Foja de Poesía No. 020: Obed González

Obed González Moreno

Obed González Moreno nace en 1969 en México, D.F. Estudió la licenciatura en Ciencias de la Educación. Diplomado en la Escuela de Escritores de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México). Maestro afiliado al Instituto Politécnico Nacional.

Escribe artículos literarios; periodísticos y pedagógicos para periódicos y revistas de México; Perú, Uruguay, Argentina, España e Italia, entre otros países. Ha escrito libros de poesía, cuento y ensayo. Escritos de su autoría están incluidos en libros de México; Perú, Argentina y España. Obtuvo el Segundo Lugar Internacional en el género de Ensayo en el “Primer Concurso Interdisciplinario de Arte 2007”, en Argentina con el estudio “La nota roja y policíaca en el Cine mexicano: Estudio sociológico de 100 años de Cine nacional”. Mención Honorífica en el “Primer Concurso Mundial de Poesía Erótica 2007”, en Perú y Finalista en el género de Cuento en el concurso “Poesía y microficción en España”. Han reseñado libros de su autoría instituciones educativas como: La Universidad Complutense de Madrid; La Universidad de Alcalá y La Universidad Autónoma de México.

Ha publicado Hidrofobia, Otra vez los Perros y Muerte de tercera entre otros libros. Textos de su autoría han sido antologados en libros como: La luz que va dando nombre, Bendito sea tu cuerpo, en Perú, Eco de voces entre otros.

Los dejamos con la poesía de Obed González.

Del libro inédito Interiores con regla áurea

Retablo con perra acurrucada

Y fue el camino cavernoso y sangrante del odio quien me llevó a la ardiente guarida.

Como rabiosa perra me muerde por dentro, encaja sus colmillos en los tendones de mi ocio. Se suelta, se angustia, derruye. Se avienta por mi boca.

En mi lecho se revuelca, aprovecha mis noches ¡Caray! Hasta ahora me doy cuenta… ya no son mías.

En mi roto pecho se acurruca, antes cava; escarba, hiere, lastima, ulcera.

Me sajan las manos a la caricia de su brillante e hiriente pelaje.

Inmóvil mi cuerpo le ama. Pasa por mis costados, por mis pies, por mi frente. Se me monta a cuatro patas, sus profundos y ácidos ojos crótalos se ahogan en mis pupilas como sus garras en mi tórax raso. Ya no sé soñar.

No se conforma con destruir mi carne abierta, ansía destrozar y concebir en polvo mi alma, en el ahogo de un mar sangrante de aullidos.

En las grises sábanas del olvido mi deseo en destrucción acelera la demolición de mi espíritu.

Rasgado mi dolor suelta antiguos mares de lloros, los dientes se tallan y un confuso veneno inflama mis encías.

Estoy atrapado, aprisionado a sus tetillas mientras ella gruñe a quien se me acerca: Bufa; ladra, babea, salta, destroza. Me posesiona.

A largos ratos me lame el oído, más tarde… lo hace jirones. Moja mi anestesiada piel, arruga el hocico y maldice. Gime en brama y al enfriamiento de sus deseos me orina, me desgarra hacia un lugar oscuro e infinito.

De verdad hermano: todos los malditos infiernos se incendian al frote del colmillo de esta perra muerte viva.

Avenida de extraviadas noches con formato apaisajado

Esta es la avenida de las extraviadas noches. Aquellas que se pierden en los sudorosos cuerpos, esos que no tienen nombre y desaparecen al filo de la madrugada dejando el perfume del abandono en las ingles.

Así como veloces autos sobre la avenida también sobre las mesas corren salivosos besos y ansiosos tragos que se convierten en trasgos después de la medianoche al verlos a través de una botella medio vacía.

Aligeradas ropas se sueltan deseando descansar en una alfombra repleta de ardorosos pasos donde el viento caracolea entre femeninos rizos gimientes y suspiros que arrastran gritos. Donde mudas miradas poseen húmedas intenciones y ciegos labios ardientes pretensiones.

