A modo de celebración por las más de 60,000 visitas de Círculo de Poesía (desde junio de 2008 a la fecha), compartimos con ustedes la Poesía Completa de Dylan Thomas, traducida y anotada por la desaparecida poeta argentina Elizabeth Azcona Cranwell. El libro se ofrece en formato PDF, listo para descargar.
Sentencia Dylan Thomas, en la Nota introductoria de este libro, escrita en 1952:
Este libro contiene la mayoría de los poemas que he escrito y todos los que hasta el presente año deseo conservar. He corregido un poco algunos de ellos pero si hubiese continuado revisando todo lo que ahora no me gusta de este libro, hubiera estado tan ocupado que no me habría quedado tiempo para intentar escribir nuevos poemas.
Leí una vez algo sobre un pastor que cuando le preguntaron por que cumplía ciertos ritos, en un círculo de hongos, relacionados con la luna, para proteger sus rebaños, él contestó: “Sería un condenado tonto si no lo hiciera”. Estos poemas con todas sus crudezas, sus dudas y confusiones están escritos por amor al Hombre y en alabanza de Dios, y yo sería un condenado tonto si ello no fuera así.
A manera de invitación a descargar el libro, compartimos con ustedes cuatro textos del poeta galés, incluyendo el “Prólogo” en verso que compuso para esta recopilación.
PRÓLOGO DEL AUTOR
Este día que hoy devana ante Dios
el fin del verano apresurado
en el torrente del sol color salmón,
en mi casa que los mares sacuden
sobre un despeñadero
enredada entre fruta y gorjeos,
espuma, flauta, aleta y pluma,
ante la pezuña danzarina de un bosque
junto a las arenas espumosas con estrellas marinas
cruzadas por vendedoras de pescado
por flautistas y velas, coquillas y gaviotas,
y afuera el cuervo negro,
hombres con avíos de nubes
que se hincan ante los nidos del crepúsculo,
muchachos que tajean a los gansos
cercanos en el cielo,
y garzas, caracolas
que hablan los siete mares,
aguas eternas, lejos de las ciudades
con noches de nueve días
cuyas torres se enredaran
en el viento piadoso
como estacas de paja alta y seca,
ante la pobre paz yo canto
para vosotros, extranjeros,
(aunque la canción sea un acto
encrespado y ardiente,
con el fuego de los pájaros
en el bosque giratorio del mundo
por mis sonidos salpicados y dispersos
fuera de estas hojas con pulgares de mar
que han de echarse a volar para caer
como las hojas de los árboles, tan pronto
como se desmoronen sin morirse,
al entrar en la noche sofocante.
Guardián del mar, el salmón sorbe los deslices del sol
y los cisnes mudos amoratan
mi penumbra que roció la bahía mientras yo acuchillo
a este alboroto de las formas,
para que sepas tú como yo, un hombre giratorio
reverencio también a la estrella y al pájaro estruendoso,
al mar nacido y al hombre desgarrado y a la sangre bendita.
Oye: en este sitio soplo la trompeta
desde el pez hasta el cerro saltarín.
Mira: construyo mi barca que desciende
hasta lo mas alto de mi amor
cuando el diluvio empieza
fuera del manantial del miedo,
de la candente ira del hombre que está vivo,
fluido y montañoso brota
sobre las granjas vacías blanco-oveja
que duermen heridas por el sueño
hacia Gales en mis brazos.
¡Oh, guárdate en un castillo
tu, rey de las tonadas de los búhos,
que iluminas de luna las carreras aladas
y zambulles al ciervo muerto
envuelto en pieles de cañada!
¡Hola, en armaduras plúmbeas
oh mi anillada paloma torcaz
en la ululante oscuridad cercana
con la corneja reverente de Gales,
arrulla la alabanza de los bosques
la que aluna sus notas azules desde el nido
hasta la grey de pájaros acuáticos!
¡Alto, cofradía festiva,
ágape, con el pesar en vuestros picos
sobre los cabos parloteantes!
¡Ay a caballo del cerro
la veloz liebre macho!
que oye en esta luz de zorro
el estruendo del diluvio en mi barca
mientras rompo y destruyo
(un choque de yunques
para mi alboroto y mi violín
esta tonada sobre un hongo esponjoso)
todo menos los animales gruesos como ladrones
sobre las rudas y confusas tierras del Señor
(¡Salud a la raza de Sus bestias!)
¡las bestias que duermen flacas y bondadosas,
chito, en los bosques que abultan como cerdos!
¡Cloquean las huecas granjas de las parvas
y se aferran al tropel de las aguas!
Oh, el reino de vecinos aleteante
caído y desplumado, destella en mi barca remendada
y la luz de la luna se bebió a Noé en la bahía
con pellejo y escamas y vellones;
solo las ahogadas campanas profundas
de ovejas y de iglesias
resuenan por la pobre paz cuando el sol cae
y las tinieblas cubren todos los campos benditos.
¡Cabalgaremos solitarios y entonces
bajo las estrellas de Gales
han de llorar multitudes de barcas!
A través de las tierras con párpados acuáticos,
guarecidas con sus amores
ellas irán de una colina a otra
como boscosas islas.
¡Hola, mi paloma de proa con su flauta!
¡Salve, viejo zorro con tus patas de mar,
picaflor y jilguero!
Mi barca canta al sol
al final del verano por Dios apresurado
y el diluvio comienza a florecer.
LA FUERZA QUE POR EL VERDE TALLO IMPULSA A LA FLOR
La fuerza que por el verde tallo impulsa a la flor
impulsa mis verdes años; la que marchita la raíz del árbol
es la que me destruye.
