Leer caminando o caminar leyendo

leer caminando

En la siguiente entrega de “En línea recta”, Mijail Lamas sigue la tradición de William Hazlit, Robert Louis Stevenson o Robert Walser sobre el arte de caminar, pero en la variante de hacerlo mientras se lee.

 

 

Leer caminando o caminar leyendo

 

Hay pocas cosas que se hagan de manera simultánea y que me puedan causar tanto placer como leer y caminar al mismo tiempo.

            Hay algo de portento en la posibilidad de desplazarse al mismo tiempo en dos planos distintos. Leer y caminar estimula no sólo nuestra imaginación, también nuestra condición física. Tomando en cuenta que los aficionados a la lectura o los lectores profesionales suelen tener cuerpos dados al buró y las mesas del café, caminar leyendo agrega movilidad para los sedentarios.

            Claro que hay que advertir responsablemente, antes de recomendar esta actividad, que implica no pocos peligros. En una ciudad como el D.F., por ejemplo, leer mientras hacemos una caminata puede resultar de alto riesgo por razones obvias. El lector caminante o el caminante aficionado a la lectura, debe tener muy estudiadas sus rutas. Con práctica se pueden alcanzar grandes avances en lecturas específicas para distancias definidas. Por ejemplo el itinerario de la ruta-lectura que hago de mi “trabajo” al trabajo de mi mujer es el siguiente: primero tomo un libro ( siempre será mejor uno de bolsillo), leo y camino sobre Liverpool en sentido contrario de los carros, doblo a la derecha en Bruselas, sigo de frente hasta topar con Versalles, interrumpo la lectura para cruzar Versalles y tomar Turín, retomo la lectura y sigo por Turín, cruzo Abraham González dando solamente un vistazo hasta llegar a Río de la Loza, paralela a Chapultepec, y que a esa altura es cruzada por Bucarelli que se convierte en Cuauhtémoc, interrumpo la lectura para cruzar la acera, reanudo lectura. Ahora camino por Dr. Río de la Loza en dirección de Salto del Agua, cruzo Carmona Valle echando apenas un vistazo, sigo por Río de la Loza hasta doblar a la derecha en Rafael Lucio que topa con Dr. Lavista y entonces, con algo de pericia, habré llegado a mi destino. Para entonces habré terminado algún cuento o un ensayo corto. Estas intricadas rutas son adecuadas para leer a Borges, Arreola o algún ensayo corto de Montaigne.

            Paseo de la Reforma o Avenida Cuauhtémoc son excelentes rutas para leer largas extensiones de narrativa, de tal modo que con una hora de caminata diaria podremos terminar una voluminosa novela decimonónica o alguna de Philip Roth en una semana o menos.

            No me cansaré de decir que hay que ser precavidos, saber elegir los textos adecuados; hay lecturas que nos exigen imperativamente un estado de inmovilidad total, así como hay otras que por su misma naturaleza nos provocan salir y andar.

            Uno irá adquiriendo práctica suficiente y relacionando lugares con escenas acontecidas en los libros: tal esquina, un final trágico; una vieja calle, un poema de Garcilaso; un puente peatonal la muerte del protagonista.

            Hay niveles de experiencia en esto de leer y caminar. El primer nivel de dificultad consiste en caminar por un parque de día o uno bien iluminado, también alrededor de la manzana. Esta opción permite irse familiarizando con la actividad andante sin la inconveniencia de los carros (o coches como se les dice acá). Un segundo nivel de dificultad sería caminar por avenidas rectas, interrumpiendo la lectura sólo para cruzar la calle. Un tercer nivel correspondería a poder tomar rutas intricadas, giros inesperados en la ruta que se correspondan directamente con la trama, tomando en cuenta que ella misma ha tomado otro camino. Yo puedo jactarme de que me encuentro en este tercer nivel avanzado y la práctica me permite leer mientras cruzo algunas calles, sólo algunas, sin voltear a ver si vienen carros. No ha sido poco el tiempo que le he dedicado a perfeccionar mis rutas y con ellas el tipo de lectura que les corresponde. Ahora prefiero bajarme algunas estaciones antes de llegar a mi casa o a mi trabajo y, salvo el inconveniente de llegar tarde a mi destino, debido a que la trama me atrapa y me hace bajar la velocidad de mi paso, esta actividad me da muchas satisfacciones así como los ya mencionados beneficios físicos.

            Doy doce recomendaciones de lectura que podrán ir creciendo conforme el practicante vaya adquiriendo más horas de andanza.

 

Seis libros para caminatas cortas:

1 El Aleph de Jorge Luis Borges

2 Confabulario de Juan José Arreola

3 Habla de lo que sabes de Geney Beltrán

4 Fuego de pobres de Rubén Bonifaz Nuño

5 Partitura para mujer muerta, Vicente Alfonso

6 Cicatrices, Esther Seligson

 

Seis libros para caminatas largas

1 El corazón de las tinieblas (muy recomendable para leer en el pesero) de Joseph Conrad

2 Pastoral americano, Philip Roth

3 El Ingeniosos Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saveedra

4 Rayuela de Julio Cortázar

5 Corre conejo, corre de John Updike

La mano de la buena fortuna de Goran Petrović

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