Foja de poesía No. 141: Margarito Cuéllar

Margarito Cuéllar IIMargarito Cuéllar (San Luis Potosí, 1956) es autor de poemarios como Cuaderno para celebrar (2000), Plegaria de los ciegos caminantes (2000), Poemas para protegerse del sol (2003), Noticias de ninguna parte (2007), Arresto domiciliario (2007), y Estas calles de abril/ Saga del inmigrante (2008).

 

 

Bibliotecas

 

Mi biblioteca no contiene libros, contiene saltos de agua

Risas océanos donde respira el mar,

heridas luminosas que se quiebran, líquida forma de interpretar el mundo.

 

Mi biblioteca no tiene enciclopedias

sólo nombres de países remotos

Ninguna Parte, Babel, Aucarimántima.

 

En mi biblioteca no hay diccionarios

sólo libros en blanco ilustrados por preguntas.

 

No hay en mi biblioteca joyas de la tipografía

y sí computadoras que piensan por nosotros.

Si buscan a Dante hallarán una hoguera.

Si aspiran a un Borges se apagarán las luces

y un laberinto lleva al jardín de los senderos que se bifurcan.

No se lamenten si los pisan cuando busquen en la K de Kafka.

 

En vez de las obras completas de Eliot

un nintendo Wii:

Nietszche y su Hermana se Divierten.

El Doctor Freud en el Diván de los Insomnes.

 

En mi biblioteca Frankistein toma sangre de soya

y el Marqués de Sade, arrodillado ante el amor

pide perdón por vivir la época equivocada.

 

En mi biblioteca no hay libros, sólo contenedores de sueños,

manuscritos sobre barras de hielo, obras selectas del fuego,

antologías del aire.

 

 

 

 

Cuento

 

No aburras a tu amada con flores.

Amárrala a la cama, quítale despacio las medias como si tocaras un arpa.

Rasúrale el pubis y muéstrale el espejo:

las heridas se encuentran.

No le digas que sus caderas son melancólicas como cena de navidad

si no festivas como vacaciones de Semana Santa.

Ahorra diminutivos;

cosa, trapo seco, reina de las Oceánidas, suenan bien.

Dile que la amas la vida de un instante

que su piel es de agua y bebe de sus ánforas

líquidos tragos lentos,

que sus huesos abren el apetito, por eso la masticas.

Mastícala despacio, gozará más tus dientes.

Háblale fuerte para que escape del cuento.

Haz que vomite todos los sapos, y por las dudas,

arroja lejos esa flama verde

de príncipes caídos en desgracia.

 

 

 

 

Poema para formar un río

 

Donde rujan los leones su ira.

Juan Manuel Roca

 

Con la saliva que gastan mis enemigos

para injuriarme

construyo un río

en el que navego por las noches

con sus novias o sus hermanas.

 

Con las piedras que me lanzan

construyo la casa

en la que vivo como un rey.

Si las pedradas siguen

haré un condominio, lo venderé y seré rico

mientras ellos ejercen su derecho

a patalear de envidia.

 

Con las balas que me disparan

construyo un árbol de pólvora:

al encenderlo se forma la vía láctea.

 

Con las palabras que me arrojan

escribo mis libros;

si se dan cuenta

que en vez de enemigos

son mis mejores publicistas

exigirán regalías.

 

Agotado su almacén

de palabras, balas, piedras

me declaran poeta nacional.

 

Yo vivo

escribiendo poemas en servilletas

de chulo por la calles

de una ciudad que ni siquiera es mía.

 

Cuando mueran

sentiré que algo me falta.

A Jotamario de Cali

 

 

 

 

Cardumen

Celebremos

ahora que el día pierde su camisa de luces

y una estela amarilla de gaviotas

es el signo vital de su presencia.

Es tiempo de extraviarse

en la selva de los nombres:

marísima, babel, limantia, sulamita.

Celebrar del verano la llama y sus muchachas,

sus hermosas muchachas

a la medida de nuestro corazón.

A sumergirnos en el río del amor,

si alguien sale vivo que lo cante.

El que canta celebra.

El que celebra sana las heridas del mundo con astillas de luz.

 

 

 

 

Ama el suicida

 

El más bello regalo de la vida
es la libertad que nos permite abandonarla a nuestra hora…

 

Andrè Breton

 

Hermanos míos, yo celebro el disparo porque es la condición de volver a la tierra
como pájaro al que se le termina el horizonte.
¡Cuánta tristeza ondula
la soga sobre el cuello del ahorcado!
Qué le importa al suicida despedirse;
no le acerquen pluma y papel ni la voz de una lámpara:
ama el suicida la hoja de afeitar en el paso civil de las venas cortadas;
ha elegido el abismo para su salvación,
su faro es altamar y la imagen del muerto,
su barca es impulsada por diez guerreros mancos.

Suicidarse es practicar el rito más hermoso del mundo:
adiós vena astillada, cabellera en reposo,
frasco de pastillas, adiós, adiós. Primera plana del diario de la tarde,
jauría de curiosos en los apartamentos,
antiguas ganas de bailar sin otra compañía que el roce de la noche, adiós, adiós.

