Poesía boliviana actual No. 4: María Soledad Quiroga

mariasoledad

En el marco del dossier “Poesía boliviana actual”, preparado por Gabriel Chávez, presentamos el trabajo de María Soledad Quiroga (1957). Es poeta y narradora. Fue Ministra de Educación y Cultura de Bolivia. Ha publicado, entre otros poemarios, Casa amarilla (1998); Los muros del claustro (2004) y Trazo de caracol (2011).

 

 

 

Quiero ser contigo en el agua

 

Quiero ser contigo en el agua

sentir en la transparencia

el peso del cuerpo

ser volumen cierto

en medio de lo que fluye

bajo un cielo abierto

–nubes diluidas y translúcidas–

ser color, forma definida

contra la espuma y el aire

ser sombra entre los brillos

que se encienden y se apagan

superficie

para el golpe líquido de la marea

y su abandono

ser cuerpo

y poseer sus límites.

 

 

 

 

El deseo

 

El deseo es como un árbol
copioso
abierto y verde
húmedo en la profundidad
morado
oscureciendo el territorio de los besos.
Una elipsis incolora
vibrante y quebradiza
en la orfandad de los impulsos.
Un árbol crecido a dentelladas
erizado en el hambre
cubierto de pétalos filudos
florecido
en la límpida altura
enraizado en la atmósfera pura del grito
abigarrado y desnudo
solo en el cielo amplio
vacío y encabritado
caracoleando en las aguas turbias
del clarísimo relámpago.
Cometa desgarrado
volumen de sal ardiente
cuerpo celeste
extraviado
agitado por la muerte que no es muerte
fugitivo prisionero
del instante.

 

 

 

 

Decía las palabras

 
Decía las palabras
las pronunciaba
rescatándolas de algún fondo
de su océano profundo
las decía
sin saberlas
ignorando el trazo
que levanta el árbol
y construye el bosque
y arde
de pájaros
me iluminaban las palabras 
rotas 
y en sus trozos me miraba
a veces
con alas
y máscara
intuyendo lo oscuro
ebria 
de felicidad pura.

 

 

 

 

Los muros del claustro

(fragmentos)

 

 

La mañana cruza el patio
lento animal sediento
buscando
un trago de sombra.

 

 

En el abrevadero de la luz
la piedra se sumerge
íntegra
un instante de claridad
y otro
acumulan su latido
en el laberinto denso
del tiempo coagulado
antes piedra
ahora ámbar.

 

 

La piedra empedernida
la larga piedra que no acaba
aquí el mar es de piedra
silencioso mar que se curva
ondula
se repliega
estalla.

 

 

Recorro la piedra
con los dedos
toco sus borde
sus costuras
su superficie límpida de agua
pongo mi lengua sobre la piedra
y recupero la sed
áspera de la marea detenida.

 

 

La piedra permanece
lúcida e intacta
sumida en su oleaje de granito
la superficie en calma
no revela la marea
la tensa corriente de sus venas
el relámpago
que aún calla.

 

En su lenguaje acuoso
la piedra habla
dócil
escucho la corriente tersa
el lazo de luz y silencio
que ata el tiempo.

 

[de Los muros del claustro]

 

 

 

En el filo

 

¿Añora

el impulso del viento

de la vela

el estallido del oleaje?

quizá una memoria oscura

guarde el rumor en la caracola

y se lo devuelva

cuando se desliza

minúsculo

y callado

en el jardín acotado.

 

 

 

 

Aunque a veces

quisiera romper amarras

salir al mar

y lanzarse a las olas

deslizarse en la superficie límpida

hacerse luz en la luz

espejo

entonces se ata

con más vueltas

al palo de su embarcación

y aguanta.

 

 

 

 

Reconsidera el día

y prefiere abstenerse

aunque

el chubasco quizá

lo haga barcaza

y navegue entre las olas

y visite otras tierras

y confunda las lenguas

para dejarlo después

casi náufrago

en un promontorio de arena.

 

 

 

 

A veces divaga

¿por qué no?

el mundo se abre inmenso

en una semilla parda

en el reflejo de su torre

en un charco de agua

donde se mira

otro

oscuro

temible

innombrable.

 

 

 

 

 

Se asoma

a la intemperie

al perfil de helechos

al torrente del bosque

y sus escamas

tímido

se aventura

en el viento

que todo lo mezcla y confunde

y es feliz argonauta.

 

 

 

 

 

El viento sopla

trazando espirales

enredando hojas

yendo y viniendo

desalado

y él

asomado

a su balcón

siente que vuela

que es viento desbocado.

 

 

 

 

Se marcha al alba

como un amante sigiloso

que deja el lecho

y traspone la tapia

y se aleja

entre las ruinas de la noche

que la claridad revela

sin ver que la morada

lo sigue

más presente

más intensa

que la amada.

 

 

 

 

 

Por qué buscar fuera

si el laberinto va consigo

y perderse en sus volutas

toma años

y consume la luz

y la recrea

pero

hay tanto que ver aún

allá fuera

entre la claridad y la tiniebla

cuando asoma

y olvidando su cordón

se lanza.

 

 

 

 

 

Va por el borde

prefiere el filo

entre el adentro y el afuera

allí

tiende su hilo de equilibrista

pálido

y se descuelga.

 

[De Trazo de caracol]

 

 

Datos vitales

María Soledad Quiroga (1957) Poeta y narradora boliviana. Ha publicado los libros de poemas Ciudad blanca (1993); Recuento del agua (1995); Maquinaria mínima (1995); Casa amarilla (1998); Los muros del claustro (2004); Trazo de caracol (2011). Su obra está incluida en diversas antologías de Bolivia y otras naciones. Ha sido columnista en diarios bolivianos. Fue docente en el taller de escritura creativa (poesía) en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz y Ministra de Educación y Cultura de Bolivia.

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