Esta es la avenida de las extraviadas noches en las cuales las horas se serenan y se relajan con un juego de azar, regocijadas apuestan hasta que un alguien pierde el crepúsculo. De las que se internan en un laberinto de las emociones y ebrias duermen en cualquier rincón de un corazón. Esas que cualquier día se aparecen a la par de la compulsión cuando la ciudad al fondo duerme desparramando por sus ventanas sueños incompletos que no transitan por estas banquetas donde tropezamos y ni nos saludamos ni presentamos pero que juntos en las extraviadas noches nos perdemos.

Composición dual con colores cálidos

En la textura de tus caderas el equilibrio en tus formas, perpendicular mi lengua rojo-violeta con el cruce de la línea amarilla de tu húmedo olor: armónico rectángulo rojo donde sensibilizo tu Punto áureo.

Litografía sobre papel húmedo

Te beso, mi aliento corre hasta el matorral de cascabeles bajo la playa de tu ombligo, tu úvula vibra. Se abre tu garganta, goza entera de sensaciones, murmura en vaho mi nombre.

El crepúsculo tiembla tras tus dientes, el calor avanza bajo tus párpados, un rojo avispón da vueltas sobre tu cabeza. En las comisuras de nuestros labios el temblor de un manzano aguarda.

Imagen figurativa realista en formato apaisado

En nuestras venas, llameantes pensamientos; mudas palabras tallan nuestros instintos, ígneos se acarician. Intoxicados ángeles pinchan nuestro abdomen. Nuestras pieles miran el silencio para oler que les dice la noche. En lo inestable de la luz nuestros cuerpos convulsan. Detrás de hirvientes gemidos ardientes un océano se seca.

Es hoguera en un horizonte ausente.

Miniatura al temple

A nuestras espaldas el mundo es calcinante fantasma consumido por el olvido nuestro.

De golpe sobre el cielo nosotros, resuena la noche de encendidos astros, bajo ella, dos cuerpos desnudos imaginan.

De Hidrofobia

Seis

Hoy me mordió un perro, zarandeó mi pierna hasta hacer con ella un garabato; así como tú lo hiciste conmigo. Penetraste tu colmillo en mí, cortando tendones, arterias y músculos donde existías.

Me está dando calentura, estoy temblando. Debes ir al médico -me dicen-; pero no tengo tiempo más que para pensar en ti. La lluvia me duele y mi garganta se agrieta. Estoy empapado de dolor. Te tengo en mis vísceras, en mis epiplones y en mis huesos. El sudor encharca mis párpados. Esta herida es profunda y mis ojos se fijan en ella buscándote; sé que estás aquí, dentro.

Siete

Me tengo que vigilar cuando me acuesto, me espanta saber que pueda quedar dormido. Los trasgos suben por la escalera del sueño y me asfixian.

Seis, siete horas pensando en todo y nada a la vez. Escucho el crepitar de las paredes y quisiera escribir mi testamento. Tomo una pluma y la dejo correr por el papel puro de la nada y nada. Quisiera que sol aparezca y gire a mi rededor; pero el sol no sale por ningún lado.

Mi cama se compadece de mí. Llevo en la espalda las huellas de las patas de los jinetes del Apocalipsis. Se ha ido la luz y las sombras juegan a esconderse. Parece que está amaneciendo; sí, creo, que hoy la muerte me da vida otra vez.

Ocho

Hoy cruje mi cuerpo y en mi cabeza gira el tornado del tiempo. Te fuiste no sé a dónde, no sé con quién. Has enterrado tu cáncer en mi corazón ¿Y piensas que no he de fallecer? Con mis venas sin tu sangre no podré vivir, no podré morir.

Te espero, el cuarto se ha convertido en tierra, el amor es tan dulce como una borrachera y tan cruel como una resaca. Te he buscado todo el tiempo, estoy fatigado, encajado a esta cama que levanta a mis muertos. Ya no puedo sostener abierto los ojos; pero morir es retirarse de la pelea ¿Se sobrevive al desamor? Mujer, hoy todo está enfermo: la tarde, el viento, la pluma, la taza, el cenicero la botella el perro mi cuerpo ¡Hasta Dios!.. hasta nunca.

