Jorge Mendoza Romero sobre Fogata con tres piedras

El crítico y ensayista Jorge Mendoza vincula la teoría literaria con el psicoanálisis para reseñar de modo lúdico y esclarecedor Fogata con tres piedras (CONACULTA/Calamus, 2006), el último poemario de Efraín Bartolomé.

Me propongo poner a dialogar dos libros de Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1950): Educación emocional en veinte lecciones y Fogata con tres piedras. Publicados en este año, ambos títulos muestran de manera lúcida las dos pasiones a las que Efraín Bartolomé ha dedicado buena parte de su actividad intelectual y creadora, la psicoterapia y la poesía.

Para el que espera un análisis “psicológico” del autor a partir de su obra, sentimos decepcionarlo, no es ésa nuestra intención. Por el contrario, emplearemos el análisis de la conducta que propone la psicoterapia cognitivo-conductual -de la cual Efraín Bartolomé es pionero en nuestro país- para caracterizar la competencia que el autor-modelo de Fogata con tres piedras posee.

El análisis conductual multimodal “consiste en descomponer una conducta compleja pare ver los múltiples modos de comportamiento que la integran”. De esta separación se obtienen cuatro áreas de comportamiento: acción, sensopercepción, las actividades cognoscitivas (imaginación y pensamiento) y emoción. Cada una de ellas cubre aspectos específicos de la conducta humana en interacción con su ambiente. La acción es un comportamiento que involucra movimiento muscular, es observable a simple vista. La sensopercepción continúa el diálogo con el entorno gracias a los cinco sentidos. Las actividades cognoscitivas son los modos de conducta según los cuales el organismo no interactúa con el ambiente real, sino con representaciones del mismo. Éstas se dividen en dos niveles: imaginación y pensamiento. La imaginación representa internamente aspectos del mundo mediante figuras o imágenes. El pensamiento es una actividad cognoscitiva eminentemente verbal: “Cuando imaginamos es como si viéramos una película en la mente: miramos cine interior, fluye interiormente un torrente de imágenes. Cuando pensamos, lo que fluye interiormente es un río de palabras, un torrente de lenguaje”. Por último, tenemos a las emociones (coraje, furia, nostalgia, alegría, amor, ternura, odio, etc.) que son modos de comportamiento complejo, es decir, “que en una emoción hay acción, sensopercepción, imaginación y pensamiento, acompañada de cambios viscerales y glandulares”.

Las emociones son el resultado de modificaciones en nuestra manera de actuar e interpretar el mundo: “son resultado de cambios de pensamiento y de cambios de comportamiento observable. Una crisis emocional se deriva no de los acontecimientos del ambiente, sino de la manera en que los experimentamos. La Terapia Racional Emotiva busca que el paciente recupere el equilibrio emocional gracias a un ejercicio sistemático de la inteligencia sobre sus emociones: “No podemos cambiar las cosas, pero sí la manera de afrontarlas”, sería su máxima.

Al leer el libro comencé a especular sobre la pertinencia de explicar la emoción estética que produce la poesía, “la alegría estética”, en palabras de Sartre, a partir de este modelo de la psicoterapia. Borges ha dicho que si hay emoción en poesía, ya es bastante. Por su parte, Robert Graves asienta en La Diosa blanca que el verdadero poema produce un estremecimiento corporal y emotivo en el lector, una sensación de vértigo, como diría Valéry. Sin embargo, ¿cómo un texto nos conduce a la emoción? ¿Qué procedimientos entran en juego para conseguirla?

He tomado las áreas de comportamiento transportándolas al modo en que se manifiestan dentro de la poesía, es decir, como representaciones de la conducta humana. Por su modo de discurso, el autor-implícito de la poesía posee competencia sobre dos áreas que conducen a la emoción: la sensopercepción y las actividades cognitivas. La acción quedaría fuera de su sistema pues ésta pertenecería a la narrativa, fundamentalmente. Nada nuevo bajo el sol. Algunos autores han emprendido esta manera de analizar el poema ya antes. Recuerdo una lectura de “Mi prima Águeda” que realiza Vicente Quirarte donde apunta, estrofa por estrofa, los sentidos que intervienen en la construcción del poema o José Joaquín Blanco quien observa de igual manera el “Nocturno” de Xavier Villaurrutia.

