Con motivo del recital del colectivo de poesía Poetas de la Bicicleta, que tuvo lugar este miércoles, presentamos una antología de su trabajo. Textos de los poetas Ileana Ortiz Rodríguez (Ciudad de México, 1988), Aureliano Carvajal (Ciudad de México, 1986), Juan Carlos Cabrera Pons (San Cristóbal de las Casas, 1986) y María Magdalena Alpizar (Ciudad de México, 1989), todos ellos alumnos de la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Los dejamos con los Poetas de la Bicicleta.
Ileana Ortíz Rodríguez (Ciudad de México, 1988)
Soliloquio primero
Aniquilemos el tiempo.
Abandonemos el Verbo a su merced.
Partiendo desde el noveno escalón de la torre,
dejemos nueve lunas ensimismadas en el placer de su albedrío,
y a la noche tendida sobre las plantas de las nueve mismas.
Abandonemos a Homero en la profundidad del Ponto,
deshebremos llamas en lo cóncavo de cada nave,
encueremos a Ulises, deshaciendo el llanto de la humanidad misma.
Descoyuntemos la esfera,
desmoronando su estirpe,
provoquemos el cauce,
de la ola sinvergüenza, que ha tocado el talón de tantos grandes.
Aniquilemos lo que al tiempo persigue:
nada sino más tiempo.
Arrojemos al aire un suspiro perenne,
el mismo que al canto desnudo concibió en el principio;
Descifremos el cero,
realizando primero su razón imperfecta,
ni siquiera insinuando acercarse,
a la línea primera que crearlo quisiera.
Retomemos el cauce,
que no es nada ya, sino lluvia desenfrenada:
lluvia de muchos,
lluvia de una noche en Ítaca.
Desfasemos al hombre,
siendo él mismo una llaga en el canto puro e intocable.
Deslavemos el nombre,
con el filo de alguna luna,
despintemos el yerro que hasta las venas quema.
Intentemos creyéndonos invencibles,
sabiendo incluso que la propia hueste nos dará la espalda.
Aniquilemos lo que le sigue al tiempo del tiempo,
solamente más tiempo.
Desperdiguemos fonemas,
juguemos con ellos.
(Dejando el pendiente al instante,
burlémonos de la risa, que ni tendrá ya quién la articule)
Y el Verbo seguirá siendo nada a nuestro antojo.
Dejemos el manto y sus nueve estrellas pendiendo de la nada misma,
iluminando la cosa que se hace llamar Homero,
con cada una de sus lágrimas separadas del ya inexistente Ponto.
Dejemos nada más que eso,
no se sabrá qué es tiempo,
ni existirá el tiempo del mismo,
ni lo que le sigue.
Aureliano Carvajal (Ciudad de México, 1986)
I
De algún modo podría
decir que todo fue escrito pensando tal vez en tí
Que inconsciente pensaba
fonemas, grafías,
que cada verso y sus ladrillos eran
levantados contigo como imagen.
Y de ser así, cada palabra con sus letras
tendría curiosa pizca de tu cuerpo.
Podría, sí
asegurar que ciertamente todo
estaba ya pensado con tu nombre.
Y todo lo futuro
-o al menos este poema-
también iría contigo.
Estudio del Ángelus Marino
Permíteme esperarte, que llevo horas,
que llevo soportando la mañana
y tu anillo me pesa demasiado,
permíteme quejarme -y ya no puedo-
permite que te busque hasta en las aves:
Por hoy no puedo ser correcto,
quisiera dibujarte con gaviotas
tus cejas, ojos, labios, con gaviotas;
y ese vaporoso pecho
ese sutil almidonado pecho
(apenas musitado por las nubes)
quisiera devorarlo a pinceladas.
Y ahora que lo pienso ya no vengas
que busco colorearte como anhelo
-y voy muy bien en tu retrato-:
Aspiro el horizonte de tu vientre,
el modo en que destila
el agua entre tus muslos,
adoro el encaje de tus piernas
-y la forma en que cambia con las olas-,
adoro imaginar que luego, al final
se podrían trazar tus huellas en la arena,
podrían no sé, calcarse con las mías.
VII
Un buen día te descubro cercana,
y te canto -con úlcera garganta-
Tú no lo ves,
y graciosa continúas
pero allí, debajo,
en el ápice menos conocido de tu cuerpo,
una espina, un vello, se ha movido desolado.
