Arlette Luévano (Aguascalientes, 1976) nos ofrece un adelanto del poemario breve que habrá de editarse en la colección “El celta miserable” de Pasto verde, disponible a partir de septiembre de este año. A continuación, un viaje por su poesía.
No basta con nombrar al llanto llanto
a Montserrat
*
En su jardín es de noche. Ahí la oscuridad llega luchando contra la luz salvaje que nunca se rinde. Nadie gana esa batalla sino estrellas tenaces que pueblan el cielo en enjambres estridentes, y las brujas verdes que explotan como fuegos de artificio.
Es un paraíso macabro, donde el pincel invade los pliegos con secreciones de esteros policromados, memorias de siglos descompuestos.
El pasto es un mosaico de brotes glaucos, livianos, sicalípticos. Los pies de mi hermana exceden su tacto y lo sobrepasan en su oscuro andar de nube henchida de lluvia.
Rosadas plantas de tallo grueso crecen golpeándose unas a otras. Al llegar a su máxima altura, cercana a mi talle, coronan su cresta con una flor aguda y luminosa, sus tallos se llenan de manchas como ventanas y no he querido saber quiénes habitan esas extraordinarias construcciones, pues seguramente serán seres diminutos de grandes dentelladas.
Mi hermana se mece en el columpio que detiene el único árbol del jardín. Ese árbol es de la misma vieja hechicería que la luna. Árbol y luna se guardan gran devoción. Vuelven los brazos uno al otro y tararean juntos la melodía con la que baila el viento. Pequeñas quimeras de fortunas indescifrables crecen donde las hojas nunca han existido.
Mi hermana se guarda en el columpio. Así la recuerdo. Descalza y sonriente, con las trenzas flotando en el vaivén del juego. Mirando cómo el destino se escribe en unas manos menos blancas, en unos ojos menos anhelantes.
*
Acaba de morir
y una antigua soledad
domesticada
avanza hasta instalarse en su cuarto
La había visto antes
un gato detrás de los armarios
bajo la cama
trasladando su sombra
por los espejos no observados
Pero hoy
que ella acaba de morir
la soledad se presenta
con su fría sonrisa delante de mis ojos
la cabellera agitada en el aire breve
para me ofrece sus brazos
y el escalofrío
*
Me volví tan pequeña con tu muerte
que fácilmente podría resbalar
entre los granos de tierra que sujetan la tumba
Pasaría junto a ti un instante
e iría cayendo sin prisa
hasta el otro lado del mundo
*
Ella quería volar sobre el mar que imaginó
una tarde de paréntesis que aún le envidio
Ella quería extender su cuerpo contra el aire
dormir y continuar viajando
gritar y arder sobre las piedras
quería permanecer
en la luz precisa
que enciende los cuerpos sin tocarlos
Supondría yo que la muerte libera
que permite trascender a los desastres
y ante la imposibilidad
mi voz es un reclamo
Ella no vuela
no sabe llegar a donde el mar
Está olvidando qué quiere creo
y no es eterna
ni sonríe
Algún camino debería extrañarla
Sería lo justo
o sería más que este llanto intraducible
o tal vez supongo nuevamente
ella querría.
*
Si de pronto pudiera gritar tu nombre
bastaría la invocación para trasponer la muerte
Polvo al polvo
algo de destino nos es mutuo
*
Dijo mariposas blancas
y mariposas blancas habrá
en el retrato que jamás le haremos
*
Volar
como sueño de niño
como dedos en la sombra
con ligereza marina
Libre como la noche en silencio
subir al sueño de mamá
que viaja a ninguna parte
desde una tierra
sagrada en el recuerdo
*
¿Y si ya nunca te encontrara?
Qué sería yo
sin tu sonrisa en mi infancia
yo qué
sin tus ojos detrás de mis palabras
Sé lo que soy
a través de estas lágrimas
en medio de tu ausencia
soy: nada
*
Hay una ciudad que lleva tu nombre y no la conozco
Me he quedado aquí, junto a todo lo que abandonaste
y mis preguntas nunca habían sido tan inútiles como ahora que no hay respuesta posible
que no hay palabras suficientes para hacerlas
ni viento que las tome y las lleve hasta donde pudieran calmarse o cansarse de ser
Tampoco, de pronto, conozco lo que fuiste
Eres un recuerdo, un vislumbre
y me duele algo que no sé qué es
*
Yo no sé rezar no puedo
todavía no creo en tu muerte
apenas si puedo creer en cualquier cosa
¿Para qué es todo esto?
