Foja de poesía No. 073: Arlette Luévano

Arlette Luévano

Arlette Luévano (Aguascalientes, 1976) nos ofrece un adelanto del poemario breve que habrá de editarse en la colección “El celta miserable” de Pasto verde, disponible a partir de septiembre de este año. A continuación, un viaje por su poesía.

 

 

No basta con nombrar al llanto llanto

 

 

a Montserrat

* 

En su jardín es de noche. Ahí la oscuridad llega luchando contra la luz salvaje que nunca se rinde. Nadie gana esa batalla sino estrellas tenaces que pueblan el cielo en enjambres estridentes, y las brujas verdes que explotan como fuegos de artificio.

Es un paraíso macabro, donde el pincel invade los pliegos con secreciones de esteros policromados, memorias de siglos descompuestos.

El pasto es un mosaico de brotes glaucos, livianos, sicalípticos. Los pies de mi hermana exceden su tacto y lo sobrepasan en su oscuro andar de nube henchida de lluvia.

Rosadas plantas de tallo grueso crecen golpeándose unas a otras. Al llegar a su máxima altura, cercana a mi talle, coronan su cresta con una flor aguda y luminosa, sus tallos se llenan de manchas como ventanas y no he querido saber quiénes habitan esas extraordinarias construcciones, pues seguramente serán seres diminutos de grandes dentelladas.

Mi hermana se mece en el columpio que detiene el único árbol del jardín. Ese árbol es de la misma vieja hechicería que la luna. Árbol y luna se guardan gran devoción. Vuelven los brazos uno al otro y tararean juntos la melodía con la que baila el viento. Pequeñas quimeras de fortunas indescifrables crecen donde las hojas nunca han existido.

Mi hermana se guarda en el columpio. Así la recuerdo. Descalza y sonriente, con las trenzas flotando en el vaivén del juego. Mirando cómo el destino se escribe en unas manos menos blancas, en unos ojos menos anhelantes.

 

*

Acaba de morir

y una antigua soledad

domesticada

avanza hasta instalarse en su cuarto

 

La había visto antes

un gato detrás de los armarios

bajo la cama

trasladando su sombra

por los espejos no observados

 

Pero hoy

que ella acaba de morir

la soledad se presenta

con su fría sonrisa delante de mis ojos

la cabellera agitada en el aire breve

para me ofrece sus brazos

y el escalofrío

 

 

*

Me volví tan pequeña con tu muerte

que fácilmente podría resbalar

entre los granos de tierra que sujetan la tumba

 

Pasaría junto a ti                     un instante

e iría cayendo                         sin prisa

hasta el otro lado del mundo

 

 
*

Ella quería volar sobre el mar que imaginó

una tarde de paréntesis que aún le envidio

 

Ella quería extender su cuerpo contra el aire

 

dormir y continuar viajando

gritar y arder sobre las piedras

 

quería permanecer

en la luz precisa

que enciende los cuerpos sin tocarlos

 

 

Supondría yo que la muerte libera

que permite trascender a los desastres

 

y ante la imposibilidad

mi voz es un reclamo

 

Ella no vuela

no sabe llegar a donde el mar

 

Está olvidando qué quiere                 creo

y no es eterna

ni sonríe

 

Algún camino debería extrañarla

Sería lo justo

 

o sería más que este llanto intraducible

 

o tal vez                      supongo nuevamente

ella querría.

 

 
*

Si de pronto pudiera gritar tu nombre

bastaría la invocación para trasponer la muerte

 

Polvo al polvo

algo de destino nos es mutuo

 

 
*

Dijo                 mariposas blancas

y mariposas blancas habrá

en el retrato que jamás le haremos

 

 
*

Volar

como sueño de niño

como dedos en la sombra

con ligereza marina

 

Libre como la noche en silencio

subir al sueño de mamá

que viaja a ninguna parte

desde una tierra

sagrada en el recuerdo

 

 
*

¿Y si ya nunca te encontrara?

Qué sería yo

sin tu sonrisa en mi infancia

 

yo qué

sin tus ojos detrás de mis palabras

 

Sé lo que soy

a través de estas lágrimas

en medio de tu ausencia

 

soy: nada

 

 
*

Hay una ciudad que lleva tu nombre y no la conozco

Me he quedado aquí, junto a todo lo que abandonaste

 

y mis preguntas nunca habían sido tan inútiles como ahora que no hay respuesta posible

que no hay palabras suficientes para hacerlas

ni viento que las tome y las lleve hasta donde pudieran calmarse o cansarse de ser

 

Tampoco, de pronto, conozco lo que fuiste

Eres un recuerdo, un vislumbre

 

y me duele algo que no sé qué es

 

 
*

Yo no sé rezar                       no puedo

todavía no creo en tu muerte

apenas si puedo creer en cualquier cosa

 

¿Para qué es todo esto?