Así tú por fin lejana,
te pierdes esquiva de mi canto,
y yo finalmente alejado
me siento perdido entre los perros,
que aludidos se me alejan.
Juan Carlos Cabrera Pons (San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 1986)
Un Poema y sus Variaciones
Pues yo soy el infierno, y en las
Profundidades del abismo otro se abre
Más hondo, que amenaza devorarme,
Comparado con el cual, el infierno
que padezco, parece incluso un Cielo.
John Milton
[Poema]
El primer ángel cayó de las alturas, cayóse
de la nube más dorada; acarició su grito
la penumbra, hirió de grietas la oscuridad.
Dijo:
_____«Hay una espina en la tierra,
hay una espina que hiere -dijo en esta tierra-,
y en la punta de la espina hay un jardín».
[Variación]
Sacudiendo a la noche con las alas, así, el gallo,
que acostumbra aplaudir a la aurora con su voz,
no lo pueden resistir leones presurosos, ni mirarlo;
sino que huyen de él al momento,
porque emanan de sus miembros átomos que,
metiéndose en los ojos de los leones,
lastiman sus pupilas, y tal dolor provocan,
que ni su coraje y valentía lo resisten.
(Tito Lucrecio, De rerum natura, IV, vv. 712-719)
[Variación]
Acarició su grito la penumbra
porque si luminoso el golpe, luminoso fue también el grito.
Hirió de grietas la oscuridad
como los ejércitos de antaño
arietes arrastraban contra puertas enemigas.
«Porque si afiladísimos los átomos de luz
-dijo-, afiladísima es la tierra que reflejan».
[Variación]
Criatura, has de saber:
____________________quien creó el cielo
creo también la tierra; esta tierra morada nuestra;
esta tierra cuerpo nuestro lacerable. Quien creó
el fuego, creo también las cenizas, morada nuestra.
[Variación]
El primer ángel cayó. Yo soy aquel ángel primero.
Yo soy Aquél, el escindido, el solitario, el egoísta.
Caí desde la nube más dorada. Dije:
«Que ahora vengas a decir a la profundidad en que discurro
que brillan doradas las nubes a lo lejos;
que vengas a creerte ahora que hay cielos a lo lejos que he perdido
porque se vieron alejarse lentamente en la caída;
que vengas a lo lejos a decirme cualquier cosa,
es un atrevimiento imperdonable, muchacha.
Pero que vengas a creerte aún haber llegado,
y creas haber dicho que llegaste,
y que puedes aún llegar acaso y aún decir, y creas haber llegado y dicho,
eso es sólo el resultado de tu concepción euclideana del tiempo».
Yo soy Aquél, no puedes ya decirme nada. Dije:
«Muchacha, has de saber:
_______________________Todo lo veo desde aquí abajo.
Cada fragmento del mundo es igual a la totalidad de mí.
En cada una de mis lágrimas -y mira si he llorado- van los mares,
y en cada mar el cielo, y afilados los átomos de luz rasgan el cielo.
Me duele la luz muchacha, y tu recuerdo, porque la luz es igual
en cada una de sus partes, y cada átomo de luz es una espina, y cada
segundo va sumándose en espina gigantesca; y toda la luz en conjunto,
y toda la historia acumulada, son fragmentos afilados de mí mismo
No puedes más decirme nada muchacha,
porque mi furia es total en cada una de sus partes,
y no hay palabra que te sepas que se escape de mí mismo,
ni fragmento de palabra
que no esté lleno de mi furia espinosísima».
[Intermezzo en que el ángel hace la pica]
Como los ejércitos de antaño arietes arrastraban contra puertas enemigas,
no por amor o por odio sino por furia,
te haría el amor con una furia constante como el musgo en las raíces,
y musgo reptaría tus piernas,
columnas agrietadas de un templo abandonado.
Te haría el amor, muchacha, incluso en esta hora,
pero mi semen negro y frío como la furia
helaría tus piernas en hilillos delgadísimos y fragmentados,
germinando un dolor oscuro entre tus piernas.
[Variación]
Porque yo soy el Infierno,
y por dentro un otro infierno se abre
más ancho y amenaza devorarme.
Yo soy el Infierno
aunque adentro mil infiernos se levanten
más anchos y amenacen devorarme,
porque yo soy el Infierno.