Y yo estoy mudo para decirle a la encorvada rosa
que la misma fiebre invernal dobla mi juventud.
La fuerza que impulsa el agua entre las rocas
impulsa mi roja sangre; la que seca los arroyos parlantes
vuelve cera los míos.
Y yo estoy mudo para contarle a mis venas
cómo la misma boca bebe del manantial de la montaña.
La mano que arremolina el agua del estanque
remueve las arenas; la que amarra las ráfagas del viento
iza mi vela de sudario.
Y yo estoy mudo para decirle al ahorcado
que el barro del verdugo está hecho de mi arcilla.
Los labios del tiempo sorben del manantial;
el amor gotea y se acumula, mas la sangre vertida
calmará sus pesares.
Y yo estoy mudo para decirle al viento en la intemperie
cómo ha trazado el tiempo un cielo entre los astros.
Y yo estoy mudo para decirle a la tumba de la amada
que en mi sábana avanza encorvado el mismo gusano.
SOBRE TODO CUANDO EL VIENTO DE OCTUBRE
Sobre todo cuando el viento de octubre
el pelo me castiga con sus dedos de escarcha,
preso en el sol exasperante, marcho ardiendo
y tiro hacia la tierra un cangrejo de sombra,
a la orilla del mar, cuando oigo el alboroto de los pájaros
y oigo la tos del cuervo en los bastones del invierno,
mi atareado corazón que mientras habla tiembla
vierte el silabeo de su sangre y agota sus palabras.
Encerrado también en una torre de palabras
trazo en el horizonte que anda como los árboles
las siluetas verbales de mujeres, y las filas de niños
con sus gestos de estrella sobre el parque.
Algunas me permiten crearte de las hayas colmadas de vocales,
otras de las voces del roble, o desde las raíces
de múltiples comarcas espinosas te cuentan sus memorias,
otras me permiten crearte con los sermones de las aguas.
Tras un tiesto de helechos, el reloj oscilante
pronuncia la palabra de la hora, el sentido del nervio,
vuela sobre el disco imantado, declama la mañana
y cuenta al huracán en la veleta.
Algunas me permiten crearte con los signos del prado;
la hierba señalera que me relata todo lo que sé
traspasa el ojo con el invierno lleno de gusanos.
Algunas me permiten contarte los pecados del cuervo.
Sobre todo cuando el viento de octubre
(algunas me permiten crearte de hechizos otoñales
la de lenguas de araña y la colina resonante de Gales)
castiga a la tierra con puños como nabos
algunas me permiten hacerte de las palabras sin corazón.
El corazón quedó agotado, balbuceando en los remolinos
de la química sangre, advertido de la furia que avanza.
A la orilla del mar oye a los pájaros sombreados de vocales.
DESDE LA PRIMERA FIEBRE DEL AMOR A SU INFORTUNIO
De la primera fiebre del amor a su infortunio, desde el tierno segundo
hasta el hueco minuto del vientre,
desde el primer atisbo hasta el tijeretazo umbilical
la edad del pecho y la época feliz del delantal cuando ninguna boca
se agitaba en torno al hambre suspendido,
y el mundo entero era uno solo, una nada ventosa,
bautizaron mi mundo en un fluir de leche.
Y la tierra y el cielo fueron un solo cerro al aire,
el sol y la luna derramaban una misma luz blanca.
Desde la primera huella del pie descalzo, desde la mano que se eleva
y la irrupción del pelo,
desde el primer secreto del corazón, el fantasma que advierte,
y hasta el primer asombro mudo ante la carne,
el sol fue rojo y la luna fue gris,
y la tierra y el cielo fueron cual dos montañas que se encuentran,
El cuerpo prosperó, los dientes en las encías meduladas,
los huesos que crecían, el murmullo del semen
dentro de la glándula santificada, la sangre bendijo al corazón,
y los cuatro vientos, que tanto tiempo soplaron al unísono
abrillantaron mis orejas con la luz del sonido,
llamaron en mis ojos con el sonido de la luz.
Y fue amarilla la multiplicación de las arenas,
cada grano dorado salpicaba la vida en su vecino,
verde era la casa cantarina.
La ciruela que mi madre arrancara maduró dulcemente,
el niño que dejara caer desde la oscuridad de su costado
hacia el regazo cavado de la luz, creció fuerte,
musculoso, enmarañado, atento a los gemidos del muslo
y a la voz que, como una voz de hambre,
arañaba en el sonido del viento y del sol.
Y desde el primer deterioro de la carne
yo aprendí el lenguaje del hombre para enroscar las formas del pensar
en el idioma pétreo del cerebro,
para llenar de sombras y tejer nuevamente la trama de palabras
dejada por los muertos que, en su césped sin luna,
no necesitan del calor de la palabra.
La raíz de las lenguas se termina en un cáncer exangüe,
no es más que un nombre que los gusanos hacen cruz.
Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi secreto;
las claves de la noche golpearon en mi lengua;
donde antes había sólo una, hubo de pronto muchas mentes sonoras.
Un solo vientre, un solo espíritu vomitó la materia.
Un pecho amamantó al fruto de la fiebre,
aprendí la otra cara del cielo que divorcia,
el globo dos veces enmarcado que giraba;
un millón de cerebros alimentaron al retoño que divide mis ojos;
la juventud, de veras se abrevió; las lágrimas de la primavera
se diluyeron en el verano y en las cien estaciones;
un sólo sol, un único maná, fue calor y alimento.