No te vayas, quédate a hablar conmigo

dime qué de cierto hay en esta sangradura

 

Hay tanto que debiste ver

Tantas cosas que no deberían suceder sin ti

 

Y llegaría a tomar tu cuerpo y sacudirlo

gritaría desde el dolor de mi garganta

para exigir hasta la convulsión

 

porque no alcanzan mis ojos para derramar

el vacío que me colma el cuerpo

cuando mi condena es no poder aniquilarlo

a cambio del tuyo y el hubiera

 

 

*

¿Qué dolor habrá para mí,

qué lagrimas, qué flores, después de ella?

¿Alcanzará alguien a rezar mi muerte?

¿Qué pasará si alguien más muere mañana?

¿Habrá un sobrellanto compartido?

¿Nacerán nuevos llantos diferentes?

Has dicho antes que sólo hay un amor verdadero en esta vida.

Dime               ¿hay también para la muerte un solo corazón?

¿Y si mi muerte es un desierto

y si caigo en un pantano a donde todos se olviden?

 

Caigo

 

sin fuerza para volver la mirada hacia la luna

 

 

*

Sombras son mis pasos

mis manos apenas cansancio

y el segundero

marca cada tanto

negras noches

negros silencios

negras noches

negros silencios

negras noches

negros pasos

silencios

 

 
*

A veces tu risa

desafía ese umbral que nos separa

 

llena las habitaciones

se sobrepone a mi propia memoria

 

Si tu risa fuera

la anunciación de tu visita

el heraldo de tu persistencia

 

si fueran

estas palabras algo distinto

a la dolencia que me embarga

a la queja inútil

al sinsentido

 

 
*

Esta pequeña hora

está suspendida en el choque de una gota con el aire

 

En la tierra tu huella se estremece

antes de perder identidad

 

 
*

Llegan las fechas                    rigurosas

marcas en los calendarios

que deberían ser imposibles sin ti

 

y no entiendo

si 8 de febrero

ya no es lo mismo

ni 21 de marzo

y ningún día de abril

 

qué dolor en mayo

cuánta ausencia diciembre

quién puede creerle algo a enero

 

cómo lidiar con este tiempo ciego

con este tiempo sin remordimientos

 

 

*

Cuando regresé a esta casa

olía aún al incendio

el fuego que sucedió mientras no estuvimos

la destrucción cruel                a medias

que permitió sobrevivir a los muros

y verlos consumirse

solos

solamente

 

Volví para pensar en ti

para recordar tus pasos sobre las cenizas

 

tu voz que había olvidado

sobrevivía al polvo en los rincones

 

Pero las ventanas

desamparadamente desnudas

la casa sin mar

ni carreteras

sin cielos azules

sin lluvia en el patio

me gritaron que no entrara

para no cometer

el mismo error dos veces

 

 

*

Un testamento no escrito

tesoros escondidos

aguas agitadas

humeantes espejos

 

a eso suenan tus pasos

a rumor interrumpido

por el tiempo que no llegará

 

Lo pienso así

cuando debiera           mejor

dejar de buscar señales

en las aves que llegan

en el naranjo seco

 

en la constancia

de la presencia transparente en la escalera

 

 

 

*

Acompaño a los que vienen

beso con desesperación

me refugio en los abrazos

 

He aprendido algunas sílabas

para velar

mi espacio numantino

 

Y el dolor no desaparece

Incluso                        más de una vez

la ira lo apuntala

la rabia

el puño apretado que no ve dónde ir a estrellarse

y, de inmediato, el cansancio salitroso

la voluntad de Sísifo

 

 
*

Hoy llueve. Las palabras salen sin invitación. Vuelan hacia las nubes para empatarse con sus hermanas de agua. Desnudas, se acercan unas a las otras, se apilan, se contagian. Llueven con la música fría del desamparo.

Está de más decir que yo quisiera llegar hasta ti del mismo modo. Sobra decir, pero no hay más que dejarse llevar con transparencia.

Cuando llegan a la tierra estas palabras, se adelgazan hasta ser una pequeña línea. Se vuelven oscuras y arenosas. Se estrellan contra la tierra con la fuerza de una batalla y se dejan morir suavemente, con la resignación impregnada. La música cesa. El silencio es el pretexto para deshilvanar el fárrago que acaba de caer. Los restos son sólo humedad sin soberbia.

La boca queda abandonada, es una cripta enorme formada de pliegues y vapores. Se consuela en su tibieza.
*

La respiración que continúa

no es más que el miedo a la muerte

 

 

 

Datos vitales

Arlette Luévano (Aguascalientes, 1976) es Maestra en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana. Desde 1997 dirige el suplemento cultural Ananke del diario Página24. Forma parte del comité editorial de la revista Parteaguas, del Instituto Cultural de Aguascalientes. Ha publicado los libros de poesía Casi verde y Apostillas negras. También, en ediciones colectivas, los poemarios Rituales, Informe sobre trenes que llegan y desaparecen y Tercera persona. Recibió el Premio Efraín Huerta 2006 por Casa en ruinas.

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