“La poesía que nos interesa es la poesía de la pasión”

Jorge Mendoza entrevista al poeta mexicano Mario Bojórquez (Los Mochis, Sinaloa, 1968) en el marco del V Congreso Internacional de Poesía y Poética organizado por la Maestría en Literatura Mexicana de la BUAP del 20 al 24 de octubre de 2004.

Poeta erudito, traductor de cuatro lenguas romances (catalán, francés, portugués e italiano), Bojórquez ha publicado poemas y ensayos en diversas revistas y periódicos de México. También ha compilado la poesía amorosa, por un lado, de Jaime Sabines, Los amorosos y otros poemas, y de Eduardo Lizalde, Recuerdo que el amor era una blanda furia, por el otro. De entre sus libros destacan: Pájaros sueltos, Contradanza de pie y de barro, El diván de Mouraria, Pretzels y, por supuesto, El deseo postergado que le valió el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 2007. Actualmente es editor de la revista Biblioteca de México e imparte clases en la Fundación para las Letras Mexicanas.

Jorge Mendoza: ¿Por qué elegiste la poesía como medio de expresión?

Mario Bojórquez: No, no es así. La poesía me escogió a mí, porque de pronto naces en una familia donde hay cinco, seis, diez personas y reciben la misma educación, tienen las mismas ventajas sociales, las mismas características y además el mismo padre, la misma madre y la misma historia común contigo. Pero tú eres el poeta, los otros no. Por eso, yo creo que la poesía me eligió.

JM: ¿Y cómo comenzó todo?

MB: En mi caso, tuve un padre al que le gustaba mucho la lectura y desde muy pequeño aprendí a leer y escribir en mi casa. Siempre estuve rodeado de libros. Por eso nunca fue un sueño lejano dedicarse a esto. Desde la infancia tuve muy claro cuál era el plan.

Yo no tengo estudios universitarios. Tengo una preparatoria más o menos falsa, de modo que esencialmente me he dedicado a leer; no hay forma más efectiva que ésa.

JM: ¿Se puede enseñar la poesía, en un taller, con amigos?

MB: Sí, desde luego que platicas con otros que se dedican a lo mismo que tú. Pero yo creo que es un trabajo solitario fundamentalmente. Uno tiene que leer y leer y leer; cansarse y volver a leer otra vez. Y cuando tienes la oportunidad de aprender otra lengua, la aprendes. Lees en ella, la practicas y luego te vas a otra para que sepas, con mayor libertad, en qué consiste la tuya.

JM: ¿Tienes algún poeta de cabecera?

MB: Sí, digo, de pronto pasan temporadas y los poetas cambian, pero un poeta fundamental del siglo XX, para mí, es Fernando Pessoa. Es un poeta por el cual aprendí la lengua portuguesa, para leerlo y viajé a Portugal para conocerlo.

Yo leí a Pessoa en traducciones casi siempre españolas que tenían este tono ‘acoñado’ de la lengua. Nosotros hablamos de otro modo. Entonces, yo no estaba entendiendo a este señor como lo debía entender. Por eso, tuve que aprender su lengua para comprenderlo bien y platicar con él.

JM: Tú dices que no eres un científico de la literatura, sino su practicante, ¿cómo describirías tu proceso creativo?

MB: Yo creo que tiene que ver con la pasión, primero. Si estás hablando de un poeta, los poetas se agotan pasado el tiempo. Los poetas se convierten en viejos sabios que, de pronto, dan un testimonio de la memoria. Pero la poesía que nos interesa, creo a todos o la que más nos interesa, es la poesía de la pasión. Poeta que se enamora, que busca, que toca la carne, que se maravilla con el mundo. Ése es el poeta que nos importa. Yo en algún momento dejaré de serlo; lo sé, no me agüito. Lo asumo, pero entre tanto soy poeta. Tengo el ojo para ver y la lengua lista para probar. Creo que el poeta debe ser así. Llegará el momento en que la vida atente contra tu cuerpo, contra ese ardor que todo ser humano tiene y entonces te conviertes en otra cosa.

Ahora bien, me parece que todo parte de un proceso de reflexión de lo que te acontece. Para mí, la vida ocurre en cámara lenta cuando el elemento poético está presente. Entonces, puedes ver en toda su intensidad y en todos sus momentos la cosa, el suceso, la circunstancia. Y ella te queda como una pesada mole en el cuerpo y tienes que ir deshilándola poco a poco: “A ver, yo siento odio ahora, pero por qué lo siento. Veamos, de dónde viene, cómo funciona, qué efectos físicos me produce”. Entonces, tomas toda esa tira de película de vida y ves cuadro por cuadro cada cosa que ocurrió. Así, puedes llegar a tener una idea muy concreta, muy completa de la cosa. Así es como me sucede a mí.

JM: Por otro lado, ¿cómo ves actualmente la poesía mexicana?

MB: Yo la veo muy bien. Estoy muy contento. De pronto surgen escuelas que pueden ser nefastas, pero que igualmente al paso del tiempo se agotan y se destruyen por sí mismas. Sobre todo, aquellas que pretenden hablar de un modo nuevo, pero no original. Eso es lo que a mí me preocupa. Yo quiero ser un buen poeta. No quiero ser un poeta novedoso, no quiero sonreírle a nadie. Yo quiero escribir un poema que quede, porque nosotros escribimos para dejar memoria de lo vivido.

JM: Ahora, qué opinas de los premios literarios ¿así se legitima la literatura?

MB: Yo creo que es un recurso; con un premio casi siempre viene, además del dinero, la publicación del libro por lo general. Ése es uno de los pocos modos que tenemos de publicación.

JM: Además de ser poeta ¿ocupas tu tiempo en algo más?

MB: En realidad no hago muchas más cosas. Me dedico a los libros y a querer a mi novia. Eso es esencialmente lo que hago. Es mi diversión también. No sólo es mi trabajo. Yo me divierto muchísimo.

JM: Finalmente, ¿qué le recomendarías a un poeta que comienza, a un poeta joven?

MB: ¿A un poeta? que lea; que no hay otra cosa. Si no gana la posibilidad de ser poeta, por lo menos va a ser, leyendo, un mejor hombre. A la poesía no le va a pasar nada si ese poeta no llega a completarse. No importa, pero que lea y sea feliz leyendo.

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