“La poesía está implícita aún antes de las palabras”

Jair Cortés

Karla Emilia Cohue entrevista al poeta tlaxcalteca Jair Cortés, Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” 2006.

Una de las voces que ha comenzado a tener resonancia dentro de la joven poesía de México, es la de Jair Cortés. Nacido en Calpulalpan, Tlaxcala en 1977, su poesía es una búsqueda del origen, una búsqueda que se caracteriza por la fuerza de los significados en las palabras. Autor de los libros A la luz de la sangre, Tormental y Contramor, este poeta ha querido que la poesía sea el punto en donde converge la inteligencia y la emoción. En el 2003 obtuvo la beca para Jóvenes Escritores de la Fundación para las Letras Mexicanas (que surgió de la disolución de la Fundación Octavio Paz) en el área de poesía. En esta entrevista se ponen de manifiesto algunas de sus preocupaciones sobre el acto poético y el contexto en el que se desarrolla.

 

Karla Emilia Cohue: Una de las tareas más difíciles de los críticos es la de tratar de situar y ordenar las voces actuales de la poesía. ¿Qué caminos seguir ante la multitud de poetas y libros publicados? Parece ser la pregunta que preocupa, o debería preocupar a los críticos. Desde tu perspectiva, ¿cuál es la situación de la poesía mexicana actual?

Jair Cortés: Esa es una de las preguntas que deberían hacerse precisamente los críticos. Hablar en torno al fenómeno poético actual, preguntarse qué hay después de la obra de poetas como Octavio Paz, Jaime Sabines, Eduardo Lizalde, entre otros, distinguir, entre la gran producción editorial qué es lo que dialoga con su tradición y qué es lo que intenta romper el vínculo con ésta. Los poetas respondemos con obras, con poemas. La única manera que tiene resonancia real y trascendente en las respuestas de un poeta es su poesía. Teorizar imprime cierta de huella de racionalización a la creatividad, pero de ninguna forma es lo que el poeta “dice”. El habla del poeta está en lo que manifiesta en sus poemas. En la carta del Apóstol Santiago hay una línea que dice más o menos así: Muéstrame tu fe y te mostraré mis obras. Esta referencia nos permite colocar a los poetas en su justa dimensión. Es cierto también que un poeta participa de su tiempo, opina sobre sucesos recientes políticos, sociales y artísticos que le atañen, pero creo firmemente que el poema es la condensación de una forma de vida, es el ojo y la imagen a la vez, el poema por sí mismo es crítica de su tiempo.

KEC: Ahora que mencionas lo anterior, ¿crees que el poeta tiene la obligación de conocer a sus contemporáneos?

JC: Creo que el poeta no tiene obligaciones. Hay cierto aire de libertad que le permite deslindarse de lo obligatorio. Es más, creo que los poetas son tan disímiles unos de otros que no puedo seguir hablando del poeta en general como una raza o especie determinada. En mi caso, para hablar de lo que conozco, me he preocupado por leer a mis contemporáneos durante algunos años y he concluido que son pocos los nombres que me interesan, una lista bastante reducida de autores que me gustaría seguir leyendo y disfrutando. Por otro lado, también pienso que uno es contemporáneo en cierta forma de todos los autores, es la libertad máxima que te otorga la literatura, poder leer a Catulo y establecer un puente con él. El tiempo que en lo social se convierte en cadenas, en la lectura se vuelve una puerta abierta.

KEC: Mencionas la individualidad del poeta, ¿cuál es entonces tu postura frente a la poesía?, ¿qué te mueve a escribirla?

JC: A la poesía debo todos mis anhelos y todos los frutos de mi vida, yo comencé a escribirla cuando tenía quince años aproximadamente y desde entonces ella ha sido una brújula constante (aparte de Dios), que me ha dado la guía no sólo para explorarla formalmente, sino para conducirme en mi vida personal. Curiosamente en la poesía yo no busco respuestas ni salidas, busco lo que yo llamo el Laberinto, perderme en él, aventurarme. Creo que las respuestas y las certezas sólo son momentáneas, son temporales y su esencia fácilmente se disuelve. Aunque quizá esto que te digo sea también tan frágil como lo que cuestiono.

KEC: Insistiendo con este tema y aunque corro el riesgo de hacer una pregunta no sólo común sino también ingenua, ¿qué es para ti la poesía?

JC: Bueno, como te decía, creo más en las preguntas que en las respuestas, así que te responderé inicialmente con otra pregunta, ¿qué no es poesía? Si miramos a nuestro alrededor podemos ser capaces de percibir que en todas las cosas está la poesía presente, porque la poesía es aquello que está más allá de lo que está, es la puesta del sol, pero es más que eso, es lo que contiene y lo que evoca, es su resonancia en nuestra memoria. La poesía está implícita aún antes de las palabras. Todo lo que yo escribo está ya presente antes del poema, antes de estar en él, en la página, ya se ha desarrollado todo un contenido que en el libro se refleja después. Leer es hacer poesía, ver es hacer poesía. Hay un poeta griego, Kostas Andreas, que dice en uno de sus poemas:

Vine a decir lo que ya antes de pronunciar sabías,
vine a vivir lo que mi muerte poseía desde el día de ayer,
ese ayer en donde estamos tú y yo, conociéndonos apenas,
en esa taza de té en donde el futuro se resuelve como humo,
en donde tus labios se posaron, se posan y se posarán siempre.

En estas líneas se aborda también el asunto de la poesía, viene uno a decir lo que ya sabemos, pero de cualquier forma hay que decirlo, viene uno a vivir lo que la muerte ya se ha llevado. Este poema condensa, por así decirlo, la intención de los poetas.

KEC: Pasando a otra pregunta, ¿hay condiciones propicias para que puedas escribir poesía, es decir, algún ambiente en particular?

JC: Yo creo que siempre estoy escribiendo, aunque no haya lápiz y papel, o computadora o máquina de escribir. La poesía es como estar a la intemperie, de todas maneras la vives, antes pensaba que uno debía entrar en algún tipo de concentración, para inducirnos a la poesía, invocarla, pero ahora creo y he experimentado que aún en los momentos de mayor confusión mental la poesía está presente, aún en la enfermedad uno ve no en blanco y negro sino en Poesía. Hay algunas situaciones que detonan que uno redacte el poema, pero eso es más circunstancial.

KEC: Al parecer desde hace algunos años los talleres han representado una parte importante en la formación de nuevas generaciones de poetas, ¿cuál es tu postura frente a ellos?

JC: Yo he asistido a varios talleres, he encontrado en algunos un espacio propicio para la discusión y el diálogo en torno al acto poético, pero conforme avanzo y leo me doy cuenta de que en hay un riesgo en esta práctica, ese riesgo es uniformar la concepción acerca de la poesía. Debemos ser siempre cuidadosos de no perder esa libertad a la que me referí en una de las preguntas anteriores, uno debe hablar desde sí mismo para hablar con los otros, para hacerlos entrar en ti, si en un taller se dan ciertas especificaciones técnicas está bien, pero uno nunca debe permitir que alguien te diga cómo escribir, eso es un problema personal, es como la cuestión de las influencias. En la antología de poesía Árbol de variada luz, que realizó Rogelio Guedea, digo que la verdadera influencia que ejerce un poeta sobre otro es la de hacerlo hablar con su propia voz. Entonces deberíamos entender que un taller de poesía debe fomentar una pluralidad y no la unidad. Nos ha costado mucho decir que somos diferentes, siempre queremos reconocer los rasgos que compartimos y aquellos que nos hacen distintos los ocultamos. Sólo en la libertad se entiende al arte, sólo así podemos seguir viviendo.

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