 

 

 

 

El gancho

ese garfio confuso que atraviesa el pasillo del camión
y anda por la ciudad cual bulto que no alcanzó a nacer
sostiene en sus instintos la esperanza
existe porque el azar encuentra la forma de ganarse la vida
sostenga en su artificio de metal
el traje para el novio de una pariente rica
o una bolsa de chicles
su biografía conserva un motivo de asombro
pero no ilusionarse
los ganchos de los pobres son muñones del diablo
su oficio es el barullo de los cines
pasillos con olor a nicotina
cárceles atestadas de borrachos
ese gancho
se resiste a morir de oxidación
la rama que sostiene su renga humanidad
creyó un día florecer
a la salud de cinco dedos felices
pero no
seca como una mariposa o un colibrí en un frasco de alcohol
su destino
es arrastrar el aliento de su mantenedor
desde el filo único de su mano

 

 

 

 

Alegratura

A Rafael Courtoisie

La alegría puso un huevo. Romper su cáscara es un reto: a un huevo alegre no lo abre piedra ni martillo. Humor y sal, en dosis sutiles. No siempre tiene la superficie de un ovoide. Suele haber huevos cuadrados y en forma piramidal, barra de hielo o de esferas cristalinas. Incluso poliedros. El parto de la alegría en su fase larvaria. Filamentos, sonidos, dientes para la fiesta. Es posible la presencia de ligamentos verdes, líquenes y músculos puestos en marcha como una relojería. También hay truenos y falsas tempestades, reliquias y comisuras resistentes a los buenos deseos. Campos minados y larvas procreadas en incubación ponen en peligro el alumbramiento. Se recomienda no hacer olas, hasta que el fruto adquiera trama de pan o de vitriolo. Se dan casos en que del huevo nace un cubo o un llano de girasoles.

 

 

 

 

Alimento de los ángeles

A Galaver

Tienen algo de pájaros, mas sus espíritus delicados repelen el alpiste. Son la especie más rara en la fauna del cielo. Les dejo en el patio algodones húmedos en leche, hostias de sabores, fruta suave. Los ángeles bajan por la noche. A veces los descubro. La música de sus alas. La fruta intacta en su pulpa jugosa. El patio lleno de plumas. Los ángeles comen polvo del paraíso, granos de estrellas, dice mi mujer. Un ángel de mascota muere de hambre o de melancolía. Una lástima con alas. Tal vez esté en camino una nueva generación de ángeles cuyo metabolismo sea menos etéreo. Ángeles que disfruten lo mismo una pierna de vaca que los dientes de un pez. Una vaca que cante. Un pez que ría como si el sueño de la muerte le mostrara un sendero de luces. Lástima. Imposible encontrar polvo del paraíso; las estrellas que caen no llegan a la tierra. Los ángeles serían sin duda más felices.

 

 

 

 

Cuaderno de Borges

Siempre tengo una libreta con los ojos abiertos para que me descubra las cosas de este mundo. A veces atrapo sólo insectos; otras, una mañana, un lunes, por la tarde, dibujo un pez y el fuego para prepararlo. Mi cuaderno es como un cheque en blanco en el que se multiplica el mundo.
A veces se refugia en un bar o en un café y deja que el bullicio violente sus cuadrículas: ¿la guerra se aproxima? ¿explota transbordador en pleno vuelo?
Mi cuaderno: pedazo de cielo iluminado por el rayo; en sus renglones caben los siete pecados capitales y los tres continentes, la historia de la antigua cultura y la biografía de mis vecinos.

 

 

 

 

Instrucciones para el uso de los recuerdos

 

Los restos del pasado se reúnen
como los desperdicios de la playa.

Enrique Lihn

 

Recíclalos, pásales las llantas de un auto, arrójalos por la ventana de un avión. Ofértalos, instala una fábrica de collares, sazónalos con lágrimas del cielo. Arráncatelos, que se marchen con un poco de piel (corazón o memoria). Que se desangren y mueran en la raya llenos de moscas. Olvídalos, expúlsalos de tu bestiario, desinféctalos, despójalos de su inoportuna melancolía. No te engañes, como las costras, nada de su piel exterior vale la pena. Desrecuérdalos, atígralos y jáulalos. Que vuelvan a nacer en su espiral de nada desde el árbol de las preguntas.

 

 

Datos vitales

Margarito Cuéllar (San Luis Potosí, México, 1956). Se ha dedicado a la literatura y al periodismo cultural. Publicó su primer libro de poemas en 1982, Que el mar abra sus puertas para que entren los pájaros. Al que le han seguido una docena de títulos, entre ellos: Tambores para empezar la fiesta (colección el Ala del Tigre, UNAM, 1992), Árbol de lluvia, antología personal 1983-1993 (colección Los Cincuenta, Conaculta, 1994), Cuaderno para celebrar (2000), Plegaria de los ciegos caminantes (2000), Poemas para protegerse del sol (2003), Noticias de ninguna parte (2007), Arresto domiciliario (2007), y Estas calles de abril/ Saga del inmigrante (2008). Ha obtenido algunas distinciones nacionales e internacionales por sus poemas y cuentos. Radica en la ciudad de México, donde realiza trabajo de corrección y edición para la revista Mileno semanal.

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