Antes de continuar con el análisis conviene aclarar nuestro metalenguaje. Por autor- implícito no debemos entender autor-persona, en este caso, Efraín Bartolomé. El autor implícito es un “factor interno del discurso” (Prada, 1999: 208), se mueve en él disponiendo el ritmo, la imagen, los recursos estilísticos y, según proponemos, organiza los modos de comportamiento para conseguir la emoción. “El autor implícito posee “el conocimiento” de todos esos elementos y tiene la competencia, que le ofrece su dominio del sistema literario y del sistema particular que instaura: su saber-hacer y poder-hacer” (1999: 208). Con un ejemplo nos quedará más claro de qué estamos hablando. El autor-persona Miguel de Cervantes Saavedra no poseyó la competencia para advertir que El Quijote es una obra monumental. Por otro lado, el autor-implícito, como factor interno del discurso, sí posee la competencia para notarlo. Es decir, a veces el autor-implícito cuenta con mayor competencia en relación con el autor-persona. Cervantes murió creyendo que sus novelas pastoriles eran de verdad Literatura.

Fogata con tres piedras lo componen tres poemas extensos. “La casa sola”, “Toníná. Una mirada hacia los cuatro rumbos” y “Wawona tree”.

“La casa sola” es una elegía a la muerte de la madre. El eje temático va acompañado del uso recurrente de la rima y el dominio del verso de arte menor. Con ello se hace coincidir la invocación de la raíz familiar con el uso de un verso y recursos tradicionales. En esta sección es la imaginación (memoria) y los sentidos de la vista y el oído los modos de comportamiento que dominan y que conducen a la emoción: “Miro toda la tarde/ eléctrica tormenta sobre la serranía/ Contra la lluvia gris los relámpagos brillan/ y contra los relámpagos la luz de tu sonrisa/ Tu rostro se dibuja en ese espejo que arde/ Así te quedarás./ Miraremos tu rostro en la tormenta/ ya para siempre en paz.”

En el segundo poema, “Toniná. Una mirada hacia los cuatro rumbos”, el verso se extiende con mayor libertad. La oposición entre blancos y la tipografía da la sensación de movimiento acompasado. El poema avanza con el día, capta los matices que dan a la ciudad sagrada los movimientos del sol. La tensión y emotividad se apoyan en el sentido de la vista, y la imagen se construye a partir de algunos símbolos y dioses prehispánicos: “Toniná/ Mediodía/ Silencio/ Joven Sol/ En la Acrópolis/ invisible/ Ometéotl/ Una muchacha danza/ En la pequeña plaza/ ella concentra/ la atención del sol/…”

Crónica de un viaje a Yosemite, California donde se encuentra una reserva ecológica de los árboles de mayor altura en todo el mundo, “Wawona tree” es el último poema del libro: “Del horizonte, de la unión de la tierra con el cielo, van surgiendo los versos:”.

Dividida en tres jornadas, esta sección propone una doble lectura: el poema o la narración. La misma experiencia es traducida, se condensa, de la prosa al verso: “La nieve, más que el fuego, acaba con Wawona. El fuego parece gustarle a las sequoias: la semilla se abre con el calor y, tras los fuegos controlados por los especialistas, surgen las nuevas plantas.”: “El fuego sólo quema/ lo que se tiene que quemar.” O el siguiente ejemplo donde se pasa del asombro de una frase exclamativa al haiku: ¡Una semilla de cada millón se convierte en un árbol maduro!“: “Sólo germina,/ entre cada millón,/ una semilla. ” Finalmente veamos cómo el autor-implícito otorga resonancias literarias (polisemia) a la información unívoca -que no por ello deja de ser impresionante- del siguiente fragmento: “Estos árboles magnos, que a veces alcanzan los 125 metros de altura, son los más altos y, quizá, los más viejos del mundo. Uno de éstos tiene tres mil años de antigüedad“: “Mil años antes de Jesús el Cristo/ nació este árbol magnífico que hoy veo:/ ya estaba vivo/ trescientos años antes/ que cantara Homero.” La vista, el oído y un pensamiento fascinado por la naturaleza son los modos de comportamiento más sobresalientes.

Después de la publicación de Oficio: Arder (UNAM, 1999), libro que compiló una de las más vastas y ricas sensibilidades de nuestra poesía, Fogata con tres piedras es el último libro de Efraín Bartolomé.

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