Todos los ríos nacen de mi canto,
va abriendo abismos la palabra mía,
yo soy el Infierno,
vuelven hacia mí todos los ríos,
todo va cayendo hacia mi abismo
porque yo soy el Infierno;
y por dentro un otro infierno se levanta
mucho más ancho y hambriento que el Infierno,
pero yo soy el Infierno.
[Variación]
No fui yo quién para triunfar de ti, Dios mío,
no fui yo quién para retarte, y ahora caigo.
No tengo la paciencia de los héroes;
me urge la vida, Dios mío, ya nada en mí te busca.
Estoy caído lejos, irreconocible;
yo soy aquel ángel primero.
No puedo ya voltear las alas a la inversa, ni puedo,
por más arrepentirme de mí mismo,
ser el Euclides Redentor que me hace falta.
No tengo la paciencia de los héroes,
me urge la vida Dios mío, ya nada en mí te busca.
No quise más reinar bajo tu manto, lo confieso,
y fui caído. No soy Agamemnón, no tengo
reyes a quien reinar, Dios mío, pero sigo siendo el Rey.
[Variación]
No puedo entrar en ti, muchacha,
no puedes comprehenderme;
no tienes tú los góticos portales
apenas suficientes a mi paso;
no tienes el espacio de mis alas,
muchacha, porque yo soy el Infierno,
y yo soy el más ancho de los males.
María Magdalena Alpizar (Ciudad de México, 1989)
Que no amanezca nunca
Que no amanezca nunca
Que te quedes a mi lado
Que no resuene la aurora
Si tú aún no has despertado.
Que no abran las flores sus pétalos
Y no agradezcan los pájaros
No me miren otros ojos
Como los tuyos me miraron.
Que no amanezca nunca
Cuando te encuentres tú cansado
Que no se anuncie la hora
Ni el vano sol desesperado.
Que no creen rosas los vientos
Y no me abracen los fuegos
Que los hielos se disuelvan
Cuando esté cerca tu sueño.
Que no amanezca nunca
Si no vuelves a levantarte
Si te quedas como ahora
Tan tieso, tan demacrado
Si tus manos se marchitan
Y tu cuerpo se ha acabado
Si te quedas como ahora
Tan muerto y yo… tan desdichado.
Techo lleno de estrellas
Techo lleno de estrellas
repleto de opio y memorias indecentes
constelaciones perdidas en humo.
Ya todo el cabello enredado
ya los labios enfermos que permanecen callados
ya el lento suspirar de las hojas,
la también lenta agonía del ser humano.
Techo lleno de estrellas
que se atragantan en mis ojos
buscando el fruto de sus embrujos.
Viene la aurora perdida
Viene olvidada la Muerte
Vienen los ojos cerrados
Las sombras vienen inesperadas.
Techo lleno de estrellas
muertas a los pies del mundo
resucitando cada mañana
para volver a morir en la tierra
_______para escapar
______________para saber
_____________________para dar vida
para entender que no somos intelectuales
sino vagos restos de comida
abandonados aquí por alguien
que simplemente no tiene
y quizás nuca tuvo hambre.
Yo te llamo
Flores marchitas amarradas a la tierra
yo te llamo con silencios fragmentados
encadenada a tu recuerdo va mi alma
cual murmullo que se aferra al viento
Yo te llamo Hombre desterrado
Hombre del siglo
que en lacónica sonrisa indiferente
ocultas llantos vulnerables,
violento arrebato de poeta
Yo te llamo Pájaro espejismo
Vigoroso pájaro enemigo
que abriendo alas a la vida
vuelas hasta el infinito
sin llevarme a cuestas
Yo te llamo Noche apasionada
Noche inmaculada de silencios
que predices de los vivos el futuro
y eres alimento de los muertos
Yo te llamo Eternidad de fuego
Eternidad obscena
que devora pensamientos
Te llamo bestia
furor inagotable
_______Fantasma
calor de niños
sombra del mañana que aún espero
Te llamo esperanza
_______Destrozo
asomo de porvenires no acabados
_______Miedo
temblor de párpados mojados
Te llamo amigo
(bien podría llamarte mi adversario)
Te llamo ausencia
reflejo envenenado
_______Filantropía
cadena de denuedo
instinto asesino desbordado
_______Desnudo cuerpo
amor con todas las letras de un desvelo
amor a gritos
amor histérico
asustado
_______Condenado
tormentoso amor de sal
que me ha ganado