Nueve

Me he vuelto rabia, y me quemas. Te bebo sangre de las sombras, sí mujer, tú, te me has trepado en la nuca, desorbitas mis ojos, mientras mi corazón gruñe. Soy el demonio en cuatro patas. Abro los sueños con un colmillo; pero yo, yo sólo deseo el amor que me llueve dentro. Cielo templado, cielo rojo, cielo esbelto y solitario ¿Quién eres tú? Lamento de muerte que se traga a la garganta en un hilo de silencio.

Diez

En la boca de la muerte estoy, como bolo alimenticio que ha de ser tragado. Estoy muerto todos los días, y vuelvo a fumar mientras mis seres queridos lloran por el que se va. Yo soy un cuerpo vacío, donde no hay siquiera huesos huecos. No hay calor poesía, vino o mujer que me resucite. Mi carne se ahoga en su propio vómito. El rencor, la lujuria, el amor, la angustia, el dolor, la pasión, la mordida del perro, tú y muchas cosas más; corren a través de la cerradura de la puerta del olvido. Me desmorono cada vez más. No, no me quejo, de veras, ya estoy en un pedazo de la cama donde sueña Dios…

Del libro inédito En medio

Canto V

Con mis dolores se entreteje la noche. No hay centauros en las sombras ni minotauros en la luz.

El cielo arenoso se desborda, cascada de negro polvo que sepulta.

Las almas estelas dejan, quitan sus vestimentas rutinarias, epitafios del viento. Las ciudades se sacuden, salpican sus vicios en una hoguera que engrandece. De piedras y carne remolino.

Cuando los bacales despiertan los hombres enloquecen.

Canto VI

Sobre la noche la muerte.

En mi cuerpo lágrimas entran. En la oscuridad del odio los hombres luchan feroces.

Cruje la Tierra, rabioso galopa por la espalda de una sierpe que adelgaza el crepúsculo un jinete de sombras.

Al amanecer:

Serpentea el viento en el silencio.

El horizonte… un puñado de polvo.

Canto VII

Duerme la metrópoli y tronados de óxido vuelven los hombres para despertar al águila erosionada que nada ve.

Sobre una esfera tallada en oro el pueblo ríe… Un mundo de idólatras escribe nuestra historia.

Canto VIII

Una ola de emociones cubre mi cabeza. Manos en el volante, una marea de ruidos entra y sale rozando cristales. Aullidos de lobos que advierten.

La caída de las gotas se despliegan en el parabrisas, pequeñas estacas que se clavan en los ojos.

La música es silencio, un mundo se crea dentro. Las llantas desgarran el asfalto, las arterias engrosan: Rojos búfalos que desbaratan y trepan en los hemisferios grises en los que la sombra de un caparazón óseo descansa.

Un trueno resuena, las bestias rojas arremeten, cubren cejas, pestañas y ojos. Los cristales se disparan collar que asfixia.

Gritos, aullidos, rostros borrosos, miradas morbosas, sudores, tronidos, silencio… un sombrío suspiro enmudece.

Canto IX

Del trueno un quejido y en mi respiración la disnea. Contrariada la tarde ¿Son horas de dormir?

Música danza en mi cabeza valsa en mi desvarío.

El calor se aloja en mi tronco, me inflama, algo carcome mis párpados. Las paredes se achican, capullo de imágenes y ruidos.

Las ventanas desaparecen y el techo se pega a mis ojos. Un torbellino aparece, se abre y jala, gancho ardiente de varillas que rasga la siesta.

El cubre-polvo de las casas en mi vista, zapatos desfilan presurosos a la velocidad de la indiferencia, levanto la mirada y veo a las personas de pies a cabeza, al final el cielo gris, mancha de vómito que se estrella en la consistencia de mi nombre.

Una canción con ritmo de trópico se escucha lenta, pesada, lejana, aletargada como mi cuerpo sobre la barda. Mis pasos se escuchan a ritmo de ciudad: perezosos, largos, cansados, aletargados, lejanos, muy lejanos…

_________en la lejanía de la disnea y el espejo.

 

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