No te vayas, quédate a hablar conmigo
dime qué de cierto hay en esta sangradura
Hay tanto que debiste ver
Tantas cosas que no deberían suceder sin ti
Y llegaría a tomar tu cuerpo y sacudirlo
gritaría desde el dolor de mi garganta
para exigir hasta la convulsión
porque no alcanzan mis ojos para derramar
el vacío que me colma el cuerpo
cuando mi condena es no poder aniquilarlo
a cambio del tuyo y el hubiera
*
¿Qué dolor habrá para mí,
qué lagrimas, qué flores, después de ella?
¿Alcanzará alguien a rezar mi muerte?
¿Qué pasará si alguien más muere mañana?
¿Habrá un sobrellanto compartido?
¿Nacerán nuevos llantos diferentes?
Has dicho antes que sólo hay un amor verdadero en esta vida.
Dime ¿hay también para la muerte un solo corazón?
¿Y si mi muerte es un desierto
y si caigo en un pantano a donde todos se olviden?
Caigo
sin fuerza para volver la mirada hacia la luna
*
Sombras son mis pasos
mis manos apenas cansancio
y el segundero
marca cada tanto
negras noches
negros silencios
negras noches
negros silencios
negras noches
negros pasos
silencios
*
A veces tu risa
desafía ese umbral que nos separa
llena las habitaciones
se sobrepone a mi propia memoria
Si tu risa fuera
la anunciación de tu visita
el heraldo de tu persistencia
si fueran
estas palabras algo distinto
a la dolencia que me embarga
a la queja inútil
al sinsentido
*
Esta pequeña hora
está suspendida en el choque de una gota con el aire
En la tierra tu huella se estremece
antes de perder identidad
*
Llegan las fechas rigurosas
marcas en los calendarios
que deberían ser imposibles sin ti
y no entiendo
si 8 de febrero
ya no es lo mismo
ni 21 de marzo
y ningún día de abril
qué dolor en mayo
cuánta ausencia diciembre
quién puede creerle algo a enero
cómo lidiar con este tiempo ciego
con este tiempo sin remordimientos
*
Cuando regresé a esta casa
olía aún al incendio
el fuego que sucedió mientras no estuvimos
la destrucción cruel a medias
que permitió sobrevivir a los muros
y verlos consumirse
solos
solamente
Volví para pensar en ti
para recordar tus pasos sobre las cenizas
tu voz que había olvidado
sobrevivía al polvo en los rincones
Pero las ventanas
desamparadamente desnudas
la casa sin mar
ni carreteras
sin cielos azules
sin lluvia en el patio
me gritaron que no entrara
para no cometer
el mismo error dos veces
*
Un testamento no escrito
tesoros escondidos
aguas agitadas
humeantes espejos
a eso suenan tus pasos
a rumor interrumpido
por el tiempo que no llegará
Lo pienso así
cuando debiera mejor
dejar de buscar señales
en las aves que llegan
en el naranjo seco
en la constancia
de la presencia transparente en la escalera
*
Acompaño a los que vienen
beso con desesperación
me refugio en los abrazos
He aprendido algunas sílabas
para velar
mi espacio numantino
Y el dolor no desaparece
Incluso más de una vez
la ira lo apuntala
la rabia
el puño apretado que no ve dónde ir a estrellarse
y, de inmediato, el cansancio salitroso
la voluntad de Sísifo
*
Hoy llueve. Las palabras salen sin invitación. Vuelan hacia las nubes para empatarse con sus hermanas de agua. Desnudas, se acercan unas a las otras, se apilan, se contagian. Llueven con la música fría del desamparo.
Está de más decir que yo quisiera llegar hasta ti del mismo modo. Sobra decir, pero no hay más que dejarse llevar con transparencia.
Cuando llegan a la tierra estas palabras, se adelgazan hasta ser una pequeña línea. Se vuelven oscuras y arenosas. Se estrellan contra la tierra con la fuerza de una batalla y se dejan morir suavemente, con la resignación impregnada. La música cesa. El silencio es el pretexto para deshilvanar el fárrago que acaba de caer. Los restos son sólo humedad sin soberbia.
La boca queda abandonada, es una cripta enorme formada de pliegues y vapores. Se consuela en su tibieza.
*
La respiración que continúa
no es más que el miedo a la muerte
Datos vitales
Arlette Luévano (Aguascalientes, 1976) es Maestra en Derecho Constitucional y Amparo por la Universidad Iberoamericana. Desde 1997 dirige el suplemento cultural Ananke del diario Página24. Forma parte del comité editorial de la revista Parteaguas, del Instituto Cultural de Aguascalientes. Ha publicado los libros de poesía Casi verde y Apostillas negras. También, en ediciones colectivas, los poemarios Rituales, Informe sobre trenes que llegan y desaparecen y Tercera persona. Recibió el Premio Efraín Huerta 2006 por Casa en ruinas.