y sin después

 

 

 

 

Hasta morirla

Lo palpable lo mórbido 
el conco fondo ardido los tanturbios 
las tensas sondas hondas los reflujos las ondas de la carne 
y sus pistilos núbiles contráctiles 
y sus anexos nidos 
los languiformes férvidos subsobornos innúmeros del tacto 
su mosto azul desnudo 
cada veta 
cada vena del sueño del eco de la sangre 
las somnilocuas noches del alto croar celeste que nos animabisman el soliloquio vértigo 
cuanto adhiere sin costas al fluir el pulso al rojo cosmogozo 
y sus vaciados rostros 
y sus cauces 
hasta morder la tierra 
lo ignoto noto combo el ver del ser lo ososo los impactos del pasmo de más cuerda 
cualquier estar en llaga 
los dones dados donde se internieblan las órbitas los sorbos de la euforia 
cualquier velar velado con atento esqueleto que se piensa 
la estéril lela estela 
el microazar del germen del móvil del encuentro 
los entonces ya prófugos 
la busca en sí gratuita 
los mititos 
hasta ingerir la tierra 
todo modo poroso 
el pozo lato solo del foso inmerso adentro 
la sed de sed sectaria los finitos abrazos 
toda boca 
lo tanto 
el amor terco a todo 
el amormor pleamante en colmo brote totem de amor de amor 
la lacra 
amor gorgóneo médium olavecabracobra deliquio erecto entero 
que ulululululula y arpeialibaraña el ego soplo centro 
hasta exhalar la tierra 
con sus astroides trinos sus especies y multillamas lenguas y excrecreencias 
sus buzos lazo lares de complejos incestos entre huesos corrientes sin desagües 
sus convecinos muertos de memoria 
su luz de mies desnuda 
sus axilas de siesta 
y su giro hondo lodo no menos menos que otros afines cogirantes 
hasta el destete enteco 
hasta el destente neutro 
hasta morirla

 

 

 

Islas sólo de sangre

Serán videntes demasiado nadie 
colindantes opacos 
orígenes del tedio al ritmo gota 
topes digo que ingieren el desgano con distinta apariencia

Son borra viva cato descompases tirito de la sangre

Un poco nubecosa entre sienes de ensayo 
y algo mucho por cierto indiscernible esqueleteando el aire 
dados ay en derrumbe hacia el final desvío de ya herbosos durmientes paralelos 
son estertores malacordes óleos espejismos terrenos 
milagro intuyo vermes 
casi llanto que rema 
de la sangre

Sus remordidas grietas 
laxas fibras orates en desparpada fiebre musito por mi doble 
son pedales sin olas 
huecos intransitivos entre burbujas madres 
grifosones infiero aunque me duela 
islas sólo de sangre

 

 

 

Menos

Menos rodante dado 
deliquio sumo psíquico que mana del gozondo 
sed viva 
encelo ebrio 
chupón 
chupalma ogro de mil fauces que dragan 
pero ese sí más llaga 
por no decir llagón 
de rojo vivo cráter y lava en ascua viva 
pocón 
sopoco íntegro 
menos en merma 
a pique 
sin hábitos de corcho 
hacia el estar no estando

 

 

 

Noche tótem

Son los trasfondos otros de la in extremis médium 
que es la noche al entreabrir los huesos 
las mitoformas otras 
aliardidas presencias semimorfas 
sotopausas sosoplos 
de la enllagada líbido posesa 
que es la noche sin vendas 
son las grislumbres otras tras esmeriles párpados videntes 
los atónitos yesos de lo inmóvil ante el refluido herido interrogante 
que es la noche ya lívida 
son las cribadas voces 
las suburbanas sangres de la ausencia de remansos omóplatos 
las agrinsomnes dragas hambrientas del ahora con su limo de nada 
los idos pasos otros de la incorpórea ubicua también otra escarbando lo incierto 
que puede ser la muerte con su demente célibe muleta 
y es la noche 
                                                y deserta

 

 

 

