Baudelio Camarillo nació en Tamaulipas en 1959 y desde hace muchos años vive en Celaya. Ahí, en 1984, asistió al taller que impartía en el Bajío el poeta Efraín Bartolomé. Más tarde, en 1993, con el extraordinario poemario En memoria del reino obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes.
En 2004 mereció también el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta. Es autor de poemarios como Espejos que se apagan (1989), La casa del poeta y otros poemas (1992), En memoria del reino (1994), Poemas de agua dulce (2000) y La noche es el mar que nos separa (2005).
La poesía de Baudelio Camarillo, no tengo dudas, es una de más atractivas de México. Su dulce lirismo, su voz media, su renuncia al estruendo pero su confianza en aprehender la esencia de las cosas, objetivar lo subjetivo, aproximan sus mejores poemas a la exquisitez.
Así, por ejemplo, podemos leerle:
Ebrio de tanta luz, a ciegas casi,
avanzo hacia tu cuerpo.
Un medio día de espejos te refleja desnuda.
Soy la sombra del árbol donde tus aguas pasan.
Soy la oscura presencia que te habita un momento.
O
Peces fuera del agua son nuestros corazones
lejos de esta corriente.
En el lecho del río dormitan los recuerdos.
Cada atardecer vuelan los gritos de muchachas
sobre las tibias aguas de este sueño;
nadan en él, en él se bañan
y las aguas se endulzan con sus cuerpos.
La delicadeza de expresión, el versículo hierático y solemne, la búsqueda de la luminosidad, la sonoridad de las vocales, son algunos elementos que me permiten decir que en los poemas de Camarillo hay poesía. Hoy más que nunca en México es imperioso, y aún urgente, repensar nuestra idea sobre poesía y agradecer, desde luego, cuando estamos frente a un poeta.