Porque me cree su perro

Y sacaréme la niebla 
el turbio zumo oscuro del traspienso 
la pulpa 
la soborra de mente 
toda su gris resaca me sacaré hasta el meollo 
antes de que se asiente 
la áspera espera arena que taté teté yo y lamí 
y tragué yo en la sed 
a trago tardo largo 
lo hueco 
lo plenamente hueco y que no es más que hueco 
pero crece 
sin fin ni sino o causa o pauta o pausa me sacaré yo el lastre que no lastra 
por no saber a piedra 
por no saber saber 
ni saber no saber 
los decesos del seso y sus desechos me sacaré yo de pie 
junto con tanta sombra sórdida que sobra de cuanto fue y no fue 
o fue fue 
y no se fue 
aunque retorne al árbol del primo primo simio me sacaré yo sin tino la maraña 
demasiadísimo humana 
y mil y miles vueltas y revueltas y contras y recontras 
y sus colas 
y sus entelequitas y emocioncitas nómadas 
y más y más 
de cuajo me sacaré el obtuso yo zurdo absurdo burdo que aún busca ser herido aunque sonría 
entre otros obvios sordos escombros naturales 
y restos casi muertos de algún yo otro propio que todavía ulula 
porque me cree su perro

 

 

 

Rada anímica

Abra casa 
de gris lava cefálica 
y confluencias de cúmulos recuerdos y luzlatido cósmico 
casa de alas de noche de rompiente de enlunados espasmos 
e hipertensos tantanes de impresencia 
casa cábala 
cala 
abracadabra 
médium lívida en trance bajo el yeso de sus cuartos de huéspedes difuntos trasvestidos de soplo 
metapsíquica casa multigrávida de neovoces y ubicuos ecosecos de circuitos ahogados 
clave demonodea que conoce la muerte y sus compases 
sus tambores afásicos de gasa 
sus finales compuertas 
y su asfalto

 

 

 

Trazumos

Las vertientes las órbitas han perdido la tierra los espejos los brazos los muertos las amarras 
el olvido su máscara de tapir no vidente 
el gusto el gusto el cauce sus engendros el humo cada dedo 
las fluctuantes paredes donde amanece el vino las raíces la frente todo canto rodado 
su corola los muslos los tejidos los vasos el deseo los zumos que fermenta la espera 
las campanas las costas los trasueños los huéspedes 
sus panales lo núbil las praderas las crines la lluvia las pupilas 
su fanal el destino 
pero la luna intacta es un lago de senos que se bañan tomados de la mano

 

 

 

Tropos

Toco 
toco poros 
amarras 
calas toco 
teclas de nervios 
muelles 
tejidos que me tocan 
cicatrices 
cenizas 
trópicos vientres toco 
solos solos 
resacas 
estertores 
toco y mastoco 
y nada

Prefiguras de ausencia 
inconsistentes tropos 
qué tú 
qué qué 
qué quenas 
qué hondonadas 
qué máscaras 
qué soledades huecas 
qué sí qué no 
qué sino que me destempla el toque 
qué reflejos 
qué fondos 
qué materiales brujos 
qué llaves 
qué ingredientes nocturnos 
qué fallebas heladas que no abren 
qué nada toco 
en todo

 

 

 

Aridandantemente

Sigo 
solo me sigo 
y en otro absorto otro beodo lodo baldío 
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes 
me persigo 
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas 
entre fugaces muertes sin memoria 
y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan 
mientras sigo y me sigo 
y me recontrasigo 
de un extremo a otro estero 
aridandantemente 
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro

(de “En la Masmédula”)

 

 

 

Datos vitales

Oliverio Girondo (Argentina, 1891 ­- 1967). Poeta adherido a la corriente del ultraísmo. Fue colaborador de las revistas que marcaron tendencia vanguardista como Proa, Prisma y Martín Fierro, donde también escribieron otros notables autores como Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal. Entre sus libros figuran: Veinte poemas para leer en el tranvía (1922), Calcomanías (1925), El espantapájaros (1932), Persuasión de los días (1942), En la masmédula (1953), entre otros. Mantuvo una entrañable amistad con poetas como Federico García Lorca y Pablo Neruda. En sus últimos años desarrolló un interés por la pintura, sobre todo surrealista. Su libro En la masmédula representa un intento extremo de expresión y se le ha comparado con Trilce del peruano César Vallejo. En 1961 sufrió un grave accidente que tendría secuela hasta sus últimos días.

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